El chavismo en el laberinto hegemónico (y una novedad histórica)


Foto: Sandra Iturriza

Elecciones, salario, inflación y fractura hegemónica

El pasado 21N, por primera vez en los últimos veintiún años, y tomando como referencia solo las contiendas electorales de carácter regional, las candidaturas oficiales del chavismo obtuvieron un porcentaje de votos menor que el alcanzando por el conjunto de fuerzas políticas de oposición: 45,30% versus 52,34%. A esto debemos sumarle una merma de 1.770.596 votos en relación con las elecciones regionales de 2017, lo que equivale a una disminución del 30,44% de su caudal electoral.

Si tomamos como referencia todas las elecciones celebradas en idéntico período, y exceptuando el referendo para la reforma constitucional de 2007, el chavismo siempre obtuvo mayor porcentaje de votos que la oposición, salvo en una oportunidad: las elecciones parlamentarias en diciembre de 2015.

Hagamos un brevísimo ejercicio de memoria: en las elecciones previas a las parlamentarias de 2015, esto es, en las municipales de diciembre de 2013, el chavismo había alcanzado una cómoda victoria. ¿Qué ocurrió entre una elección y otra? Es cierto que el salario mínimo integral experimentó un incremento del 87,93%, pasando de un valor promedio de Bs.F. 5.414,38 en 2014 a un valor promedio de Bs.F. 10.175,34 en 2015. No obstante, la inflación (precio de alimentos) ascendió a 68,5% en 2014 y marcó 180,9% en 2015. Dicho de otra manera, la inflación aumentó 164,09% en 2015 en relación con el año precedente, casi dos veces más que el porcentaje de incremento del salario mínimo integral. El cuadro 1 del anexo ofrece más detalles al respecto.

Si la evaluación del comportamiento de este par de indicadores nos permite una primera aproximación parcial a la magnitud de la desvalorización del salario mínimo integral entre 2014 y 2015, procedamos a tomar en consideración el valor real del salario mínimo integral, medido de acuerdo al valor del dólar especulativo. Así, tenemos que en 2014 el valor promedio del salario mínimo integral fue de 60,17 dólares, -41,05% menos que en 2013, mientras que en 2015 el valor promedio fue de 23,15 dólares. En otras palabras, en 2015, el valor promedio del salario mínimo integral disminuyó -61,53% en relación con el año precedente, como puede observarse en el cuadro 2 del anexo.

Lejos de cualquier determinismo económico, no pretendo sugerir que el comportamiento de estos indicadores nos ofrece una explicación suficiente de las razones de la derrota en las elecciones parlamentarias de 2015. Si existiera tal cosa como una relación causal unívoca, mecánica, entre la desvalorización del salario mínimo integral y los resultados electorales, en adelante el chavismo difícilmente hubiera obtenido alguna victoria electoral: luego de recuperar levemente su valor promedio en 2016 (se apreció 33,05% en relación con 2015), ubicándose en 30,80 dólares, en 2017 disminuyó -35,13% en relación con el año previo, marcando 19,98 dólares; en 2018 cayó -70,73%, ubicándose su valor promedio en 5,85 dólares; en 2019 apenas se apreció, un 6,61%, marcando 6,23 dólares, y en 2020 disminuyó -52,34%, para situarse en 2,97 dólares (ver cuadro 2 del anexo).

Lo que resulta indiscutible es que, para el momento de las elecciones parlamentarias de 2015, la clase trabajadora venezolana había experimentado cuatro años consecutivos de significativa desvalorización de sus ingresos, si tomamos como referencia el valor promedio del salario mínimo integral de acuerdo al dólar especulativo, o tres años consecutivos, si la referencia es el salario según el dólar oficial (ver cuadro 2 del anexo). Durante este período, tal circunstancia económica, a la que se suman una serie de factores políticos, geopolíticos, sociales y culturales, irá creando las condiciones históricas para que se produzca una fractura del bloque histórico democrático popular chavista. El resultado de la contienda de 2015 debe entenderse como el correlato electoral de este fenómeno.

Está por realizarse un estudio pormenorizado de la manera como fue mutando la estructura de clases de la sociedad venezolana durante aquellos años. Sin disponer, por los momentos, de datos más precisos, no es aventurado afirmar, sin embargo, que durante tal período aumentó notablemente la cantidad de “nuevos” pobres, con el agravante de que muchos de ellos recién habían logrado salir de la pobreza entre 2004 y 2012.

Los datos a la mano sobre pobreza por ingreso, informalidad y desempleo permiten inferir una reducción significativa de una fracción de clase, el subproletariado, que a mi juicio constituyó el centro de gravedad de la política de Chávez. Debe entenderse como formando parte del subproletariado, siguiendo al brasileño Paul Singer, a los pobres que trabajan, aunque su trabajo no les proporcione medios suficientes para asegurar la reproducción normal de su fuerza de trabajo.

Según la CEPAL, la pobreza por ingreso se redujo de 47% en 2004 a 21,2% en 2012, y la pobreza extrema de 18,6% a 6%. La informalidad, mientras tanto, se redujo de 48,9% en el segundo semestre de 2004 a 42,1% en el segundo semestre de 2012. Por último, el desempleo disminuyó de 13,9% a 7,4% en el mismo período. Se cuentan por millones los trabajadores y las trabajadoras que abandonaron su condición de subproletarios para incorporarse, de pleno derecho, a la clase trabajadora formal no empobrecida. La revalorización del salario durante estos años dio pie al surgimiento de lo pudiera considerarse, aunque de manera un tanto equívoca, una “nueva clase media popular”.

Esta “nueva clase media popular”, que en realidad refiere a una clase trabajadora robustecida tras años de revalorización de sus ingresos, será la principal afectada entre 2012 o 2013, según se considere, y 2015, siendo los más perjudicados, en las primeras de cambio, y como resulta harto predecible, quienes se ubicaban más próximos a la línea de la pobreza.

Parece igualmente indiscutible que, tras la derrota en las parlamentarias de 2015, el objetivo estratégico primordial del liderazgo político y partidista de la revolución bolivariana consistía en recomponer fuerzas, encarando la fractura del bloque histórico democrático popular chavista. Pues bien, más allá de cualquier declaración oficial u oficiosa, y dando por hecho que el liderazgo hizo suyo aquel objetivo, lo sensato sería reconocer que éste estuvo muy lejos de ser alcanzado.

En el interregno 2016-2018, el valor promedio del salario mínimo integral se apreció siempre en mayor proporción que la inflación, como puede verse en el cuadro 1 del anexo. Sin embargo, medido en dólares, la situación es muy distinta: como se aprecia en el cuadro 2, si la referencia es el precio oficial, observamos que en 2016 el comportamiento de los indicadores favoreció al valor promedio del salario mínimo integral, que se apreció 78,39% respecto del año anterior, mientras que la inflación aumentó 51,69%. En 2017, el valor promedio del salario mínimo integral siguió apreciéndose, con un 55,21% de incremento, pero la inflación aumentó 214,36% respecto del año anterior, casi cuatro veces más. En 2018, con una economía azotada por la hiperinflación, la situación fue mucho más grave: el valor promedio del salario mínimo integral cayó -68,81%, mientras que la inflación se disparó 14.977,70%. Si la referencia es el dólar especulativo, la correlación siempre fue negativa: el salario aumentó 33,05% en 2016, pero se mantuvo por debajo de la inflación, y disminuyó -35,13% y -70,73% en 2017 y 2018, respectivamente.

Como es sabido, en septiembre de 2018 el Gobierno decidió adoptar un conjunto de medidas económicas orientadas principalmente a reducir la hiperinflación. Vistos los resultados, puede afirmarse que está en vías de lograrlo: ésta pasa de 130.060,20% en 2018 a 9.585,50% en 2019, vuelve a bajar en 2020, cuando marca 2.959,8%, y todo indica que en 2021 seguirá disminuyendo. Pero, en este punto, la pregunta es inevitable: ¿a qué precio? El precio no es otro que el valor del salario. Dicho de manera sencilla: el precio lo está pagando la clase trabajadora venezolana.

