Una pregunta retórica y una respuesta inesperada


Dame una reina pepeada.

Para El Universal, «su opinión cuenta». Por eso, y desde hace un buen tiempo, la página web del diario incluye una sección en la que formula preguntas para que los lectores opinen sobre diversos temas. Pronto, usted descubre que no es «su» opinión la que cuenta, sino la opinión de los lectores de El Universal. Pero llegados a este punto, aún falta por descubrir.

El meollo del asunto es que la opinión del lector promedio del diario – que se asume como el criterio de valoración universal – es realmente la opinión del diario: El Universal interroga a sus lectores para obtener las respuestas que desea ver reflejadas en su página, y sus lectores responden complacidos lo que sus interrogadores desean leer. Tú sabes, cosas de la interactividad y la libertad de expresión.

Póngase como ejemplo una de las preguntas más recientes: «A su juicio, ¿es necesario en el país areperas socialistas como la inaugurada por el presidente Hugo Chávez en Parque Central?«.

Pregúntese usted mismo: ¿cómo reaccionará el lector promedio del diario ante semejante interpelación? No hay duda alguna: no se trata más que de una pregunta retórica, una pregunta que no interroga, sino que transmite una opinión, una visión del mundo – una crítica velada, un prejuicio de clase.

He aquí la singular paradoja: no es la opinión del lector la que cuenta, sino la opinión – o la «información» – que transmite El Universal a través de sus preguntas retóricas. Son tan obvias las respuestas que los lectores son casi prescindibles. Si todavía cumplen alguna función, ésta no es otra que ofrecer la respuesta que de ellos se espera. Así, quienes se supone tendrían que ser el factor fundamental de la ecuación, la fuente de la información, no pasan de ser un detalle pintoresco.

De manera que aventurarse en esos terrenos sirve a los curiosos – como es mi caso – nada más que para tantear el clima de opinión entre el antichavismo consuetudinario – si es que realmente cabe la distinción entre la posición tradicionalmente de derechas de El Universal y la virulenta oposición que actualmente practica su par más «progre», El Nacional. Dicho de otra forma: si usted quiere saber qué nuevas fronteras del entendimiento ha cruzado el antichavismo centenario, si le interesa identificar la eficacia de las consignas puestas a rodar por la máquina propagandística opositora, si le provocó reírse un rato, diríjase a la sección «Su opinión cuenta».

Volviendo al ejemplo, ¿qué gracia tiene saber que para El Universal las areperas socialistas son absoluta e indefectiblemente innecesarias? Ninguna. La gracia reside, pues, en el detalle pintoresco: en las ocurrencias de sus bien alimentados y bien formados lectores.

Causa gracia intentar desentrañar la lógica argumentativa de los lectores que establecen una relación entre la «regaladera descarada» a Cuba, Bolivia, Ecuador, Nicaragua o Argentina, y la misma «regaladera descarada» al pueblo. Alguien opina que esto se parece al «comunismo del siglo 19» y otra persona advierte que esto se lo llevó quien lo trajo, que «esto es el camino para la África del siglo XVIII, con su estructura tribal». Otra persona razona, con lógica inextricable: «En el país no necesitamos arepas socialistas, lo que necesitamos es un gobierno capaz de luchar contra la altísima inflación que tenemos en Venezuela». Traduzco: en Venezuela no necesitamos arepas socialistas, lo que necesitamos es arepas baratas. Otra persona cree ser capaz de establecer cierto paralelismo con Cuba: «Allí ve uno a la gente borracha… y… piensa que tienen dinero para comprar alcohol, pero no, el gobierno da gratis el alcohol de caña, para mantener al pueblo adormecido».

En fin, debo admitirlo: hasta aquí, sólo más de lo mismo. Ningún dato nuevo que procesar. Nada que merezca – realmente – mención aparte.

Pero entonces aconteció lo inesperado: como una aparición en el mundo de los vivos, como una extravagancia, un accidente. Como una luciérnaga tasajeando la noche, como un árbol frondoso en medio del desierto. Como un aguacero en verano, como reina pepeada a cinco bolos en una arepera de Las Mercedes.

Sucedió que vino alguien a subvertir la implacable lógica de las preguntas retóricas, poniéndola patas arriba, desnudándola, desbaratándola. Lo hizo un tal Jhosmann Fuentes, el pasado 28 de diciembre, a las 8:38 de la mañana. Y lo hizo así:

«Ésta me parece una de las mejores preguntas que se han hecho en este diario. En ese sentido, ya que he visto algunas opiniones que hacen un enorme aporte a la solución de los gravísimos problemas que padece este país, quiero aprovechar esta oportunidad para hacer el mío, que reconozco es el más humilde de todos. Así pues, creo que en lugar de estas areperas socialistas, que a todas luces no contribuyen en nada al desarrollo de la nación, más allá de ser una opción para que un reducidísimo número de personas consigan comprar a bajo precio este producto que muy poca gente consume en las mañanas, escasamente al mediodía y casi nada en las noches, el gobierno debería promover que en cada calle de Venezuela haya un McDonald’s, un Wendy’s, un Burguer King, y de todas aquellas cadenas de comida chatarra que se conocen en el mundo. Eso sí es progreso».

