El chavismo violento, esa redundancia


La irrupción del chavismo en la arena política está indisociablemente asociada a su criminalización. Podría decirse incluso que la criminalización le precede, de manera que cuando el chavismo entra en escena, no puede aparecer más que como sujeto criminal, bárbaro, irracional, violento. Sin este discurso que estigmatiza, transfigura e incluso oculta al sujeto chavista, no hay relato opositor sobre el chavismo.

Evidencias históricas sobran, y están allí, a la mano, para el que desee realizar la arqueología del discurso opositor: durante los primeros meses de 1999, las páginas de opinión de la prensa opositora están plagadas de horror a las «invasiones» de tierra. Es así como aparece el sujeto chavista, apenas instalado el nuevo gobierno: como un agente extraño al cuerpo social, como un elemento patógeno que se desplaza movido por un pavoroso impulso centrípeto, del campo a la ciudad, de la barbarie a la civilización. El relato opositor fue siempre el relato de la catástrofe inminente que provocarían las invasiones bárbaras chavistas.

Como para agarrar palco: Paulina Gamus Gallegos de Cohen hablando sobre «lucha de clases», en artículo publicado por El Universal el 24 de marzo de 1999, exactamente hace 11 años. El último párrafo inicia así: «Creer o aparentar que se cree que una actitud complaciente, paternal y caritativa con los invasores de tierras agrícolas, de terrenos urbanos, de casas o apartamentos es un acto de justicia social, es cometer un grave error que a su vez provoca una pobreza mayor». Gamus Gallegos de Cohen llegó a ser Vicepresidenta de Acción Democrática. En 1998 fue la Coordinadora del Programa de Gobierno de su partido. Fue Ministra de Cultura durante el gobierno de Jaime Lusinchi. Presidió la Comisión de Política Interior del extinto Congreso Nacional entre 1989 y 1994. En 1998 fue electa senadora por el estado Cojedes… hasta que llegó la Asamblea Constituyente.

El zambo Chávez no sería más que el cómplice de aquellos ataques contra la civilización, el instigador principal del odio y el resentimiento bárbaros, el criminal que, abusando de su circunstancial posición privilegiada, articularía un discurso que se desplazaría centrífugamente. El resultado sería una «sociedad civil» sometida a las tensiones que producirían estas dos fuerzas complementarias, más que opuestas, produciendo la fatiga y la opresión de todo lo civilizado.

Por eso, no sorprende en lo absoluto el esfuerzo continuado por asimilar cualquier manifestación de violencia opositora con el chavismo. Dado que el chavista es no sólo el sujeto violento por excelencia, su expresión más acabada, sino el origen de toda violencia, la violencia opositora sólo podría explicarse como un efecto no deseado de aquella violencia original, como su consecuencia inevitable. Bastaría con arrancar la raíz de la violencia, para retornar a la paz y a la civilidad.

Resulta claro que esta naturalización de la violencia chavista implica, al mismo tiempo, la desnaturalización de la violencia opositora, un verdadero fraude analítico y argumentativo, en la medida en que pretende clausurar toda posibilidad de examinar las razones de la violencia antichavista.

Un fraude es lo que ha cometido Roberto Giusti el pasado 9 de marzo, en un artículo publicado en El Universal, intitulado El contagio chavista de la oposición. Refiriéndose a la violenta trifulca opositora del domingo 7 de marzo, en Valencia, escribía: «Chávez ha pregonado el odio y la aniquilación del adversario… para imponerse en un juego de todo o nada. Pues bien, el veneno ha sido tan eficaz que mientras en antiguos sectores chavistas se diluye y la gente recupera la razón, en la dirigencia de oposición ha prendido con tal virulencia, que ahora resuelven a golpes sus diferencias, en el mejor estilo chavista. La triste ‘batalla de Carabobo’ del domingo es el peor mensaje para una sociedad a la búsqueda de la paz y la civilización perdidas».

Entiéndase: el chavismo no es sólo sinónimo «de la paz y la civilización perdidas». Tampoco es el resultado histórico de la decadencia de la clase política venezolana, de su cortedad de miras, de su incapacidad manifiesta para gobernar, de la «democracia» groseramente excluyente que capitanearon durante décadas, subordinados como estuvieron siempre a los intereses de la oligarquía. No. Según Giusti, esta decadencia de la vieja clase política, al expresarse violentamente, lo hace «en el mejor estilo chavista».

Al día siguiente, también en El Universal, Pedro Pablo Peñaloza continúa con el fraude. En su artículo intitulado El chavismo de oposición, se lee: «Para los que entienden que el Presidente comanda un proceso, pero degenerativo, la palabra ‘chavismo’ viene a resumir en sí todo lo malo que existe sobre la faz de la Tierra. Chavismo es, entonces, un régimen político militarista y autoritario que persigue destruir las libertades públicas. Un sistema que estrangula la democracia y permite que la corrupción y la adulancia se esparzan como plagas malignas. Pero también es el motorizado que se come la flecha en la avenida Lecuna o el vagón del Metro sin aire acondicionado. Más que un término, es una anatema. Sinónimo de abuso de poder y de gamberrada. Ocho letras que sintetizan el perfil del venezolano feo. Feísimo. Desde esa perspectiva, ‘chavismo’ sirve para calificar las peores prácticas allí donde se den sin importar qué tan lejos se esté política e ideológicamente del jefe de Estado. Partiendo de esta premisa, ciertos detractores de la revolución bolivariana han acuñado una nueva expresión para censurar el desempeño de la Mesa de la Unidad Democrática. En lugar de sacarles la madre, les dicen algo mucho peor: ‘chavismo de oposición’… La Mesa de la Unidad Democrática incurriría en manejos propios del ‘chavismo’ porque, braman sus ‘aliados’ críticos, es intolerante, prefiere el pacto de cúpulas antes que la consulta popular, se empeña en postular a dirigentes estudiantiles, pero de los años 50, y antepone sus oscuros intereses a las necesidades de la patria».

En un artículo más reciente, publicado el 21 de marzo en El Nacional, intitulado La violencia chavista, Máximo Desiato insiste en el tema. Como lo han hecho muchísimos otros antes que él, Desiato recurre a la analogía con el fascismo, creyendo poder encontrar en éste las claves de interpretación del chavismo: «La violencia chavista es una violencia fascista, porque en cuanto operación sobre el mundo es una apropiación de ese mundo sólo para destruirlo». Como el de sus predecesores, es un análisis fraudulento: la trampa radica en imponer las reglas de interpretación, según las cuales sólo sería posible explicar al chavismo tomando como referencia el fascismo. De allí en adelante, el ejercicio será extremadamente simple: compárense chavismo y fascismo, y cada vez que logre identificar alguna diferencia sustancial, advierta que se trata apenas de aquellos aspectos que aún impiden que el chavismo se realice plenamente como fascismo.

Frente a la heroicidad de la resistencia antifascista del antichavismo,
palidecen las luchas de la resistencia europea contra la ocupación nazi.

Pero además, Desiato traduce en clave «filosófica» el giro táctico del discurso opositor, que se consolida sobre todo durante 2007: el discurso sobre el mal gobierno, ese que va dirigido a granjearse el apoyo del mismo chavismo que ha criminalizado desde siempre. En lugar de confrontarle violentamente – con violencia de clases –, minar las bases sobre la cuales se apoya el gobierno. Instigar el desaliento, la desconfianza, la desmoralización y la incertidumbre.

Para Desiato, la gestión de gobierno chavista sólo puede traducirse como «política de destrucción sin posterior creación». Agrega: «es como si el chavismo creyera que la violencia, al destruir, dejara aparecer un orden del mundo preexistente, perfecto, acabado en sí mismo. Esta violencia chavista es ingenua. Tiene confianza en que expropiando aparezca sin ninguna otra operación el Bien. Que el Mal es la propiedad privada y que al destruirla, sin organizar una propiedad colectiva basada en un movimiento colectivo de base, el Bien se da por arte de magia… Y dentro de tanta expropiación, abandono, soledad existencial, en el fondo, la violencia chavista es una meditación sobre la muerte. Sobre el exterminio de todo lo que es. Meditación sobre la nada, la anulación, la nulidad que se es sin saberlo. Y si no grita ¡viva la muerte! es porque es tan destructiva que no le sale ni siquiera el ¡viva! Que para gritar eso algo de vida hay que tener».

El problema con la «meditación» de Desiato es que se limita a repetir lo ya miles de veces escrito y meditado. Meditación de lo mismo, que se sabe nula pero que se pretende analítica, profunda, esclarecedora, informada. Limítese a establecer la analogía entre chavismo y fascismo, acuse el mal gobierno, y luego pretenda estar descubriendo el agua tibia cuando no está haciendo más que llover sobre mojado. Y si no grita ¡viva la lluvia! es porque es tan trillada que no le sale ni siquiera el ¡viva! Que para celebrar la lluvia, es mejor esperar que llueva de verdad.

Con sus diferencias de estilo, los Giusti, los Peñaloza y los Desiato terminan siempre empantanados en la cuestión de fondo: el chavismo que pregona «el odio y la aniquilación del adversario», el chavismo como «anatema», que resume «todo lo malo que existe sobre la faz de la Tierra», el chavismo como «meditación sobre la muerte». Pero mucho más importante que hacer el inventario de lo escrito por estos personajes – y por muchos otros – es identificar cómo funciona esta «máquina de producir» el discurso antichavista.

El problema, vale acotarlo, no radica en expresar el desacuerdo con el chavismo, y mucho menos señalar los errores del gobierno de Chávez. La radicalización democrática a la que aspira el chavismo no será posible sin espacios para el desacuerdo y la crítica, del propio chavismo, pero también del antichavismo. El problema es que mediante la criminalización del chavismo – mediante su transfiguración, su ocultamiento – lo que pretende legitimarse es el desconocimiento del gobierno del zambo, su deslegitimación, y finalmente la legitimación de toda violencia que contra éste se ejerza. Ya lo decía Desiato en abril de 2009: «Tarde o temprano va a llegar la confrontación… Hay que seguir el juego democrático como lo hace Chávez, que lo usa como fachada, pero preparándose para una confrontación… La oposición tiene que prepararse, a la violencia se responde con violencia… Yo me concentraría en el sector de la oposición que ya tiene conciencia política para organizar formas de violencia política propias… Yo diría: déjense de buscar la unidad imposible y organícense».

Si la oposición ha optado por una táctica de desgaste, intentando capitalizar las deficiencias de la gestión de gobierno, si bien esto ha implicado su repliegue de posibles escenarios de confrontación violenta, la violencia simbólica, expresada en la criminalización del chavismo, nunca ha cesado. Esta violencia se ejerce en nombre de la paz, la civilización, la tolerancia, la democracia y la vida. Lo peor: esta violencia simbólica prepara el terreno para otras violencias nada simbólicas. Ella sugiere que si la oposición antidemocrática ha optado por no suscitar estas últimas, es porque se sabe, todavía, en condiciones de debilidad. No porque celebre la vida.