Como puede verse en el cuadro 1, tanto en 2019 (aunque por muy poco margen) como en 2020, el valor promedio del salario mínimo integral se apreció por encima de la inflación. No obstante, el cuadro 2 nos muestra que en 2019 se produce una caída de -84,64 en el valor promedio del salario mínimo integral medido en dólares oficiales (6,87 dólares) y otra caída de -55,19% en 2020, cuando el salario mínimo integral pasa a valer 3,04 dólares. Más elocuente aún, nótese que la variación interanual de la inflación (-92,63% y -69,12% en 2019 y 2020, respectivamente) es prácticamente equivalente a la pérdida de valor del salario mínimo integral. En otras palabras, el valor del salario disminuye casi exactamente en la misma proporción que la inflación.

Vistos estos indicadores, no puede sorprendernos en lo absoluto la pérdida de apoyo de las candidaturas oficiales: una disminución de 7,39 puntos porcentuales en relación con 2017, lo que equivale, como apuntamos al principio, a una disminución del 30,44% de votantes.

Bloque histórico democrático popular chavista o novedad histórica

Circunstancias gravísimas y determinantes como el asedio económico imperialista, al que me he referido en varios artículos previos, y que suele estar ausente en la mayor parte de los análisis del antichavismo, puede considerarse un atenuante, sin duda alguna, pero no exime en lo absoluto de responsabilidad al liderazgo político y partidista de la revolución bolivariana.

Adicionalmente, parto del principio, indisociable de la cultura política chavista, de que una de las peores prácticas en que puede incurrir el liderazgo es proceder a “culpar” a las mayorías populares, y concluir que la pérdida de apoyo electoral sería reflejo de una improbable “incomprensión” del momento histórico. El tono elogioso con el que muchos voceros oficiales y oficiosos se refieren a esa minoría “irreductible” de venezolanos y venezolanas que, pese a todo, aún siguen expresando su apoyo electoral a las candidaturas oficiales, apenas es capaz de disimular el reproche implícito a las mayorías crecientemente desafiliadas.

Antes al contrario, estoy convencido de que tanto la minoría “irreductible” como las mayorías desafiliadas están más bien próximas a comprender cabalmente el profundo y nefasto impacto que produce un asedio económico imperialista que es sistemático y deliberado, y la forma como éste afecta nuestras vidas. La diferencia estriba en la manera como una y otras evalúan el desempeño del Gobierno a la hora de hacerle frente. La evaluación tiende a ser, sin duda, muy negativa, por cierto no solo para las mayorías, y es absurdo pensar que esta valoración no se expresará en las urnas electorales.

La desafiliación política de las mayorías populares, quizá el principal fenómeno político de estos tiempos, es la resultante, en buena medida, de la incapacidad del liderazgo para recomponer el bloque histórico democrático popular chavista. Revertir el proceso que condujo a su fractura pasa necesariamente por anteponer los intereses de la clase trabajadora. Pues bien, no es posible recomponer bloque histórico democrático popular aplicando medidas económicas que anteponen el objetivo de controlar la hiperinflación al objetivo de revalorizar los ingresos de trabajadores y trabajadoras.

Parafraseando a Marx, bien es cierto que en el caso de una nación asediada por el imperialismo, como en el caso venezolano, la cuestión social es, antes que todo, la cuestión nacional, y es imposible resolver la primera cuestión sin resolver la segunda. Ahora bien, ¿cómo resolver la cuestión nacional si la base social de apoyo al proyecto revolucionario se fractura y se debilita a pasos agigantados?

El proceso que apuntala el liderazgo, entendiendo siempre que no se trata de una unidad monolítica, y en cuyo seno pudieran manifestarse divergencias programáticas de mayor o menor envergadura, pareciera más bien orientado a recomponer un bloque histórico de distinta naturaleza, uno en el que lo popular, la clase trabajadora, y específicamente el subproletariado en tanto fracción de clase, ya no constituyen el centro de gravedad, lugar que pasarían a ocupar diversas fracciones de la burguesía, tanto de la “nueva” como de la tradicional o histórica.

Si tal hipótesis resultara correcta, esto nos permitiría comprender varias cosas, a saber: por qué el liderazgo ha puesto más empeño en suscitar la fractura de la clase política antichavista, que en recuperar apoyo popular masivo; por qué ha puesto tanto empeño en aceitar una maquinaria electoral cada vez más clientelar y asistencial, para derrotar no solo al antichavismo fracturado, sino para combatir cualquier resquicio de maquinaria popular y revolucionaria, como quedó claramente en evidencia en el municipio Simón Planas del estado Lara, durante las primarias abiertas del 8 de agosto; por qué el Gran Polo Patriótico es un espacio de confluencia política cada vez más menguado.

Limitémonos al primer asunto. Buena parte de la vocería oficial y oficiosa no solo ha celebrado el éxito indiscutible de las tácticas encaminadas a dividir a la clase política antichavista, sino que además se ha mostrado muy optimista respecto de lo que pueda suceder en el corto y mediano plazo: a su juicio, y en resumen, se trata de diferencias insalvables entre figuras enceguecidas por sus ambiciones de poder. Siendo así, no tendría mucho sentido perder el tiempo en detalles más bien secundarios, como el hecho de que la oposición antichavista, de haber logrado definir una candidatura unitaria, hubiera podido obtener al menos nueve gobernaciones adicionales; o el hecho de que, por segunda vez en seis años, el chavismo obtuvo menos votos que la oposición; o el hecho de que el chavismo perdió casi un tercio de sus votantes en relación con las últimas elecciones regionales.

Es decir, pareciera haberse instalado muy cómodamente la idea de que es posible seguir ganando elecciones haciendo lo mínimo necesario. Salvo en casos puntuales, como en el estado Barinas, donde fue preciso recurrir a la vía judicial para “resolver” un asunto que tendría que resolverse siempre, y en todas partes, no solo de manera política, sino haciendo política chavista: gobernando revolucionariamente para ganar elecciones.

Así las cosas, no sería de extrañar que eventualmente se hiciera público algún análisis que concluyera que, muy por el contrario de lo que plantean voces agoreras, el bloque histórico ¿chavista? se está recomponiendo con la incorporación a filas de una suerte de “oposición antichavista democrática”.

Los signos de interrogación remiten a un problema, permítaseme la expresión, existencial. Supongamos que tal es el escenario: que el liderazgo, o al menos parte de él, ha asumido que solo es posible prevalecer en el poder recomponiendo bloque histórico vía la incorporación de la “oposición antichavista democrática” y desplazando a la clase trabajadora de su centro de gravedad. ¿Cabría hablar, con propiedad, de bloque histórico democrático popular chavista? ¿Seguiríamos denominándolo chavista, por pura convención, aunque cada vez lo sea menos, y a falta de algún término que dé cuenta de la novedad histórica?

Vayamos más lejos, por más problemas que nos depare el territorio de lo nuevo, como podría haberlo dicho Rosa Luxemburg: ¿acaso alguien en su sano juicio sería capaz de afirmar que la mayoría de ese casi 60% que no acudió a votar el 21N se reconoce en la clase política antichavista? Réstesele el voto ausente (migrantes), el antichavismo desafiliado (quienes, a pesar de identificarse como antichavistas, decidieron abstenerse) y el abstencionismo estructural. Con todo, es muy probable que el grueso de quienes decidieron abstenerse se identificara, durante muchos años, con el chavismo, e incluso puede que una parte lo siga haciendo, pero dejó de sentirse representada en el PSUV.

En artículos previos, intentando analizar a fondo este asunto de la desafiliación política, he sugerido que el fenómeno describiría el hecho de que parte importante de la población ya no se reconoce en el chavismo en tanto identidad política. Pero, ¿acaso no será ésta una manera errada de plantear el problema? ¿No será más bien al contrario: no tanto que millones de personas, o al menos una cantidad considerable de ellas, ya no se identifican con el chavismo, sino que aquella novedad histórica, que aún no sabemos cómo nombrar, ya no expresa los intereses de las mayorías populares?