Como escribió la misma persona que nos comparó, espantada y escandalizada, con el África del siglo XVIII: «Qué atraso, qué insolencia y qué descaro».

Teorías conspirativas: Chávez intentó derrocar a Castro


Uno está convencido de que nadie es que capaz de superar a Nelson Bocaranda (el mismo que juró por este puñado de cruces que la foto entre Fidel Castro y Cristina Fernández de Kirchner era un montaje), hasta que viene Jorge Castañeda y lo supera.

Jorge Castañeda es un tipo a la vez notable y veleidoso: estudió economía en Princeton y se doctoró en la Universidad de París; inició su militancia política en el Partido Comunista Mexicano, asesoró a Cuauhtémoc Cárdenas (PRD: más o menos progre) en las presidenciales de 1988, luego a Vicente Fox (PAN: más la derecha que el PRI) en la campaña de 2000, fue Canciller durante el gobierno de Fox y combatió férreamente la candidatura de Andrés Manuel López Obrador en 2006.

De Castañeda recuerdo en particular un libro suyo, La utopía desarmada, sobre el que aquí no voy a escribir ni ñe, sólo que estuvo muy de moda en la desencantada escuela de sociología de la Central de mediados de los 90.

Lo cierto es que el hombre acaba de publicar un… (no encuentro la palabra…) clarividente y enigmático artículo en la revista estadounidense Newsweek, intitulado El complot contra los Castro (The plot against the Castros). Allí nos revela las verdaderas razones de las renuncias de Carlos Lage (ex Vicepresidente cubano) y Felipe Pérez Roque (ex Canciller):

– Resulta que durante un mes, más o menos, Lage, Pérez Roque y otros estuvieron aparentemente involucrados en una conspiración, traición, golpe o el término que a usted le dé la gana, para derrocar o desplazar a Raúl Castro. (Como siempre, la traducción es libre, así que aquí les dejo el texto original: «for at least a month or so, Lage, Pérez Roque and others were apparently involved in a conspiracy, betrayal, coup or whatever term one prefers, to overthrow or displace Raúl«).

– Aquí viene la parte candente del asunto: en el camino, reclutaron – o fueron reclutados por – a Hugo Chávez, quien trató de calentarles la oreja a varios líderes latinoamericanos, comenzando por Leonel Fernández, el presidente dominicano, que le respondió que él no se metía en esos vaporones. («In this endeavor, they recruited—or were recruited by—Venezuela’s Hugo Chávez, who in turn tried to enlist the support of other Latin American leaders, starting with Leonel Fernández of the Dominican Republic, who refused to get involved«).

– Raúl, por supuesto, pilló la movida casi antes de que los complotados decidieran complotar y se fue donde Fidel y lo puso en tres y dos: mi hermano del alma, tú decides: o ellos o yo. («As usual, Castro… detected the plot almost before the plotters themselves. Raúl took the evidence collected by military intelligence to his ailing brother, and forced him to choose: stick with him and extend his support to the predetermined succession path, or back Lage and Pérez Roque and forsake Raúl«).

– Fidel, abrumado por la evidencia y profundamente decepcionado de sus pupilos, se decidió por Raúl. («With evident disappointment in his old allies, the Comandante Máximo backed Raúl«).

– Mandaron a llamar a Chávez a La Habana y se la pintaron así: o te retractas, a la vez que mantienes el apoyo económico a la isla; o pierdes el apoyo del aparato cubano de inteligencia, con todo y la información pormenorizada que ella implica, exponiéndote a golpes o intentos de asesinato de tus eventuales sustitutos. («Then Chávez was summoned to Havana to be placed before another devil’s alternative: back off, while maintaining economic support for the island, or lose his Cuban security detail and intelligence apparatus, exposing himself to coups and assassination attempts from eventual Venezuelan replacements«).

– ¿Qué creen ustedes que hizo Chávez? Como el hombre no es tonto y sabe sumar, se puso a sacar cuentas: o me retracto o me asesinan. Mejor déjame seguir apoyando a los Castro. («He chose to stick with the Castros«).

Tremenda historia, ¿no?

Ah, pero siempre hay un pero. Miren como comienza el último párrafo del artículo de Castañeda: «Needless to say, none of this can be fully substantiated«. Que en venezolano significa: «Por cierto, vale, antes de que se me olvide: nada de esto puede ser completamente sustentado, comprobado, verificado, confirmado o como quiera que a usted le dé su real gana llamarlo».

Tanto Princeton y tanta Universidad de París para terminar escribiendo chismes. Pero más hilarante aún resulta la manera como el Castañeda intenta revestir de un mínimo de credibilidad el chisme.