La noticia no es la falta de luz, sino el exceso de oscuridad


Hubiera podido valerme de la metáfora del vampiro para ilustrar la actuación de la prensa antichavista a propósito del Plan de Ahorro Eléctrico que afecta desde hoy a la ciudad de Caracas y ciudades aledañas, pero ni El Nacional ni El Universal merecen ser reconocidos como seres monstruosos que cometen sus fechorías al amparo de la oscuridad.

Antes al contrario, lo que la máquina propagandística opositora produce y reproduce incansable e insaciablemente, es este discurso sobre la luz y la oscuridad; uno de raigambre eminentemente moral, pero de una eficacia política innegable y cuyos efectos son bastante duraderos. Digámoslo así: los seres monstruosos no son capaces de articular un discurso de tal naturaleza; es la propia naturaleza de este discurso la que consiste en la producción de lo monstruoso – y también de lo criminal, de eso que se mueve tras las sombras, anónima y subrepticiamente, eso que se oculta y nos acecha, esa terrible amenaza que apenas pasa desapercibida disimulando su verdadero rostro detrás de máscaras.

Es de esta oscuridad, y no del Plan de Ahorro Eléctrico, de la que nos habla la prensa antichavista. La noticia no es, como le llama El Nacional, el «sorpresivo plan» que, según El Universal, ha provocado la «confusión» entre los caraqueños. La noticia, en fin, no es la falta de luz, sino el exceso de oscuridad. Una oscuridad que, como en el principio de los tiempos, precede a la luz. Es decir, el referido Plan no implica simplemente la suspensión temporal del suministro eléctrico, o el inicio de un «período especial de racionamiento», como se apresura a celebrarlo El Nacional, sino la continuación de los tiempos de oscuridad. Si se trata de un «período especial», no lo es sólo por la intención manifiesta de asimilar la realidad venezolana con la imagen que la burguesía local difunde sobre la Cuba en la era post-soviética, sino sobre todo porque se anuncia la entrada en un período de mayor oscuridad. Si estábamos mal, pues ahora estamos mucho peor. Si ya estábamos en crisis, ahora la crisis es más severa. Si nuestra sociedad estaba enferma – aquejada por un cáncer monstruoso -, ahora entramos en la sala de emergencias.

Portada del diario El Universal, miércoles 13 de enero de 2010.

Portada del diario El Nacional, miércoles 13 de enero de 2010.

De allí, en primer lugar, el lenguaje deliberadamente dramático de la prensa antichavista. En el caso concreto de El Universal, más que la primera plana de un periódico, el titular «En emergencia» hace las veces de un aviso que nos previene de un peligro inminente. En última instancia, parece querer informarnos que una verdadera y lamentable catástrofe ha ocurrido. Tal hubiera podido ser, por ejemplo, el titular de una primera plana que tuviera como noticia más destacada el terremoto en Haití. En el caso de El Nacional, mucho más dramático que su titular («Severos cortes eléctricos»), resulta un fragmento del sumario: el Plan es «un cierre a la vida».

Portada del diario El Nacional, miércoles 13 de enero de 2010. Detalle

En segundo lugar, el habilísimo uso de los colores y las formas. En ambos periódicos, fondo oscuro – o la oscuridad como contexto. En El Universal, una persona de edad avanzada (y por tanto en situación de vulnerabilidad) se abre paso en la oscuridad con la ayuda de una vela que alumbra tenuemente, en medio de la confusión y el desconcierto, como alumbran al lector las blanquecinas letras en fondo negro. En El Nacional, la verdad aparece iluminada por un haz de luz que ya pareciera una cosa divina, proveniente del cielo.

La verdad que ilumina el discurso antichavista es que «mientras menor es la cantidad de luz, mayores son los delitos«. Igualmente, «la principal causa de la crisis eléctrica en Venezuela» no puede ser otra que la «desinversión en el sector». Es decir, que nos enfrentamos, naturalmente, a un problema de gestión. No se trata de negar – como suele acusar, con la sorna característica, el antichavista promedio – que la delincuencia es un problema o que existe, efectivamente, un problema de gestión de gobierno. Se trata, en cambio, de que la máquina propagandística opositora es eficaz sólo en la medida en que es capaz de producir un discurso según el cual no hay más alternativa que calificar al gobierno de criminal, porque dejó de invertir en el sector.

Encuesta publicada en la página web de El Universal, el 13 de enero de 2010.

No hay mejor muestra a la mano de la eficacia de este discurso, que las encuestas que periódicamente publica El Universal: al poner en marcha el simulacro de consulta a sus lectores sobre «la principal causa de la crisis eléctrica», el diario no está mostrando un abanico de posibilidades. Al contrario, lo está negando. Así, lo que enuncia El Universal es que el «incremento del consumo doméstico», el «aumento de la industrialización» y los «problemas climáticos» no pueden ser tenidos como causas de la crisis. De esta manera, la crisis pasa a tener una causa unívoca, y todo lo que contradiga esta verdad pasa a ser, por tanto y simplemente, mentira. En consecuencia, no sólo estamos frente a un gobierno ineficiente y criminal – y donde dice criminal debe leerse asesino-, sino además mentiroso.

Según esta lógica discursiva, la caricatura de Rayma que nos muestra la frase «Gestión de gobierno» salpicada de sangre, bien ha podido aparecer publicada hoy, miércoles 13 de enero de 2010. Tal vez sorprenda al lector saber que fue publicada el 12 de abril de 2002, escasas horas después del golpe de Estado contra Chávez.

Caricatura de Rayma, publicada por El Universal el 12 de abril de 2002.

Existe, como la caricatura de Rayma lo hace evidente, una línea de continuidad entre el discurso opositor de 2002 y las tácticas que emplea en el presente. Vale la pena recordar algunos pasajes del tristemente célebre editorial de El Nacional, del mismo 12 de abril de 2002, justo aquellos que hacen referencia explícita a los asuntos de la luz y la oscuridad. Así, por ejemplo, el diario acusa a Chávez de «esta masacre de gente inocente, cometida a la luz pública y que intentó esconder tras una cadena oficial»; la misma cadena con «la cual trató de disimular inútilmente lo que ocurría a pocos metros de donde estaba hablando»; y además sentencia: «Ayer se le cayó su última máscara». Pero he aquí, a mi juicio, la frase más reveladora: «Con razón usted quería hace dos meses celebrar el 27 de febrero, esa fecha oscura y siniestra de nuestra vida democrática».

De esta forma, la oscuridad – el encubrimiento, el disimulo, la máscara – aparece asociada no sólo a la palabra, a las acciones e intenciones de Chávez, sino sobre todo al acontecimiento que marcó el principio del fin del modelo democrático representativo: el 27F de 1989, «fecha oscura y siniestra». Tan oscuros y siniestros como sus protagonistas. Tan monstruosa como el pueblo mismo. Oscuro hito al que el chavismo siniestro y vampiresco da continuidad.

Que quede claro: demostrar que existe una línea de continuidad en el discurso opositor de 2002 y el de 2010 no quiere decir, en lo absoluto, que durante todos estos años no se hayan producido importantes giros discursivos. La identificación de estos giros, como ya lo he planteado, es un ejercicio intelectual que debe ser considerado de primer orden. Mientras tanto, lo que hay se parece al peor de los escenarios: una vocería política oficial con muy poco criterio, que se empeña en hacer alarde de su pobreza de argumentos y de su limitada capacidad de análisis, que se limita a señalar que todo es siempre más de lo mismo. Esto es, que la oposición repite siempre el mismo libreto. Todo lo anterior, acompañado del desprecio que una parte del chavismo popular profesa hacia este tipo de análisis, según el pretexto de que la prensa antichavista no hace otra cosa que mentir.

Mientras tanto, sólo me atrevo a señalar que, como no había sucedido en un tiempo considerable, el gobierno bolivariano, obligado por las circunstancias o por errores de cálculo, ha abierto varios frentes de envergadura. Tal y como lo registra la más reciente encuesta de El Nacional, algunos de estos serían:

1) «El racionamiento del agua».
2) «Los cortes de energía eléctrica».
3) «La devaluación del Bolívar».
4) «Las nuevas gestiones de Cadivi». (De las cuatro, la única que afecta casi exclusivamente a la clase media).

Encuesta publicada en la página web de El Nacional, el 13 de enero de 2010.

Con todo, la encuesta sigue siendo un indicador limitado: no incluye, por ejemplo, la variable «inseguridad». Esto, porque sólo indaga sobre medidas gubernamentales.

Aún más: probablemente sea posible enumerar otros frentes. La corrupción es uno de ellos. Lo que supongo ninguno de nosotros será capaz de hacer, es el equivalente a seleccionar la última de las opciones de la encuesta de El Nacional: «Como revolucionario, no me afectan las medidas». Porque eso sí sería decir mentiras.

Hello, dejen el show con Calle 13


I.- MTV versus Calle 13.
La puja estuvo interesante. De a ratos, hay que decirlo, fue como para agarrar palco: de un lado, MTV, esa institución señera de la cultura hegemónica – por la que se desvive tanto cabeza hueca que jura que libertad de elección y rebeldía equivalen a escoger entre las opciones que le ofrece la industria cultural -, tuvo el acierto de escoger para la presentación de sus premios a una de las figuras más irreverentes, talentosas, deslenguadas, populares y políticamente incorrectas de la escena musical latinoamericana. Del otro lado, René Pérez, el Residente de Calle 13, exprimió el escenario a tal punto que la jornada le alcanzó para lanzar fuego verbal contra Luis Fortuño, gobernador de Puerto Rico, y Felipe Calderón, Presidente de México. Simultáneamente, fue alternándose las ya célebres franelas, en las que hizo alusión a las bases militares gringas en Colombia, rindió homenaje a Mercedes Sosa, rememoró la masacre de Tlatelolco, comparó al dictador hondureño con Pinochet, exigió un Puerto Rico libre y nominó al zambo Chávez como mejor artista pop. «Latinoamérica es un continente muy político como para obviarlo», había escrito Residente vía Twitter, el pasado 12 de octubre. Y la política se apoderó del Gibson Amphitheatre, en Los Ángeles, sede de la entrega de los premios.

Lejos de escandalizarse, los de MTV hicieron todo lo posible por capitalizar el fulminante patadón en las bolas y los directos de izquierda que Residente propinó en el mentón de una derecha latinoamericana tambaleante, incluida la legión de jóvenes con el alma avejentada que ya quisieran la reelección indefinida del paraco Uribe y la eliminación física del zambo, apalean a los indios en Bolivia, defienden al Grupo Clarín en Argentina, marchan a favor de la dictadura en Honduras, a favor de los «presos políticos» en Venezuela, que desconocen cuál es la capital de Puerto Rico, pero que son capaces de conmoverse hasta el llanto viendo My Super Sweet 16, son entusiastas seguidores de The Hills y se babean con las aventuras de Tila Tekila.

