Hello, dejen el show con Calle 13


I.- MTV versus Calle 13.
La puja estuvo interesante. De a ratos, hay que decirlo, fue como para agarrar palco: de un lado, MTV, esa institución señera de la cultura hegemónica – por la que se desvive tanto cabeza hueca que jura que libertad de elección y rebeldía equivalen a escoger entre las opciones que le ofrece la industria cultural -, tuvo el acierto de escoger para la presentación de sus premios a una de las figuras más irreverentes, talentosas, deslenguadas, populares y políticamente incorrectas de la escena musical latinoamericana. Del otro lado, René Pérez, el Residente de Calle 13, exprimió el escenario a tal punto que la jornada le alcanzó para lanzar fuego verbal contra Luis Fortuño, gobernador de Puerto Rico, y Felipe Calderón, Presidente de México. Simultáneamente, fue alternándose las ya célebres franelas, en las que hizo alusión a las bases militares gringas en Colombia, rindió homenaje a Mercedes Sosa, rememoró la masacre de Tlatelolco, comparó al dictador hondureño con Pinochet, exigió un Puerto Rico libre y nominó al zambo Chávez como mejor artista pop. «Latinoamérica es un continente muy político como para obviarlo», había escrito Residente vía Twitter, el pasado 12 de octubre. Y la política se apoderó del Gibson Amphitheatre, en Los Ángeles, sede de la entrega de los premios.

Lejos de escandalizarse, los de MTV hicieron todo lo posible por capitalizar el fulminante patadón en las bolas y los directos de izquierda que Residente propinó en el mentón de una derecha latinoamericana tambaleante, incluida la legión de jóvenes con el alma avejentada que ya quisieran la reelección indefinida del paraco Uribe y la eliminación física del zambo, apalean a los indios en Bolivia, defienden al Grupo Clarín en Argentina, marchan a favor de la dictadura en Honduras, a favor de los «presos políticos» en Venezuela, que desconocen cuál es la capital de Puerto Rico, pero que son capaces de conmoverse hasta el llanto viendo My Super Sweet 16, son entusiastas seguidores de The Hills y se babean con las aventuras de Tila Tekila.

Sin mayores disimulos y con tono festivo, la web de MTV Latino reseñó la participación de Residente: «Ahora que ya pasó, no hay otra forma de verlo: René, alias Residente, de Calle 13, fue un anfitrión despampanante. Claro que no estuvo solo: a su lado estaba Nelly Furtado, siempre divina. Juntos hicieron una dupla genial… Residente se bajó de la limosina y se sacó el traje para arrancar con el show. Abajo de la camisa traía una camiseta que decía: ‘Chávez nominado Mejor Artista Pop’. Fue así que empezó a arengar a la audiencia, dispuesto a decirlo todo, sin censura y sin libreto… René habló con total desparpajo, sin pelos en la lengua (tal como lo hace al frente de Calle 13). A su lado estaba Nelly, poniendo su cuota de elegancia y sofisticación. Juntos se complementaron a la perfección… Son dos grandes personalidades de la música, sin dudas. Nelly Furtado ya es una verdadera lady del pop internacional, mientras que René sigue demostrando que posee un talento y un carisma enorme al frente de Calle 13».

Es decir, una cosa chévere, tú sabes, o sea, Residente, hello, qué buen show, o sea, te la comiste. Una línea editorial que traduce superfluamente posiciones políticas que han provocado escozor tanto a los aludidos como a sus más fieles fans, y que se resume en una frase a primera vista inocentona como la que más: «Los conductores de Los Premios MTV 09 se destacaron por su soltura y, sobre todo, por sus ganas de divertirse». ¿Divertirse? Residente no está muy de acuerdo: «A mí nada de lo que dije me pareció divertido. Todo lo que hablé es bastante serio», escribió vía Twitter – siempre por esta vía, a menos que se indique lo contrario – el sábado 17 de octubre.

II.- Una diarrea de «malas palabras».
Tópico privilegiado de las jóvenes viudas de los personajes aludidos – Fortuño, Calderón, Uribe – ha sido el de la diarrea de «malas palabras» pronunciadas por Residente durante cada una de sus intervenciones. Imposible no detenerse en esta circunstancia, porque desnuda de pie a cabeza la mentalidad característica de la juventud conservadora, moralina, retardataria, supremacista, cool y tal de América Latina.

La cumbia de los aburridos. Calle 13.

Coño, mi señora madre, Sur, maestra de maestras, cuyo nombre le hace honor a esta tierra que piso, chavista hasta los tuétanos, sabia como sólo el pueblo puede serlo, disfruta cada vez que suena La cumbia de los aburridos. Pero un buen día me advirtió que el disco donde aparece esa canción es muy «vulgar». Lo dijo mi señora madre y yo me le reí, pero también me dije, para mis adentros, para que no pudiera escucharme: Amén. Porque su palabra es ley. Pero que un tipo de 34 años, proveniente de Carabobo, Venezuela, que bien pudiera ser hijo de Sur, escriba: «… cómo es posible que se permita tanta falta de cultura, valores, una cosa es ser sinceros y otra… vulgar, ordinario, chabacano, boca de cloaca…», así, tal cual, como una de esas señoronas encopetadas de la «sociedad civil» venezolana, que le gritan histéricas a Chávez, no por socialista, sino por zambo y vulgar, ordinario y chabacano, eso lo que provoca es vergüenza ajena. Todos los idiotas que, como el que escribió aquello, se escandalizaron por el hecho de que Residente le espetara un sonoro «hijo de la gran puta» al Fortuño, seguramente desconocían que el mismo día el pueblo portorro se sumó a un paro nacional contra el tipo, en rechazo al despido de más de ¡veinte mil! empleados públicos.

«Seguramente» un coño: soy capaz de apostar los discos de The Beatles de Sandra Mikele, a que estos idiotas no saben siquiera que Puerto Rico es una isla. Son los mismos idiotas cuya imagen del pueblo valenciano debe parecerse mucho a la de los hombres y mujeres que limpian el suelo y los baños del Sambil Valencia, que no habrán pisado jamás el centro de Caracas, pero se conocen de memoria el Sambil de la capital, y para los que Barquisimeto es una gran ciudad desde el día en que se inauguró esa joya arquitectónica que es el Sambil en forma de instrumento musical. Una de dos: o jamás escucharon un disco de Calle 13 y juran que Atrévete Te-Te es un reguetón compuesto por Manuel Rosales; o lo escucharon, pero igual no entendieron un carajo, y no se han dado cuenta de que fueron retratados en Gringo latin funk, del disco Los de atrás vienen conmigo.

Gringo latin funk. Calle 13.

Anticipándose a la polémica que se ha desatado luego de los MTV, Residente escribía el 16 de septiembre: «Los medios no me usan, yo uso a los medios. Hay que saber dar el mensaje. De lo contrario el mensaje se queda corto, entre ‘intelectuales'». Residente habló «malo» y el mensaje llegó: «Parte de la propuesta era que yo hablara malo, lo que pasa es que la gente se vive el personaje mío como si yo fuera así todo el tiempo… La manera de expresarme hacia los jóvenes es pensando en que quiero llegarles más rápido todavía, en que me hagan caso», declaró el sábado 17 de octubre a un impreso puertorriqueño.

El mensaje también le llegó bastante rápido al mismísimo Fortuño, quien declaró, indignado: «A todos los puertorriqueños les tiene que indignar profundamente esa chabacanería… En ningún sitio del mundo uno puede pararse en un micrófono porque te lo pongan delante a decir chabacanerías, a insultar gratuitamente y a decir malas palabras. ¿Qué es lo que le estamos enseñando a nuestros hijos?». ¿Entonces tú le enseñas al hijo tuyo que despedir a veinte mil personas es algo bueno, no importa si durante la campaña electoral prometiste que no despedirías a nadie? Bendito. Tremenda figura paternal. Algo semejante fue lo que respondió el Visitante de Calle 13: «¿No te parece un insulto la mentira? Los insultos del gobierno dejan sin trabajo». Y ésta otra: «¿Qué es peor… una ‘mala palabrita’ o que no le puedas dar lo que antes le dabas a tu familia?».

Pero a esta hora, el premio a la reacción más patética se lo lleva la Cancillería colombiana, que concedió al Residente el estatus de asunto de Estado: a través de un comunicado, expresó «su indignación por la divulgación de un mensaje injurioso en contra del presidente Álvaro Uribe, el cual se encontraba estampado en la camiseta…». Pero no sólo reincidió en la misma trampa retórica de Fortuño, según la cual el mensaje iba dirigido contra todo Puerto Rico: «El mensaje presenta un contenido ofensivo y calumnioso en contra del Presidente de los colombianos, lo cual constituye un agravio para su buen nombre e investidura y además es un irrespeto a la dignidad de nuestros connacionales». También MTV se llevó su jalón de orejas: «El Ministerio de Relaciones Exteriores respetuosamente sugiere a las directivas del canal observar con mayor detenimiento las manifestaciones con alto contenido político que se hacen dentro de un escenario que se destaca por promover el arte musical». En respuesta, Residente escribió el 18 de octubre: «El presidente de Colombia no es Colombia. ¡Colombia es mucho más que un presidente!» Un día antes, Visitante había respondido con fina ironía: «La camisa decía: ‘Uribe para bases militares’… Las imágenes que se ven en las nubes son proyecciones de uno mismo». Sí chico, eres un pa-ra-co.

III.- Vente pa Venezuela… ¡Cabrón!
Otro de los tópicos preferidos de la juventud bien, es uno que nos aprendimos de memoria hace un buen tiempo: cualquier extranjero que medio se atreva a medio manifestar su apoyo aunque sea el más tibio a la revolución bolivariana, es un cabrón insoportable y desinformado, que no tiene ni la más puta idea de lo que ocurre en Venezuela. Luego del relámpago de insultos – que no serán ya «malas palabras», sino oportunas expresiones de legítima indignación -, el aguacero de explicaciones: esto es una dictadura, esto es una dictadura, esto es una dictadura, todo el mundo con el paso del robot, todo el mundo con el paso del robot, todo el mundo con el paso del robot. Comentarios de este tipo, peculiar versión del chovinismo más ramplón, inundaron el Twitter de Residente. Siéntete orgulloso, pueblo venezolano, un puñado de jóvenes valerosos te han representado dignamente:

– «¡Te reto a vivir un año en Venezuela ganando sueldo mínimo!», apuntó una.
– «Habla claro mariquete. ¿Has estado más de un mes en Venezuela», escribió otro desde ¡Miami!, el mismo que luego remató con estas dos:
– «Cuando quieras vas a Venezuela y te enseño por qué no soy chavista».
– «… tú
crees que sabes, pero no tienes ni idea de lo que se vive allí…«.
– «Sabes que lo de Venezuela no me pareció gracioso, a ti no te han mandado a echar gas del bueno y que te metan preso», escribió otra, que se largó las seis siguientes:
«Como lo hizo Chávez con los estudiantes, y que las universidades de Venezuela no tengan presupuesto«.
«Tú no vives en Venezuela, no sabes lo que es la division que ha creado Chávez, familias separadas por la política«.
– «No me pareció gracioso lo de Chávez, pana, te vendiste«.
– «Hay gente que no es afecta a Chávez y te adora, no fuiste imparcial. Gente que tiene a sus familiares presos por política».
«¿Y tú sales con una franela que Chávez es lo mejor? Los heriste de pana«.
– «Sinceramente es difícil que entiendas algunas cosas, yo vivo en la frontera de Venezuela y Colombia y aquí sí se ve la realidad«

Hagamos un minuto de silencio en honor al corazón herido de la niña.

Listo.

Seguimos.

– «Y a mí qué coño me interesa el gobernador de Puerto Rico». Esta expresión es bastante típica. El mismo tipo se lanzó esta otra perla:
– «
Calle 13, succiónaselo a Simón Bolívar… Si es que tiene pene…«. Una lindura.
– «¡Sí que eres cabrón! ¡Vente pa Venezuela, así se lo chupas a Chávez!«, escribió otro, que también escribió éste:
«Es de pinga hablar lo que hablas y estar todo el tiempo en hoteles de lujo, comida VIP, sin pasar necesidades, pajuo«, e inmediatamente después le escribió nada más y nada menos que a… ¡Alberto Federico Ravell!:
«Ese es un pajuo más, hablando boberías, montado en Mercedes y comiendo bien, pero ‘comunista’ así yo también». Horas antes, Ravell se preguntaba:
– «¿
El gobierno permitirá los conciertos de Calle 13 en Caracas después de que uno de los del dúo sacara la franela esa anoche?» Memorable.
– «¡¡¡
Ojalá te vaya bien en estos dos países que irrespetaste, pajuo!!!«, continuó el que hizo la pausa para escribirle a Ravell, refiriéndose a Venezuela y Colombia. De pronto, sucedió algo inesperado: Residente le respondió:
– « Te llevo hermano… afuego». Y hasta allí le duró la altanería al hombre:
– «
Igual mi hermano. ¡Afuego! Paz…». Qué charlatán mi hermano.