Seguramente ustedes recordarán el intercambio fraterno de chistes entre Chávez y Fidel en torno a la participación de Cuba y Venezuela en el Clásico Mundial de Beisbol 2009. Más concretamente, ¿ustedes recuerdan el artículo aquel en el que Fidel le respondió a Chávez: «Chávez ignora todavía por qué sus magníficos pitchers y bateadores serán derrotados por nuestros atletas»? Ahora la frase en su contexto: «No acepto que se mezcle ahora la chismografía con el Clásico de Pelota que está próximo a comenzar. Dije bien claro que nuestros atletas de béisbol eran jóvenes de primera línea y hombres de patria o muerte. Como ya expresé otras veces regresaremos con el escudo o sobre el escudo. Venceremos porque sabemos y podemos combinar algo que sólo pueden hacer hombres libres, y sin dueños, no los jugadores profesionales. Leonel Fernández me contaba ayer por la tarde que los excelentes peloteros profesionales dominicanos no deseaban participar en esas competencias, estarían ausentes con dolor para el pueblo que los vio nacer. Chávez ignora todavía por qué sus magníficos pitchers y bateadores serán derrotados por nuestros atletas. El equipo cubano que este año medirá sus fuerzas con los mejores profesionales de Estados Unidos y Japón en las Grandes ligas, es mucho más fuerte y está mejor entrenado que el de hace tres años. Muchos de ellos son ya veteranos a pesar de su juventud. Ninguno de los hombres que hicieron el equipo quedó en casa, excepto por razones de salud. Asumo la total responsabilidad por el éxito o el revés. Las victorias serán de todos; la derrota no será jamás huérfana».

Bien. Entonces seguramente recordarán que ese fue el mismo artículo en que Fidel escribió: «Con motivo de los cambios en el seno del Ejecutivo, algunas agencias cablegráficas se rasgan las vestiduras. Varias de ellas hablan o se hacen eco de rumores ‘populares’ sobre la sustitución de los ‘hombres de Fidel’ por los ‘hombres de Raúl’. La mayoría de los que fueron reemplazados nunca los propuse yo. Casi sin excepción llegaron a sus cargos propuestos por otros compañeros de la dirección del Partido o del Estado. No me dediqué nunca a ese oficio. Jamás subestimé la inteligencia humana, ni la vanidad de los hombres. Los nuevos ministros que acaban de nombrarse fueron consultados conmigo, a pesar de que ninguna norma obligaba a los que los propusieron, a esa conducta, ya que renuncié hace rato a las prerrogativas del poder. Actuaron sencillamente como revolucionarios auténticos que llevan en sí mismos la lealtad a los principios. No se ha cometido injusticia alguna con determinados cuadros. Ninguno de los dos mencionados por los cables como más afectados, pronunció una palabra para expresar inconformidad alguna. No era en absoluto ausencia de valor personal. La razón era otra. La miel del poder por el cual no conocieron sacrificio alguno, despertó en ellos ambiciones que los condujeron a un papel indigno. El enemigo externo se llenó de ilusiones con ellos».

Ahora miren la interpretación que le da el Castañeda a las palabras de Fidel: en su columna de prensa, Fidel los acusó de albergar «ambiciones» excesivas, alimentadas por la «miel del poder» y la «ausencia de sacrificio». Dijo además que habían reanimado las ilusiones de «poderes extranjeros» respecto al futuro de Cuba. («In a newspaper column Fidel accused them of harboring excessive ‘ambitions’ fed by the ‘honey of power’ and the ‘absence of sacrifice’. He said they had reawakened the illusions of ‘foreign powers’ regarding Cuba’s future«).

Arriba tienen el artículo de Fidel. ¿En alguna parte escribió sobre «poderes extranjeros»?

Pero eso no es lo más importante. Según Castañeda: más importante aún, y enigmáticamente, Fidel recurrió a una metáfora beisbolera en ocasión del Clásico Mundial de Beisbol para afirmar que los jugadores de beisbol de Chávez, con todo y lo «jóvenes y buenos» que son, no serían capaces de vencer a las «estrellas cubanas». («More importantly, and enigmatically, he resorted to a baseball metaphor on the occasion of the World Baseball Classic… to claim that Chávez’s baseball players, ‘as good and young’ as they might be, were no match for ‘Cuba’s seasoned all-stars’«).

Cosa más grande y ridícula, caballero. A ver, a ver, a ver:

Lo que escribió Fidel: «Chávez ignora todavía por qué sus magníficos pitchers y bateadores serán derrotados por nuestros atletas».

Lo que escribió Castañeda: enigmáticamente, Fidel recurrió a una metáfora beisbolera… para afirmar que los jugadores de beisbol de Chávez, con todo y lo «jóvenes y buenos» que son, no serían capaces de vencer a las «estrellas cubanas».

Otra vez Fidel: «Chávez ignora…».

Cosa más grande, ridícula y «enigmática», caballero. Como escribió el cámara que lleva el blog BoRev.Net (altamente recomendado para todo aquel que le meta al inglés): «About baseball! The whole stupid coup plot story was based on an ‘enigmatic comment’ Fidel made about his team winning the World fucking Baseball Classic this year. Jorge Castañeda is a disturbed old man«. Que traducido al venezolano quiere decir: «¡Sobre beisbol! Toda una estúpida historia sobre golpes y comploteos basada en un ‘enigmático comentario’ que hizo Fidel sobre su equipo triunfando en el Clásico Mundial de Beisbol del coño. Jorge Castañeda no es más que un viejo trastornado». Traducción alternativa de la última frase: «Jorge Castañeda no es más que un viejo senil que está loco e bola».