Sin mayores disimulos y con tono festivo, la web de MTV Latino reseñó la participación de Residente: «Ahora que ya pasó, no hay otra forma de verlo: René, alias Residente, de Calle 13, fue un anfitrión despampanante. Claro que no estuvo solo: a su lado estaba Nelly Furtado, siempre divina. Juntos hicieron una dupla genial… Residente se bajó de la limosina y se sacó el traje para arrancar con el show. Abajo de la camisa traía una camiseta que decía: ‘Chávez nominado Mejor Artista Pop’. Fue así que empezó a arengar a la audiencia, dispuesto a decirlo todo, sin censura y sin libreto… René habló con total desparpajo, sin pelos en la lengua (tal como lo hace al frente de Calle 13). A su lado estaba Nelly, poniendo su cuota de elegancia y sofisticación. Juntos se complementaron a la perfección… Son dos grandes personalidades de la música, sin dudas. Nelly Furtado ya es una verdadera lady del pop internacional, mientras que René sigue demostrando que posee un talento y un carisma enorme al frente de Calle 13».

Es decir, una cosa chévere, tú sabes, o sea, Residente, hello, qué buen show, o sea, te la comiste. Una línea editorial que traduce superfluamente posiciones políticas que han provocado escozor tanto a los aludidos como a sus más fieles fans, y que se resume en una frase a primera vista inocentona como la que más: «Los conductores de Los Premios MTV 09 se destacaron por su soltura y, sobre todo, por sus ganas de divertirse». ¿Divertirse? Residente no está muy de acuerdo: «A mí nada de lo que dije me pareció divertido. Todo lo que hablé es bastante serio», escribió vía Twitter – siempre por esta vía, a menos que se indique lo contrario – el sábado 17 de octubre.

II.- Una diarrea de «malas palabras».
Tópico privilegiado de las jóvenes viudas de los personajes aludidos – Fortuño, Calderón, Uribe – ha sido el de la diarrea de «malas palabras» pronunciadas por Residente durante cada una de sus intervenciones. Imposible no detenerse en esta circunstancia, porque desnuda de pie a cabeza la mentalidad característica de la juventud conservadora, moralina, retardataria, supremacista, cool y tal de América Latina.

La cumbia de los aburridos. Calle 13.

Coño, mi señora madre, Sur, maestra de maestras, cuyo nombre le hace honor a esta tierra que piso, chavista hasta los tuétanos, sabia como sólo el pueblo puede serlo, disfruta cada vez que suena La cumbia de los aburridos. Pero un buen día me advirtió que el disco donde aparece esa canción es muy «vulgar». Lo dijo mi señora madre y yo me le reí, pero también me dije, para mis adentros, para que no pudiera escucharme: Amén. Porque su palabra es ley. Pero que un tipo de 34 años, proveniente de Carabobo, Venezuela, que bien pudiera ser hijo de Sur, escriba: «… cómo es posible que se permita tanta falta de cultura, valores, una cosa es ser sinceros y otra… vulgar, ordinario, chabacano, boca de cloaca…», así, tal cual, como una de esas señoronas encopetadas de la «sociedad civil» venezolana, que le gritan histéricas a Chávez, no por socialista, sino por zambo y vulgar, ordinario y chabacano, eso lo que provoca es vergüenza ajena. Todos los idiotas que, como el que escribió aquello, se escandalizaron por el hecho de que Residente le espetara un sonoro «hijo de la gran puta» al Fortuño, seguramente desconocían que el mismo día el pueblo portorro se sumó a un paro nacional contra el tipo, en rechazo al despido de más de ¡veinte mil! empleados públicos.

«Seguramente» un coño: soy capaz de apostar los discos de The Beatles de Sandra Mikele, a que estos idiotas no saben siquiera que Puerto Rico es una isla. Son los mismos idiotas cuya imagen del pueblo valenciano debe parecerse mucho a la de los hombres y mujeres que limpian el suelo y los baños del Sambil Valencia, que no habrán pisado jamás el centro de Caracas, pero se conocen de memoria el Sambil de la capital, y para los que Barquisimeto es una gran ciudad desde el día en que se inauguró esa joya arquitectónica que es el Sambil en forma de instrumento musical. Una de dos: o jamás escucharon un disco de Calle 13 y juran que Atrévete Te-Te es un reguetón compuesto por Manuel Rosales; o lo escucharon, pero igual no entendieron un carajo, y no se han dado cuenta de que fueron retratados en Gringo latin funk, del disco Los de atrás vienen conmigo.

Gringo latin funk. Calle 13.

Anticipándose a la polémica que se ha desatado luego de los MTV, Residente escribía el 16 de septiembre: «Los medios no me usan, yo uso a los medios. Hay que saber dar el mensaje. De lo contrario el mensaje se queda corto, entre ‘intelectuales'». Residente habló «malo» y el mensaje llegó: «Parte de la propuesta era que yo hablara malo, lo que pasa es que la gente se vive el personaje mío como si yo fuera así todo el tiempo… La manera de expresarme hacia los jóvenes es pensando en que quiero llegarles más rápido todavía, en que me hagan caso», declaró el sábado 17 de octubre a un impreso puertorriqueño.

El mensaje también le llegó bastante rápido al mismísimo Fortuño, quien declaró, indignado: «A todos los puertorriqueños les tiene que indignar profundamente esa chabacanería… En ningún sitio del mundo uno puede pararse en un micrófono porque te lo pongan delante a decir chabacanerías, a insultar gratuitamente y a decir malas palabras. ¿Qué es lo que le estamos enseñando a nuestros hijos?». ¿Entonces tú le enseñas al hijo tuyo que despedir a veinte mil personas es algo bueno, no importa si durante la campaña electoral prometiste que no despedirías a nadie? Bendito. Tremenda figura paternal. Algo semejante fue lo que respondió el Visitante de Calle 13: «¿No te parece un insulto la mentira? Los insultos del gobierno dejan sin trabajo». Y ésta otra: «¿Qué es peor… una ‘mala palabrita’ o que no le puedas dar lo que antes le dabas a tu familia?».

Pero a esta hora, el premio a la reacción más patética se lo lleva la Cancillería colombiana, que concedió al Residente el estatus de asunto de Estado: a través de un comunicado, expresó «su indignación por la divulgación de un mensaje injurioso en contra del presidente Álvaro Uribe, el cual se encontraba estampado en la camiseta…». Pero no sólo reincidió en la misma trampa retórica de Fortuño, según la cual el mensaje iba dirigido contra todo Puerto Rico: «El mensaje presenta un contenido ofensivo y calumnioso en contra del Presidente de los colombianos, lo cual constituye un agravio para su buen nombre e investidura y además es un irrespeto a la dignidad de nuestros connacionales». También MTV se llevó su jalón de orejas: «El Ministerio de Relaciones Exteriores respetuosamente sugiere a las directivas del canal observar con mayor detenimiento las manifestaciones con alto contenido político que se hacen dentro de un escenario que se destaca por promover el arte musical». En respuesta, Residente escribió el 18 de octubre: «El presidente de Colombia no es Colombia. ¡Colombia es mucho más que un presidente!» Un día antes, Visitante había respondido con fina ironía: «La camisa decía: ‘Uribe para bases militares’… Las imágenes que se ven en las nubes son proyecciones de uno mismo». Sí chico, eres un pa-ra-co.

III.- Vente pa Venezuela… ¡Cabrón!
Otro de los tópicos preferidos de la juventud bien, es uno que nos aprendimos de memoria hace un buen tiempo: cualquier extranjero que medio se atreva a medio manifestar su apoyo aunque sea el más tibio a la revolución bolivariana, es un cabrón insoportable y desinformado, que no tiene ni la más puta idea de lo que ocurre en Venezuela. Luego del relámpago de insultos – que no serán ya «malas palabras», sino oportunas expresiones de legítima indignación -, el aguacero de explicaciones: esto es una dictadura, esto es una dictadura, esto es una dictadura, todo el mundo con el paso del robot, todo el mundo con el paso del robot, todo el mundo con el paso del robot. Comentarios de este tipo, peculiar versión del chovinismo más ramplón, inundaron el Twitter de Residente. Siéntete orgulloso, pueblo venezolano, un puñado de jóvenes valerosos te han representado dignamente:

– «¡Te reto a vivir un año en Venezuela ganando sueldo mínimo!», apuntó una.
– «Habla claro mariquete. ¿Has estado más de un mes en Venezuela», escribió otro desde ¡Miami!, el mismo que luego remató con estas dos:
– «Cuando quieras vas a Venezuela y te enseño por qué no soy chavista».
– «… tú
crees que sabes, pero no tienes ni idea de lo que se vive allí…«.
– «Sabes que lo de Venezuela no me pareció gracioso, a ti no te han mandado a echar gas del bueno y que te metan preso», escribió otra, que se largó las seis siguientes:
«Como lo hizo Chávez con los estudiantes, y que las universidades de Venezuela no tengan presupuesto«.
«Tú no vives en Venezuela, no sabes lo que es la division que ha creado Chávez, familias separadas por la política«.
– «No me pareció gracioso lo de Chávez, pana, te vendiste«.
– «Hay gente que no es afecta a Chávez y te adora, no fuiste imparcial. Gente que tiene a sus familiares presos por política».
«¿Y tú sales con una franela que Chávez es lo mejor? Los heriste de pana«.
– «Sinceramente es difícil que entiendas algunas cosas, yo vivo en la frontera de Venezuela y Colombia y aquí sí se ve la realidad«

Hagamos un minuto de silencio en honor al corazón herido de la niña.

Listo.

Seguimos.

– «Y a mí qué coño me interesa el gobernador de Puerto Rico». Esta expresión es bastante típica. El mismo tipo se lanzó esta otra perla:
– «
Calle 13, succiónaselo a Simón Bolívar… Si es que tiene pene…«. Una lindura.
– «¡Sí que eres cabrón! ¡Vente pa Venezuela, así se lo chupas a Chávez!«, escribió otro, que también escribió éste:
«Es de pinga hablar lo que hablas y estar todo el tiempo en hoteles de lujo, comida VIP, sin pasar necesidades, pajuo«, e inmediatamente después le escribió nada más y nada menos que a… ¡Alberto Federico Ravell!:
«Ese es un pajuo más, hablando boberías, montado en Mercedes y comiendo bien, pero ‘comunista’ así yo también». Horas antes, Ravell se preguntaba:
– «¿
El gobierno permitirá los conciertos de Calle 13 en Caracas después de que uno de los del dúo sacara la franela esa anoche?» Memorable.
– «¡¡¡
Ojalá te vaya bien en estos dos países que irrespetaste, pajuo!!!«, continuó el que hizo la pausa para escribirle a Ravell, refiriéndose a Venezuela y Colombia. De pronto, sucedió algo inesperado: Residente le respondió:
– « Te llevo hermano… afuego». Y hasta allí le duró la altanería al hombre:
– «
Igual mi hermano. ¡Afuego! Paz…». Qué charlatán mi hermano.