Ya está bueno, ya está bueno. ¿O quieren más? No, ya está bueno. Dejen el morbo.

Vámonos con un comentario de Residente que resume su postura sobre el asunto: «El hecho de que yo no esté de acuerdo con los pensamientos de alguien no quiere decir que esté mal informado… ‘Cada cabeza es un mundo'».

Voy yo: el hecho de que la colérica juventud antichavista esté no sólo tan desinformada, sino tan profundamente divorciada de lo que acontece en Venezuela, no quiere decir que nos van a venir a convencer de que su pequeña cabecita es el mundo.

Antes de saltar a la última parte de este artículo, va la pregunta: y entonces, ¿quiénes son los que insultan?

IV.- Residente no es antichavista.
Decidí reservarme el tercer tópico para lo último, porque es el que genera más quebrantos, sobresaltos, arritmias, angustias y temores entre la juventud linda de Venezuela: ¿Calle 13 es chavista?

De una vez la respuesta, para evitar males mayores: no.

(Alivio).

Pero tampoco es antichavista.

(¡Cómo! Ay dios mío, me va a dar algo).

He aquí el primer comentario que escribió el Residente, una vez concluidos los MTV: «Saludos… Ya terminaron los premios… Perdón si los ofendí… No soy anti chavista… Soy pro pueblo. Quiero a Puerto Rico libre».

Cierto: el hombre portó aquello de «Chávez nominado mejor artista pop» y soltó lo de Simón Bolívar antes de dejar el escenario. Pero también escribió, el 17 de octubre: «La camiseta de Chávez que usé pa los MTV fue ambigua, indeterminada, doble lectura, confusa, agridulce… Viva Venezuela». Horas después, remató: «Lo más cabrón es que dicen cosas que no dije… Yo no he hablao de Chávez… Me puse una camisa pa que la interpreten como quieran».

Epa Residente, así la interpreté yo: en Venezuela nos gusta cuando el zambo canta popular. Por eso lo hemos nominao varias veces y por algo siempre ha ganao.

ésta es una democracia y el pueblo elige
si revolución es lo que el país exige
es porque lo que tú no dijiste yo lo dje

La crema. Calle 13.

El mío, prepárese, porque cuando vuelva pa Caracas le van a caer encima. Te van a sacar lo de las «malas palabras», te van a acusar de desinformado y te van a suplicar que hables mal de Chávez.

Preséntese en el tal Sambil y represente. Pero sólo en Tiuna el fuerte Calle 13 está en la casa.

Afuego.

Guapos y apoyaos


Hoy concluíamos en conversación entre amigos que frustrada la tentativa de regreso de Manuel Zelaya a Honduras, la escena quedaba servida para que Estados Unidos recuperara el terreno que se vio obligado a ceder la semana pasada, y con él su capacidad de iniciativa diplomática. El mismo Zelaya, entrevistado por Telesur cuando ya era un hecho que no podría aterrizar en el aeropuerto de Toncontín, en Tegucigalpa, declaraba: «Debe haber en los gobiernos alguien que ponga orden sobre un grupo armado contra el país, tiene que existir un gobierno que ponga orden en el mundo para canalizar esfuerzos multinacionales… A partir de mañana todo recae sobre las potencias, especialmente Estados Unidos que, teniendo una fuerza tan grande, debe tomar acciones inmediatas».

Dos días después, Hillary Clinton recibe a Manuel Zelaya y comienza a poner orden: al término del encuentro, anuncia que Zelaya ha aceptado reunirse con Micheletti, jefe del gobierno de facto, con la intermediación del presidente de Costa Rica, Óscar Arias – el titular del único país latinoamericano que mostró explícitas reservas, en la OEA, en contra del anunciado regreso de Zelaya a Honduras el pasado domingo.

Luego… o digámoslo con todas las letras: «tan pronto finalizó su entrevista con Manuel Zelaya«, Clinton atiende la amable y casual visita de Alberto Federico Ravell y Leopoldo Castillo, de Globovisión, el último de los cuales ostenta un cierto prontuario que forjara a fuerza de puro trabajo digno y honesto a su paso por El Salvador, en la década de los 80.

Hasta alguien como Beatriz de Majo sería capaz de entender que el gobierno estadounidense ha enviado un mensaje a Chávez, y a todos los que se visten como él.

Y ya que andamos en onda-Hillary, les dejo acá esta pregunta que no es otra cosa que una deliberada provocación: ¿cuál ha sido el mensaje? Y ésta otra: ¿cuál debe ser nuestra respuesta? ¿Se vale otra? Es ésta: ¿cuál será la respuesta de Chávez?

Está bien: también se valen insultos y consignas. Pero no insistan: por más que lo intentemos, nunca seremos como Beatriz de Majo.

Golpe de Estado en Honduras y mentalidad colonial: Apóyanos, Obama


Isabel Rauber ha realizado el análisis más lúcido sobre las implicaciones del golpe de Estado en Honduras. Según Rauber, «el disfraz ‘democrático’ del golpe de Estado anuncia el nuevo estilo autoritario de los poderosos y desnuda el contenido de su ‘democracia’ de mercado… No es la vuelta al pasado, no hay que equivocarse: es el anuncio de los nuevos procedimientos de la derecha impotente. El neo-golpismo es ‘democrático’ y ‘constitucional’. Honduras anuncia por tanto la apertura de una nueva era: la de los ‘golpes constitucionales'». Sobre éstas y otras apreciaciones tendríamos que volver en artículos posteriores, porque aportan algunas claves interpretativas sobre los procedimientos y las estrategias de lo que en otra parte he llamado una nueva derecha. Quiero decir: habrá momentos para llegar hasta el fondo del asunto.
Lo que ahora me parece digno de mención es lo que permanece en la superficie de este «nuevo estilo autoritario» de lo que también Rauber califica como «derecha impotente». Me refiero al ultra-chovinismo que destilan las páginas de los diarios que apoyan el golpe de Estado, particularmente de El Heraldo, La Prensa y La Tribuna.
Si ya empezábamos a acostumbrarnos a la manipulación de la imagen de Chávez en las campañas electorales de todo el continente, la prensa golpista hondureña ha ido mucho más allá: en buena medida, la movilización de la base social de apoyo al golpe de Estado, esa parte de la sociedad hondureña que legitima el acto de fuerza, se fundamenta en la demonización del presidente venezolano y hasta en un furor antivenezolano – y en menor medida antinicaragüense y anticubano – sin duda inédito, que supera incluso las manifestaciones de supremacismo – racial y de clase – que es propio de las elites santacruceñas en Bolivia. Casi podría decirse: si Chávez no existiera, la prensa golpista hondureña habría tenido que inventarlo. La manera correcta de plantearlo sería: precisamente porque existe Chávez, es necesario inventar una imagen de Chávez que se adecue a los intereses de la oligarquía hondureña. Así, Chávez – y lo que es peor: el chavismo, Venezuela, los venezolanos – aparece en la prensa golpista hondureña, al mismo tiempo, como horizonte incierto y amenaza latente. Como sólo es capaz de decirlo un idiota como Carlos Alberto Montaner: «Zelaya arrastraba a Honduras al chavismo«. De allí que las manifestaciones a favor de la dictadura se realicen en nombre de la paz y la democracia y en contra de Zelaya y Chávez.

Publicado en el diario hondureño La Prensa, 2 de julio de 2009.

Publicado en el diario hondureño La Prensa, 3 de julio de 2009.


Publicado en el diario hondureño La Prensa, 4 de julio de 2009.

Publicado el el diario hondureño El Heraldo, 4 de julio de 2009.

No debe sorprender en lo absoluto que este ultra-chovinismo antivenezolano sea replicado por la prensa opositora venezolana. En lugar de detenernos a revisar si la prensa vernácula ha calificado al golpe de Estado como lo que es, pongamos atención en lo realmente relevante: la absoluta sincronía entre las líneas editoriales de la prensa antidemocrática de ambos países en relación con el tema de la injerencia – la intromisión, las amenazas, etc. – de Chávez en los asuntos internos de Honduras. El enemigo-Chávez que se entromete y pretende instaurar una dictadura en el país centroamericano, es el mismo enemigo-Chávez que se entromete en todos los asuntos de nuestra vida – ni siquiera nuestros hijos están a salvo, mucho menos nuestra propiedad privada – e impone a sangre y fuego su dictadura totalitaria. Chávez, el entrometido, el injerencista, es un cuerpo extraño para la oligarquía venezolana, tanto como lo es para la oligarquía hondureña. El enemigo-Chávez es un cuerpo extraño que amenaza la salud de la democracia en el continente.

Caricatura de Rayma, publicada por el diario venezolano El Universal, el 2 de julio de 2009.

Si bien es cierto que la prensa golpista hondureña grita hoy al mundo lo que la prensa golpista venezolana ya gritó a los cuatro vientos en 2002 – ¡No hubo golpe! – no es menos cierto que la prensa golpista hondureña dice hoy lo que la prensa opositora venezolana – y la de varios países del continente – no puede decir, por no existir aún las condiciones. De allí que todos los ojos de las oligarquías – y de sus respectivas intelligentsias – estén puestas sobre ella: porque ella elabora hoy el nuevo lenguaje de la derecha impotente continental. Nuevo lenguaje que quizá, en el mejor de los escenarios, no pase esta vez de balbuceo, pero que constituye ya un ensayo inestimable, del que los poderes fácticos sabrán sacar las debidas conclusiones.

Con todo, este nuevo lenguaje de la derecha impotente termina apelando a la solidaridad – sin la cual no puede sostenerse – de las viejas fuerzas, y allí radica en parte su impotencia. Una muestra de ello es el penoso editorial de El Heraldo, de este sábado 4 de julio, que cierra con el siguiente párrafo: «Pero la más reciente oportunidad que se le presenta a Obama para llevar a la práctica su promesa de cambio en su política exterior y en su compromiso con la democracia está en Honduras, donde su posición final podría inclinar la balanza hacia uno u otro lado de las partes que crearon el difícil momento en que vivimos».

Penoso. Vergonzoso. En parte, la impotencia de la derecha continental, con todo y su nuevo lenguaje – que es preciso, vital, saber identificar – reside en ese lastre insuperable: esa mentalidad colonial que les impulsa irremediablemente a denunciar las supuestas injerencias de Chávez, mientras se arrodillan para lamerle los zapatos al Presidente de Estados Unidos.

Golpe de Estado en Honduras: identificados los promotores de la violencia


Pónganse de acuerdo:

1) El Heraldo reporta que «Honduras amaneció en completa normalidad, las empresas que conforman la economía nacional están funcionando, los niños y jóvenes ya están en sus centros de estudio, los militares por el momento están acuartelados, mientras la policía mantiene el orden cotidiano».

Pero…

2) La Prensa reporta que «Agitadores profesionales han llegado al país para mover grupos de choque que creen caos en el país. Unas 500 personas protestan en el parque central de San Pedro Sula… Mientras, en El Progreso, unas 800 personas han cerrado el paso por el puente La Democracia, quemando llantas y lanzando consignas izquierdistas en el país».

Como resultado, tenemos el siguiente cuadro: un país «en completa normalidad», en el que «unas 500 personas protestan» aquí, «unas 800» por allá, «quemando llantas y lanzando consignas izquierdistas», dirigidas por «agitadores profesionales» provenientes del extranjero.

¿A que ninguno es capaz de adivinar de qué país provienen estos «agitadores profesionales»?

– ¡De Estados Unidos!
– ¿?
– Afganistán.
– No.
– ¡De Irán!
– No.
– ¡Corea, Corea del Norte!
– No.
– ¡Cuba, Cuba, Cuba!
– Tampoco.
– De algún país vecino, Nicaragua, El Salvador… no sé.
– No.
– ¡De Colombia, pero de las FARC!
– No.
– A ver… Argentina, Brasil, Ecuador, México…
– No, no, no, no.
– ¡Palestina, Siria… uno de esos países árabes!
– No.
– Paraguay, Uruguay… ¡los nativos de Perú!
– Tampoco.

Va la respuesta: según el diario La Prensa, Agitadores venezolanos mueven grupos de choque. Así mismo como lo lee: ve-ne-zo-la-nos. Malditos venezolanos. Desgraciados.


Dice la nota: «El cambio de política de Zelaya, hacia la corriente chavista del suramericano Hugo Chávez, mantenía en zozobra a los hondureños». Bastó derrocar a Zelaya para que se acabara la zozobra. Derrocado Zelaya, como reportaba El Heraldo, «Honduras amaneció en completa normalidad». Claro, luego vinieron los venezolanos a mover sus grupos de choque y comenzaron a agredir a los trabajadores de la prensa libre. Exacto.

¿Vieron? Si se tiene la paciencia suficiente, se puede ser capaz de descubrir la perfecta coherencia de lo que, en un principio, se nos aparecía como absurdo y contradictorio.

Golpe de Estado en Honduras: breves


1.

Conozcan al nuevo Presidente constitucional de Honduras: Roberto «Goriletti» Micheletti. El nuevo viejo rostro de la vieja política.