Pero la historia no termina aquí. El Universal, entre muchos otros, reprodujo la «noticia» hace un par de días, el miércoles 18 de marzo. Y ayer jueves 19, su columnista estrella, Nelson Bocaranda (Runrunes), abrió con este runruneo:

«Cuba. La información que publicó en la revista Newsweek el ex canciller mexicano Jorge Castañeda – hombre de izquierda muy vinculado a importantes figuras cubanas tras ayudar a mejorar las relaciones entre ambos países – en la que involucra al presidente venezolano con un supuesto golpe, conspiración o traición en Cuba contra Raúl Castro apoyándose en los defenestrados Carlos Lage y Felipe Pérez Roque, vicepresidente y canciller, respectivamente, nunca será aceptada o confirmada por el régimen cubano tal como pasó con las purgas de Stalin o en las de Mao. Sin embargo, hay piezas que cuadran. En nuestra pasada columna del 5 de mayo escribimos sobre el intempestivo viaje del caudillo criollo a Cuba, el viernes 20 en la noche, y su regreso silencioso con sus acompañantes tras pasar unas horas en la capital cubana. Molesto regresó por Barquisimeto, dejó a sus acólitos y se fue a Barinas donde pasó dos días encerrado conversando con su hermano Adán. Desde ese viaje sus ministros no han osado preguntarle absolutamente nada sobre Fidel y Raúl. ¿Le dará todo esto más razones a Castañeda para armar el rompecabezas del que sólo algunas pistas le dieron los altos cargos cubanos para que lo hiciera público en Estados Unidos? ¿Será por eso el mal genio de Hugo I las últimas semanas y su huida hacia adelante llevándose en su carrera hasta la propia Constitución de la que con tanto orgullo nos hablaba hace sólo unos añitos? No ve a nadie que se le pare y enfrente».

Yo no sé a ustedes, pero a mí me provoca cierta grima saber que la columna de este otro «disturbed old man» sea la más leída todas las semanas por aquellos que consumen El Universal. Dicho diario, por si no lo saben, incluye en su página web, diariamente, un «Ranking de Noticias». Vean el «ranking» de ayer:

Si el estómago se los permite, pásense por ahí el próximo jueves, y se acordarán de lo que aquí les digo.

Y después dicen que el que está de manicomio es Chávez.

Caricatura de Rayma, publicada ayer jueves 19 de marzo en El Universal.

Cosa más loca e bola, caballero.

Cuba. Sensaciones a 50 años de revolución – Guillermo Cieza


Hace algunas semanas me pidieron una opinión sobre Cuba y los 50 años de la revolución, que se condensaba en tres preguntas: cómo había recibido el impacto de la revolución cubana, su influencia sobre mi generación y mi opinión sobre Cuba hoy.

Supongo se han vencido los plazos para mandar esas respuestas, pero las preguntas me han seguido dando vueltas en la cabeza, quizás atizada por los brulotes del Canal C5N, que me bombardearon los últimos días de diciembre y el 1 de enero en casa de personas muy queridas, que dejan entrar basura televisiva a su hogar. Y no por eso dejan de ser muy queridas.

Estuve una sola vez en Cuba, en 1993, en pleno período especial. Demasiado poco tiempo para opinar y en un momento donde en Miami estaban las valijas hechas para un nunca cumplido retorno de la gusanería. Por eso voy a expresar sensaciones, más que opiniones.

La primera imagen de la revolución cubana es la de una noche estival en el campo donde mis padres y mis tíos comentaban entusiasmados las noticias que traía una radio valvular. Con el correr de los años sentí curiosidad por aquella unanimidad de quienes adherían a distintas versiones del radicalismo o al Partido Comunista. Sospecho que el punto de encuentro era el antiperonismo. Para ellos Batista era Perón e identificaban a los jóvenes barbudos cubanos cada cual con sus referentes de «la Libertadora».

La segunda irrupción de Cuba me vino, paradójicamente, de mano del peronismo y del cristianismo en 1970. A nuestras cabezas de esponja de privilegiados adolescentes sesentistas, nos llegó Cristianismo y Revolución, aquella publicación de García Elorrio y Casiana Ahumada que rebalsando de Camilo y el Che, no podía menos que ubicar a Cuba en el lugar de las utopías. Y esa imagen me acompañó en los primeros años de militancia a la sombra de aquel enorme ombú, generoso y solitario padre ideológico, que fue el gordo Cooke, el hombre del Che en la Argentina.

He dado una primera respuesta, pero creo que la pregunta que permite encontrar la punta del ovillo es la segunda: la influencia de la revolucion cubana sobre mi generación. Y lo primero que se me ocurre es que nos pegó, según cómo vivíamos. Y desde esa certeza, creo que podemos mirar a Cuba hoy, expresar nuestras sensaciones. Depende mucho de lo que estamos haciendo, de nuestro cotidiano. Por eso decía que allí está la punta del ovillo.

A mi generación la revolucion cubana nos llegó encuadernada en un libro de Regis Debray, que explicaba cómo teníamos que hacer una revolución, con el criterio de autoridad que imponían Fidel, el Che y una revolución en las barbas mismas de Estados Unidos.

Algunos compraron todo el paquete. Otros pudieron hacer una lectura crítica o, mejor dicho, una praxis crítica. Yo tuve la suerte de compartir militancia con compañeros que venían peleando desde hacía mucho tiempo y que ya en 1971 estaban rescatando la idea de organización de la lucha armada, se cagaban soberanamente en el foco, la idea de vanguardias iluminadas, etc.