Ya está bueno, ya está bueno. ¿O quieren más? No, ya está bueno. Dejen el morbo.

Vámonos con un comentario de Residente que resume su postura sobre el asunto: «El hecho de que yo no esté de acuerdo con los pensamientos de alguien no quiere decir que esté mal informado… ‘Cada cabeza es un mundo'».

Voy yo: el hecho de que la colérica juventud antichavista esté no sólo tan desinformada, sino tan profundamente divorciada de lo que acontece en Venezuela, no quiere decir que nos van a venir a convencer de que su pequeña cabecita es el mundo.

Antes de saltar a la última parte de este artículo, va la pregunta: y entonces, ¿quiénes son los que insultan?

IV.- Residente no es antichavista.
Decidí reservarme el tercer tópico para lo último, porque es el que genera más quebrantos, sobresaltos, arritmias, angustias y temores entre la juventud linda de Venezuela: ¿Calle 13 es chavista?

De una vez la respuesta, para evitar males mayores: no.

(Alivio).

Pero tampoco es antichavista.

(¡Cómo! Ay dios mío, me va a dar algo).

He aquí el primer comentario que escribió el Residente, una vez concluidos los MTV: «Saludos… Ya terminaron los premios… Perdón si los ofendí… No soy anti chavista… Soy pro pueblo. Quiero a Puerto Rico libre».

Cierto: el hombre portó aquello de «Chávez nominado mejor artista pop» y soltó lo de Simón Bolívar antes de dejar el escenario. Pero también escribió, el 17 de octubre: «La camiseta de Chávez que usé pa los MTV fue ambigua, indeterminada, doble lectura, confusa, agridulce… Viva Venezuela». Horas después, remató: «Lo más cabrón es que dicen cosas que no dije… Yo no he hablao de Chávez… Me puse una camisa pa que la interpreten como quieran».

Epa Residente, así la interpreté yo: en Venezuela nos gusta cuando el zambo canta popular. Por eso lo hemos nominao varias veces y por algo siempre ha ganao.

ésta es una democracia y el pueblo elige
si revolución es lo que el país exige
es porque lo que tú no dijiste yo lo dje

La crema. Calle 13.

El mío, prepárese, porque cuando vuelva pa Caracas le van a caer encima. Te van a sacar lo de las «malas palabras», te van a acusar de desinformado y te van a suplicar que hables mal de Chávez.

Preséntese en el tal Sambil y represente. Pero sólo en Tiuna el fuerte Calle 13 está en la casa.

Afuego.

Julius Fucik: carácter, buen humor, alegría


(Les dejo mi tercera contribución con el diario Ciudad CCS, publicada en la edición de ayer jueves 3 de septiembre. Tiene que ver con una verdadera joya, una que estuve persiguiendo durante mucho tiempo. Me topé con ella en Cumaná, de pura casualidad, hace unos pocos días. Debo a la tía Elsie la gentileza de compartirla conmigo, previo compromiso de que la devolvería en perfecto estado. Es la historia de Julius Fucík.

Les adelanto: resulta que puede leerse, íntegra, en línea. Abajo les dejo el enlace.

Salud).

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En un par de sentadas me leí, con unos cuantos años de retraso, uno de esos clásicos que todo militante debe leerse digamos que a los 18 años: Reportaje al pie de la horca, de Julius Fucík. Detenido por los nazis la noche del 24 de abril de 1942, en su natal Praga, antigua Checoslovaquia, Fucík fue ejecutado en Berlín, el 8 de septiembre de 1943.

Más que entrar en detalles sobre las extraordinarias circunstancias en que fue escrito y luego publicado; más que hacer la reseña sobre su destino ulterior – primero ensalzado por la propaganda soviética, luego cuestionado y olvidado en la era pos-soviética -, vale la pena resaltar aquello que hace del Reportaje un texto ejemplar e imperecedero.

Si tuviera que resumirlo en una sola palabra, diría que el Reportaje es un texto rebosante de carácter. Es el relato escrito por un hombre que sabe próxima e inevitable su muerte, que es sometido a torturas incesantemente, y que sin embargo es capaz de reunir arrestos para enviar un mensaje a sus camaradas de la resistencia contra la ocupación nazi: “Sólo pido una cosa: los que sobrevivís a esta época no olvidéis… Reunid con paciencia testimonios sobre los que han caído por sí y por vosotros. Un día, el hoy pertenecerá al pasado, y se hablará de una gran época y de los héroes anónimos que han hecho historia. Quisiera que todo el mundo supiese que no ha habido héroes anónimos. Eran personas con su nombre, su rostro, sus anhelos y sus esperanzas…”.

Carácter que se expresa en el buen humor que Fucík es capaz de expresar a lo largo de su relato. Eso es, tal vez, lo que más sorprende y cautiva de la lectura del Reportaje: que no se trata de un relato lúgubre y apesadumbrado, a pesar de todo. Al contrario, es un canto a la alegría: “Amaba la vida y por su belleza marché al campo de batalla… Que la tristeza jamás se una a mi nombre”.


Carácter, buen humor y alegría, a pesar de todo. Por eso las palabras de Fucík perviven, aún cuando Checoslovaquia ya no sea una, sino dos, y aunque la Unión Soviética se haya venido abajo. Carácter es entender que nuestro socialismo será el nuestro o no será. Y esa tarea habrá que acometerla con buen humor y alegría. Falta de carácter es presumir que el viejo estalinismo aún tiene algo que enseñarnos, tanto como resulta un mal chiste ese ejercicio al que es tan proclive la intelligentsia opositora: el de comparar la revolución bolivariana con el nazismo o el totalitarismo. Ya han usufructuado el nombre de Hannah Arendt. Sólo falta que se inventen el Premio Julius Fucík al periodista heroico.

Las hordas y la opsoición


Recién ayer conversábamos entre amigos que extrañábamos los tiempos en que la oposición en pleno, sin ningún rubor y en pleno apogeo de su estrategia confrontacional y violenta, le dedicaba una buena parte de su tiempo y esfuerzo a llamarnos hordas. Como que es verdad eso que dicen: todo tiempo pasado fue mejor. Ah, aquellos años de golpe de Estado, sabotaje petrolero y guarimba. Entonces, nos hicimos expertos en el desmentido y la denuncia indignada: no somos como ustedes dicen. Pero siempre hay un pero: de manera casi inadvertida, ocurrió lo que en otra parte he llamado un «giro drástico de la estrategia propagandística opositora». Mejor tarde que nunca: en algún momento de la historia comprendieron que tenían que parecerse a nosotros para ir creando las condiciones que hicieran posible nuestra derrota. No hace falta decirlo: por eso es tan importante que seamos capaces de identificar esos – y otros – giros estratégicos.

La cosa es en serio: uno escucha a algunos cámaras y ciertamente pareciera como si extrañaran aquellos años en que había dos opciones tan claras que eran casi transparentes: uno le arrimaba el hombro al zambo o engrosaba las filas de quienes deseaban tumbarlo. ¿Mantenerse al margen? Muy difícil. Nadie hablaba de derecha endógena ni de chavismo popular. Los encuestólogos no habían tenido tiempo de inventar aquello del chavismo light. Sí: aquellos años en que los adecos perdieron el derecho a marchar por el centro de Caracas porque esas calles son del pueblo y punto. Porque nadie tiene derecho a meterle un tiro al tipo que yo elegí como Presidente. De un lado las hordas. Del otro los escuálidos.

Compárenlo con 2002: ya casi ninguno nos dedica ese piropo: hordas chavistas. ¿Quiere decir esto que ha cesado la sistemática campaña de criminalización a la que ha sido sometido el chavismo? ¿Quiere decir, acaso, que el discurso opositor ha revertido su tendencia a la deshumanización del chavismo? Por supuesto que no. Sospecho que ha sucedido algo próximo a lo siguiente: mientras nosotros cedemos a la tentación de entregarnos al interminable, estimulante e interesantísimo debate sobre si debemos o no llamarnos chavistas, la máquina propagandística opositora ha avanzado un terreno considerable en identificar al chavismo con el mal, la muerte, la oscuridad, el pasado, la ineficiencia, el robo, la violencia, el abuso, lo inmoral, la mentira y cualquiera puede agregar acá lo que haya omitido. Mientras tanto, la misma oposición que en algún punto supo transmutarse en cuasi-chavista, ahora es popular – sobre todo popular, democrática, libertaria y defiende la Constitución. Sólo falta que se llame a sí misma revolucionaria. Es decir, la oposición reúne todas las virtudes – y otras más – que alguna vez pudieron definir al chavismo.

¿A dónde voy? Espérense ahí, que ya llegué: ¿para qué decirnos hordas chavistas, si ya el vocablo «chavistas» incluye lo de hordas? Establecida esta relación de identidad, sólo basta identificar cualquier acto, iniciativa o persona con el chavismo y los calificativos empiezan a sobrar: un acto chavista es un acto ineficiente, una iniciativa chavista es una iniciativa inmoral, tanto como una persona chavista es violenta, abusiva, mentirosa o malvada. Si un cámara incurre en el error de atacar violentamente a un periodista, no será tratado como un cámara que cometió un acto censurable y por el cual tendrá que responder ante quien corresponda. No. Será tratado como un chavista. ¿Acaso no es exactamente eso lo que se está haciendo hoy contra Ávila TV? ¿Acaso todo el chavismo no es exactamente igual? Dicho de otra forma: ¿acaso todo chavista no procederá, tarde o temprano, de la misma manera?

La eficacia de la máquina propagandística opositora se mide, en parte, por esta capacidad de nombrar: el poder de nombrar la realidad a su antojo, que es otra forma de producirla. No importa si usted me habla de la Ley Orgánica de Educación, de Diosdado Cabello, del consejo comunal del barrio El 70, del Diario Vea, de Vive TV, de Jacinto Pérez Arcay o de Ávila TV: todo eso es sinónimo de chavismo y por tanto significa exactamente lo mismo.

Pero las máquinas se atrofian, dejan de funcionar. Para eso, insisto, hay que comenzar por aprender cómo funcionan: desentrañar su lógica en este caso homogeneizante, que aplana las diferencias y los matices, que generaliza, que le apuesta a la dificultad para distinguir, que suprime todo lo que de extraordinario, irregular, incierto y diverso hay en el chavismo. No está de más decirlo: si el chavismo oficial pretende combatir a la máquina opositora replicando su lógica, está perdido de antemano.