2.
Ésta la envía el cámara Alberto Monteagudo. No confundir «gorila» (arriba y a la izquierda) con el general Romeo Vásquez Velásquez (abajo y a la derecha), jefe del Estado Mayor Conjunto, destituido por Zelaya y restituido en su cargo por la Corte Suprema de Justicia. Obviamente, no fue otro sino Chávez quien comparó al pobre hombre con un gorila.
3.
A las 2:30 pm de hoy nos llegó un mensaje de texto con la siguiente dirección web: http://www.radioglobohonduras.com/, que a esa hora transmitía clandestinamente lo que acontecía en las calles de Tegucigalpa. Menos de cuatro horas después, la emisora fue cerrada por militares golpistas.
Alrededor de las 6:00 pm recibimos un correo con la siguiente dirección: http://www.radioeslodemenos.org/. Una radio de izquierda que aún transmitía desde la capital hondureña. A esta hora (11:00 pm), la página web informa: «… por el momento perdimos contacto con el compañero de Honduras, estamos tratando de retomar las transmisiones».
Se agradece cualquier información sobre transmisiones radiales desde Tegucigalpa.

4.
¿Golpe de Estado? No. «Golpe».
Así intitula el diario La Prensa las declaraciones de José Miguel Insulza, Secretario General de la OEA: Inzulza (sic) condena «golpe» contra gobierno de Mel.

5.

Con innegable habilidad, La Prensa ha logrado posicionar favorablemente las marcas «Venezuela» y «Chávez». Allí donde el lector de este diario – entre otros, como El Heraldo – se tope con alguno de estos dos vocablos, sabrá inmediatamente que se trata de malas noticias.

Así, por ejemplo, la noticia no será que Zelaya se reunirá en Nicaragua con sus homólogos del ALBA, sino que se dirigirá al país centroamericano «en avión de Venezuela». Para nada bueno debe ser.

¿Alguna duda? Tómense la molestia de leer los amables comentarios que nos dedican los lectores de estos diarios.

Encuesta: Venezuela es el país que menos confía en los medios


Según un tal Barómetro Iberoamericano de Gobernabilidad 2009, que realiza un tal Consorcio Iberoamericano de Investigaciones de Mercados y Asesoramiento, los noticieros de televisión venezolanos son los más impopulares de toda América. Sólo el 36% de los consultados manifestó tenerles confianza, un porcentaje que es significativamente menor a la media latinoamericana, que se ubica en 52%. República Dominicana mostró el mayor nivel de confianza, con un 73%, seguida de Puerto Rico y Paraguay, con 64% y 60% respectivamente.

La prensa venezolana tampoco sale muy bien parada: sólo el 42% de los interrogados les expresó su confianza, cifra igualmente por debajo de la media (46%), y que ubica a Venezuela en el puesto 13 de los 20 países en los que se formuló esta pregunta. Nuevamente República Dominicana se alzó con el primer lugar, con un 66% de confianza, mientras que Colombia, Paraguay y Bolivia acumularon un 53%. Caso curioso el dominicano, definitivamente.

Algunos otros datos dignos de mención:

– Venezuela es el país con la imagen más negativa del Fondo Monetario Internacional (apenas 23% de aprobación, cuando la media latinoamericana es de 40%). ¡Nicaragua! y México son los países con la imagen más positiva: 59%. En Argentina no se consultó sobre el particular.

– En Venezuela se tiene la imagen más negativa de Estados Unidos: sólo 22% de aprobación, siendo la media latinoamericana un 43%. Tienen la imagen más positiva: Puerto Rico (83%), los latinos estadounidenses (79%) y El Salvador junto con República Dominicana (68%). La encuesta no incluye la pregunta que indague sobre la imagen de Venezuela en el resto de América. No logro entender por qué.

– Ante la pregunta: «¿Usted considera que el mundo va por buen camino o por mal camino?», los países que respondieron con mayor optimismo fueron: Paraguay (36% por buen camino), Venezuela (33%) y Brasil (29%), los tres por encima de la media latinoamericana, de apenas 23%.

Volviendo a los medios venezolanos, he aquí la explicación sencilla y llana del porqué de tanta impopularidad, desconfianza o poca credibilidad: enterados de los resultados del fulano Barómetro Iberoamericano en su versión 2009, esto fue lo único que divulgaron:

El Universal: Sondeo ubica a Obama como el preferido de latinoamericanos y a Chávez de último.


Globovisión: Obama es el preferido de latinoamericanos; Chávez en último lugar según encuesta.

Y la nota (de AFP) fue difundida justo en la víspera de la V Cumbre de las Américas. Vaya casualidad.

Pero vale la pena detenerse en éste, el único aspecto en el que se detuvieron esos homenajes a la verdad y el equilibrio que son los medios opositores. Ciertamente, el Barómetro incluye una segunda parte dedicada exclusivamente al «desempeño e imagen internacional de dieciséis líderes de la región». Obama aparece, efectivamente, en primer lugar, con un 70% de simpatía, seguido de Lula (58,9%), Juan Carlos (54,7%), Zapatero (50%), Bachelet (48,9%), Calderón (48,6%), Uribe (47,8%), Cristina Fernández de K (44,8%), Leonel Fernández (37,9%), ¡Alan García! (37,9%), Tabaré (37,2%), Correa (36,2%), Daniel Ortega (33,5%), Evo Morales (31,7%), Raúl Castro (29,1%) y Chávez detrás de la ambulancia, con 28,1%.

Hay otros detalles que tampoco logro entender: la encuesta fue realizada también en El Salvador, Panamá, Costa Rica, Honduras, Paraguay y Guatemala, y sin embargo los líderes de estos países no fueron considerados en la consulta. No fue realizada en España, pero dos líderes españoles fueron incluidos: Zapatero y Juan Carlos. En el caso de Puerto Rico, debemos sobrentender que su líder es Obama.

Esto es como decir: si mañana tuviera lugar una elección para elegir al Presidente de Latinoamérica, salvadoreños, panameños, costarricenses, hondureños, paraguayos y guatemaltecos votarían, pero no postularían candidatos. Caso similar a los cubanos, los españoles no votarían, pero podrían postular a dos candidatos, esto suponiendo que Juan Carlos aceptara someterse a la consulta popular. Los latinos en Estados Unidos votarían, así como los puertorriqueños, pero sus votos no tendrían validez alguna. Sin embargo, podrían postular a su candidato. Todo lo cual, admito, debe tener alguna lógica, pero yo no se la consigo.

En fin. Lo cierto es que, según parece, Chávez gozaría de la simpatía del 67,3% de los venezolanos, del 56,9% de los guatemaltecos, del 56,8% de los paraguayos y del 55,4% de los dominicanos. De allí en adelante, sólo la simpatía de los hondureños sobrepasaría el 30% (33,3%, para ser exactos). Los latinos estadounidenses odiarían a Chávez: apenas 12,3% de simpatía.

Otros datos difíciles de explicarse:

– El 51% de los paraguayos simpatizaría con Raúl Castro. Sólo el 17,9% de los venezolanos lo haría.

– Los salvadoreños simpatizarían con Juan Carlos en un ¡70,5%!

– Los paraguayos simpatizarían con Evo incluso más que los propios bolivianos: 46,5% contra 43,7% respectivamente.

– Venezuela sería el país con menos simpatías hacia Rafael Correa: apenas 23,3%. ¿Colombia? 23,4%.

– A los hondureños no les agradaría Tabaré Vázquez: 26,5%. A los venezolanos tampoco: 27,8% de simpatía.

– La simpatía por Alan García no superaría el 50% en ningún país. En Paraguay tendría 0% de simpatías. Es decir: Alan García sería el Antipático Número Uno del Pueblo Paraguayo. Vaya usted a saber por qué.

– Sólo el 0,3% de los paraguayos manifestaría algún grado de simpatía con Leonel Fernández. Y seguro es algún dominicano que vive en La Asunción.

– Los bolivianos simpatizarían muy poco con Felipe Calderón (30,1%), los guatemaltecos con Bachelet (35,6%), Zapatero (32,2%), Lula (36,6%) y en antipatía hacia Obama sólo serían superados por… los bolivianos (49,2% y 43,4% respectivamente); de lo que es fácil concluir que los verdaderos antipáticos serían los bolivianos y guatemaltecos y no Obama.

Los invito a que los revisen ustedes mismos (arriba, en la primera línea, el enlace) y saquen sus propias conclusiones.

Más curioso aún: pasé largo rato intentando entender cómo es que el fulano Consorcio Iberoamericano… sacaba estas cuentas. Procedí entonces a sumar los porcentajes – tomando en cuenta la advertencia metodológica: al tratarse de un «Total Latinoamérica», no se suman las cifras correspondientes a «EE.UU. (Latinos)» ni «Puerto Rico» – y a dividirlo entre el número de países: eso suma 543, cifra que hay que dividir entre 17 – exceptuando, naturalmente, a la Argentina, de la que no se disponen datos. Pues bien, el resultado fue siempre 31,9% – que ciertamente sigue siendo bastante bajo, nadie lo discute.


¿De dónde sale, entonces, el 28,1% de la gráfica? Sencillo: de dividir 543 entre 18. Es decir, el Consorcio Iberoamericano… incurre en el elemental error de incluir a la Argentina, país del que sin embargo no están disponibles los datos. Peor aún: si se realiza idéntica operación en el caso de los datos correspondientes a Obama – sumar porcentajes y dividir entre 17 – el resultado no es 70%, sino 67% – y si se incurre en el elemental error ya mencionado, el resultado sería 63,2%.

Luego de lo cual es posible concluir, sin ninguna duda, que al menos la segunda parte del tal Barómetro Iberoamericano de Gobernabilidad 2009, que realiza un tal Consorcio Iberoamericano de Investigaciones de Mercados y Asesoramiento, no es más que un instrumento de propaganda, plagado de inexactitudes, carente del más elemental rigor estadístico, que fue empleado deliberadamente para influir en la percepción de la «opinión pública» latinoamericana, en la víspera de una Cumbre de las Américas en la que Estados Unidos puede asistir como cualquier otra cosa, pero jamás, nunca jamás, como el país más «popular» de América.

Insisto: es por eso que tanta gente ya no confía en los medios.

Volver a Caracas


Es casi imposible resistirse a la tentación de concluir que un lugar como Maiquetía, y sobre todo si se está en el Aeropuerto Internacional, es el escenario de un fenómeno tan curioso como patético: en él se multiplica exponencialmente el malestar de ánimo que es distintivo de la pequeña burguesía venezolana, esa que dedica una buena parte de su tiempo a comunicar de viva voz los horrores que le ha tocado padecer en la era del chavismo. Nadie está a salvo de ellos: se les identifica en el ceño fruncido, en la velocidad inusual con la que transitan por los pasillos, en la molestia desproporcionada que les produce un leve retraso en Inmigración, en los diarios que llevan bajo el brazo, en la mirada desconfiada que escruta severamente el entorno. Y, por supuesto, en los comentarios. Basta detenerse un instante y echar un ojo, escuchar un poco: están por todas partes.

Lo percibí por primera vez en marzo de 2002, cuando me tocó viajar a San José de Costa Rica. Cualquiera podrá opinar que es muy fácil decirlo a seis años de distancia, pero igual va: entonces, ese mismo malestar se expresaba de forma más violenta, más vociferante. Más que un lugar en el que compartíamos inevitablemente chavistas y antichavistas, los primeros teníamos que hacernos a un lado, a riesgo de que nos pasaran por encima. No es una metáfora. Me sucedió con una mujer en sus treinta y algo, a quien tuve que darle espacio, mientras hacía malabares con la maleta, para no estorbarle el veloz paso que acompasaba con ruidosos insultos contra el gobierno, contra Chávez, contra el país y contra todo. Una escena que anunciaba, a su manera, lo que acontecería un mes después.

Seis años después, el mismo malestar no se expresa con tanta violencia. A riesgo de no encontrar el término exacto, diría que lo que mejor describe la actual situación, el estado de ánimo presente es la frustración. O la resignación. Una frustración, digamos, no pasiva, que no oculta su deseo de revancha, pero frustración al fin. Resignación que se confunde con el goce que les produce poder marcharse del país al menos durante un tiempo. Como todo malestar, es más poderoso que cualquier evidencia concreta: nada importa que nuestra pequeña burguesía hoy disponga de mejores condiciones para costearse un viaje al exterior. Sería interesante tener los números a la mano, pero difícilmente alguien en su sano juicio podrá negar que hoy la pequeña burguesía venezolana viaja con una frecuencia impensable no sólo hace veinte años – por emplear una cifra redonda – sino incluso a comienzos de la era Chávez. Pero seguramente viajará convencida de que esta particular bonanza será producto del esfuerzo individual, o hasta de la fortuna, pero jamás de las medidas gubernamentales que han hecho posible el crecimiento económico – para emplear la jerga clásica. Un crecimiento económico del que la pequeña burguesía ha sido una de las más beneficiadas – si no la más. Es la misma clase que disfruta las ventajas del Bolívar oficial, pero critica el control de cambio.