Muchos después nos pudimos enterar un poco mejor de cómo se había hecho la revolución cubana y nos fortaleció en una premisa: la tarea de contar lo que estamos haciendo es parte vital de nuestra construcción política. Es una tarea que corresponde hacer a quienes son protagonistas; no debe ser delegada en quienes son testigos, aún a los más bienintencionados intelectuales.

Las sensaciones que viví en Cuba en el 93, aquella noche que no había una gota de aceite en La Habana para abastecer a sus guaguas, los días con las prostitutas golpeándonos la cara en las puertas de los hoteles y los lúmpenes asediándonos en las calles para conseguir dólares, las voy a resumir en una sola imagen: en la puerta de una casa humilde de una calle de la que no recuerdo el nombre, un hombre flaco nos mostró una foto de cuando era gordo, pocos años antes, y nos convidó con la única cerveza que tenía por el solo placer de hablar de esa Cuba que amaba y le dolía. Como sólo puede doler lo que nos pertenece y es parte de nuestra historia de vida.

Si queremos tirar mierda sobre Cuba vamos a encontrar argumentos. Hay burócratas, buscas, prostitutas, conservadores con la cobertura de frases revolucionarias, jóvenes ansiosos de rajarse para el capitalismo y más. Podría decir incluso que durante muchísimos años he participado en proyectos políticos que no pudieron empalmar con la política exterior cubana. Pero quienes desde hace años venimos luchando por transformar nuestra sociedad, no podemos desconocer que en los años más duros, en el colapso ideológico de fines de los 80 y principio de los 90, en Cuba pudimos encontrar un nivel más alto de la dimensión humana, un lugar que le hacía el aguante a las esperanzas de la humanidad. Y la revolución, la revolución que voy a poder ver, quizás se trate solamente de eso, de una posta en el camino de los pueblos, que nos ayude a recobrar fuerzas, para seguir adelante hacia un futuro que hicimos, haremos, harán revolucionario.

Desde ese lugar, mi agradecimiento a Cuba, a su pueblo y sus dirigentes, y mi convicción de que la revolución no fue traicionada.

¿Por qué construir el pueblo es la principal tarea de una política radical? (fragmento) – Ernesto Laclau


(Sabemos de sobra que hace algunos años el gobierno estadounidense ha encontrado la fórmula retórica para acusar y descalificar a ciertos procesos políticos de Nuestra América: «populismo radical». La evidencia circula profusamente por la web: por ejemplo aquí, acá o más allá. El lector informado no tendrá ninguna necesidad de indagar en cualquiera de los enlaces anteriores, y lo más probable es que recuerde alguna referencia más reciente, y con toda seguridad más patética.

Pero el colmo del patetismo es cómo esta fraseología es inmediatamente adoptada sin el menor rubor por opinadores, politiqueros de oficio e intelectuales. Sobre esta última especie, resulta cuesta arriba poner en duda el liderazgo de un Mario Vargas Llosa – de quien hay que aclarar en justicia que es un personaje obsesionado con el tema del populismo aun antes de la sombría era George W. Bush – y su séquito de repetidores sin gracia, cuya principal virtud es precisamente esa: ser capaces de repetir cansonamente los mismos argumentos una y otra vez, en favor del libre mercado, la democracia liberal y la amenaza del populismo. En abierto contraste con ellos, el debate que se libra en la izquierda – perdonen los señores el «anacronismo» – a propósito, por ejemplo, del «socialismo del siglo XXI», es al menos más plural y menos desprejuiciado, lo que ciertamente no habla muy bien de la izquierda, sino infinitamente mal de esta derecha ilustrada.

A propósito de los intelectuales y populismo, los cámaras del blog Verboamérica – cuya lectura recomiendo ampliamente – publicaron ayer miércoles 14 de mayo una entrada intitulada Antipopulistas ilustrados. En éste, a su vez, incluyen el enlace de un artículo del mexicano Roger Bartra. A primera vista, se trata de un trabajo «académico», en el que cita a los ya clásicos estudios de Germani y di Tella. Pero también, no podía faltar, a Ernesto Laclau.

Todo lo cual no le impide esgrimir las ya manidas invectivas contra el populismo chavista, del tipo

– «… el extraño socialismo populista venezolano que propone Chávez se conecta con el obsoleto modelo revolucionario cubano».
– «Cada vez más venezolanos se percatan de las carencias y del atraso del proyecto de Chávez: por eso perdió el referendo de 2007 en que se proponía modificar la constitución y perpetuarse en el poder».

Además, se atreve a sugerir su propio concepto de populismo: «… podría decir que el populismo es una cultura política alimentada por la ebullición de masas sociales caracterizadas por su abigarrado asincronismo y su reacción contra los rápidos flujos de deslumbrante modernización; una cultura que en momentos de crisis tiñe a los movimientos populares, a sus líderes y a los gobiernos que eventualmente forman».

«¡Apártate de ahí, negra, y deja tu abigarrado asincronismo!» Así insultan los tipos que saben.