Anexo

Batalla de las ideas y guerra de interpretaciones


Dioses del Olimpo

Percibo en voceros oficiales y oficiosos, sobre todo entre estos últimos y con sus notables excepciones, un cierto resquemor por la variedad de análisis que se han hecho públicos respecto de la contienda electoral del 21N. Una suerte de malestar difuso, más bien propio de quienes reclaman el monopolio de la verdad, y a quienes, por tanto, les resulta intolerable tener que lidiar con visiones contrapuestas a las suyas.

Es algo que percibo, debo subrayarlo, en gente ubicada en el amplio espectro de la política venezolana. Es decir, además de difuso, es un malestar extendido entre toda la clase política. Es como si, ante lo desconcertante de los resultados, favorables o adversos, le resultara demasiado difícil sobreponerse a la mudez momentánea que produce cualquier desconcierto, y se decidiera por lo más fácil: decir lo que, a su juicio, desean escuchar los que consideran sus respectivos públicos cautivos.

No deja de sorprenderme semejante actitud. En la Venezuela del siglo XXI se estableció como norma consuetudinaria que en los períodos inmediatamente posteriores a un evento electoral, se abría el abanico de lo decible, de lo pensable, de lo analizable, sin mayores límites que aquellos que dictaban la sensatez, y vaya que infinidad de veces se trasgredieron, incluso, esos límites, lo que solíamos interpretar como gajes del oficio. De eso se trata, a fin de cuentas, la batalla de las ideas.

Tengo la impresión de que, siempre según la opinión de los referidos voceros oficiales y oficiosos, deberíamos asimilar que ya no hay lugar para la batalla de las ideas, o en todo caso queda muy poca gente digna de ella, lo suficientemente apertrechada intelectualmente, preparada para sus avatares, y que ésta ha sido sustituida por algo que podría llamarse guerra de interpretaciones.

El problema con la guerra de interpretaciones es que todos se proclaman ganadores, más allá de lo que indiquen los fríos y despiadados números. No hay fuerzas políticas debilitadas, solo robustecidas. No hay estrategias erróneas, solo correctas. Solo hay dioses, héroes y campeones en el olimpo de la política venezolana.

Es un completo despropósito, por supuesto, semejante ejercicio de soberbia, consecuencia, intuyo, de creerse en lo más alto entre lo más alto.

Estoy plenamente convencido de que las mayorías populares, tanto el grueso de quienes votamos como de quienes no lo hicieron, esperan mucho más que simplemente análisis autocomplacientes y, en algunos casos, cosa que no celebro, ya no esperan nada, porque están francamente hartos, desde hace años, del soliloquio de la clase política, de sus voceros y de sus pretendidos expertos, más que prestos a narrar improbables leyendas doradas.

Con Chávez, los simples mortales aprendimos, a muchos no se nos ha olvidado, que no podemos renunciar bajo ningún pretexto a la política con vocación de construcción hegemónica, popular, democrática. Un tipo de ejercicio de la política que es indisociable de la batalla de las ideas.

Si a estas alturas este aprendizaje colectivo es algo difícil de asimilar para la vocería oficial y oficiosa, y de allí su malestar, pues no queda más que desearle que aprenda a lidiar con ello.

La contienda electoral del 21N: un análisis en frío


I. Introducción

En la Venezuela del siglo XXI, quizá nunca como ahora fue tan importante detenerse a observar con detalle unos resultados electorales. Si nos atenemos a los más visibles, y mal que les pese al gobierno estadounidense y a los pocos que pretenden, contra toda sensatez política, seguir apoyando la ficción del “gobierno interino”, las candidaturas oficiales del chavismo se han alzado con la mayoría de los cargos en disputa. No menos importante, la oposición antichavista casi en pleno ha vuelto al redil electoral, lo que sin lugar a dudas constituye una extraordinaria noticia para la sociedad venezolana.

Dicho esto, corresponde traer a la superficie un conjunto de datos que considero no solo muy valiosos, sino tan imprescindibles como elocuentes, y que sin embargo parecen estar ausentes en el análisis de la clase política, o al menos en los que tendrían que hacerse públicamente.

Lo que sigue es un análisis en frío de los resultados de la contienda del 21N de 2021. A tal fin, procedí a construir el histórico de resultados en elecciones regionales (es decir, en las cuales se disputaban las gobernaciones) a partir del año 2004, revisando y procesando la información disponible públicamente a través del Consejo Nacional Electoral (CNE). Decidí omitir los datos relativos a las Megaelecciones de 2000, porque en tal oportunidad estuvo también en disputa, de manera directa, la figura del presidente Hugo Chávez, lo que hace de aquella una contienda histórica muy singular, no asimilable, a mi juicio, a las elecciones regionales que se realizaron posteriormente.

Sumé como votos del chavismo únicamente los recibidos por las candidaturas oficiales, y como votos de la oposición el total acumulado por las fuerzas políticas que competían contra las candidaturas oficiales del chavismo, casi siempre identificadas con el antichavismo. Respecto de esto último, vale precisar que, por regla general, el porcentaje de votos recibidos por candidaturas no antichavistas, pero compitiendo contra las candidaturas oficiales del chavismo, es más bien ínfimo, lo que permite justificar esta decisión, que persigue exclusivamente facilitar el método de exposición de los resultados.

En el caso del estado Barinas, donde el CNE aún no proclama al gobernador electo (jueves 25 de noviembre, 2 pm), contabilicé los votos ofrecidos en el primer boletín oficial del órgano comicial.

Hechas tales consideraciones, paso a presentar el primer cuadro, que resume el resultado de las cinco contiendas de carácter regional:

Acto seguido, revisemos con mayor detalle.

II. Porcentaje de participación

El siguiente gráfico muestra el comportamiento del porcentaje de participación:

Como puede verse, la participación popular en la contienda electoral del 21N de 2021 se ubicó en su mínimo histórico, disminuyendo 18,84 puntos porcentuales respecto de 2017.

III. Votos totales chavismo y oposición

El siguiente gráfico incluye la información sobre la cantidad de votos recibidos tanto por las candidaturas oficiales del chavismo como por la oposición:

El dato más relevante es que en las elecciones del 21N de 2021, y por primera vez, el número de votos obtenidos por el chavismo es menor que la cantidad recibida por las candidaturas opositoras. Adicionalmente, el chavismo pierde casi 2 millones de votos en relación con 2017.

IV. Porcentaje de votos chavismo y oposición

Como puede observarse en el siguiente gráfico, y congruente con el anterior, en la contienda electoral del 21N de 2021, y por primera vez, el porcentaje de votos obtenidos por el chavismo, de 45,30%, es menor al porcentaje recibido por la oposición, de 52,34%. El chavismo disminuye 7,39 puntos porcentuales en relación con 2017, mientras que la oposición aumenta 5,2 puntos porcentuales en el mismo período.

V. Porcentaje de votos respecto del Registro Electoral Permanente

El gráfico siguiente ilustra el porcentaje de votos obtenido por cada conjunto de fuerzas políticas respecto de la población registrada para votar o Registro Electoral Permanente (REP). De nuevo, este 21N de 2021, y por primera vez, el chavismo obtuvo un menor porcentaje de votantes en relación con el REP que la oposición, disminuyendo 13,05 puntos porcentuales respecto de 2017, y 14,8 puntos porcentuales respecto de su pico histórico, en 2008. Notablemente, la oposición también disminuyó: 6,68 puntos porcentuales respecto de 2017, y 6,96 puntos porcentuales respecto de 2008, también su pico histórico.

Considerados en conjunto, chavismo y oposición constituyen el 41,22% del REP, una significativa disminución de 19,74 puntos porcentuales respecto de las regionales de 2017, y de 21,76 respecto de 2008, cuando ambas fueras representaban el 62,98% del REP. Este dato es muy importante, por cuanto constituye una suerte de índice de afiliación política, y nos describe la manera como la desafiliación política ha venido ganando terreno en años recientes.

VI. Chavismo victorioso con más del 50%

Por último, el cuadro siguiente nos muestra la cantidad de victorias obtenidas por el chavismo con más del 50% de los votos, en el período en cuestión. Contrario a su desempeño histórico (un piso de 94,44% de victorias con más del 50%, en 2017), este 21N de 2021 logró superar tal porcentaje solo en cinco estados: Aragua, Carabobo, Delta Amacuro, La Guaira, a lo que sumamos Caracas.