Este malestar clasemediero se expresa de formas verdaderamente grotescas. Ya de regreso en Maiquetía, y aún a bordo del avión, fuimos testigos de las «recomendaciones» que un grupo de venezolanos impartía a una pareja de argentinos que venían a Venezuela en plan turista. Para más señas, «un grupo de venezolanos» traduce en realidad a dos muchachas y un tipo que difícilmente sobrepasan los treinta años. En resumen, las advertencias fueron:

1. Si permanecen entre Chacao y Altamira no les va a suceder nada. Aunque el centro de la ciudad tiene algunos lugares «lindos» como para visitar, lo conveniente es permanecer alejado de él, porque es muy peligroso.
2. No confíen en nadie.
3. La sentencia del tipo: es bueno que visiten Caracas para que la comparen con Buenos Aires, y se convenzan de que el lugar al que han llegado no tiene nada bueno que ofrecerles.

Es decir, señoras y señores, welcome to the jungle.

No es necesario aclarar que puesto en semejante situación, difícilmente alguien sería tan imbécil – y hasta irresponsable – como para retratarle a una pareja de turistas un cuadro idílico de Caracas, del tipo sucursal del cielo. Pero así funciona el chantaje: todo aquel que no suscriba esta versión de Caracas como el infierno, seguramente piensa que Caracas es el cielo. Claro, porque no piensa. Todo aquel que no suscriba la versión de que vivimos en una dictadura totalitaria, seguramente convalida cualquier cosa que haga el gobierno. Claro, porque no piensa. Sólo piensan los que están convencidos del infierno totalitario, y los demás no pensamos. Obviamente, Caracas no es ni una cosa ni la otra. Ni tampoco el purgatorio – antes de que alguien me venga con el mal chiste.

Lo que el micro-relato anterior revela es la imagen que un segmento minoritario de venezolanos tiene de Caracas, y en general del país y de sus circunstancias históricas. Más allá del lugar común de que la ciudad termina donde comienza el oeste – una valoración social y geopolítica que es una constante histórica de la clase media venezolana – lo que resulta clave, a mi entender, es la advertencia: no confíen en nadie. Que más que una advertencia necesaria – como de quien realiza la buena acción del día – a un par de turistas desprevenidos, lo que revela es la desesperanza y el desaliento del propio antichavismo. El problema, por así decirlo, se presenta cuando esta desconfianza, y con ella la resignación, y con ambas el miedo, se expresan políticamente. Porque en el miedo reside el capital político de los conservadurismos. Y de allí la miseria de la oposición venezolana, que no es capaz de movilizar a su base social si no es a condición de convencerla de que vivimos en el peor de los infiernos posibles.

Luego, el taxi. Antichavista. Un tipo grueso y enorme, brasileño con años en el país, un tipo simpático, de conversación amena. Pregunta de rigor: cómo ven a Chávez en Buenos Aires. Le doy cuenta de nuestra experiencia: al saber que éramos venezolanos, muchos nos preguntaban por Chávez. De estos, todos lo valoraban positivamente. Sólo un taxista nos preguntó qué llevábamos en la «valija», a manera de joda. Y vaya que le han dado duro a lo del maletín los medios anti-K, que está de más decir son casi todos. El taxista guarda un silencio incrédulo. Se lanza un discurso sobre el maletín, nos dice que en Venezuela no se habla de otra cosa. Le pregunto sobre los planes de magnicidio, que cómo marchan las investigaciones. Me responde que el problema es que nadie cree en eso. Le comento que a pesar de estar bastante desinformado de lo que ha sucedido la última semana, pude saber que había varios detenidos, más de veinte, si mal no recuerdo. Que hay unas grabaciones. Responde que… bueh… que sí… que es cierto, y de repente nos encontramos todos escuchando una historia hilarante, de un cable submarino que nos conecta con Cuba, y de cómo todas estas grabaciones se hacen en realidad desde La Habana. Las mismas grabaciones que evidencian los planes de magnicidio. Planes en los que no creen los que creen, sin embargo, en la hipótesis del cable submarino. Le cuento que escuché decir – en Caracas, antes de viajar – que la gasolina que usamos en Venezuela no es venezolana sino brasileña, que es de mala calidad, más inflamable, y que por eso se han incrementado los accidentes viales que resultan en carros devorados por el fuego. El tipo se ríe. Todos nos reímos. Le comento que hay algo que nunca he podido entender: cómo es posible que en San José, Quito o Buenos Aires las tarifas de los taxis sean mucho más baratas que en Venezuela, siendo el caso no sólo que nuestra gasolina es casi regalada, sino que en estas ciudades es bastante cara. El hombre no atina a responderme. Pero no importa. Me conformo con pensar que al menos pudimos reírnos un buen rato.

Así fue volver a Caracas.

Globalización y segunda república – Orlando Fals Borda


(El diario mexicano La Jornada publicó hace pocos días el número diez de la serie Cuadernos del Pensamiento Crítico Latinoamericano, en alianza con el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, Clacso, excelente iniciativa que bien podría ser replicada en Venezuela – de hecho, algunas ediciones en español de Le Monde Diplomatique hacen lo propio.

El referido número presenta una versión reducida de un texto del colombiano Orlando Fals Borda, él mismo un clásico del pensamiento latinoamericano, cofundador de la Facultad de Sociología de la Universidad Nacional de Colombia, Doctor Honoris Causa de la Universidad Central de Venezuela, y uno de tantos autores de nuestra América que jamás se leen en nuestras escuelas de sociología. Fals Borda fue uno de los primeros promotores de la investigación-acción participativa en Latinoamérica.

La versión íntegra del texto viene incluida en su libro Hacia el socialismo raizal y otros escritos, por Ediciones desde abajo, Bogotá, 2007.

El siguiente es un buen pre-texto para entrarle a la lectura del hombre, para aquellos que no hemos tenido la dicha de leerlo en extenso.

Para los interesados en los anteriores Cuadernos del Pensamiento Crítico Latinoamericano, aquí va la lista con sus respectivos enlaces.

1) Ruy Mauro Marini. La lucha por la democracia en América Latina.
2) Agustín Cueva. El análisis posmarxista del Estado latinoamericano.
3) Álvaro García Linera. El desencuentro de dos razones revolucionarias. Indianismo y marxismo.
4) Celso Furtado y Aldo Ferrer. Repensar la teoría del desarrollo.
5) Manifiesto liminar de la reforma universitaria. José Carlos Mariátegui. La reforma universitaria. Ideología y reivindicaciones.
6) Pablo González Casanova. La construcción de alternativas.
7) Suzy Castor. La transición haitiana: entre los peligros y la esperanza.
8) Marilena Chaui. Cultura y democracia.
9) Florestán Fernandes. Reflexiones sobre las revoluciones interrumpidas.

Salud.)

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NOSOTROS LOS DEL SUR
VERTIENTES DE LA GLOBALIZACIÓN
Cuando se agudizaron las tensiones y conflictos producidos por lo que algunos gobernantes bautizaron como “globalización”, nosotros, los del mundo del común –en especial los del Sur, los del Tercermundo–, empezamos a descubrir que estábamos arriesgando una parte esencial de nuestra razón de ser: aquélla representada por nuestra idiosincrasia y alimentada por la cotidiana diversidad ambiente. El mundo había crecido, mal que bien, sesgado hacia la acomodación y la acumulación, como un gigantesco caleidoscopio móvil cuyas diferentes piezas, jugando libremente unas con otras, producían efectos, imágenes, procesos y objetos diversos de alcances infinitos, a veces bellos y positivos, a veces deformes o perversos, pero que se iban sumando en olas de integración más o menos ordenada.

Fueron necesarios los estallidos iracundos contra fondos y bancos en las calles de Seattle, Davos, Melbourne y otras ciudades desde hace algunos años para que aquellos sordos gobernantes con sus miopes asesores de cabecera empezaran a reconsiderar sus descomponedoras políticas de “apertura”. No podían seguir despreciando lo social, lo cultural y lo humano para reducirlo homogéneamente a lo económico, como lo han querido los neoliberales y los planificadores estatales, sin generar dislocaciones, injusticias y crisis estructurales, cuyos malos efectos se han ido extendiendo a todas partes, afectando especialmente a los pobres y marginales.

La resistencia inicial a lo neoliberal dentro de esta globalización homogenizante fue creciendo hasta arrinconar en parte a los poderes mundiales. Perseguidos por las masas inconformes, ya para los poderosos no hubo otro sitio adecuado para volver a reunirse que el emirato desértico y feudal de Qatar, lugar simbólicamente significativo del tipo inerte y arenoso de mundo al que nos quieren llevar para que sólo quede la economía monopolizada, la de la violencia de los pocos sobre los más. Fue entonces necesario preguntarse sobre qué clase de globalización se estaba hablando, por las diferencias en sus efectos sobre las sociedades. Por eso es significativo que ahora haya tales resistencias igualmente en sectores insatisfechos y expectantes del primer mundo, como las juventudes y los universitarios. Las revueltas callejeras contra el Fondo Monetario Internacional y los ricos del G-8 en Ginebra y Lausana (donde residen los poderosos gnomos del capitalismo financiero) son síntomas positivos de protesta por el adverso cambio social que sufrimos en el Sur, los que buscamos un mundo mejor, más justo, democrático y participativo. Hoy muy pocos se declaran neoliberales: les da vergüenza. Sin embargo, quizás por inercia, aspectos de su orientación siguen vigentes. De allí la necesidad de seguirlos combatiendo.

¿De dónde provino y cómo y cuándo se fue articulando esta desigual y policefálica doctrina? Todos lo sabemos: provino de las altas esferas del poder y del conocimiento de Europa y Norteamérica, es decir, de los nichos generadores de la civilización occidental. Muchos interpretaron a la globalización como sucesora natural de las ideas de progreso y libre cambio introducidas por los filósofos de la Ilustración. Tiene poco nuevo desde este punto de vista; pero sus adherentes lograron detectar, desde la década de 1970 por lo menos, que la profecía de Carlos Marx sobre las tendencias expansivas universales del capital se estaba cumpliendo. Para aquéllos, alegría por el libre mercado y la acumulación infinita que ya se dibujaban desde la época colonial. Para nosotros, los del común y los del Sur, tocaba apretarnos el cinturón y sufrir adicionales penurias. Por fortuna, a la obnubilante doctrina de la globalización se le podía descubrir el talón de Aquiles. Sus limitaciones en cuanto a la pobreza, el desempleo y el hambre, por ejemplo, pronto quedaron al desnudo y en escándalo de lo insoluble. Ahora, al seguir el examen, sólo necesitamos disparar al talón que toque.

Como enemigo de las formas patológicas que la globalización ha tomado, en especial con las políticas antipopulares, quiero recomendar que avancemos en el estudio de sus características, porque ello, por supuesto, ayuda al necesario contrataque del qué hacer. Es lo que me propongo esbozar ahora, con las dificultades de tiempo de todo panel, por lo cual anticipo mis excusas.

TEJIDO ANALÍTICO-NORMATIVO DEL FENÓMENO
Para empezar, ya sabemos con mayor certeza que la desenfocada e injusta globalización que hemos conocido es como un entretejido de dos hilos: uno analítico, para describir sus principales factores intervinientes, que son de naturaleza económica, política y cultural, y otro normativo, para destacar los valores subyacentes a los resultados que persigue en lo económico, lo político y lo cultural. No todos estos resultados son de rechazar: los pueblos en su sabiduría y con el sentido común –como lo han hecho antes– pueden escoger y adoptar algunos de ellos; pero éstos deben ser determinados con cuidado, en especial a quiénes benefician o perjudican, en qué monto y a qué costo.

De allí que parezca válido ver a la globalización como una forma polivalente de llegar a la prosperidad o felicidad generales, pero si se ejecuta bien. ¿Cuál es su alcance real? Según las políticas públicas que se adopten. Aquellas inspiradas en el neoliberalismo, ya lo hemos visto, han aumentado la miseria y las inequidades del mundo, pero en países desgraciados como Colombia, donde las maldiciones de esta escuela siguen de manera increíble aferradas al poder estatal, las miserias aumentan.

Pongámonos entonces los lentes de la hermenéutica para criticar estos mismos fenómenos. ¿Qué resulta? Podemos interpretar ahora la globalización por lo menos de tres maneras: primero, como una serie de discursos muy diversos, por ejemplo, sobre capital social, tecnología comunicativa, impacto cultural, etcétera. Segundo, como un proceso inducido por acuerdos o reglas de desarrollo económico, como los del Banco Mundial, la posible Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), y la Organización Mundial del Comercio. Y tercero, como una institución macro o conjunto de instituciones macro, cuyos ejemplos más notables son las corporaciones multinacionales, muchas ONG, los tratados regionales, iglesias universales, y otras entidades y burocracias sin ciudadanía fija. Los interesados pueden concentrar productivamente su atención sobre cualquiera de estas tres modalidades.

REFERENCIAS TERRITORIALES
Si este tipo de análisis resulta insuficiente, podríamos entrar todavía más a fondo y estudiar las relaciones establecidas entre sociedades concretas y las prácticas que permiten o fomentan la globalización, especialmente desde el punto de vista de las libertades individuales y colectivas. Hay el marco fundamental de este tipo espacial/territorial: el de los estados-naciones que han cedido, a escala supranacional y más o menos voluntariamente, parte de su soberanía.