Tanta palabrería para terminar afirmando lo que aquí nos ha dicho un montón de veces Teodoro Petkoff, y por allá, también, algunos integrantes de la pandilla de Vargas Llosa:

«Pero hay otros caminos posibles para gobiernos de izquierda con bases populares sólidas. La alternativa más conocida y probada es la socialdemócrata, tal como se ha presentado en Chile, Brasil y Uruguay, donde los gobiernos de Bachelet, Lula y Tabaré se han distanciado claramente del populismo. Estos gobiernos de orientación socialdemócrata, al igual que los populistas, ponen en el centro la necesidad de impulsar sociedades igualitarias, incluyentes y protectoras de los grupos más pobres o vulnerables. Pero hay grandes diferencias: de un lado tenemos una defensa de la democracia representativa y una política que acepta claramente que hoy en día la globalización es el más importante motor del cambio. En contraposición, el populismo impulsa actitudes de confrontación hacia los empresarios, ve con sospecha las inversiones extranjeras, es agresivamente nacionalista e impulsa reformas políticas que propician la continuidad del poder autoritario del líder; reformas que minan la democracia electoral para favorecer mecanismos alternativos de participación e integración popular de carácter corporativo, clientelar y movilizador».

Es decir, hay dos izquierdas: una buena y otra malísima, bla bla bla.

Les contaba que el Bartra cita a Ernesto Laclau. Si desean tomarse la molestia de revisar lo que escribe sobre el argentino, allá arriba está el enlace.

Pues bien: resulta que el Fondo de Cultura Económica ha anunciado la publicación, durante este mes de mayo, del libro más reciente de Laclau, Debates y combates. Por un nuevo horizonte de la política. Y como nos tiene acostumbrados, el Fondo nos anticipa un fragmento del libro, que es el que les dejo acá. Concretamente, la breve Introducción y parte del capítulo con el que titulamos esta entrada. En el libro, como ya leerán a continuación, entra en debate con algunos autores (Zizek, Badiou, Agamben, Negri y Hardt). Pero he querido resaltar el par de frases con las que cierra la intro, y que tanto contrastan con lo que todo el tiempo repiten los Vargas Llosa y los Bartra de este mundo:

«Es para mí un motivo profundo de optimismo que después de tantos años de frustración política nuestros pueblos latinoamericanos estén en proceso de afirmar con éxito su lucha emancipatoria. Es este nuevo horizonte histórico el que ha estado en la base de mi reflexión al escribir estos ensayos».)

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Debates y combates. Por un nuevo horizonte de la política.

Introducción.
Los cuatro ensayos que componen este volumen fueron escritos en los últimos ocho años y se ocupan de aspectos cruciales vinculados al reciente debate político de la izquierda. El ensayo referido a Slavoj Žižek parte de una polémica que él inició en Critical Inquiry e intenta mostrar las falacias de sus argumentos, que son tan sólo una mezcla indigesta de determinismo económico y subjetivismo voluntarista, a lo cual se añade una distorsión sistemática de la teoría lacaniana. (Esta distorsión ha sido demostrada de modo inequívoco en el reciente libro de Yannis Stavrakakis, The Lacanian Left.)[i]

La obra de mis otros adversarios en este libro presenta una sustancia teórica mucho más considerable. Mi ensayo sobre Alain Badiou trata -desgraciadamente de modo muy sumario- uno de los enfoques más originales y promisorios de la filosofía actual. Una consideración, por mi parte, más seria y sistemática de su obra podrá encontrarse en mi libro en preparación La universalidad elusiva. El gran mérito de la obra de Badiou reside, en mi opinión, en su drástica separación entre “situación” y “acontecimiento”, que plantea la cuestión del estatuto ontológico de una interrupción radical, que rompa con todas las ilusiones y los señuelos de la mediación dialéctica. Los límites de su análisis están dados, desde mi perspectiva, por lo que considero una exploración insuficiente de aquello que está estructuralmente implícito en una interrupción radical. Éste es el punto en que mi enfoque -“hegemónico”- se diferencia del suyo, fundado en lo que él califica de “fidelidad al acontecimiento”. También es el punto en que su ontología –matemática- difiere de la mía -retórica-.

En el caso de Giorgio Agamben, pese a todo lo que separa su enfoque del de Hardt y Negri, mi objeción es comparable. Detrás de su tesis fundamental de que la reducción del bíos a zoé signa el destino de la modernidad -que encontraría su paradigma teleológico en el campo de concentración- hay una simplificación del sistema de alternativas que abre la modernidad. Como lo he insinuado en mi ensayo sobre su trabajo, su misma idea de lo que está implícito en la noción de “potencialidad” puede abrir horizontes para visiones considerablemente más matizadas de la política que las que él explora.

Finalmente, mis desacuerdos con Michael Hardt y Antonio Negri giran en torno a la constitución de las identidades colectivas. Para ellos, la articulación horizontal entre distintas luchas sociales debe ser desdeñada en provecho de un aislamiento vertical de las diversas movilizaciones, que no requerirían la construcción de ningún vínculo político entre sí. Por las razones que se exponen en este libro, no pienso que ésa sea una perspectiva adecuada. Dicha perspectiva está anclada en el enfoque del operaismo italiano de los años sesenta, con su énfasis en la autonomía y su abandono de la categoría de “articulación”. Si bien coincido con ellos en que ésta última categoría no puede ser reducida a las formas institucionales del “partido”, tal como lo había sido en la experiencia del comunismo italiano, pienso también que formas más complejas de articulación, que reintroduzcan la conexión horizontal entre movilizaciones sociales, siguen siendo esenciales en la programación de un proyecto político.