Las máquinas se atrofian, y a veces esto sucede literalmente. En eso pensé cuando revisaba la web del furibundo El Nacional y noté que había tomado una curiosa iniciativa: hablar de «opsoición», en lugar de oposición. Ah, seguro que pensaron que había sido un error de trascripción mío. Pues no: ha sido una iniciativa de El Nacional. Quién sabe: después de tanto enconado esfuerzo puesto al servicio de la criminalización y eventual aniquilación de las hordas chavistas, seguro se creerán con el derecho de autodefinirse como les dé su real gana, aunque para ello deban inventar una nueva palabra.

Web de El Nacional, viernes 14 de agosto de 2009. Nótese la palabra encerrada en el recuadro rojo.

Golpe de Estado en Honduras y mentalidad colonial: Apóyanos, Obama


Isabel Rauber ha realizado el análisis más lúcido sobre las implicaciones del golpe de Estado en Honduras. Según Rauber, «el disfraz ‘democrático’ del golpe de Estado anuncia el nuevo estilo autoritario de los poderosos y desnuda el contenido de su ‘democracia’ de mercado… No es la vuelta al pasado, no hay que equivocarse: es el anuncio de los nuevos procedimientos de la derecha impotente. El neo-golpismo es ‘democrático’ y ‘constitucional’. Honduras anuncia por tanto la apertura de una nueva era: la de los ‘golpes constitucionales'». Sobre éstas y otras apreciaciones tendríamos que volver en artículos posteriores, porque aportan algunas claves interpretativas sobre los procedimientos y las estrategias de lo que en otra parte he llamado una nueva derecha. Quiero decir: habrá momentos para llegar hasta el fondo del asunto.
Lo que ahora me parece digno de mención es lo que permanece en la superficie de este «nuevo estilo autoritario» de lo que también Rauber califica como «derecha impotente». Me refiero al ultra-chovinismo que destilan las páginas de los diarios que apoyan el golpe de Estado, particularmente de El Heraldo, La Prensa y La Tribuna.
Si ya empezábamos a acostumbrarnos a la manipulación de la imagen de Chávez en las campañas electorales de todo el continente, la prensa golpista hondureña ha ido mucho más allá: en buena medida, la movilización de la base social de apoyo al golpe de Estado, esa parte de la sociedad hondureña que legitima el acto de fuerza, se fundamenta en la demonización del presidente venezolano y hasta en un furor antivenezolano – y en menor medida antinicaragüense y anticubano – sin duda inédito, que supera incluso las manifestaciones de supremacismo – racial y de clase – que es propio de las elites santacruceñas en Bolivia. Casi podría decirse: si Chávez no existiera, la prensa golpista hondureña habría tenido que inventarlo. La manera correcta de plantearlo sería: precisamente porque existe Chávez, es necesario inventar una imagen de Chávez que se adecue a los intereses de la oligarquía hondureña. Así, Chávez – y lo que es peor: el chavismo, Venezuela, los venezolanos – aparece en la prensa golpista hondureña, al mismo tiempo, como horizonte incierto y amenaza latente. Como sólo es capaz de decirlo un idiota como Carlos Alberto Montaner: «Zelaya arrastraba a Honduras al chavismo«. De allí que las manifestaciones a favor de la dictadura se realicen en nombre de la paz y la democracia y en contra de Zelaya y Chávez.

Publicado en el diario hondureño La Prensa, 2 de julio de 2009.

Publicado en el diario hondureño La Prensa, 3 de julio de 2009.


Publicado en el diario hondureño La Prensa, 4 de julio de 2009.

Publicado el el diario hondureño El Heraldo, 4 de julio de 2009.

No debe sorprender en lo absoluto que este ultra-chovinismo antivenezolano sea replicado por la prensa opositora venezolana. En lugar de detenernos a revisar si la prensa vernácula ha calificado al golpe de Estado como lo que es, pongamos atención en lo realmente relevante: la absoluta sincronía entre las líneas editoriales de la prensa antidemocrática de ambos países en relación con el tema de la injerencia – la intromisión, las amenazas, etc. – de Chávez en los asuntos internos de Honduras. El enemigo-Chávez que se entromete y pretende instaurar una dictadura en el país centroamericano, es el mismo enemigo-Chávez que se entromete en todos los asuntos de nuestra vida – ni siquiera nuestros hijos están a salvo, mucho menos nuestra propiedad privada – e impone a sangre y fuego su dictadura totalitaria. Chávez, el entrometido, el injerencista, es un cuerpo extraño para la oligarquía venezolana, tanto como lo es para la oligarquía hondureña. El enemigo-Chávez es un cuerpo extraño que amenaza la salud de la democracia en el continente.

Caricatura de Rayma, publicada por el diario venezolano El Universal, el 2 de julio de 2009.

Si bien es cierto que la prensa golpista hondureña grita hoy al mundo lo que la prensa golpista venezolana ya gritó a los cuatro vientos en 2002 – ¡No hubo golpe! – no es menos cierto que la prensa golpista hondureña dice hoy lo que la prensa opositora venezolana – y la de varios países del continente – no puede decir, por no existir aún las condiciones. De allí que todos los ojos de las oligarquías – y de sus respectivas intelligentsias – estén puestas sobre ella: porque ella elabora hoy el nuevo lenguaje de la derecha impotente continental. Nuevo lenguaje que quizá, en el mejor de los escenarios, no pase esta vez de balbuceo, pero que constituye ya un ensayo inestimable, del que los poderes fácticos sabrán sacar las debidas conclusiones.

Con todo, este nuevo lenguaje de la derecha impotente termina apelando a la solidaridad – sin la cual no puede sostenerse – de las viejas fuerzas, y allí radica en parte su impotencia. Una muestra de ello es el penoso editorial de El Heraldo, de este sábado 4 de julio, que cierra con el siguiente párrafo: «Pero la más reciente oportunidad que se le presenta a Obama para llevar a la práctica su promesa de cambio en su política exterior y en su compromiso con la democracia está en Honduras, donde su posición final podría inclinar la balanza hacia uno u otro lado de las partes que crearon el difícil momento en que vivimos».

Penoso. Vergonzoso. En parte, la impotencia de la derecha continental, con todo y su nuevo lenguaje – que es preciso, vital, saber identificar – reside en ese lastre insuperable: esa mentalidad colonial que les impulsa irremediablemente a denunciar las supuestas injerencias de Chávez, mientras se arrodillan para lamerle los zapatos al Presidente de Estados Unidos.

Táctica y estrategia según un viejo militante


Entre viernes y lunes pasé tantas horas en un autobús, que cuando me senté esta tarde a leer la prensa me sentía agotado, aturdido y desorientado. Por esa sola razón, decidí otorgarle el beneficio de la duda a Gabriel Puerta Aponte. El Universal publicó hoy una entrevista al dirigente de Bandera Roja, y la tituló con una frase del viejo militante: «Debemos iniciar las luchas sociales y dejar el electoralismo».

Puerta Aponte sentenció: «Se necesita una dirección que tenga claridad sobre el juego de la táctica y de la estrategia y de los objetivos finales, sobre la naturaleza real de los cambios que deben impulsarse y que tenga el suficiente aplomo como para no irse demasiado adelante. Hay que mantener el ritmo, el momento de cada cosa llega. Cuando haya que dar una respuesta en un terreno que se salga un poco de este margen, siempre la trataremos de dar dentro del marco democrático».

Muy bien, muy bien. Pero lo que todos queremos saber es: ¿en qué consiste este «juego de la táctica y de la estrategia»? He aquí el ejemplo que emplea Puerta Aponte:

«Por ejemplo, si tiran bombas lacrimógenas en una marcha, ¿qué se hace?, se las regresas, les tiras una piedra, respondes a la agresión con medios similares».

Un momento, un momento… debe ser el aturdimiento del que ya les hablé. Otra vez: ¿en qué consiste este «juego de la táctica y de la estrategia»?

«Por ejemplo, si tiran bombas lacrimógenas en una marcha, ¿qué se hace?, se las regresas, les tiras una piedra, respondes a la agresión con medios similares».

Táctica y estrategia de un viejo militante de izquierda que quedó para enseñarle a los niños y niñas-bien el arte de tirar una piedra.

Cámaras: agotados, aturdidos y desorientados, pero por lo menos nos montamos en el autobús de la historia.

Fe de erratas


La entrada intitulada La enmienda y la vida… y algo de beisbol, apareció publicada aquí sin una de las imágenes que mejor le iban. Inevitable: aquella fue escrita el pasado jueves 29 de enero, y ésta aparece publicada hoy, martes 3 de febrero, en El Universal.

Es que, tú comprenderás, estamos adelantados a los acontecimientos.

Y por si aún no se lo creen, vean esta otra imagen, publicada en el mismo diario el día de ayer, 2 de febrero de 2009, y díganme si no hubiera podido acompañar dos entradas publicadas aquí hace unos meses: ¿Una nueva derecha? (del 26 de agosto de 2008) y Noticias de antier: pitiyanquismo y más sobre el «antitotalitarismo (del 17 de septiembre de 2008).


Para refrescar la vista, vámonos con una del cámara Eneko, del 2 de febrero de 2009.

Con demasiada frecuencia, detrás de un criminal de guerra se escuda esa parte de la sociedad que lo ha parido, amamantado y formado. Luego celebra y aplaude sus victorias, sus crímenes. Las más de las veces, guarda un silencio cómplice, celebra en silencio, por aquello de las formas «democráticas». En Venezuela, parafraseando la famosa frase de Goya, habría que decir: el sueño de nuestros «demócratas» y «antitotalitarios» engendra monstruos.

Adaptada a Venezuela, en la base del triángulo invertido de la imagen de Eneko, aparecerían no las botas militares, sino los señorones y las señoronas que se reproducen a partir del mismo tronco criminal. Aquí marchan adelante, enseñoreándose de la lucha contra «gorilas» y «nazis», soñando con reproducirse en uniformes verdes y botas militares que terminen de una vez por todas con esta «dictadura».

11 de septiembre: Imperio y neoliberalismo armado


Para quienes estén interesados en abordar este acontecimiento desde una perspectiva menos «periodística» y por lo tanto más informada, comparto con ustedes dos artículos del cámara Miguel Ángel Contreras, que se encuentra trabajando en un libro sobre el tema.

El primero, Imperio y fin de siécle. El 11 de septiembre: una perspectiva crítica, «se propone mostrar la estrategia de seguridad y defensa del Gobierno de Estados Unidos, instrumentada tras los ataques del 11 de septiembre de 2001. Primero se exponen los supuestos del «Proyecto para un Nuevo Siglo Americano», sus tácticas y objetivos fundamentales. En segundo lugar se presentan los vínculos entre esta estrategia y el proyecto de reestructuración global, enfatizando los objetivos implícitos del globalismo imperial. En tercer lugar se exponen las justificaciones racionales de guerra justa contra el terrorismo y los dispositivos jurídicos que fundamentan la intervención. Por último, se destacan las efectuaciones prácticas de reordenamiento de los territorios, las economías y las subjetividades, bajo el principio de neoliberalismo armado y retomando la noción de homo sacer de Giorgio Agamben».