Desde el punto de vista espacial –muchos lo han dicho–, la globalización es un proceso de doble vía que va y viene desde arriba, en las altas esferas de las sociedades, y de abajo para arriba, desde las localidades y regiones con la gente del común y su cultura ancestral. Los canales de arriba abajo han sido dominantes y vienen condicionados por las oligarquías de la civilización occidental eurocéntrica y euroamericana y por sus contrapartes nacionales debidamente actuando como colonos intelectuales. Aquí confirmamos que la occidental es la civilización de origen que provee el sabor y el cemento para la expansión estructural de la globalización. Es su meollo geopolítico.

Este sabor es tenaz y sumamente contagioso. Se transmite en formas culturales, educativas y hasta subliminales que han usado al máximo las ventajas de la tecnología en los medios de comunicación; estos medios no perdonan diferencias geográficas, raciales o lingüísticas: afectan prácticamente a todo el mundo casi sin diferencias de edad o sexo. Es un efecto de contenido y forma sobre gustos y patrones síquicos, que se prestan a la manipulación y son, en cierta forma, síntomas de opresión.

UNA RESPUESTA: GLOCALIZACIÓN CONTRA EUROCENTRISMO
Esta referencia-marco a naciones existentes cubre localidades y regiones específicas. La calidad localista tiene interés para los oponentes, porque abre un portillo de esperanza para combatir los malos efectos parciales de la globalización, determinar sus flancos débiles y enfrentarlos con fuerzas territoriales de resistencia. Estas fuerzas, pocas veces anticipadas y menos aún apreciadas por los economistas que fungen como asesores de gobiernos, son las que, una vez articuladas, dan origen a una realidad política contemporánea con un fuerte sentido crítico, cual es el de la “glocalización”, que cambia la “b” de “bárbaro” por la “c” de “corazón”.

Según Boaventura de Sousa Santos en su libro Hacia un nuevo sentido común (1995), se trata de “localismos globalizados” y de “globalismos localizados”, que muchas veces van acompañados por movimientos sociales y políticos y otras expresiones de la sociedad civil. Esta es una hipótesis feliz que favorece nuestro enfoque crítico. Coloca bases para nuevas prácticas de ciudadanía global que convergen en lo que hemos bautizado ya como “glocalización”.

Pero en estas mismas formas y medios peligrosos y ambivalentes aparece un factor analítico limitante de gran interés para montar nuestra defensa en el mundo del Sur: este factor es la determinación contextual del eurocentrismo nodal. Tal como fue definido por el colega egipcio Samir Amin en 1986, el eurocentrismo es la expresión culturalista de las tendencias expansivas del capitalismo. Como tal, es componente articulador de la globalización reciente que llega a nuestros campos y ciudades, el que socava nuestras costumbres, idiomas y visiones cósmicas.

Para entender el impacto de este otro fenómeno, es necesario contextualizar los procesos involucrados. El hecho de que nuestro entorno sea el muy especial y maravilloso de los trópicos y subtrópicos andinos y amazónicos, condiciona y limita los efectos distorsionadores y perjudiciales de la globalización capitalista. Aprovechemos al máximo esta ventaja diferencial de origen por el saber local, la genética y la historia. Hay multinacionales farmacéuticas engolosinadas con nuestra biodiversidad por viejas razones de explotación. Hoy, por fortuna, asistimos a una rebelión muy extendida contra las influencias y efectos del eurocentrismo elitista y hegemónico en los campos cultural, económico, científico y técnico. Es una rebeldía por la justicia que se expresa en la glocalización. Ésta ofrece un interesante enfoque alternativo para el qué hacer, que también es mundial; pero desde el lado opuesto en la estructura social y territorial para buscar la emancipación de los pueblos, algo que puede equilibrar las fuerzas monopólicas y opresoras de Occidente.

Sigamos, pues, cambiando dialécticamente la feroz “b” por la esperanzadora “c” de la glocalización. Esto se hace muchas veces con prácticas sencillas pero eficaces. Por ejemplo, en el caso de la costa atlántica colombiana, ello requiere reforzar políticas culturales y económicas dirigidas a defender las clases productivas y trabajadoras, los grupos indígenas y afrocolombianos; revivir raíces étnicas, costumbres y lenguas autóctonas; apoyar a los juglares y festivales de la música popular; recuperar la historia campesina, regional y barrial; honrar a los luchadores y soldados del pueblo y no sólo a los generales de los ejércitos; estimular la investigación de los contextos propios y la creatividad científica y técnica, y sobre todo tener autoestima y actitudes de dignidad y respeto por las características esenciales de las regiones territoriales. Todo esto sumado y defendido es imbatible. Además, está pleno de vivencias y satisfacciones incomparables.

OTRAS ALTERNATIVAS DEL QUÉ HACER: SEGUNDAS REPÚBLICAS
Como lo he recordado, el conflicto que queremos estudiar y comprender está planteado y va en curso, con erupciones en diversas partes de la Tierra. Las alternativas geopolíticas sobre tácticas y estrategias son pocas: o dejamos que se estabilice el imperio neoliberal armado y unipolar, que bien estudian Toni Negri y Michael Hardt en Imperio. O toleramos que se sigan deteriorando las estructuras en crisis de las naciones-estados del modelo Westfaliano centralista, como es el caso de Colombia y de muchos otros países. O propugnamos por la lucha desde abajo, con la glocalización cultural, económica y política como punto de referencia y signo de resistencia.

Me parece que esta tercera opción es la que debe ser la de todos nosotros los que estamos auténticamente preocupados por la horrenda situación creada por los defensores del sistema dominante. Si esta opción se desarrolla, parece inevitable que lleve a cambios fundamentales en materias tales como la concepción de la autoridad legítima y de la política, la co-responsabilidad de gobernados y gobernantes, la veeduría socioeconómica comunal, y la economía solidaria. Abriría las compuertas para otra gran revolución, evocadora de las del pasado, aunque quizás sin los servicios de partera de la violencia armada tradicional.

Esta otra gran revolución se puede fundamentar en la acumulación organizada de experiencias, luchas y saberes que suministran los diversos frentes de la glocalización. Si el proceso local se reduce no más que a lo local y coyuntural, y no trata de coordinar sus fuerzas regional y nacionalmente, hasta llegar también a escala mundial –donde reposa el gigante global enemigo–, poco se habrá ganado. Por tanto, la consigna resultante puede ser la siguiente: organizarse políticamente y combatir por el dominio del poder estatal en todas partes, para arrancarlo de las manos de quienes hoy lo aprovechan en perjuicio de las mayorías productivas.

Esta consigna, por supuesto, no es nueva: es cíclica, quizás permanente. Para estos grandes propósitos han servido siempre los movimientos sociales y políticos abiertos, pluralistas y participativos, así como los partidos de la izquierda democrática y socialista que, como los de América del Sur con el PT brasileño a la cabeza, nos han dado fructuosas lecciones. A ellos tengo el privilegio de pertenecer, en el Frente Social y Político de Colombia que he considerado sucesor de similares y valiosos esfuerzos. Son experiencias sumatorias en las que, en una u otra forma, se ha logrado fraguar el cemento programático o ideológico necesario para conformar organizaciones de masas consecuentes con nuestros ideales. Los amigos de las multinacionales y monopolios, los aperturistas que se aprovechan de las privatizaciones de empresas estatales, también se han organizado en su propia diversidad, creando una aplanadora universal que hay que detener. Nuestro cemento fundante, en mi opinión, no puede provenir de las vertientes dominantes actuales sino de la renovada ideología del socialismo humanista, libertario y ecológico que es el opositor dialéctico del capitalismo que está llevando al mundo a la destrucción.

Dentro del gran complejo represivo, destaco lo que ha venido ocurriendo con las clases trabajadoras, especialmente en América Latina. Los obreros, campesinos e indígenas están sujetos a una cruel ofensiva que mina sus sindicatos, comunidades y resguardos, recorta sus conquistas e ignora sus derechos. Las prácticas opresoras de los gobiernos en este campo quedan bien ilustradas con el caso de Colombia y lo recientemente decidido aquí, que está erosionando peligrosamente el estado social de derecho consagrado por la Constitución Nacional. Estas prácticas opresoras y persecutorias de sindicatos y derechos, deben ser corregidas. El monopolio del poder, cuando se expresa unilateral y represivamente como ha ocurrido aquí, viene a ser sinónimo de tiranía. Y la tiranía lleva a la rebelión justa de los pueblos empobrecidos y perseguidos, desempleados, desplazados y explotados.

Este no debe ser el sentido ni la justificación ni el resultado de la tan cacareada globalización. Hay que voltear la torta, y mientras más rápido, mejor. Organización y acción, tal es la necesidad que proviene de la crisis de miseria y hambre, y también de gobernabilidad, que busca paralizar por el terror. La paciencia y la pasividad deben terminarse: por fortuna todavía hay con qué hacerlo, y con quiénes hacerlo.

Estos problemas de gobernabilidad y represión a todo nivel, llevan a plantear, finalmente, una fórmula macro que podría sintetizar muchas, si no todas, las metas y aspiraciones políticas que he mencionado. Esa fórmula macro es el establecimiento de nuevas o segundas repúblicas que, inspiradas en pegantes ideológicos alternativos como el socialismo raizal, e impulsadas por éstos, subviertan y suplanten a las estructuras gubernamentales existentes que, por definición y convicción, deben ser transformadas.

Se trata de un proceso más profundo y diferente que los que han llevado a países como Francia y Venezuela a “quintas repúblicas”. En Colombia –y en otros países americanos– se empiezan a afirmar pueblos originarios, como son los indígenas, los palenqueros negros, los campesinos y artesanos antiseñoriales y los colonos-patriarcas internos, al tiempo con valores fundantes y universales como la solidaridad, la libertad, la dignidad y la autonomía. Recobrar y reformar en términos actuales estos valores y los pueblos que los han conservado a pesar de catástrofes seculares, y al repelo del neoliberalismo y la autocracia, puede resultar en la mejor respuesta, de tú a tú, a la globalización capitalista, y con el mejor afianzamiento de los procesos de glocalización.

Todo lo cual puede llevar, a su vez, a replantear alianzas multinacionales en nuestro Sur, con la paradigmática República de la Gran Colombia Bolivariana. Serían otras de las grandes respuestas a los retos eurocéntricos aquí revelados.

CONCLUSIÓN
Redondeando, pues, la argumentación, vemos que para hacer frente con la globalización a los embates de la globalización desaforada, y para defender los espacios populares que dramatizan la historia y cultura de nuestras regiones, naciones y repúblicas, debemos comprometernos activamente con los esfuerzos por reivindicar los valores fundantes que provienen de nuestra diversidad étnica, cultural y natural, en especial los atributos biodiversos de nuestros trópicos. Este es un gran reto. Aunque pueda haber modernización congruente o armónica con estas políticas, es necesario seguir defendiendo concepciones tradicionales inspiradas en el socialismo humanista y ecológico que ha caracterizado, desde tiempos precolombinos, a nuestra vida campesina, indígena, silvícola, pesquera y minera. Son otras formas, más humanas, de ser, pensar, crear y producir que los capitalistas no pudieron apreciar, pero que siguen vivas a pesar de todas las hecatombes sufridas desde 1492.

Los elementos afectivos y emotivos de la globalización –los de la vivencia popular y cotidiana y su movilización, que apenas he esbozado aquí– representan una fuerza antihegemónica que neutraliza la razón instrumental de los procesos de globalización, ese complejo frío y letal que transmiten los expertos eurocéntricos y sus colonos intelectuales, los medios de comunicación y las agencias internacionales. El corazón, tanto o más que la razón, ha sido hasta hoy un eficaz defensor de los espacios de los pueblos que aún quedan en actividad raizal. Tal puede ser nuestra fuerza secreta, aún latente, porque otro mundo es posible. Vale la pena ir desplegándola y movilizándola con toda justicia, contra los poderosos de la tierra que no parecen tener alma.

HACIA LA GRAN COLOMBIA BOLIVARIANA: BASES PARA ENFRENTAR PELIGROS INTERNACIONALES
ALGUNAS ESTRATEGIAS DE DEFENSA
El asunto que aquí nos congrega está claro, por lo menos para mí: como nuestros países de la tradición bolivariana –Venezuela, Colombia, Ecuador y Panamá– están sujetos a presiones exógenas inconvenientes que provienen de la actual globalización comandada desde el Norte, tenemos que organizar más y mejor nuestras defensas.

De diversas fuentes nos llegan advertencias sobre el cuidado que hemos de tener en nuestras relaciones con los norteños y sus agentes o representantes en cada país. Los recientes desarrollos tienen que ver con propuestas interesadas que nuestros gobiernos han recibido: tratados de libre comercio, modernización de ejércitos, cielos abiertos, guerra al panterrorismo, etcétera, que llevan al neoliberalismo, el belicismo y de pronto al neofascismo. En general, estas propuestas ponen en aprietos nuestra viabilidad e independencia como naciones y nuestras identidades como pueblos. No podemos, pues, quedarnos quietos.