Detrás de cada una de las intervenciones de este volumen hay, de mi parte, un proyecto único: retomar la iniciativa política, lo que, desde el punto de vista teórico, significa hacer la política nuevamente pensable. A esta tarea ha estado destinado todo mi esfuerzo intelectual. Es para mí un motivo profundo de optimismo que después de tantos años de frustración política nuestros pueblos latinoamericanos estén en proceso de afirmar con éxito su lucha emancipatoria. Es este nuevo horizonte histórico el que ha estado en la base de mi reflexión al escribir estos ensayos.

Ernesto Laclau, febrero de 2008
¿Por qué construir al pueblo es la principal tarea de una política radical?[ii] (fragmento)
Me ha sorprendido bastante la crítica de Slavoj Žižek[iii] a mi libro La razón populista.[iv] Dado que ese libro es altamente crítico del enfoque de Žižek, esperaba, desde luego, alguna reacción de su parte. Sin embargo, ha elegido para su respuesta un camino por demás indirecto y oblicuo: no ha respondido a una sola de mis críticas a su trabajo y formula, en cambio, una serie de objeciones a mi libro que sólo tienen sentido si uno acepta enteramente su perspectiva teórica, que es exactamente lo que estaba en cuestión. Para evitar continuar con este diálogo de sordos, tomaré el toro por las astas, voy a reiterar lo que considero fundamentalmente erróneo en el enfoque de Žižek y, en el curso de mi argumentación, refutaré también sus críticas.

Populismo y lucha de clases
Dejaré de lado las secciones del ensayo de Žižek que se refieren a los referendos francés y holandés, un aspecto en el que mis opiniones no difieren demasiado de las suyas,[v] y me concentraré en cambio en los argumentos teóricos, en los que señala nuestras divergencias. Žižek comienza afirmando que yo prefiero el populismo a la lucha de clases.[vi] Ésta es una manera bastante absurda de presentar el argumento, pues sugiere que el populismo y la lucha de clases son dos entidades realmente existentes, entre las que uno tendría que elegir, tal y como cuando uno elige pertenecer a un partido político o a un club de fútbol. La verdad es que mi noción del pueblo y la clásica concepción marxista de la lucha de clases son dos maneras diferentes de concebir la construcción de las identidades sociales, de modo que si una de ellas es correcta la otra debe ser desechada, o más bien reabsorbida y redefinida en términos de la visión alternativa. Žižek realiza, sin embargo, una descripción adecuada de los puntos en que las dos perspectivas difieren:

La lucha de clases presupone un grupo social particular (la clase obrera) como agente político privilegiado; este privilegio no es el resultado de la lucha hegemónica, sino que se funda en la “posición social objetiva” de este grupo, la lucha ideológico-política se reduce así, en última instancia, a un epifenómeno de los procesos sociales y poderes “objetivos” y a sus conflictos. Para Laclau, por el contrario, el hecho de que cierta lucha sea elevada a un “equivalente universal” de todas las luchas no es un hecho predeterminado sino que es el resultado de una lucha contingente por la hegemonía. En una cierta constelación, esta puede ser la lucha de los trabajadores, en otra constelación, la lucha patriótica anticolonialista, en otra, la lucha antirracista por la tolerancia cultural. No hay nada en las calidades positivas inherentes a una lucha particular que la predestine al rol hegemónico de ser el “equivalente general” de todas las luchas.[vii]

Aunque esta descripción del contraste es obviamente incompleta, no tengo objeciones al cuadro general de las diferencias entre los dos enfoques que provee. Sin embargo, a dicha descripción Žižek añade un rasgo del populismo que yo no habría tomado en consideración. En tanto que yo habría señalado correctamente el carácter vacío del significante amo que encarna el enemigo, no habría mencionado el carácter seudoconcreto de la figura que lo encarna. Debo decir que no encuentro ninguna sustancia en esta crítica. El conjunto de mi análisis se basa, precisamente, en afirmar que todo campo político discursivo se estructura siempre a través de un proceso recíproco, por el que la dimensión de vacío debilita el particularismo de un significante concreto pero, a su vez, esa particularidad reacciona brindando a la universalidad un cuerpo que la encarne. He definido la hegemonía como una relación por la cual una cierta particularidad pasa a ser el nombre de una universalidad que le es enteramente inconmensurable. De modo que lo universal, careciendo de todo medio de representación directa, obtendría solamente una presencia vicaria a través de los medios distorsionados de su investimiento en una cierta particularidad.