Ningún otro dato deja en evidencia con tanta claridad el descalabro opositor como consecuencia del voto dividido. De hecho, si revisamos a fondo, y teniendo como referencia aquellos estados donde el chavismo resultó victorioso con menos del 50%, tenemos que sumando solo los votos obtenidos por las candidaturas opositoras ubicadas en el segundo y tercer lugar, la oposición hubiera podido ganar en nueve estados: Amazonas, Anzoátegui, Apure, Falcón, Guárico, Lara, Mérida, Táchira y Trujillo, a los que habría que sumarle Barinas, en caso de que la candidatura oficial del chavismo resulte vencedora. Sumando éstas a las tres victorias en efecto alcanzadas (Cojedes, Nueva Esparta y Zulia), la oposición tendría el control de la mayoría de gobernaciones: el 57% de ellas, para ser exactos, si excluyéramos de la cuenta a la Alcaldía de Caracas.

VII. Brevísima conclusión preliminar

He considerado necesario privilegiar la revisión pormenorizada de los números electorales y mostrarlos de la manera más ordenada posible, antes que intentar ofrecer alguna explicación sobre el desempeño de las fuerzas políticas en pugna. Ya habrá oportunidad para hacer esto último.

En todo caso, solo quisiera insistir en un punto que, según me parece, resulta indiscutible: en la Venezuela de 2021, la población desafiliada políticamente es una sólida mayoría. Una mayoría que, de momento, no encuentra traducción política. ¿Será la clase política capaz de traducir, o más bien de ponerse en el lugar de las mayorías populares? Es algo que está por verse.

Dos almas, un solo cuerpo


Caravana comunera atraviesa La Miel, proveniente de Sarare, rumbo a Sabana Alta. Dos días antes, el pueblo de Simón Planas ha elegido al compañero Ángel Prado como candidato a alcalde del PSUV. Martes 10 de agosto de 2021. Foto: Reinaldo Iturriza

I.-
El domingo 25 de julio cumplí con el objetivo de colocarme la tercera dosis de la vacuna cubana Abdala. Ya estaba en condiciones de emprender un viaje que había tenido que postergar durante semanas.

Una semana después, poco antes de mediodía, acomodé mi maleta azul, mi morral verde y una bolsa de comida en el asiento trasero del carro de dos queridos amigos. A mi izquierda, detrás del asiento del piloto, un par de cachorros de cacri dormía plácidamente. Minutos más tarde nos despedíamos del valle caraqueño y agarrábamos camino rumbo a Sarare, a unos cuatrocientos kilómetros de la ciudad capital.

Atravesamos Aragua, Carabobo, Cojedes y Portuguesa, antes de arribar a nuestro destino, en el sureste del estado Lara. Por todo el trayecto, larguísimas colas de carros particulares y de carga para abastecerse de combustible. La lluvia se anunció a la altura del Campo de Carabobo y cayó sobre nosotros cuando pasábamos por Cojedes, entre Tinaquillo y San Carlos, pero nos trató amablemente.

A las cinco de la tarde, como si asistiéramos puntualmente a la cita con un amor de años, entramos a Sarare, y nos dirigimos a un espacioso local en el que, un domingo cualquiera, hubiéramos podido tomarnos unas cervezas. Pero aquel no era un día cualquiera, sino el domingo previo a las elecciones primarias abiertas del Partido Socialista Unido de Venezuela, pautadas para el 8 de agosto, y en lugar del jolgorio típico de los bares de pueblo, nos encontramos con una animada asamblea que había logrado reunir a unas quinientas personas provenientes de todos los rincones del municipio Simón Planas. Integrantes del comando de campaña del compañero Ángel Prado, referente de la Comuna Socialista El Maizal, y precandidato a alcalde, rendían cuentas frente a un auditorio que, más que escuchar atentamente, que lo hacía, celebraba ruidosamente cada una de las intervenciones.

Entre una intervención y otra, varios compañeros, visiblemente extenuados, pero efusivos, dejando traslucir ese entusiasmo cómplice que solo hace posible la camaradería, se me acercaron para preguntarme por la situación en Caracas. No alcanzaban a comprender cuando les explicaba que en la capital apenas podía sentirse clima de campaña. Algunos incluso fruncieron el ceño, como dejando claro que no les servía de consuelo escuchar que, en realidad, lo que estaba sucediendo en Simón Planas obedecía a condiciones muy singulares, que no se repetían en casi ningún lugar del país.

Tras la intervención última de Ángel Prado, la asamblea desembocó en una movilización de unas cien personas, con rumbo a una comunidad a pocos centenares de metros del local donde se había realizado la reunión, y fue como si un pedazo del río Sarare bañara las calles de Gloria Sur.

Mis amigos caraqueños debieron marcharse. Las condiciones de la retirada involuntaria las impusieron los cachorros que, tras unas cinco horas de viaje y de comportamiento ejemplar, decidieron que había llegado el momento de atender sus necesidades fisiológicas. Mucho aguantaron.

Yo decidí sumarme a la jornada casa por casa en Gloria Sur. Me interesaba sobremanera escuchar lo que Ángel tenía que decir, pero principalmente la opinión de la gente. Percibí, en resumen, mucho rechazo a la gestión municipal actual, en manos del PSUV, mucho entusiasmo por la eventual candidatura comunera, pero también mucho escepticismo. Vaya combinación: rechazo, entusiasmo y escepticismo. Esto último, sobre todo, en razón del desconocimiento de la victoria electoral de Ángel Prado en las municipales de 2017. En varias ocasiones fue interpelado duramente: ¿por qué tendríamos que confiar en que la situación será diferente esta vez?

Al cabo de unas dos horas, el sedentarismo me pasó factura. Tuve que hacer una pausa. Pasé a saludar a la familia que me hospedaría esa noche, allí mismo en Gloria Sur. En pausa seguía cuando el gentío pasó frente a la casa. Me reincorporé. Eran pasadas las diez de la noche cuando les escribí a mi esposa e hijas: ¿en qué otro lugar del país se estará haciendo un casa por casa a esta hora? La jornada culminó una hora más tarde, luego de que algún cultor popular entonara un popurrí de canciones de Alí Primera, y tras un breve discurso de Ángel frente a unas cincuenta personas. Era casi medianoche. De allí se fueron a una reunión de evaluación, a la que me invitaron. Juzgué que lo más sensato era declinar y, casi a rastras, me retiré a reposar.

II.-
Aquella noche dormí poco, pero muy plácidamente. Creo que ni siquiera fue un sueño reparador, pero había sido capaz de disfrutar el hecho de que, mientras intentaba conciliar el sueño, me invadiera la pregunta: ¿esto que siento es algo parecido a la nostalgia por los buenos viejos tiempos en que una formidable maquinaria popular hacía campaña por Chávez o acaso la alegría de saber que esa misma maquinaria sigue viva, en este momento, en este lugar, y a pesar de todo? Insomne, pero satisfecho, me decanté por la segunda opción.

Lo que ha ocurrido en Simón Planas es nada menos que la victoria, en buena lid, de esa maquinaria popular y revolucionaria contra la maquinaria burocrática y clientelar. Vista en perspectiva, como es preciso hacerlo para comprender todo lo que estaba en juego, en esta batalla se han enfrentado dos fuerzas que no dejan de expresarse en todos los órdenes de la revolución bolivariana, como dos almas contrapuestas que pugnan por tomar el control de un cuerpo que ha debido soportar demasiadas sacudidas, y que unas veces es más lo que se parece a un muerto en vida, y otras un peleador que resucita, más fuerte que nunca, cuando todos lo daban por desahuciado.