Una obvia reacción vital de defensa ha sido la de unir fuerzas, recursos y conocimientos. Por ejemplo, en nuestro caso, hay iniciativas de agrupación regional de índole económica y comercial, como en el Mercosur y otras en la Comunidad Andina de Naciones. Entre los países bolivarianos mencionados se han venido activando programas de integración en campos culturales, universitarios, comerciales, agrícolas, etcétera y algunos tratados y acuerdos binacionales, como los realizados entre Venezuela y Colombia desde 1941, han tenido efectos positivos. El caso más reciente lo constituye la reunión presidencial de El Tablazo (Zulia) hace pocos días, donde con una cordialidad misteriosa y bienvenida que no se veía desde algunos años, se aprobaron grandes proyectos energéticos comunes, aunque éstos invitan al cuidado de las comunidades afectadas, en especial las del litoral del Pacífico. Gracias a estos pasos importantes, pero sectoriales y a veces declamatorios, no nos sentimos aún totalmente inermes. Hemos adelantado en la mecánica del quehacer conjunto, con alianzas tácticas y una integración que algunos han llamado “con hechos”. La hermandad patriótica y las muchas décadas de intercambio familiar, personal, educativo y político entre nuestros pueblos, también han dado frutos. Pero nos falta mucho más en el campo geopolítico y en lo valorativo y cultural para la construcción de un solo y grande ethos vinculante para los cuatro países bolivarianos. Son los retos que en términos generales se pueden designar como los de una antiglobalización endógena y antihegemónica de supervivencia –los procesos de “glocalización” postulados en otras partes– que luchan ante todo por el bienestar, la vida y las expresiones altruistas y democráticas de nuestras gente del común.

Estas situaciones de estrés y angustias vivenciales me llevaron, desde el año pasado, a revivir públicamente el viejo y clásico tema de la Gran Colombia, como asunto altamente pertinente, por virtud del legado de los libertadores venezolanos, neogranadinos y quiteños que lucharon juntos por la independencia de nuestros cuatro países […]

LAS PERIFERIAS SE CENTRALIZAN
Las innovaciones de la globalización han llevado no sólo a la descomposición social en todas partes, incluso en el propio Norte del mundo, sino también a ciertos resultados inesperados. Uno de ellos es el surgimiento de las periferias, en reacción por el tradicional tratamiento que han recibido de los centros dominantes. Los oprimidos y otras víctimas de la historia occidental tienden hoy a sacudirse, dejarse sentir y hacerse oír, lo que es inusitado. En este contexto, las fronteras olvidadas y las zonas marginales en las que se han localizado, están adquiriendo un buen peso específico.

Ello ocurre por la drástica y reciente reducción de la dimensión espacio/tiempo y por el aumento en la velocidad de la comunicación. Ahora las fronteras territoriales y sus zonas tienden a extinguirse y están causando efectos lejanos, como el de la mariposa de los teóricos del caos, para desempeñar funciones paralelas a las centrales y/o tareas que antes eran monopolizadas por los centros o adscritas sólo a éstos. Reflejan así con dramatismo y claridad problemas estructurales de las sociedades respectivas, en especial las del Estado-nación, convirtiéndose en fraguas de crítica y cambio como laboratorios sociales espontáneos que reflejan las contradicciones de la gran sociedad. Pues bien, este efecto de eco reflector desde lo marginal que llega al Estado-nación, puede servir también para defender ciertas tradiciones e identidades sustanciales, hoy amenazadas por el desequilibrado desarrollo globalizador.

En este sentido, la aceleración cibernética de la ecuación espacio/tiempo, lleva a mirar los conocidos contenedores territoriales de los estados bajo otra luz y más allá. Invito a prestar atención a dimensiones que desbordan a la región administrativa para llegar a las implicaciones de lo suprarregional y lo supranacional: es decir, a la integración funcional entre naciones existentes. Esta tarea debe ayudar a llevarnos a la aurora de la nueva Gran Colombia, la del siglo XXI.

Para alimentar estas posibilidades sumatorias, conviene examinar apoyos valorativos, como son las raíces ancestrales y actitudes que conforman e impulsan el progreso. Son valores definitorios de las gentes de los trópicos y subtrópicos que nos han pertenecido desde que el mundo es mundo. Vale la pena cuidar, regar, abonar y multiplicar esas raíces sobre este mundo espantoso que otros crearon en contextos norteños y mediterráneos, que hemos heredado más como imposición y no como un acto creador propio. En las fronteras, periferias y otros lugares relegados de nuestros países, pueden estar los ejércitos de reserva humana y cultural de nuestras naciones en peligro. Por eso siento que ha llegado el momento de la articulación activa de las márgenes nacionales como parte incitante de la gran ola de vida poscapitalista, posdesarrollista y posmoderna que nos ahorren las catástrofes anunciadas.

MORFOLOGÍA DE LAS FRONTERAS
[…] Para realizar este gran objetivo de integración entre naciones vecinas y llegar a la meta de una segunda Gran Colombia (no importa el nombre) entre nosotros, es necesario localizar el asunto técnica y conceptualmente en por lo menos dos modalidades de trabajo: una proviene de la geografía humana, y la otra de las ciencias etnoculturales. Vamos a examinar esta morfología según hechos y condiciones palpables de las actuales zonas fronterizas.

El proyecto geográfico es aquel que enfoca cuencas fluviales como ecosistemas que ocupan porciones de países vecinos –Colombia, Venezuela, Brasil, Perú, Ecuador y Panamá– hoy amenazadas por catástrofes ambientales, guerras intestinas e inseguridades limítrofes (Mendoza 1992).

Por el lado colombo-venezolano, hay tres cuencas que son total o parcialmente aptas para las políticas de integración a que he aludido: las de Carraipía-Paraguachón, Catatumbo-Zulia y Arauca-Orinoco (Area y Márquez 1994). Con excepción de la de Carraipía, en la Guajira, que ha mejorado gracias a un acuerdo binacional de 1989, las otras cuencas compartidas con Venezuela son problemáticas por la contaminación de las aguas, la guerra y la ocupación desordenada y explotación ilegal de la tierra. Colombia carga con buena parte de la culpa porque todas esas aguas se originan en los Andes colombianos.

No sería difícil pensar en corporaciones ambientales binacionales Autónomas en esos sitios. Aunque parezca mentira, esta buena idea tiene 183 años y se debe a Simón Bolívar. El Libertador demostró tener una correcta visión sociogeográfica de las cuencas por encima de las formalidades fronterizas derivadas del uti possidetis juris de 1810, cuando en el Araure (Barinas) opinó, en carta del 18 de mayo de 1821, que debía conformarse un cuarto departamento (además de Venezuela, Cundinamaraca y Quito) en la nueva república: el de Pamplona-Mérida-Maracaibo. Se trataba quizás de la región más rica del norte de Sudamérica, gracias a una combinación regional entre la temprana promoción local del cafeto, con la facilidad de exportación por los ríos Catatumbo y Zulia hasta el lago de Maracaibo. La misma idea de esta cuenca compartida fue recogida por Agustín Codazzi en sus estudios zonales de 1842, y por el presidente del Estado Soberano de Santander, el general Vicente Herrera, en 1858 (Pérez López 2003, 14, 19-20).

Para los otros grandes ríos que he mencionado: el Arauca, el Orinoco, el Amazonas, el Negro y, el Putumayo, existen tratados de libre navegación casi olvidados, y poco más, con Venezuela, Brasil y Perú. Y con Panamá existe la zona común con Colombia del Tapón del Darién y ríos y caños de parques compartidos, que pueden continuar y mejorar, a los que hay que defender de megaproyectos peligrosamente concebidos, como el de la carretera Panamá-Puebla, que quiere extenderse a Colombia por motivos exógenos.

Entre Ecuador y Colombia corresponde mirar la situación de las cuencas hermanas de los ríos Patía y Mira-Mataje, que tocan con Nariño hasta el océano Pacífico. Actividades pesqueras, madereras y mineras con comunidades negras, sin mucho estímulo ni guía, nos recuerdan que los nariñenses, junto con los ecuatorianos, son responsables de la defensa de esta parte de la mayor riqueza biológica y ambiental del planeta, que allí se encuentra.

En cuanto al proyecto etnocultural de las fronteras, encontramos una ocupación continua, desde tiempos precolombinos, de naciones indígenas engarzadas unas con otras a todo lo largo de los límites formales, sin respetar a éstos, es decir, con libre desplazamiento a uno y otro lado (Cunill Grau, 1992). Estas comunidades aborígenes pre-estatales brindaron una matriz social original en la que se fueron acomodando y aculturándose otros pueblos inmigrantes, así del uno como del otro lado de las actuales fronteras. Allí ha venido funcionando a todo vapor el crisol racial y cultural “cósmico” (como lo definió José Vasconcelos), y la ocupación y transformación de territorios, a veces en paz, otras con mutua destrucción y conflicto, como ha ocurrido con grupos de mineros, ganaderos, guerrilleros, paramilitares, policías, soldados y hasta misioneros. En todo caso, el proceso ha dado como resultado la formación de una sociedad híbrida, semiautonómica y muy rica, que llevó al escritor venezolano Arturo Uslar Pietri a definirla como “un tercer país”.

En este “tercer país”, como viene dicho, los indígenas constituyeron un grupo originario receptor de los demás. Son todavía los guardianes y mejores conocedores de la biodiversidad tropical, y se les puede reconocer como ETI (entidades territoriales indígenas) según leyes orgánicas, y como zonas de paz. Empiezan con la nación wayúu, en la Guajira colombiana, la mayor de todas, que se extiende hasta el norte del estado Zulia. Luego vienen la nación motilona, en el Perijá, por ambas vertientes, y los u´wa, en el Sarare; al sureste están los guajibos, curripacos y tukanos, todos binacionales, y por Leticia los tikunas trinacionales (Colombia, Brasil y Perú). Los huitotos e ingas ocupan el sur de Colombia con el Perú. Por el norte, existen las fuertes relaciones ancestrales entre los cunas de islas y costas panameñas y el Darién colombiano: no olvidemos que la nación cuna se extendió durante el siglo XVII hasta las riberas del río Sinú.

En lo que corresponde a la frontera colombo-ecuatoriana, acabo de señalar la cuenca del Mira con el papel de las comunidades afrodescendientes costaneras que se extienden desde Esmeraldas hasta Tumaco en la costa del Pacífico, y más al norte. Al suroriente reside la nación awa-cuaiquer, desde Ricaurte, por las colinas bajas, hasta más allá de la frontera ecuatoriana, y en la microrregión del Gran Cumbal que bordea la misma frontera, se halla la comunidad de Cabildos y grupos de pastos y quillacingas. Estas naciones constituyen entes binacionales de características similares a las ya descritas para las fronteras con los otros países.

Todos estos grupos nativos (junto a los otros llamados “originarios”, son pueblos respetables que nos han enseñado a resistir con dignidad los furiosos embates de la llamada “civilización occidental” que hoy debemos por lo menos cuestionar parcialmente. Entre estos logros, nos han mostrado una alternativa propia de concebir nación con la fuerza de la cultura y el poder de la solidaridad humana, en contraste con el modelo de nación-Estado planteado como máquina de guerra, según el Tratado de Westfalia (1618), modelo potencialmente fatal (lo demostró la historia europea posterior) que nos trajeron los españoles.

Entonces, ya sabemos mejor cómo y por qué podemos rechazar, con argumentos justos, la presencia de las fronteras binacionales existentes a partir de aquel descontextualizado modelo norteño, confirmado entre nosotros por el uti possidetis. Y también cómo proceder a transformar las incoherencias estructurales de nuestros falibles estados-nacionales.

SOBRE EL QUÉ HACER: CONSIDERACIONES POLÍTICAS
Esta extraordinaria tarea de reconstrucción sociopolítica implica el reclutamiento y preparación idónea en técnicas de investigación-acción participativa de científicos sociales de alta motivación ética y política –en especial geógrafos humanos, economistas con corazón, antropólogos sociales, politólogos, sociólogos de la participación activa (IAP)– capaces de entender y trascender las nacionalidades y los contextos y realidades en que vivimos (De Sousa Santos, 2003). Además, necesitaremos elaborar más las propuestas de integración económica que viabilicen el proyecto general.

Implica igualmente laborar en los frentes de la protesta y de la propuesta en los cuatro países para crear, hasta con la música, la literatura y otras artes, los movimientos sociales y políticos desde abajo y desde las periferias, las redes de trabajo y las comunicaciones necesarias, con el fin de seguir desplazando a los obsoletos partidos tradicionales y a los gobernantes centralistas, verticales o mesiánicos donde todavía quedan o aspiren a quedarse. Y sigamos afirmando el avance socialista por la vida, la justicia y el progreso humanista que viene desde el sur con movimientos y gobiernos de nueva estampa en Uruguay, Argentina, Chile, Brasil, Bolivia y Ecuador.