Fue publicado en Cuadernos del Cendes, año 24, N° 64, tercera época, enero-abril de 2007. Para leer (o descargar), ir aquí, a la página de los cámaras del Grupo Pensamiento Crítico Latinoamericano.

El segundo, más reciente, se intitula El proyecto neoconservador y el 11 de septiembre: en memoria de Norbert Lechner. Aquí se «establece la relación entre el pensamiento neoconservador y la política exterior estadounidense instrumentada después del 11 de septiembre de 2001. Primero se muestran los orígenes del pensamiento neoconservador en el contexto de la Guerra Fría. Luego se presenta la programática neoconservadora como respuesta a la irrupción de los movimientos contraculturales en la década de los sesenta. En tercer lugar se explica la crítica neoconservadora a la modernidad occidental. Después se analiza la ofensiva neoconservadora desde el 11 de septiembre de 1973 y los procesos de reestructuración que induce. Por último, se establece la relación entre el «Proyecto para un nuevo siglo americano» y la política exterior de los Estados Unidos en el contexto del 11 de septiembre de 2001″.

Éste fue publicado en Cuadernos del Cendes, año 25, N° 67, tercera época, enero-abril de 2008. Para leer, ir aquí, a la versión publicada por los amigos de sociologando.org.ve.

Miguel Ángel Contreras estará dictando una conferencia este jueves 11 de septiembre de 2008 a las 5 pm, en el Centro Internacional Miranda (Residencias Anauco Suites, PH. Parque Central). El título: El 11 de septiembre y su doble significado: neoliberalismo armado, reestructuración global y construcción democrática. Desafíos y dilemas.

Epa Miguel, te adelanto mis preguntas (todas apuntan en la misma dirección): ¿cuál es la relación entre el discurso neoconservador y el discurso antitotalitario de la derecha venezolana? ¿Cómo se explica el hecho de que la mayoría de la prensa venezolana (incluída la regional) le dedique la portada del día de hoy a los aviones de combate rusos en la Base Aérea Libertador (Aragua), mientras silencia deliberadamente las pruebas presentadas el día de ayer por Mario Silva, y que dan cuenta de preparativos para un intento de magnicidio? ¿El gobierno venezolano debe ser señalado como culpable de fomentar, irresponsablemente, una nueva guerra fría? ¿Acaso no es el discurso antitotalitario, del tipo Hanna Arendt y Carl Friedrich, característico del ambiente intelectual de la segunda posguerra, y por tanto de los tiempos de la guerra fría? ¿Quiénes pretenden recrear, entonces, el discurso del tipo guerra fría? ¿El amplio despliegue mediático del juicio en Miami a propósito del maletín de Antonini; las críticas contra la Ley Orgánica de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana y el protagonismo de personajes como Rocío San Miguel; y las persistentes declaraciones del mal llamado «zar antidrogas» estadounidense, John Walters, no forman parte de una estrategia orientada a declarar a Venezuela como un Estado «paria» o «forajido»?

Ahí te lo dejo.

Salud.

¿Una nueva derecha?


(Leerse como lo que es: un conjunto de dudas, interrogaciones, anotaciones, sospechas; tentativas de un plan de trabajo inacabado).

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1.
Tal vez sea cierto que una nueva derecha sólo sea concebible como el opuesto de algo que merezca llamarse nueva izquierda. Pero hasta la «nueva» izquierda se ha convertido en una vieja fórmula. Y no nos interesan las viejas fórmulas.

Nos interesan, eso sí, las izquierdas que aquí y allá, más temprano que tarde, se distinguieron por su crítica de la falsa dialéctica que obligaba a optar entre capitalismo o socialismo estalinista. Nos reconocemos en la larga y vieja tradición que se remonta a Trotsky, y aún al Lenin de la Carta al Congreso («El camarada Stalin, llegado a Secretario General, ha concentrado en sus manos un poder inmenso, y no estoy seguro que siempre sepa utilizarlo con la suficiente prudencia»), y más atrás, a la luminosa y fundamental Rosa Luxemburgo de La revolución rusa, texto en el que polemiza con Lenin, y en el que señala las tensiones que atraviesan la experiencia soviética desde sus inicios: «El sistema social socialista sólo será y sólo puede ser un producto histórico, nacido de la escuela misma de la experiencia, en la hora de la realización, del devenir de la historia viva, la cual… tiene la buena costumbre de producir junto a una necesidad social real siempre también los medios para su satisfacción, a la par que las tareas también las soluciones. Planteadas las cosas en estos términos, está claro que el socialismo no puede imponerse… Como premisa del socialismo hay una serie de medidas de fuerza… Lo negativo, el derribo, puede hacerse por decreto. La construcción, lo positivo, no. Tierra virgen. Mil problemas. Sólo la experiencia puede corregir y abrir nuevos caminos. Sólo una vida en ebullición sin trabas encuentra mil formas nuevas, improvisaciones, emana fuerza creadora, corrige ella misma todos los errores. La vida pública de los estados en los que la libertad está limitada es tan estrecha, tan pobre, tan esquemática, tan estéril, precisamente porque al suprimir la democracia se clausura la fuente viva de toda riqueza y de todo progreso espiritual… Igual que políticamente, también económica y socialmente. Las masas populares en su conjunto deben participar. En caso contrario, el socialismo se decreta, se impone desde la mesa de gabinete de una docena de intelectuales».

Sobre estas reflexiones de Rosa Luxemburgo analizaba Toni Negri en El poder constituyente: «En el difícil juego entre movimiento de las masas e iniciativa del partido toma ventaja el partido: esta superdeterminación del partido respecto a las masas significa la derrota de la democracia y la afirmación de una gestión dictatorial y burocrática».

El futuro del «socialismo del siglo XXI» se definirá en ese «difícil juego». ¿Cómo va el juego?

2.
Uno de los rasgos característicos de una nueva derecha venezolana sería su apropiación del discurso antifascista y antitotalitario. A la vez, una de sus principales falencias sería su casi absoluta dependencia del uso de las analogías históricas: una y otra vez sus portavoces anuncian haber descubierto, por ejemplo, puntos de coincidencia inocultables entre Hitler y Chávez, entre el nazismo y el chavismo. A ellos se refería Walter Benjamin cuando afirmaba: andan «en el pasado como en un desván de trastos, hurgando entre ejemplos y analogías”. Manuel Caballero es un verdadero experto en estos asuntos. Lo hace a menudo desde su columna semanal en el diario El Universal. No pudo evitar hacerlo a propósito de su incorporación como individuo de número de la Academia Nacional de la Historia, en 2005.

En su discurso, don Caballero recordó cómo en la Italia de Mussolini se «convirtió la celebración del centenario de la muerte del Libertador también en ocasión de propaganda del régimen. Donde no faltó la exaltación del duce latinoamericano, el césar democrático, genio de la latinidad y fascista avant la lettre. De modo que no es sólo en Venezuela o en América Latina donde se ha utilizado la figura del Libertador como instrumento de legitimación política del autoritarismo». Nos recordó también que el afán por «abolir la historia» no es exclusivo ni original de «los venezolanos», sino que «se trata de una invención de los regímenes totalitarios, pero muy en especial del fascismo alemán». Y ponía un ejemplo: «En su condición de ocupante de la Francia vencida, Hermann Goering lo expresaba así en 1940: ‘Se debe borrar el año 1789 de la historia'». Acto seguido citaba a Alfred Rosenberg: «Toda la historia de un pueblo se resume en su primer mito». Y a continuación de nuevo la analogía: «Es decir que toda la historia de un pueblo, y más aún, de toda la humanidad, no es más que un monstruoso accidente interpuesto entre la parusía de dos mitos. En el caso alemán, entre Sigfrido y Hitler; en el venezolano, entre Bolívar y quienquiera que pretenda vestir las ropas del sucesor, del profeta, de la reencarnación del mito».

La ventaja, si así puede llamársele, o más bien la trampa que se esconde tras este ejercicio intelectual, es que el aventajado se exime de toda explicación: en ningún momento nos explica en qué consiste el totalitarismo del régimen chavista. Al contrario, debemos acostumbrarnos a cierta lógica expositiva del tipo: Chávez es autoritario y fascista porque utiliza a Bolívar para legitimarse políticamente, como lo hizo Mussolini; o bien: Chávez es autoritario y fascista porque pretende abolir la historia, como lo hizo Goering; o ésta otra: Chávez es como Hitler, porque nadie más que Bolívar puede ser como Sigfrido. Al final de su discurso, y refiriéndose a un relato de Par Lagerkvist, concluye don Caballero: «Pocas veces hemos leído una sátira más certera sobre lo que el fascismo, en especial el alemán, llegó a hacer con su pueblo; pocas veces hemos visto descrito con más vivos colores la empresa que todo fascismo, todo totalitarismo, todo militarismo, emprende con su pueblo: reducirlo al estado de niñez mental. Acríticos, sumisos si bien llorones, obedientes al Padre Protector, crueles y despiadados». De lo que se desprende que el pueblo chavista se encuentra reducido, como el alemán, al estado de niñez mental: sumiso, despiadado, etcétera.

Así es muy fácil declararse «antifascista» y «antitotalitario», suponiendo como un hecho consumado, más allá de toda verificación, precisamente aquello que hay que explicar: al margen de toda abstracción y generalización, ¿qué sería lo específicamente fascista del chavismo? ¿O acaso el uso y abuso del apelativo se corresponderá, como puede sospecharse, con una empresa intelectual orientada a la negación radical de cualquier singularidad y potencialidad revolucionarias del chavismo, y a su inscripción arbitraria en la mediocre regularidad de los regímenes antidemocráticos? Imposible no recordar al Jean Pierre Faye de La crítica del lenguaje y su economía, que relee incrédulo los desatinos en que incurre Hannah Arendt en Los orígenes del totalitarismo: «Para Hannah Arendt la comparación Hitler-Stalin se extiende por contagio a un perpetuo paralelo nazismo-bolchevismo. Desde la tercera página de su libro, en la edición francesa, nos topamos con formulaciones como ésta: «Es comprensible que un nazi o un bolchevique…» Esa retórica prosigue sin descanso. Su consecuencia lógica es dejar entender por repetición que los hombres antes de Hitler eran semejantes a los hombres de antes de Stalin… ¿Por qué no un paralelo entre Hinderburg y Lenin, entre Röhm y Trotsky? Pero, precisamente, se llega a ello. El capítulo sobre «El totalitarismo en el poder» se abre con la serie de los siguientes equívocos: «Encontramos en el slogan de Trostsky: revolución permanente, la caracterización más adecuada»… ¿De qué? «De la forma de gobierno que engendraron los dos movimientos»; o sea, bolchevismo y nazismo, desde luego. Y se desemboca en esta enormidad: «En lugar del concepto bolchevique de revolución permanente, encontramos la noción de selección racial, que nunca conocerá tregua» (!)» (Faye no puede más que exclamar).