La mesa parecía servida para una nueva victoria de la maquinaria burocrática y clientelar, es decir, para que no se expresara la voluntad mayoritaria del pueblo simonplanense: los veintiséis centros de votación existentes en el municipio fueron nucleados en once. En el proceso, de los cuatro centros de votación dentro del ámbito de la Comuna Socialista El Maizal, solo quedó disponible uno de ellos. Los centros de votación de Sabana Alta (de donde es oriundo Ángel Prado) y Caballito fueron nucleados en La Miel, a más de siete kilómetros de distancia. Adicionalmente, como sucedió en casi todo el país, se dispuso una sola mesa, es decir, una sola máquina electoral por centro de votación. La población votante de Simón Planas es de 30.971 personas. Las matemáticas no mienten: once máquinas de votación funcionando óptimamente, sin interrupciones, durante las doce horas de jornada electoral (de 6 am a 6 pm), en razón de un votante por minuto, equivale a 7.920 votantes (60 x 12 x 11). Apenas un 25,57 por ciento del padrón electoral. Tome nota de este último dato, porque volveré sobre él más adelante.

A lo anterior todavía hay que sumarle el hecho de que los centros electorales se encontraban bajo control de la maquinaria burocrática y clientelar, es decir, de personas vinculadas directamente al equipo de campaña de uno de los precandidatos, a la postre el actual alcalde.

¿En qué consistió la campaña del alcalde saliente y a qué maniobras recurrió durante la jornada electoral? Lo que describo a continuación no son simples detalles pintorescos, vergonzosos excesos, accidentes puntuales, cosas que suceden excepcionalmente. Son hechos que ilustran una forma específica de concebir y ejercer la política, que se expresa, insisto, en todos los órdenes. Es la manera como procede la maquinaria burocrática y clientelar.

En primer lugar, durante la campaña, el reparto discrecional, clientelar, de alimentos, medicinas, electrodomésticos, combustible y dinero en efectivo. ¿El propósito? Comprar la voluntad del “voto duro”, que es el sujeto de esta maquinaria. Luego, la intimidación y la violencia. Las agresiones físicas comenzaron desde la noche del sábado 7 de agosto. Decenas de compañeros y compañeras provenientes de Sabana Alta y Caballito que, como he explicado, debían caminar más de siete kilómetros para llegar al centro de votación que les había sido asignado, decidieron movilizarse y pernoctar en La Miel. Allí fueron agredidos en dos oportunidades, viéndose en la obligación de resguardarse. Horas más tarde, poco después de las cuatro de la mañana, fueron agredidos compañeros y compañeras que comenzaban a instalarse frente a uno de los centros de votación en Sarare. ¿El objetivo? Además de intentar desmovilizar a través del miedo, hacerse con el control de las colas, para garantizar que votaran las personas movilizadas por la maquinaria burocrática.

Alrededor de las nueve de la mañana, la sala situacional del comando de campaña comunero reportaba que en al menos seis de los once centros electorales del municipio, incluidos los más grandes, los miembros de mesa estaban retrasando deliberadamente el proceso de votación. A las afueras de los centros, personas ligadas al alcalde saliente habían logrado “reservarse”, a través de la fuerza, el derecho de admisión. Dos horas más tarde denunciábamos públicamente que se estaban dando todas las condiciones para que fuera desconocida la voluntad del pueblo simonplanense. Sabiéndose mayoría, la firme orientación del comando de campaña fue evitar la violencia a toda costa y resistir pacientemente.

Las amenazas apenas disminuyeron, y en general el proceso comenzó a fluir un poco mejor, paulatinamente, a media tarde, cuando la maquinaria burocrática había logrado movilizar a la casi totalidad del que consideraba su “voto duro”. Varios centenares, tal vez más de un millar, todavía seguían en las colas. Era el voto macizo popular. Mucha gente, muy difícil saber qué cantidad, se retiró a sus casas sin poder sufragar, incluyendo personas de la tercera edad que madrugaron en los centros y que, tras muchas horas de espera, ya no estaban en condiciones de lidiar con el agotamiento físico.

A las seis de la tarde, hora de cierre del proceso, y con toda seguridad, la precandidatura de Ángel Prado había reunido la mayor cantidad de votos. Pero la diferencia era poca. Todo marchaba según lo planeado por la maquinaria burocrática: sabiéndose minoría, sus esperanzas estaban puestas en que la definición de la candidatura dependiera de la “revisión” de la dirección nacional del partido, lo que ocurriría en caso de que el precandidato ganador no hubiera logrado alcanzar dos objetivos: obtener más del 50 por ciento de los votos y más de diez puntos de ventaja sobre el segundo lugar.

Irónicamente, el golpe de gracia a la maquinaria burocrática se lo asestó la misma dirección nacional, cuando anunció públicamente que se extendía la jornada hasta las ocho de la noche. Poco más tarde, el presidente Maduro informó que los centros de votación seguirían abiertos mientras quedaran votantes en las colas, como es tradición en Venezuela.

A la una de la mañana del lunes 9 de agosto todavía seguía votando la gente en dos de los centros de votación de Simón Planas, uno en La Miel y otro en Sarare, justo los dos centros donde se habían producido las primeras agresiones físicas contra comuneros y comuneras. El proceso cerró oficialmente cerca de las dos de la mañana. Entre seis de la tarde y la hora de cierre, un intervalo de casi ocho horas, centenares de personas votaron por la candidatura comunera. Alrededor de la medianoche, mientras esperaban para ejercer su derecho, y pese a las amenazas inútiles de algunos efectivos del Plan República y la visible molestia de los miembros de mesa, algún espontáneo gritaba:

– “¡Comuna!” – y una marejada de gente respondía:
– “¡O nada!”.

Al término de la jornada, el comando de campaña manejaba la información de que la precandidatura comunera había triunfado en nueve de once centros. La victoria popular estaba cantada. Ahora solo faltaba su reconocimiento oficial.

III.-
El reconocimiento oficial de la victoria comunera se produjo cerca de las diez de la noche del lunes 9 de agosto, durante rueda de prensa de la dirección nacional del PSUV. Previo al anuncio de las candidaturas, las autoridades del partido informaron que, tras una primera evaluación de los resultados, habían decidido reformular los requisitos a cumplir para evitar la “revisión”: en el caso concreto de las alcaldías, la candidatura ganadora debía reunir al menos 35 por ciento de los votos y sacar diez puntos de ventaja. El compañero Ángel Prado obtuvo el 47,99 por ciento de la votación y 9,54 puntos porcentuales de ventaja. El pueblo simonplanense estalló en júbilo.

Los números son elocuentes: el promedio nacional de participación para elegir las candidaturas del PSUV a las gobernaciones fue de 15,89 por ciento, contando la ciudad de Caracas. El mismo promedio, pero para elegir las candidaturas a las alcaldías fue ligeramente superior: 19,21 por ciento. En Lara, para las alcaldías, la participación fue del 16,92 por ciento. Pues bien, en Simón Planas, donde, como recordaremos, el proceso fue concebido para que participara, como máximo, alrededor del 25 por ciento del padrón electoral, la participación fue del 26,17 por ciento, esto es, 6,96 puntos porcentuales por encima del promedio nacional y 9,25 puntos porcentuales más que el estadal. De los trescientos treinta y cinco municipios del país, apenas en cincuenta y seis, el 17,6 por ciento, votó más gente que en Simón Planas.

¿En cuántos municipios habrá logrado imponerse la maquinaria popular y revolucionaria sobre la maquina burocrática y clientelar? Es muy difícil saberlo. Lo que sí ha quedado de manifiesto, y de allí, insisto, la importancia de lo que ha acontecido en Simón Planas, es que es posible derrotar a esta última. La clave parece radicar en los niveles de participación. La desmovilización popular es la precondición para que siga prevaleciendo la maquinaria burocrática y clientelar.