Entre Venezuela, Ecuador, Panamá y Colombia sería relativamente fácil volver a concebir y construir conjuntamente la Gran Colombia de nuestros libertadores. Lo de los límites entre nosotros me parece secundario, si examinamos los vaivenes de la historia. Hubo momentos en que las fronteras no existían sino por cortos periodos nunca peleados. Por ejemplo, por convenio con generales caucanos, el Ecuador se extendió hasta Pasto y Buenaventura, en 1830; Colombia aceptó en 1848, sin resultados prácticos, que todos los Llanos hasta Villavicencio fueran venezolanos; con una simple carta, el barón de Riobranco quitó a Colombia la entrada hasta el gran puerto de Manaos, en el Amazonas, y por otra nota, Colombia cedió en 1952 a Venezuela los islotes de Los Monjes. Arauca se proclamó independiente por unas semanas en 1917; también Tumaco quiso añadirse al Ecuador en 1988. Perú era dueño del Putumayo en los duros años 20 de la Casa Arana. De modo que, con excepción del absurdo miniconflicto por Leticia en el Amazonas, entre nosotros las fronteras no han sido cicatrices de la historia, como en otros continentes. Nuestros mohanes vigilantes en ríos y montes no lo han permitido.

Esa fluidez juguetona y pacífica de fronteras puede retomarse hoy, sin pruritos y de manera general, dejando atrás el modelo Westfaliano del Estado-nación belicista y otras definiciones foráneas de soberanía e identidad nacional ya superadas. El eterno y enredado “diferendo” entre Colombia y Venezuela no debe existir más. Ante todo hay que pensar en el bienestar de los pueblos en sus regiones, así en la tierra como en el mar. Debemos juntarnos en estas formas nuevas de convivencia y resistir las tentaciones guerreristas que a veces se asoman. Por ejemplo, Colombia no puede prestarse a jugar, por determinaciones extrañas sobre panterrorismo, el papel de esquirol de Sudamérica, como pasó una vez en la guerra de las Malvinas. Lo he venido proclamando en todas mis presentaciones de este tema a partir de 2003 en Lima: que seguramente ningún colombiano con dignidad o cordura querrá levantar las armas ni dirigir tanques de guerra contra nuestros vecinos, y menos contra Venezuela. Aplaudo que este principio de armonía internacional, tan antiguo y respetado hasta ahora, haya tenido que ser reconocido públicamente por el presidente Álvaro Uribe en El Tablazo.

Entonces, me parece necesario y urgente luchar otra vez por la meta común de la Gran Colombia, o como quiera llamarse ahora, para contraponerla a las inconveniencias políticas hegemónicas y violentas de la globalización neoliberal militarista. Por fortuna, como lo reconocieron los presidentes Chávez y Uribe en El Tablazo, las fronteras formales entre nosotros son indefinibles y porosas. Siempre lo han sido así, y me temo que así lo seguirán siendo. No necesitamos ni formalizarlas, ni mojonearlas ni derramar sangre por ellas, porque es la misma geografía la que las deniega y borra en nombre de los pueblos habitantes. Respetemos, pues, la autoridad tropical de las selvas pluviales y de las cuencas hidrográficas, así como la voluntad autonómica y libre de nuestros ríos salvajes que se burlan cuando quieren de las dragas oficiales, como ocurre en el Arauca vibrador.

Finalmente, como pasos de transición hacia el nuevo Estado grancolombiano y bolivariano, pueden concretarse a escala macro dos propuestas geopolíticas existentes, que son antihegemónicas: una es la República Regional de Colombia, propuesta desde hace un lustro a raíz de la Constitución de 1991 […]

La otra propuesta geopolítica corriente, junto a la colombiana, es la consagrada por la República Bolivariana de Venezuela, en su actual Constitución, que tiene fines convergentes con la colombiana […]

Si a lo anterior sobre Colombia y Venezuela añadimos la fuerza del movimiento indígena ecuatoriano, varias veces cerca del poder y llegado recientemente al gobierno, y además la de los movimientos panameños derivados del Torrijismo reconstructor, más los movimientos de patriotas colombianos desde las regiones, podemos apreciar la potencialidad de la idea bolivariana grancolombiana y libertaria. Estas metas se conseguirían fácilmente si logramos hermanar todas estas fuerzas, movimientos y partidos de los cuatro países, con el mismo pegante ideológico del socialismo ecológico, raizal, humanista y democrático, por las razones históricas, sociales y culturales comunes a todos que he tratado de exponer.

Comprendo también las dificultades de estas posibles transiciones. Han comenzado a verse como peligrosas, de allí la represión que ejercen los reaccionarios de siempre con apoyo de globalizadores, grandes empresarios monopólicos, financieros usureros y otros traidores de ideales. Nuestros esfuerzos son atacados por el imperio del Norte, el del Gran Explotador que es cada vez más el Gran Hermano de la profética novela de Orwell, cuya estrella por fortuna parece ir cayendo. Creo que no merecemos la triste suerte de colonos y robots desmentizados que nos tienen reservada.

Para evitar todo ello, entre otras fórmulas, proclamemos con orgullo que aquí todos somos tropicales y aceptemos con alegría, como vivencia lógica y espiritual, este reto crucial. Si también somos cuidadosos, como he sugerido, con las formas altruistas del conocimiento popular, la vida alterna y el trabajo productivo para todos, podremos equilibrar las crisis entrópicas del capitalismo global que nos empiezan a afectar. Todavía hay que aprovechar más de aquel singular tesoro vernáculo propio –el del sol radiante–, para que sigamos construyendo, aquí y ahora, un mundo mejor.

Bibliografía

Area, Leandro y Márquez, Pompeyo. Venezuela y Colombia: política e integración. Caracas, Editorial Panapo, Comisión Presidencial para Asuntos Fronterizos, 1994.

Cunill Grau, Pedro. Política de organización territorial y ocupación del espacio fronterizo occidental venezolano. Caracas, Comisión Presidencial para Asuntos Fronterizos Colombo-Venezolanos, pp. 18-39, 1992.

Mendoza Morales, Alberto. El Ordenador. Bogotá, Universidad Piloto de Colombia, 1992.
Pérez López, Jaime. Colombia-Venezuela, economía, política, sociedad en siglos XIX y XX, Cúcuta, Ed. La Opinión, 2003.

De Sousa Santos, Boaventura. La caída del Angelus Novus: Ensayos para una nueva teoría social y una nueva práctica política. ILSA y Universidad Nacional. Bogotá, 2003.

Calle 13 en concierto: este domingo 13 de abril de 2008, Caracas, Venezuela


Luego de la gran movilización popular de este domingo 13 de abril hacia el Palacio de Miraflores, para celebrar la derrota de la brevísima dictadura fascista de Pedro Carmona y la restauración de la democracia venezolana, el lugar de encuentro será la Zona Rental de Plaza Venezuela, donde los boricuas de Calle 13 ofrecerán un concierto completamente gratis. Hora: 7 pm.

Organizan: Alcaldía Mayor de Caracas y Ávila TV.

Rumba y conciencia. Tas claro.

Para ir calentando el ambiente, les dejo este video sobre el que ya les hablé por aquí: Querido FBI.

“Tenemos que empezar a imaginar el devenir socialista” (entrevista a Claudio Katz)


Reinaldo Iturriza López y Pablo Navarrete
Fotografía: Luis Padilla
(Entrevista inédita, concedida en junio de 2006)

El argentino Claudio Katz destaca como uno de los economistas más lúcidos y críticos de la escena intelectual latinoamericana. Su libro El porvenir del socialismo fue merecedor de una mención honorífica del Premio Libertador al Pensamiento Crítico, edición 2005.

Ya es común entre los analistas señalar que se ha producido un giro hacia la izquierda en América Latina. Pero más allá de lo evidente, ¿qué implicaciones políticas y económicas tiene este giro? Y además, ¿podemos hablar de una sola izquierda latinoamericana?
Primero, hay que reconocer que en América Latina hay un giro político muy significativo, porque es el escenario de desafío al neoliberalismo y al imperialismo más importante del mundo. Es la región que se ha puesto como centro en esta batalla contra las políticas predominantes de los noventa. Y hay un conjunto de particularidades en América Latina: tuvo la crisis económica más importante de la década pasada, y hay un resurgimiento, una recuperación de la rebelión popular, del movimiento popular, de las rebeliones sociales que reconstituyen las viejas tradiciones combativas de la región. Éste es el marco. Un marco en el que, además, Estados Unidos encuentra serios límites para frenar este proceso. Dentro de este marco se ha producido el gran giro político latinoamericano. Ahora distingamos lo que ocurre.

Yo creo que existen tres tendencias en la región. Por un lado, está la tendencia neoliberal clásica derechista, que está en retroceso, pero que tiene puntos de reconstitución. Por ejemplo, el triunfo de Uribe en las elecciones de Colombia no es un tema colombiano, tiene proyecciones para toda la región. Uribe es la base de reconstitución del proyecto neoliberal en alianza con el gobierno de Bush y sobre la base de los Tratados de Libre Comercio. Frente a esta línea neoliberal, que tiene otros representantes en América Latina, no se reduce a Uribe, hay dos corrientes que la prensa en general denomina de izquierda y que tenemos que distinguir: un sector es lo que yo denomino centroizquierda, otros denominan progresismo, izquierda moderada, que está representado, básicamente, por Lula en Brasil y por Tabaré en Uruguay, Bachelet en Chile sería otra expresión, que son gobiernos parcialmente antiliberales, que adoptan un discurso antiliberal, política limitada de reconstitución del Estado para favorecer a las clases dominantes locales, y que no tienen en perspectiva ninguna pretensión de revertir las reformas derechistas del neoliberalismo. Encarnan lo que yo llamaría un proyecto socioliberal. El término socioliberal se usa mucho en Europa para describir a los viejos partidos, viejos gobiernos socialdemócratas (Blair, Felipe González) que subieron con un perfil de centroizquierda y adoptaron el neoliberalismo.

Entonces, lo que queda efectivamente como el proyecto de izquierda en América Latina, es la línea que está trazada por el nacionalismo popular antiimperialista que encarna, evidentemente, Chávez en Venezuela, Fidel, en otro sentido, en Cuba, y todo indica que a este eje se le ha sumado Morales en Bolivia. Este tercer eje es el que plantea un desafío importante al neoliberalismo de los años noventa. Mi impresión es que si este eje se desenvuelve va a enfrentar una tensión muy importante con el eje centroizquierdista. No es un proyecto común de América Latina que avanza por un solo carril, sino que son dos manifestaciones, por el momento, de una tensión contenida, pero que si los procesos se radicalizan y se desarrollan en un rumbo antiimperialista, antiliberal en algunos países, eso va a chocar con los gobiernos de centroizquierda, y eso ya se empezó a ver en las resistencias que ha puesto el gobierno de Lula a las medidas de la nacionalización del petróleo que adoptó Morales en Bolivia. Esta tensión existe y me parece importante que la explicitemos. Una cosa es la diplomacia que, naturalmente, ejercen los presidentes, y otra cosa es el derecho de los intelectuales a explicitar los procesos con la mayor claridad posible.

Desde este eje de izquierda nacionalista, popular y antiimperialista, como la denominas, se ha planteado el ALBA como alternativa integracionista. ¿Es viable, a tu juicio, esta propuesta?
El ALBA por el momento es un proyecto, e importa como proyecto y como iniciativa ya de un proyecto. Tiene dos caras: la primera, diría yo, son las medidas que ya se han adoptado, de un comercio diferente al que realizaban hasta ahora los países latinoamericanos. Un comercio que desenvuelve Venezuela con Cuba, con Bolivia, basado en criterios no mercantiles, no competitivos, de cooperación, de solidaridad. Es importante el ejemplo de médicos cubanos llegando a Venezuela a cambio de petróleo. Pero esto es un síntoma del ALBA, es un aspecto, el ALBA no se reduce a eso. El ALBA es un proyecto de otra integración latinoamericana, que si avanza, si se concreta, debería constituirse como una opción, por un lado, enfrentada, hostil y opuesta al TLC, a los tratados bilaterales que sustituyen al ALCA, pero también como una opción diferenciada del Mercosur o del CAN.

No hay que diabolizar al CAN ni enaltecer al Mercosur. Me parece que si el CAN es objetable, el Mercosur es tan objetable como el CAN, porque quince años de balance del Mercosur son quince años de sufrimiento para los pueblos de Argentina, Brasil, Bolivia, Paraguay, Uruguay. Es un proyecto de las clases dominantes, el Mercosur. Hasta ahora es un proyecto de las clases dominantes, de integración de empresas trasnacionales. Es un proyecto competitivo, en conflicto con el ALCA, diferente al ALCA, pero la diferencia podría resumirse en que el ALCA es el proyecto de las grandes trasnacionales norteamericanas y el Mercosur es el proyecto de las grandes empresas de las clases dominantes de América del Sur. Entonces, yo no lo veo como un proyecto compatible ni convergente con el ALBA. Son dos opciones distintas.