Una «enormidad» es una de las secciones que puede encontrarse en la página web soberanía.org, intitulada sugerentemente Crónicas del fascismo en Venezuela. Siguiendo un procedimiento muy similar al empleado por Manuel Caballero, uno de sus más activos colaboradores, José Rafael López Padrino, dedica su puntual esfuerzo a denunciar ante el mundo que en Venezuela impera un «socialismo fascista». Lo curioso es lo que se experimenta al leer varios artículos de López Padrino: los efectos secundarios del lenguaje profundamente violento del mismo autor y su impresionante despliegue de pasiones tristes. En lugar de encontrar una explicación de lo que sería este «socialismo fascista» debemos conformarnos con esa violencia que se despliega frente a nuestros ojos, y que se suponía el objeto de la crítica (la violencia fascista, entiéndase). López Padrino no se dirige a la cabeza del lector: golpea directamente en su estómago. Más que hilvanar ideas, acumula insultos. No suscita el ejercicio reflexivo, incita al desprecio. ¿Será éste uno de los rasgos distintivos de la nueva derecha?

Cosa curiosa: los artículos reunidos en Crónicas del fascismo… se desplazan de la temática «Bush es como Hitler» (De Hitler a Bush, La familia Bush y la Alemania nazi, La familia Bush financió a Adolfo Hitler, etc.) a la que ya hemos visto: «Chávez es como Hitler». Los artículos que giran en torno a la primera temática fueron publicados por los administradores de soberania.org a partir de febrero de 2003, y con ellos inauguraron la sección. En algunos casos son artículos previamente publicados en Indymedia Colombia o Granma Internacional. Allí puede leerse a un Samir Amin («Hoy, EEUU está gobernado por una junta de criminales de guerra que llegaron al poder a través de una especie de golpe [de Estado]. Aquel golpe pudo haber estado precedido por unas (dudosas) elecciones: pero no debemos olvidar que Hitler fue igualmente un político elegido. En esta analogía, el 11 de septiembre cumple la función del ‘incendio del Reichstag'»); o a una Gloria Gaitán («Bush, el Hitler del siglo XXI»). El desplazamiento temático no se produce sino hasta 2006. En todo 2005 sólo es publicado un artículo del argentino Emilio J. Cárdenas (quien entre 1992 y 1996 fuera embajador y representante permanente de su país ante las Naciones Unidas. Más interesante aún: Cárdenas fue representante personal del Secretario General de Naciones Unidas en Irak, donde negoció con el régimen de Saddam Hussein asuntos concernientes a las «armas de destrucción masiva»). En éste se lee: «Algunos políticos de tendencia autoritaria parecen empeñados en crear sus propios ‘grupos de choque’ para tener el espacio público bajo control. La moda se extiende por toda América Latina y otras partes del mundo… La idea… no es nueva, si recordamos la historia de Roma, o la del ‘nazismo’, o la del fascismo, o la del ‘comunismo’… Ellos actúan abiertamente, protegidos y hasta apañados por las fuerzas policiales. En visible coordinación con ellas. Violentamente, como cabe suponer. O como fuera también el caso de los llamados ‘grupos bolivarianos’, en Venezuela». Justo a esta altura los administradores de soberania.org incorporan, convenientemente, una foto de Lina Ron.

Queda pendiente responder: ¿qué sucede entre 2003 y 2005? ¿Qué acontecimientos políticos, económicos y sociales se producen en Venezuela durante estos años, y que a su vez estarían en el origen de semejante desplazamiento discursivo, de tan pronunciado envilecimiento del lenguaje? ¿Este desplazamiento del discurso guarda relación con la eventual radicalización del discurso chavista? ¿Es posible encontrar en la nueva derecha resabios de una izquierda que, en algún punto, decidió no seguir acompañando el proyecto político chavista? Por último, la pregunta más obvia de todas: ¿este giro que es posible identificar claramente en soberania.org sería realmente representativo de un giro discursivo de mayor envergadura, ese que permitiría rastrear la aparición de una nueva derecha?

Pero volviendo: si bien no aparece en 2006, durante este año el discurso antifascista y antitotalitario de la oposición venezolana interviene públicamente con inusitada fuerza, se reproduce geométricamente y se consolida. Por ejemplo, es de comienzos de este años el artículo de Fernando Mires en el que nos advertía: «En América Latina, lamentablemente, algunos intelectuales todavía no saben distinguir (como ya ocurrió con los intelectuales europeos de los años treinta) entre lo que un gobernante dice que es y lo que es… Chávez y el chavismo… no son de izquierda. Si alguien ha leído relatos de los primeros años del fascismo en Italia no se sorprenderá si los encuentra de nuevo en Venezuela». Asimismo, Heinz Sonntag nos explicaba que la evidencia de que padecemos un régimen totalitario es «la exhibición de la arrogancia» de Chávez: «Todavía no hemos llegado al perfecto Estado totalitario… Pero estamos acercándonos día tras día… Uno de los instrumentos mediante los cuales se amolda al pueblo al Estado de sumisión y de obediencia anticipada que es la condición socio-psicológica del totalitarismo es la exhibición de la arrogancia, esto es: del poder en su forma más cruda».

De 2006 es una entrevista que le realizara Rafael Osío Cabrices (el mismo que se rindiera a los pies del coronel Pedro Soto, en la tristemente célebre edición de la revista Primicia, del 18 de febrero de 2002) a Heinz Sonntag, y cuyo título ya lo dice todo: El fascismo de los años treinta ha vuelto en una edición más moderna. El encuentro tiene como pretexto el lanzamiento oficial del Observatorio Espacio Antitotalitario Hannah Arendt, que reúne (escribe Osío Cabrices) a «un conjunto de intelectuales venezolanos –incluyendo en el grupo a dos que nacieron nada menos que en Alemania–» y para los cuales «aquí el fascista es el gobierno de Chávez». Nótese el alcance del abuso del lenguaje «antitotalitario»: quien nos ilustra es «nada menos que» un alemán. Y a quien se rinde homenaje, y en nombre de la cual se realiza la denuncia del totalitarismo chavista, es a una judía: Hannah Arendt. Éste no es un detalle sin relevancia. Ya lo decía Faye, refiriéndose a Los orígenes del totalitarismo: «Si hay un libro del que no me gustaría hablar es el de Hannah Arendt… La razón de más peso… es… ésta: Hannah Arendt es una emigrada alemana que a los diecinueve años escapó del exterminio. Sólo esto, aparte de la amplitud de su obra, me merece respeto. Pues, nunca perdamos ocasión de repetirlo, todos somos judíos alemanes«. Continúa Osío Cabrices: el Observatorio… «rinde homenaje a la pensadora judía, que describió como nadie esta perversión espantosa en Los orígenes del totalitarismo. Se trata de una nueva iniciativa… que pretende informar a los venezolanos que el actual gobierno, el mismo que pretende ejercer el poder hasta más allá de 2030, contiene muchos de los rasgos que caracterizaban al fascismo italiano, al nacional–socialismo alemán y al stalinismo soviético, que causaron millones y millones de muertes mientras asolaron la Tierra». Impresionante. Dicho lo básico por Osío Cabrices, Sonntag pasa a desempeñar su papel de multiplicador del sintagma fundacional, y a partir del cual se articula todo el discurso: «Chávez es como Hitler». Veamos (todos los subrayados son nuestros):

«- ¿Es fascista el chavismo?
– Yo diría que sí. Le doy esta respuesta básicamente porque hay elementos que son una clara analogía a los fascismos que han existido entre 1922 y 1945 y a los fascismos de izquierda de las repúblicas socialistas y la URSS. Mejor hablemos de los totalitarismos, que incluyen al fascismo tanto de izquierda como de derecha. Los movimientos totalitarios suelen construir estructuras paraestatales, es decir, que son paralelas al Estado ya existente. En la Italia de Mussolini y la Alemania de Hitler, en los regímenes fascistas de Hungría y Austria antes de la anexión alemana, así como en los fascismos de izquierda, existieron fuerzas armadas regulares, que estaban dentro de la estructura del Estado, y además estructuras militares que sólo obedecían al líder: los Fasci di Combattimento, las SA y SS, la KGB. También había una educación que daba el Estado y una que controlaba el partido. Un sistema de salud pública del Estado y otro del partido.

¿Pero cree usted que pueda instalarse un totalitarismo en Venezuela?

– No se trata de que yo lo crea o no, ¡es que ya está ocurriendo, es lo que Chávez y sus adláteres están haciendo! Claro, como todos los regímenes totalitarios tendrán disidencia y resistencia, pero harán absolutamente todo para callarla. ¡Ya están en eso! Por fortuna, los medios de comunicación no han hecho un pacto con el Gobierno como ocurrió en la Alemania nazi, ni están todos los medios en manos del Partido, como pasó en el stalinismo. Pero eso no es porque el régimen no tenga ganas de que eso sea así. Yo espero que aquí haya suficiente capacidad de resistencia para que eso no ocurra; sin embargo, no descarto que ese totalitarismo sí llegue a instalarse.

¿Cree, como Fernando Mires, que está surgiendo en el mundo un nuevo fascismo, que viene esta vez de América Latina?

– Sí. Es lo que dice Teodoro (Petkoff): hay dos izquierdas, una que representan Tabaré Vásquez, la Concertación en Chile, Lula, Oscar Arias en Costa Rica, y yo incluiría también a Andrés Manuel López Obrador, que no es un Chávez; y otra izquierda boba, tradicional. Como vemos, hay lo uno y lo otro. Evo falta por definirse. Y falta por ver también si la izquierda moderna va a poder resistir los embates de la izquierda boba».

Nótese, por una parte, cómo se definen de manera absolutamente arbitraria unos referentes históricos ineludibles, unos regímenes políticos (la Italia de Mussolini, la Alemania de Hitler, los regímenes fascistas de Hungría y Austria antes de la anexión alemana, los fascismos de izquierda) a partir de los cuales, y sólo a partir de los cuales sería posible entender la naturaleza del chavismo. Y como estamos hablando de regímenes políticos fascistas y totalitarios, entonces se trataría de examinar en qué medida el chavismo es más o menos fascista o totalitario, no dejando ningún margen a otro análisis posible. Estos referentes históricos vendrían a detentar una suerte de monopolio de la inteligibilidad: el chavismo sólo sería inteligible (entendible para el común, analizable como objeto de estudio) si se acepta como criterio de análisis, como punto de partida al nazismo o al estalinismo. Y así, en la medida en que se nos imponen estas normas, reglas o criterios de inteligibilidad, como de lo que se trata siempre es de verificar en qué medida el chavismo es más o menos fascista, más o menos estalinista, entonces cualquier diferencia con el régimen nazi o con el estalinismo equivale a la distancia que todavía nos separa de nuestro fatal destino, en caso de que Chávez continúe en el poder. Si en Venezuela «los medios de comunicación no han hecho un pacto con el Gobierno como ocurrió en la Alemania nazi, ni están todos los medios en manos del Partido, como pasó en el stalinismo», eso no desdice del carácter fascista y totalitario del chavismo. Antes al contrario: simplemente anuncia que el fascismo y el totalitarismo no han sido capaces de realizarse a plenitud, e indica al mismo tiempo la mayor o menor «capacidad de resistencia» que habrían exhibido las fuerzas democráticas «para que eso no ocurra» aún. De esta forma, queda completada la fórmula: el menor o mayor grado de fascismo chavista será inversamente proporcional a la capacidad de resistencia de las fuerzas democráticas; o lo que es lo mismo: a menos chavismo, más democracia, y viceversa.