Ahora bien, ¿qué es lo que ha hecho posible los altos niveles de participación en Simón Planas? Me atrevo a enumerar los siguientes:

1) Es preciso un liderazgo capaz de aglutinar el rechazo a la vieja forma de hacer política, a las prácticas burocráticas y clientelares. Muy por el contrario de lo que piensan los políticos de aparato, el clientelismo es una práctica que suscita el rechazo generalizado de la base social de apoyo a la revolución bolivariana. Ella supone un profundo menosprecio por las mayorías populares.
2) El liderazgo tiene que ser, necesariamente, un referente ético, y no simplemente una figura carismática. Ángel Prado es, antes que cualquier otra cosa, un referente ético.
3) No basta, por supuesto, con aglutinar el descontento. El liderazgo tiene que tener la capacidad de transmitir confianza en el futuro, lo que es indisociable de la claridad programática y estratégica. La estrategia fue definida por Chávez, y de lo que se trata es de ser consecuentes con su programa revolucionario. Ángel Prado y el movimiento comunero en Simón Planas lograron transmitir, de manera muy sencilla, en qué consiste su programa de gobierno y cómo piensan hacerlo realidad.
4) La claridad programática y estratégica no depende de aprenderse de memoria algunos documentos claves o de repetir lo que Chávez planteaba en sus discursos. Hay que tener conocimiento al detalle de la realidad que se pretende transformar, de la calle, de los caseríos, escuchar al pueblo, creer en él, crear las condiciones para que sea él quien gobierne. Y eso solo es posible en despliegue permanente por el territorio. Ángel Prado, junto a su equipo de campaña, recorrió la casi totalidad del municipio. Llegó a los lugares más remotos y olvidados. La médula del discurso de cierre de campaña del precandidato comunero, la tarde del jueves 5 de agosto, fue un resumen de lo que la gente le había planteado durante sus recorridos. Fue, por supuesto, un discurso memorable, un ejercicio extraordinario de síntesis política.
5) Un equipo de campaña disciplinado, moralizado, organizado. El mejor líder no es nada sin un buen equipo que le acompañe.
6) Mucha inteligencia táctica, capacidad de tomar decisiones en los momentos más difíciles. En el caso de Simón Planas, fue este factor el que impidió que la violencia se desbordara durante la jornada electoral.

Antes de terminar, habría que agregar una muy importante precisión, que nos permitirá completar el mapa de fuerzas y circunstancias: en Simón Planas, como seguramente sucedió en muchos otros lugares del país, la maquinaria burocrática y clientelar intentó derrotar no a un adversario, en este caso el movimiento comunero, sino al que considera un enemigo. Un enemigo de clase. Dicha maquinaria es expresión de los intereses de una clase de nuevos ricos, de gente que ha hecho fortunas al amparo de cargos públicos. La pérdida de estos espacios de poder equivale a la pérdida de privilegios y oportunidades de negocios. De allí que apelaran a la violencia e intentaran perpetrar un fraude: hace mucho que ya no se reconocen en los intereses populares.

Esa misma maquinaria está desperdigada por todo el territorio nacional y ocupa importantes posiciones en los más diversos espacios de poder. No habiendo podido evitar que la Comuna Socialista El Maizal se erigiera como un referente de lucha nacional, tomado nota de que ahora impulsa una iniciativa conocida como Unión Comunera, consumada la victoria del movimiento comunero en las primarias abiertas del PSUV, y dando por hecho la próxima elección de Ángel Prado como alcalde de Simón Planas, intentará neutralizar una experiencia que considera un ejemplo muy peligroso. En las primeras de cambio, seguramente se incline por retratarse con el victorioso pueblo comunero, atribuyéndose o celebrando una victoria que no es la suya. Luego, ya veremos.

Lo que está en juego en Simón Planas trasciende por mucho sus 808 kilómetros cuadrados. Por eso asumí como una tarea obligatoria, impostergable, sentarme a escribir estas líneas, para que estos hechos sean conocidos, y ojalá analizados, discutidos, por ese invaluable contingente de militantes que se distinguen por su honestidad, consecuencia y compromiso, y que dentro y fuera de nuestras fronteras siguen apostándole a la forma de hacer política que aprendimos con Chávez. Muy lejos estoy de considerarme un cronista imparcial. Desde el principio he tomado partido. De hecho, estas líneas también son un modesto homenaje a quienes considero mis compañeros y compañeras de lucha. Espero haberles hecho justicia.

Dos almas se disputan el cuerpo nacional. En aquel diminuto territorio larense, ese cuerpo intenta erguirse, revitalizado, robustecido, dispuesto a otear el horizonte. Pero se sabe incompleto. Queda mucho por hacer.

Caracas, 26 de agosto de 2021

Especial para Tramas

Primarias abiertas del PSUV: lo que se juega en Simón Planas (Lara) (Podcast Espacio Alcalino, 6 de agosto de 2021)


Ángel Prado en plena campaña. Foto: Belén Banegas

Para entrar en situación, y para que tengan una idea del clima que se respira en Simón Planas, me gustaría comenzar contándoles que llegué a Sarare, la capital del municipio, el pasado domingo 1 de agosto alrededor de las 4 pm, directo a una reunión del equipo de campaña ampliado del compañero Ángel Prado, referente de la Comuna Socialista El Maizal, y precandidato a alcalde. Más que una reunión de trabajo, era un acto público: allí habrían unas quinientas personas que, más que escuchar atentamente, que lo hacían, aupaban cada una de las intervenciones de los distintos responsables de las comisiones de trabajo. Allí habremos estado tal vez una hora más: el acto culminó con la intervención de Ángel, y de allí se fue junto a unos cien compañeros y compañeras a un sector llamado Gloria Sur, relativamente cerca del lugar donde se estaba desarrollando la reunión, y estuvieron en un casa por casa hasta pasadas las 10 pm. La jornada, que cerró con otro discurso de Ángel, habrá terminado alrededor de las 11 pm. Recuerdo haber pensando en ese momento: ¿en cuántos lugares de Venezuela, en día domingo y a esas horas, estaría culminando un casa por casa? Muy probablemente en muy pocos, si no en ninguno.

¿Por qué sucede esto en Simón Planas?

¿Qué es lo que distingue la campaña que lleva a cabo Ángel Prado junto al equipo que le rodea?

¿Qué es lo que hace de la Comuna Socialista El Maizal la referencia política nacional e internacional que sin duda es?

¿Por qué el movimiento comunero de Simón Planas ha decidido disputar la alcaldía?

¿Qué implicaciones podría tener esta decisión tanto para El Maizal como para la Unión Comunera?

Intentamos responder estas preguntas en una nueva entrega de Espacio Alcalino.

Para escuchar, pulse aquí.

Un capitalismo sano


Parque Central, Caracas. Foto: Sandra Iturriza

I.-

Mañana celebraremos el 238 aniversario del natalicio de Simón Bolívar. Cuatro días más tarde, el alumbramiento del hombre que hizo que Bolívar resucitara de entre los muertos. Hugo Chávez estaría cumpliendo 67 años.

Esta mañana he salido a caminar junto a mi esposa y mi hija más pequeña por la avenida que lleva el nombre del Libertador, y que pasa frente a Parque Central. Me lo ha pedido mi hija, intuyo que buscando alivianar un poco los efectos del confinamiento. Sobre la acera, a la altura de una señal de mototaxis, nos ha recibido una suave brisa fría que viene del este y que amortigua los rayos de sol. Caminamos en ese sentido. A las puertas del Anauco estaba formada una cola de unas diez personas que esperaban para comprar medicamentos a bajo costo en una farmacia itinerante del Ministerio de Salud. Una nube gris se posó sobre nosotros y nos cayeron algunas gotas. Nos cruzamos con un puñado de personas de la tercera edad que seguramente venían de colocarse una dosis de la vacuna rusa en el Hotel Alba Caracas. Un par de parejas jóvenes conversaban en la plaza frente al Museo de Arte Contemporáneo. Viramos a la izquierda, cruzando sobre la avenida, y comenzamos a desandarla por la acera norte, en sentido oeste.

Caminamos dos cuadras. Pasamos la Galería de Arte Nacional. Justo en la esquina siguiente nos detuvimos en una plaza recién inaugurada, con motivo del bicentenario de la Batalla de Carabobo. Leímos la placa conmemorativa, contemplamos la escultura en forma de espada, y seguimos nuestro camino. Tras unos pocos pasos nos alcanzó la nube gris y nos lloviznó. Era una nube pasajera, pero decidimos dar vuelta atrás y regresar a casa.