El ALBA, para desenvolverse como un proyecto de liberación, de integración efectiva de los países de la región, tiene que avanzar por tres terrenos, por los que nunca va a avanzar el Mercosur. Estos tres terrenos son, en primer lugar, la cuestión energética, que implica comenzar a proyectar el ejemplo boliviano hasta lo continental, es decir, la nacionalización íntegra de los recursos petroleros, base fundamental para cualquier proyecto de integración efectiva. No se puede pensar en gasoductos, anillos energéticos e iniciativas de ningún tipo, no se puede proyectar una meta de integración energética si existen empresas como Repsol cumpliendo un papel dominante en la región. No se puede pensar el proyecto energético si las empresas públicas están de hecho transnacionalizadas y cotizan en bolsa, y pertenecen a las grandes transnacionales, como el caso de Petrobras. Es decir, necesitamos para la integración energética regional, la nacionalización íntegra de los recursos petroleros y un control social popular mayoritario de estas empresas.

La segunda línea del ALBA es una integración financiera de la región, vía la constitución del BanSur, de distintos tipos de organismos, pero cuyo punto de partida sea poner punto final a la cuestión de la deuda. No se puede pagar la deuda y construir el ALBA al mismo tiempo. No se puede mantener una relación de dependencia con los acreedores y construir el ALBA al mismo tiempo. Porque estamos viviendo una primavera, donde hay recursos y se paga la deuda, pero esa primavera corresponde a una coyuntura económica muy particular, y a mediano plazo va a haber que optar, especialmente cuando termine este ciclo de bonanza de las materias primas que se observa a escala internacional, y vuelva una situación más difícil para América Latina. Entonces, la emancipación financiera es el segundo sendero.

El tercero yo diría que es el clave: la redistribución del ingreso. Si no hay reformas sociales significativas en los países, un proyecto de integración no va a tener legitimidad social. A los pueblos les interesa la integración si ellos ven mejoras en su vida cotidiana. Si no, es un emblema, un emblema que nos puede llevar a autoengañarnos, a pensar que nuestros discursos son efectivos. Pero el pueblo no vive de discursos, el pueblo vive de realidades. Y si los pueblos se frustran con los proyectos, con los procesos que están viviendo ahora, si ven que estos procesos son más de lo mismo, si no ven mejoras en sus salarios, en sus condiciones de vida, si los campesinos no tienen la tierra, si los trabajadores no tienen salarios, si los estudiantes no tienen educación gratuita, si no se ven reformas impositivas radicales, redistribución del ingreso, el proyecto latinoamericanista es un sueño, una idea, un mensaje retórico. Entonces, se puede construir el ALBA si avanzamos en esos tres puntos. Yo creo que estamos en condiciones, tenemos todas las posibilidades para avanzar en esos caminos y tenemos que intentarlo.

En relación con esto último que planteas, el riesgo que implica la no correspondencia entre un discurso gubernamental progresista y la redistribución efectiva del ingreso, ¿cómo evalúas la situación de Argentina?
Allí tenemos un caso de divorcio. En Argentina tenemos un Presidente que tiene una retórica muy crítica de los organismos internacionales, de Estados Unidos, de Bush, un discurso que recupera, incluso, lo que ha sido nuestra bandera histórica, que son los derechos humanos, los desaparecidos, pero que mantiene en lo central la política económica que se viene desenvolviendo en la Argentina en las últimas décadas: reforzar el dominio de grupos de poder, un ingreso que está desigualmente distribuido de manera escandalosa y con niveles de deterioro salarial, pobreza, indigencia, inexplicables para un país de la riqueza de la Argentina. Hay gente que dice: «bueno, las cifras no son tan dramáticas». No son tan dramáticas quizá para un país que carece de recursos. Pero estamos hablando, probablemente de una de las naciones con mayores recursos naturales de la tierra. Es inexplicable que un país que es el quinto exportador mundial de alimentos, ¡el quinto!, tenga desnutrición infantil. Es inexplicable que un país con los recursos que tenemos nosotros tenga estos niveles de desempleo.

Lo que ha ocurrido es que hay un giro en la política económica. El modelo neoliberal clásico no es el que se está implementando, sino una política heterodoxa que reconstituye los intereses y el poder de las clases dominantes locales después de una crisis muy severa, pero que obstaculiza, que bloquea las necesidades más inmediatas de la mayoría de la población.

Y no se justifica en la Argentina el discurso futurista: «lo haremos en el futuro, no es el momento». ¿Si no es ahora, cuándo? Hay condiciones políticas, económicas, sociales. Éste es el momento de producir la gran transformación. Pero para producir la transformación hay que elegir: si uno está con los grupos banqueros, con los grandes sectores capitalistas o si está con la masa popular. Y en ese punto Kirchner ha elegido que su ámbito de confianza son los grandes grupos de poder.

Volviendo al caso Venezuela, ¿cuál es tu valoración del proceso bolivariano?
Bien, yo puedo hablar con contundencia es del impacto continental que tiene el proceso bolivariano. No me considero autorizado para opinar sobre el curso de este desenvolvimiento interno. El impacto continental del proceso bolivariano se refleja, por ejemplo, en el papel que está ocupando Chávez a escala continental. Es un referente. Algunos países lo viven como una intromisión en sus asuntos internos. Pero claro, permiten otras intromisiones, les molesta esta intromisión. Les molesta cuando la intromisión incluye una tónica diferente a lo que ha sido la intromisión tradicional. La historia de América Latina son intromisiones externas. La historia de nuestras regiones son embajadores, especialmente de Estados Unidos y Europa, que intervienen en la política cotidiana como si fueran sus propios países.

Lo que ha provocado la revolución, el proceso bolivariano, es un cambio, una conmoción en América Latina. Es una referencia para los movimientos populares. Es un punto de interés muy importante para todo lo que es un proyecto antiimperialista y de resistencia efectiva al neoliberalismo. Algunos dicen a veces que Chávez hace lo que hace porque hay petróleo. Pero siempre aquí hubo petróleo y no se hacía lo que se hace, eso no es un argumento. Contar con un recurso y utilizar ese recurso para intentar una transformación debe ser por lo menos ponderable, no objetado, como queriendo decir que se hace porque lo tienen. En todo caso, que lo tengan y lo hagan es una cualidad de este proceso.

De todas formas, estamos en la mitad del camino, o más bien en el principio de un proceso. En ese sentido, sí soy menos conformista. No me limito a aplaudir lo que se ha hecho hasta ahora. Estamos en el debut de un proceso. Digo esto porque debe haber transformaciones sociales que acompañen un proceso político. Lo que le da solidez y consistencia a un proceso político son las transformaciones sociales que mejoran los niveles de vida de la población. Eso es lo que convierte un cambio en una revolución perdurable. Y esa disyuntiva, muy cautelosa y modestamente, creo que está planteada en Venezuela. Acá estamos iniciando un proceso y toda la apuesta es porque tenga un desenvolvimiento positivo, pero recordando que los procesos que no se radicalizaron a tiempo, tuvieron como efecto también una frustración para su propia historia. Estas son las disyuntivas que nos presenta el proceso bolivariano.

Ciertamente, en uno de los artículos donde analizas el caso Venezuela, lo comparas con otros procesos históricos: la Nicaragua de los ochenta, la Portugal de los setenta, y adviertes que uno de los riesgos de todo proceso revolucionario es que se institucionalice, a la manera del PRI mexicano.
Sí, fíjate, los que estamos alejados de un proceso nos manejamos con grandes comparaciones que siempre son defectuosas, pero sirven para ubicarnos. La gran sorpresa que ha introducido el nacionalismo popular de Chávez es que es un nacionalismo radical, muy antiimperialista y muy abierto al pensamiento de izquierda. Su apertura al pensamiento de izquierda introduce una nota de gran interés para este proceso. No de casualidad es aquí donde ha resurgido la idea de un socialismo del siglo XXI. Es un dato interesante respecto a otros procesos nacionalistas, que tenían o una distancia o una hostilidad con la izquierda. Esto es un dato positivo.

El otro dato de interés en estas comparaciones, es que el Ejército ha cumplido un papel decisivo. Para Latinoamérica esto es un dato interesantísimo, que el Ejército cumpla un papel patriótico, antiimperialista, clave. Y que Caracas se haya transformado de hecho en el centro de referencia, el papel que ocupó en otra época Managua, una referencia continental, un proceso que suscita el interés de los movimientos sociales del mundo. La prensa de derecha se burla y dice que se viene a hacer turismo. No, se viene a observar, a estudiar, a analizar, porque es un laboratorio, porque es un proceso que suscita interés y atracción.

Ahora, está siempre el problema de la institucionalización negativa de estos procesos. Por eso el PRI y el peronismo son como los paradigmas de movimientos populares muy sostenidos en el apoyo popular, pero que al no producir las transformaciones sociales en el momento que debían ser producidas… bueno, cuando no se evoluciona se involuciona. Ese siempre es un peligro para el proceso, y hay que ir subrayando todo lo que haga al mantenimiento de estructuras estatales ya perimidas, la falta de transformaciones sociales necesarias, en fin, una agenda que la definirá el movimiento social y el pueblo venezolano.

Sobre las amenazas externas que penden sobre el proceso bolivariano: Chávez ha afirmado recientemente que antes de que finalice el siglo XXI llegará a su fin la hegemonía imperial estadounidense. ¿Cómo percibes la postura de Estados Unidos con respecto a América Latina?
Primero, esperemos que sea así, que éste sea el último siglo de dominación imperialista. Yo creo que Estados Unidos, el proyecto de Bush está efectivamente en un momento crítico, porque Irak ha resultado un pantano inesperado y después de varios años de estar en Irak ya resulta evidente que ellos no logran estructurar ese proyecto colonial que intentaron realizar. Eso los está empujando hacia el dilema de encontrar una vía de repliegue o dar un salto ciego hacia delante y lanzar, por ejemplo, un ataque militar contra Irán. Nunca hay que descartar las dos tentaciones. Cuando los gobiernos son muy derechistas, cuando las ambiciones de aventuras imperialistas están muy afianzadas, nunca, aunque sea racionalmente descartable, aunque políticamente sea ciego, nunca hay que descartar que en un momento crítico el imperialismo dé un salto hacia el suicidio de su propio proyecto político.

Es decir, huir hacia adelante

Sí, huir hacia delante. Ellos están es ese dilema porque la situación es muy crítica. Lo que tiene una repercusión muy importante sobre América Latina, porque esto ha limitado profundamente la capacidad de Estados Unidos para intervenir militarmente en la región. No cabe ninguna duda de que si no tuvieran el problema que tienen en el Medio Oriente, ya hubieran actuado de otra manera frente a Venezuela o frente a Cuba.

Me parece que lo que hay es un proyecto de reconstitución económica y política de mediano plazo de Estados Unidos que va por dos ejes. Un eje central consiste en, a través de gobiernos como el de Uribe, eventualmente como el de Alan García, o de gobiernos afines en Centroamérica o México, a través de los Tratados de Libre Comercio, establecer una alianza muy estructural con las clases dominantes de estos países, basada en este mecanismo por el cual ellos tienen un mercado exportador privilegiado de Estados Unidos. Crean una asociación fuerte con un correlato militar. El modelo Uribe es un modelo de contraofensiva estadounidense que no está pensada para mañana, sino a mediano plazo. Y mientras desenvuelven esta estrategia, tienen también una estrategia secundaria, complementaria, de moderación de los gobiernos nacionalistas y populares, a través de los gobiernos de centroizquierda. Es decir, lograr que Lula lo calme a Evo Morales, logran que Kirchner haga negocios con Chávez. Es decir, manejarse en dos sentidos, tratar de que pierdan potencialidad las transformaciones en curso. Es la estrategia que ellos han puesto en marcha.

Termino diciendo esto: una cosa es lo que ellos quieren hacer, otra cosa es lo que ellos puedan hacer. Yo creo que uno de los datos más interesantes en América Latina hoy, es que hay una conciencia antiliberal y antiimperialista muy significativa. Por ejemplo, uno compara la pérdida de expectativas que hay aquí en cuanto a las privatizaciones, las desregulaciones, con la situación en Europa Oriental, donde estuve hace poco, y allá el clima es el de la América Latina de los años noventa. Allá se espera algo de las privatizaciones. Eso ocurre también en partes de Asia. Pero en las masas populares de América Latina hay una comprensión muy profunda del carácter nefasto del neoliberalismo, y hay un resurgimiento de convicciones antiimperialistas, también muy profundas, que afortunadamente, por ahora, no tienen connotaciones de conflictos étnicos o religiosos, como por ejemplo en el mundo árabe. Entonces, tenemos un escenario más favorable como para desenvolver proyectos progresistas, yo diría que óptimo en ciertos aspectos, en comparación con otras regiones del mundo, y eso nos da esperanzas en el futuro y nos da la posibilidad de pensar en el proyecto del socialismo del siglo XXI. Pero efectivamente como un proyecto del socialismo del siglo XXI, no como una frase emotiva que uno lanza al final de un discurso para que la gente salga soñando con una utopía. Tenemos que empezar a buscar las conexiones entre estos proyectos y cómo podríamos imaginar ese devenir socialista. El mérito del proceso bolivariano es haber puesto el nombre. Es haber dicho: «bueno, éste es el horizonte». Pensemos cómo se camina en esa dirección.