Por otro lado, nada más que una constatación, al menos por ahora: la recurrencia a Mires, Petkoff y a todo el tema de las dos izquierdas. ¿Rastreando el origen de la temática de las dos izquierdas se hace al mismo tiempo la genealogía de la nueva derecha? (Es de 2005 el libro Dos izquierdas, de Teodoro Petkoff).

También de 2006 es un artículo de Tulio Hernández en el que, caso similar al de Arendt, establece una relación de identidad entre la lucha contra el capitalismo de Fidel Castro (que es traducida como «limpieza política») y la «limpieza étnica» que adelantara Hitler contra los judíos: «Porque un salvador de la patria, a diferencia de un líder demócrata, es alguien que se asume como el Único, el Elegido para… echarse sobre sus hombros el destino del país al que pertenece y literalmente ‘limpiarlo’ de alguna plaga que lo ha invadido, llámese el comunismo en el caso de Pinochet, los capitalistas y el imperialismo en el de Fidel, o los judíos y otras ‘razas inferiores’ en el de Hitler». Chávez, a quien, como hemos visto, es imposible reconocerle cualquier linaje democrático (a riesgo de hacer fracasar toda la lógica expositiva que soporta el lenguaje de la nueva derecha) queda emparentado así con Pinochet, y califica naturalmente como «tirano»: «los dictadores y los tiranos no siempre son una mera imposición por la fuerza de las armas, … muchos de ellos ejercen su despotismo a hombros de inmensas masas enardecidas que, como bien lo muestran los documentales sobre el fascismo, les aclaman y babean derretidos de emoción ante las arengas del un líder generalmente narcisista y retórico».

Ya en 1979, en su Nacimiento de la biopolítica, Michel Foucault realizó una crítica demoledora contra este tipo de práctica intelectual, a la que calificó de «inflacionaria», y a la que identificó como uno de los signos distintivos del clima de opinión de la época: corría la década de los setenta, comenzaba a hacerse hegemónico el discurso neoliberal, la virulencia de su crítica contra el Estado, y aumentaba la circulación de «cierta moneda crítica que podríamos calificar de inflacionaria», y que se caracterizaría por el «crecimiento de la intercambialidad de los análisis y pérdida de su especificidad». Afirmaba Foucault: «al considerar la recurrencia de los temas, podríamos decir que lo que se pone en cuestión en la actualidad, y a partir de horizontes extremadamente numerosos, es casi siempre el Estado; el Estado y su crecimiento indefinido, el Estado y su omnipresencia, el Estado y su desarrollo burocrático, el Estado con los gérmenes de fascismo que conlleva, el Estado y su violencia intrínseca debajo de su paternalismo providencial». Una de las ideas de uso frecuente en la que se soporta esta crítica al Estado, este discurso de la «fobia al Estado», como la llamará Foucault, «es la existencia de un parentesco, una suerte de continuidad genética, de implicación evolutiva entre diferentes formas estatales, el Estado administrativo, el Estado benefactor, el Estado burocrático, el Estado fascista, el Estado totalitario, todos los cuales son… las ramas sucesivas de un solo y el mismo árbol que crece en su continuidad y su unidad y que es el gran árbol estatal». La otra es «la idea de que el Estado posee en sí mismo y en virtud de su propio dinamismo una especie de poder de expansión, una tendencia intrínseca a crecer, un imperialismo endógeno que lo empuja sin cesar a ganar en superficie, en extensión, en profundidad, en detalle, a tal punto y tan bien que llegaría a hacerse cargo por completo de lo que para él constituye a la vez su otro, su exterior, su blanco y su objeto, a saber, la sociedad civil». De la conjunción de estas dos ideas, resumía Foucault, resultaba «una especie de lugar común crítico que encontramos con mucha frecuencia en la hora actual».

Ahora bien, y aquí nos encontramos con lo fundamental de la crítica que hace Foucault: ¿cuáles son las consecuencias prácticas de este discurso, de este «lugar común crítico» de la época de la contrarrevolución neoliberal? La intercambiabilidad de los análisis: «Desde el momento en que, en efecto, se puede admitir que entre las distintas formas estatales existe esa continuidad o parentesco genético… resulta posible no sólo apoyar los análisis unos sobre otros, sino remitirlos unos a otros y hacerles perder la especificidad que cada uno de ellos debería tener. En definitiva, un análisis, por ejemplo, de la seguridad social y del aparato administrativo sobre el que ésta se apoya nos va a remitir, a partir de algunos deslizamientos y gracias al juego con algunas palabras, al análisis de los campos de concentración. Y de la seguridad social a los campos de concentración se diluye la especificidad – necesaria, sin embargo – de los análisis». He allí, resumida en unas pocas líneas, la lógica discursiva de la nueva derecha venezolana: intercambiabilidad de los análisis que se expresa como abuso hasta el extremo de analogías históricas, que diluye toda diferencia entre los regímenes históricos fascistas y totalitarios realmente existentes y el «régimen» chavista, como condición para hacerle inteligible, pero sobre todo como renuncia deliberada a reconocer la especificidad del chavismo, y más allá, su carácter singular. Y también: inflación del lenguaje antitotalitario y antifascista.

Es preciso advertir, sin embargo, que la base social de apoyo al gobierno bolivariano no está exenta de incurrir en estas prácticas. Muchísimo menos la vocería gubernamental, que incurre en ella con demasiada frecuencia. Ya lo advertía Foucault: «lo que no debemos hacer es imaginarnos que describimos un proceso real, actual y que nos concierne, cuando denunciamos la estatización o la fascitización», sólo que en nuestro caso ya no se trataría del Estado (y por tanto tampoco de la estatización) como el blanco de la crítica, sino principalmente de la fascitización. (Sin embargo, el lector atento ya habrá notado que este llamado de atención es igualmente válido para el caso de las críticas que realizamos desde el campo revolucionario contra, por ejemplo, la burocratización e incluso contra la «derecha endógena»). Efectivamente, la denuncia del fascismo y de los fascistas opositores se ha convertido, en boca de la vocería gubernamental casi en pleno, en moneda de uso corriente, sólo que ésta no nos alcanza casi nunca para obtener una explicación suficiente, pormenorizada, esclarecedora, por ejemplo, de las tácticas opositoras, de sus objetivos inmediatos y a mediano plazo, de sus alianzas, y en fin, de las posiciones que ocupa en el entramado de relaciones de fuerza que es la política. Antes al contrario, se invoca al fascismo como se invoca al mal, de lo que resulta una moralina discursiva que, como toda moralina, es fundamentalmente conservadora.

Si es cierto que la oposición venezolana es eminentemente fascista (de lo que pareciera haber indicios suficientes), se debe ser capaz de explicar qué es lo que ésta tiene de específicamente fascista. Éste no es un asunto menor, sino de alcance estratégico. Tampoco es un anacronismo: al contrario, nos permite actualizar las condiciones en que hoy libramos nuestras batallas. Es posible que logremos descifrar esta especificidad en la medida en que respondamos a la pregunta: ¿existe una nueva derecha? Tal vez esta nueva derecha sea de corte fascista, pero esto es sólo una posibilidad. Tal vez nos enfrentamos al surgimiento de algo más.

3.
En estos tiempos de leyes habilitantes, y de inflación del discurso antitotalitario – del que los comunicados del Movimiento 2D serían la expresión más acabada -, bien vale la precisión que hiciera Daniel Bensaid: «un uso vulgar y demasiado flexible» de la noción de totalitarismo ha servido «para legitimar ideológicamente la oposición entre democracia (sin calificativos ni adjetivos, en consecuencia burguesa, realmente existente) y totalitarismo como la única causa pertinente de nuestro tiempo».

4.

La oposición no acaba de «descubrir», a partir de un análisis del contenido de las leyes habilitantes, que nos dirigimos hacia la instauración de un régimen totalitario. Las leyes habilitantes, siempre según el discurso opositor, vienen a ser una nueva demostración de lo ya sabido: que nos dirigimos hacia el totalitarismo – o en su versión más extrema: que el totalitarismo ya está aquí y llegó para quedarse.

La democracia venezolana correría poco riesgo si se tratara simplemente de que el discurso antitotalitario de la oposición pretende sustituir a la realidad, ofreciendo una versión interesada de los hechos y «confundiendo» o «manipulando» a su base social de apoyo (o a la «comunidad internacional»). El problema es la materialidad del discurso. Para decirlo con Jean Pierre Faye: el problema es lo que este discurso antitotalitario de la oposición hace «aceptable».

Contra los totalitarismos están legitimadas todas las violencias.

El juicio opositor sobre las leyes es anterior a su promulgación, y es por tanto, literalmente, un prejuicio. Por ejemplo: Luis Miquilena convoca a una rueda de prensa el domingo 3 de agosto y denuncia ante el país que constituye una «agresiva felonía… presentarle al país leyes que nadie conoce. Titulares de leyes, porque ni siquiera están elaboradas». Pero sobre las mismas leyes que desconocía y de las que dudó incluso que estuvieran realmente elaboradas, sentenció: «La habilitante es una emboscada para meter de contrabando la reforma constitucional que el pueblo rechazó». En este contexto, sin embargo, la pregunta más lógica no tiene cabida: ¿cómo saber si lo que denuncia Miquilena es cierto, si al mismo tiempo está denunciando que no le ha sido posible conocer aquello sobre lo que denuncia? Por supuesto, aprovechó la oportunidad para denunciar que la promulgación de leyes por parte del Ejecutivo vía habilitante «se parece mucho a aquella cosa… cuando Hitler entró en el poder, el Parlamento alemán le entregó a Hitler la facultad para otorgar leyes especiales».

Lo que está en juego no es el contenido de las leyes, sino la capacidad de imponer los términos en que éstas serán «debatidas» públicamente. Cualquier debate que prescinda de los términos de referencia que aporta el discurso antitotalitario, es considerado ilegítimo para la oposición. De allí la importancia de evitar entrar en este juego, intentando «demostrar» que no somos totalitarios. No olvidar jamás: lo que importa es la opinión de los campesinos sobre la tierra y la de los inquilinos sobre las viviendas.

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