Parque Central, Caracas. Foto: Sandra Iturriza

El 27 de junio pasado, junto a mi esposa y mi hija mayor, recibimos la primera dosis de la vacuna cubana Abdala, en Fuerte Tiuna. El 11 de julio la segunda dosis. Alrededor de un diez por ciento de la población ha sido vacunada. Recién, el Gobierno ha anunciado la eventual eliminación de la modalidad de cuarentena “radical”, más restrictiva que la modalidad “flexible”. Todo indica que el inicio del nuevo año escolar, en septiembre próximo, será bajo la modalidad presencial.

La devaluación de la moneda avanza lenta pero sostenidamente: el 18 de junio pasado se pagaban 3.113.807,18 bolívares soberanos por dólar. Hoy son 3.784.653,84. La inflación siempre va un paso adelante: hace un par de meses había que disponer de 20 dólares para comprar un kilo de carne molida, dos pollos, un kilo de alas de pollo, un kilo de bistec y kilo y medio de chuletas de cochino. Eso mismo, hace una semana, costaba 36 dólares. La prensa económica especula sobre una inminente reconversión monetaria.

Mientras se acentúa la brecha entre los que tienen y los que no tienen, entre quienes ostentan sus lujos y quienes desaparecieron a la vista incluso de quienes sobrevivimos, al más alto nivel avanzan las negociaciones políticas que, eventualmente, podrían traducirse en la participación mayoritaria de la oposición en los comicios de noviembre próximo, en los que se disputarán gobernaciones, alcaldías y diputaciones regionales y locales, un evento que puede trastocar el mapa de fuerzas a escala nacional.

Parque Central, Caracas. Foto: Sandra Iturriza

El Partido Socialista Unido de Venezuela viene de realizar, el 27 de junio, elecciones por la base para escoger precandidaturas. Tras evaluar los resultados, y alegando razones de índole táctica, la dirección nacional decidió dejar por fuera algunas figuras políticas de relevancia, como fue el caso de Elías Jaua, quien recibió la mayoría de votos en el estado Miranda. Finalmente, el 8 de agosto, y mediante elecciones universales, serán elegidas las candidaturas oficiales para gobernaciones y alcaldías.

Lo más radicalmente antidemocrático del antichavismo, como Voluntad Popular, persiste en su línea abstencionista y violenta, cual nubarrón gris impotente, incapaz de desatar una tormenta, pero obstinada, persistente.

II.-

Tres días atrás, el Gobierno nacional, a través de su Vicepresidenta Ejecutiva y otros integrantes del gabinete, hizo acto de presencia y tuvo un derecho de palabra en la 77° Asamblea Anual de la Federación de Cámaras y Asociaciones de Comercio y Producción de Venezuela (Fedecámaras). Como lo resaltara el presidente saliente de la patronal, Ricardo Cussano, la última vez que un alto representante gubernamental asistió a la cita empresarial, nada menos que el recién electo presidente Chávez, fue en 1999. Sin duda un hecho novedoso, y aunque parezca paradójico, esta suerte de reencuentro difícilmente pueda calificarse como algo sorpresivo: el acercamiento entre el Gobierno y la cúpula empresarial comenzó ya en 2016 y se mantuvo durante todo el quinquenio, con sus altos y sus bajos.

Cada cual a su manera, tanto Cussano como la Vicepresidenta Ejecutiva hicieron énfasis en la necesidad de recuperar el ingreso de la clase trabajadora. Son demasiadas las evidencias de que la versión vernácula de capitalismo del desastre no conviene a nadie o, digámoslo correctamente, beneficia a muy poca gente.

Habría que agregar, en honor a la verdad, que es igualmente evidente que se reduce cada vez más el margen para pensar en alternativas al capitalismo. Es innegable el creciente consenso contra lo que se considera un extremismo irresponsable. No faltará quien opine que hay que estar realmente desquiciado, fuera de este mundo, para perder el tiempo pensando en alternativas.

Cuando la economía de un país colapsa, como en el caso venezolano, puede parecer insensato detenerse a pensar en lo que se hizo mal o dejó de hacerse cuando eran claros los signos de tormenta. El esfuerzo suele estar concentrado en alcanzar algún salvavidas.

El detalle es que este mundo camina directo al colapso, por lo que pensar en alternativas es una cuestión de vida o muerte.

En 1999, hablando frente al auditorio reunido con motivo de la 55° Asamblea Anual de Fedecámaras, Chávez recordó las circunstancias que rodearon su participación en la reunión del año previo, siendo todavía candidato presidencial. El viejo helicóptero en el que viajaba “no podía aterrizar entre la fuerte lluvia que estaba cayendo en Puerto La Cruz”. Se vieron obligados a aterrizar en aquella ciudad, para luego, “arriesgándonos, en plano palo de agua, cruzar hacia Margarita”, lugar de la cita empresarial.

En aquella oportunidad, en 1998, Chávez afirmó que estábamos “viviendo un momento cumbre de nuestra historia”, que nos situábamos en el “mero centro de un punto de transición”. Explicó que la “ecuación problemática” a la que se enfrentaba el país iba “mucho más allá del ámbito meramente económico”. El problema era también social, político, ético. En tanto se trataba de un “problema global”, no resultaba “aplicable aquella visión cartesiana de dividir por partes la realidad para solucionarla por partes”. “Hay que mirar el todo”, afirmaba. Más adelante citaba a Bolívar: “Las gangrenas políticas no se curan con paliativos”. Para encarar los problemas, agregaba, era indispensable “un gobierno que de verdad gobierne y conduzca como un capitán conduce la nave en el medio del mar, en la tormenta”.

Se manifestó respetuoso de la propiedad privada, de la libertad de empresa, y se declaró partidario de un “modelo económico” en el que “funcionen las leyes del mercado”. Marcando distancia del “neoliberalismo salvaje”, defendió la idea de un Estado “promotor del sector privado” y con la obligación de “proteger algunos sectores de la economía”.

Al año siguiente, el presidente Chávez invitó al empresariado a construir un “capitalismo sano”, en contraste con “el capitalismo salvaje, el corrupto que acabó con Venezuela en estos últimos años”.

Habían transcurrido apenas dos años y unos pocos meses de aquel discurso cuando Fedecámaras convocó a un paro nacional. La tormenta había comenzado.

Chávez nunca volvió a hablar en una Asamblea Anual de Fedecámaras. Abundan, eso sí, los episodios que dan fe de su empeño por lograr niveles mínimos de entendimiento con el empresariado, con el cual continuó reuniéndose. Afirmar lo contrario sería faltar a la verdad histórica. Pero también lo sería pretender ignorar al Chávez que, en innumerables ocasiones, explicó detalladamente las razones por las cuales consideraba un error intentar transformar democráticamente a la sociedad venezolana siguiendo la senda del capitalismo, lo que no equivale, por cierto, a negar la existencia del mercado o la necesidad de un Estado que promueva y proteja la iniciativa privada.

Tal vez precisamente porque hoy no hay mucho margen para decirlo, es más importante recordarlo: ni el problema es exclusivamente económico, ni las gangrenas se curan con paliativos, ni existe tal cosa como un “capitalismo sano”.

Avenida Bolívar, Caracas. Foto: Sandra Iturriza

Caracas, 23 de julio de 2021

Especial para Tramas, Argentina

Primarias del PSUV: un análisis preliminar (Podcast Espacio Alcalino, 9 de julio de 2021)


Les comparto mi segunda participación en Espacio Alcalino. ¿Cuándo fue la última vez que el PSUV organizó primarias? ¿Por qué las hace ahora? Ángel Prado, de la Comuna Socialista El Maizal, es postulado por todas las UBCH del municipio Simón Planas, en Lara. El significado del respaldo recibido por Elías Jaua en varios estados del país.

«¿La gente está cansada de la polarización o de la falsa polarización?» (Podcast Espacio Alcalino, 4 de junio de 2021)


Hace poco más de un mes inicié mi colaboración con la gente amiga de PH9, que se autodefine como «un medio digital independiente en ejercicio de un periodismo contextualizado, interpretativo y con memoria histórica».

Les comparto mi primera participación en Espacio Alcalino.

Una muy singular normalidad sin sobresaltos


Parque Central, Caracas. Foto: Sandra Iturriza

I.-

A muy pocos días de celebrarse el bicentenario de la Batalla de Carabobo, que sellaría la independencia nacional, la cotidianidad caraqueña trascurre sin mayores sobresaltos.

En Parque Central, donde vivo, la mayoría de los comercios están abiertos hasta bien entrada la tarde. Podría decirse que se consigue lo que usted busque. Las grandes aglomeraciones de gente, las colas, el desabastecimiento, son cosa del pasado. Los precios de algunos productos pueden variar significativamente de algún lugar a otro. Salvo muy contadas excepciones, todo está dolarizado. Desde que inició la cuarentena se han multiplicado los pequeños emprendimientos que incluyen servicio a domicilio. Antes del coronavirus el cuentapropismo ya marcaba la pauta.

Parque Central, Caracas. Foto: Sandra Iturriza

El CLAP distribuye una bolsa de alimentos con periodicidad mensual. La última incluyó cuatro kilos de harina de maíz, dos kilos de arroz, dos kilos de frijol chino, un kilo de azúcar, un kilo de pasta, dos latas de sardinas y doscientos gramos de leche en polvo. El precio ronda los 0,30 dólares, al cambio de hoy.

A muy pocos metros, en el hotel Alba Caracas, se ha instalado desde comienzos de junio un centro de vacunación contra el COVID-19, al que acude mucha gente. La prioridad la tienen las personas mayores de 60 años, y les siguen el personal de salud y las personas con alguna patología. Los primeros reciben una vacuna rusa, la Sputnik. El resto, si tiene menos de 60 años, una vacuna proveniente de China. La mayoría de quienes hacen su cola han recibido un mensaje de texto, indicándoles que han sido seleccionados. Un mensaje posterior les indica el lugar, el día y la hora de la cita. Pero también acude alguna gente que no ha sido notificada, reclamando su derecho a ser vacunada. La cantidad de dosis diarias no siempre alcanza, por lo que algunas personas deben armarse de paciencia, regresarse a sus casas sin ser vacunadas e intentarlo otro día.

Avenida Bolívar, Caracas. Foto: Sandra Iturriza

También a escasos metros de Parque Central, una estación de servicio expende gasolina a precio regulado. Funciona de manera irregular, dependiendo de los niveles de abastecimiento. Durante las últimas semanas se ha visto poco movimiento. La mayoría de los días ha permanecido cerrada. El tiempo que puede tomar ponerle gasolina al carro es bastante azaroso: con suerte, alrededor de una hora. Por término medio, unas tres horas. En momentos de mayor escasez, doce horas o más. Hay quienes tardan solo algunos minutos: los que pagan en dólares a alguno de los funcionarios policiales o efectivos militares que resguardan la estación de servicio. Al menos en teoría, cualquiera tiene derecho a 120 litros mensuales de gasolina a precio regulado, y puede abastecerse cada cinco días, de acuerdo al número de placa del carro. Estas condiciones no aplican si se tienen dólares suficientes para saltarse los controles o para pagar 0,50 dólares por litro, el precio en las estaciones premium, como se les llama oficialmente.

Estación de Servicio El Conde, Avenida Lecuna, Caracas. Foto: Sandra Iturriza

A pesar de estas limitaciones, hay días de mucho tráfico vehicular, aunque en líneas generales las colas son mucho menos frecuentes que hace unos pocos años. De un tiempo a esta parte se observa una mayor cantidad de unidades del transporte público terrestre. Durante décadas un tema muy sensible para la población, lo que obligaba a la intervención estatal, hoy en día las tarifas las imponen los conductores, quienes las ajustan periódicamente. Las dos estaciones aledañas del Metro de Caracas, Bellas Artes y Parque Central, siguen en funcionamiento, aunque cierran un poco más temprano. El Metrocable de San Agustín presta servicio de manera parcial.

El servicio eléctrico funciona normalmente, con muy pocas interrupciones. Algo similar puede decirse del servicio de telefonía e internet. El suministro de agua potable, en cambio, es bastante irregular, y puede faltar dos o tres días a la semana. Las personas que viven en los pisos más altos son las más afectadas, porque el agua no llega con suficiente presión, y pueden estar hasta cinco o más días sin el servicio. En el propio Parque Central se puede recargar un botellón de 18 litros por medio dólar.

Hace mucho tiempo que desapareció la prensa escrita. La información y la opinión circulan, fundamentalmente, a través de los teléfonos celulares. Los quioscos que antes vendían periódicos se han convertido en lugares de expendio de cigarrillos, café y chucherías. Las tres o cuatro tradicionales marcas de cigarrillos han sido desplazadas por otras seis u ocho, hace un par de años desconocidas, que se venden a un precio mucho menor. Las galletas provenientes de Turquía, más baratas, han invadido el mercado, aunque también es posible conseguir chocolates de marcas estadounidenses o europeas, a precios menos accesibles.

Ésta es apenas una pincelada de lo que ocurre en pleno centro geográfico de Caracas, pero no es, ni siquiera aproximadamente, lo que se vive en los márgenes de la ciudad formal, así como tampoco en buena parte del resto del país. La realidad es también lo que no se cuenta. 

II.-

En la Venezuela de comienzos de siglo la gente común y corriente se habituó a una cotidianidad vertiginosa que, en la mayoría de los casos, fue vivenciada como una experiencia gozosa. Aunque la politización de las mayorías populares no se produjo de manera súbita, así fue percibido por parte importante de la sociedad, para la cual aquellas mayorías se hicieron no solo visibles, sino muy bulliciosas, con la llegada de Chávez al poder.

La onda expansiva de lo que pudiera llamarse la experiencia Chávez alcanzó a impactar con mucha fuerza a la sociedad venezolana hasta bien entrada la segunda década del siglo, cuando una mezcla de grave crisis económica incipiente con violencia antichavista comenzó a trastocar la sociabilidad construida durante la revolución bolivariana.

Que la memoria es selectiva lo demuestran los relatos, a la orden del día, que evitan a toda costa referirse a cualquier mínimo episodio que refiera a aquellos tiempos, nada lejanos, en que tanta gente se sentía plena y feliz, se sabía protagonista, y tenía una confianza inusitada en el futuro.

Una sucesión de humillaciones y privaciones, errores y brutales agresiones, terror incluido, perspectiva cierta y por fortuna conjurada de guerra fratricida incluida, fueron trocando aquel vértigo creador en miedo, dolor, desconfianza, incertidumbre. Los brevísimos momentos de tregua apenas alcanzaban para reunir fuerzas. La calma, cuando la había, era una tensa calma. Luego fue la hiperinflación, con toda su carga destructiva, como si el propósito fuera el trastorno generalizado, que ya nadie pudiera estar en sus cabales.

Si tuviera que nombrar de alguna forma lo que hoy somos, diría que somos sobrevivientes. Con todo, no estoy seguro de que el término nos haga justicia. Tengo mis serias dudas. Justicia sería, a mi juicio, encontrar una palabra que nos describa no como víctimas lastimeras y miserables, incapaces de valerse por sí mismas, sino como hombres y mujeres que hemos sido capaces de seguir adelante, a pesar de todo. Justicia sería poder hablar de nosotros, poder contarnos, sabiendo que estamos incompletos, que nos falta una parte, de nuevo invisible, y que la queremos de vuelta.

¡Saltos! ¡Saltos! ¡Saltos!

Puede que resulte muy extraño decirlo cuando lo que impera es esta muy singular normalidad sin sobresaltos. Pero la política no ha muerto, solo se está transformando.

Es cierto que la gente evita hablar de política en las calles, que la pugnacidad de otros tiempos casi ha desaparecido. Es posible que, para decirlo con Bolívar, el enemigo se sitúe en una altura inaccesible y plana, y nos domine y nos cruce con todos sus fuegos. Pero aquel bullicio aún recorre nuestras entrañas, como una procesión. Podrá ser intangible, invisible, pero existe. Y es una llama inextinguible.

Parque Central, Caracas. Foto: Sandra Iturriza

Caracas, 19 de junio de 2021

Especial para Tramas, Argentina

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