Pero dejemos de lado esta cuestión por el momento, ya que Žižek tiene una adición mucho más fundamental que proponer a mi noción teórica de populismo. Según él:

Uno tiene que considerar también el modo en que el discurso populista desplaza el antagonismo y construye el enemigo. En el populismo el enemigo es externalizado o reificado en una entidad ontológica positiva (aun si esta entidad es espectral) cuya aniquilación restauraría el equilibrio y la justicia; simétricamente, nuestra propia identidad -la del agente político populista- es también percibida como preexistente al ataque del enemigo.[viii]

Desde luego, yo nunca he dicho que la identidad populista preexista al ataque del enemigo, sino exactamente lo opuesto: que tal ataque es la precondición de toda identidad popular. Incluso he citado, para describir la relación que tenía en mente, la afirmación de Saint-Just de que la unidad de la república es sólo la destrucción de lo que se opone a ella. Pero veamos cómo se desarrolla el argumento de Žižek. Él afirma que reificar el antagonismo en una entidad positiva implica una forma elemental de mistificación ideológica, y que aunque el populismo puede avanzar en una variedad de direcciones (reaccionaria, nacionalista, nacionalista progresiva, etc.), “en la medida en que, en su noción misma, él desplaza al antagonismo social inmanente hacia un antagonismo entre el pueblo unificado y el enemigo externo, él alberga, en la última instancia, una tendencia protofascista”.[ix] A esto añade sus razones para pensar que los movimientos comunistas no pueden ser nunca populistas, dado que mientras que en el fascismo la Idea estaba subordinada a la voluntad del líder, en el comunismo Stalin era un líder secundario -en el sentido freudiano- ya que se encontraba subordinado a la Idea. ¡Un bonito piropo para Stalin! Como todo el mundo sabe, él no estaba subordinado a ninguna ideología sino que manipulaba a esta última en la forma más grotesca para usarla como instrumento de su agenda política. Por ejemplo, el principio de la autodeterminación nacional ocupaba un lugar privilegiado en el universo ideológico estalinista; se agregaba, sin embargo, que tenía que ser aplicado “dialécticamente”, lo que significaba que podía ser violado tantas veces como se considerara conveniente políticamente. Stalin no era una particularidad subsumible bajo una universalidad conceptual; por el contrario, era la universalidad conceptual la que era subsumida bajo el nombre de Stalin. Desde este punto de vista, Hitler tampoco carecía de ideas políticas -la Patria, la Raza, etc.-, que manipulaba del mismo modo por razones de conveniencia política. Con esto no estoy afirmando, desde luego, que los regímenes nazi y estalinista no fueran diferentes entre sí, sino que esas diferencias no pueden fundarse en un tipo de relación distinta entre el líder y la Idea.[x] (Volveré más adelante a la cuestión de la relación entre populismo y comunismo.)

Pero retornemos a los pasos lógicos a través de los cuales se estructura el argumento de Žižek, es decir, cómo concibe su suplemento a mi construcción teórica. Dicho argumento no es nada más que una sucesión de conclusiones non sequitur. La secuencia es la siguiente: 1) comienza citando un pasaje de mi libro en el que, refiriéndome al modo en que las identidades populares se constituyeron en el cartismo inglés, muestro que los males de la sociedad no eran presentados como derivados del sistema económico sino como resultantes del abuso del poder por parte de grupos parasitarios y especulativos;[xi] 2) encuentra que algo similar acontece en el discurso fascista, en el que la figura del judío pasa a ser la encarnación concreta de todos los males de la sociedad (esta concretización es presentada por él como una operación de reificación); 3) concluye entonces que esto muestra que en todo populismo (¿por qué?, ¿cómo?) hay “una tendencia protofascista de largo plazo”; 4) el comunismo, sin embargo, sería inmune al populismo porque en su discurso la reificación no tiene lugar y el líder permanece a buen resguardo en su carácter secundario. No es difícil percibir la falacia de todo este argumento. Primero, el cartismo y el fascismo son presentados como dos especies del género populismo; segundo, el modus operandi de una de las especies (el fascismo) es concebido como reificación; tercero, por razones no especificadas (en este punto el ejemplo cartista es convenientemente olvidado), eso transforma al modus operandi de la especie en el rasgo definitorio del género en su conjunto; cuarto, una de las especies, en consecuencia, pasa a ser el destino teleológico de todas las otras especies pertenecientes a ese género. A esto habría que agregar, en quinto lugar, como otra conclusión no fundamentada, que si el comunismo no puede ser una especie del género populismo, esto es presumiblemente (el punto no es afirmado explícitamente) porque en él la reificación no tiene lugar. En el caso del comunismo, tendríamos una universalidad sin mediaciones; éste sería el motivo por el que la suprema encarnación de lo concreto, el líder, estaría enteramente subordinado a la Idea. De más está decir, esta última conclusión no está fundada en ninguna evidencia histórica sino en un puro argumento apriorístico.

Más importante, sin embargo, que insistir en la obvia circularidad del argumento de Žižek, es explorar los dos supuestos no explicitados en los que se funda. Ellos son: 1) que toda encarnación de lo universal en lo particular debe ser concebida como reificación; y 2) una tal encarnación es inherentemente fascista. A estos postulados opondremos dos tesis: 1) que la noción de reificación es enteramente inadecuada para entender el tipo de encarnación de lo universal en lo particular que es inherente a la construcción de una identidad popular; y 2) que esta última encarnación -si se la entiende correctamente- lejos de ser una característica del fascismo o de cualquier otro movimiento político, es inherente a todo tipo de relación hegemónica -es decir, al tipo de relación constitutiva de lo político como tal-.

Comencemos con la reificación. Éste no es un término del lenguaje corriente sino que tiene un contenido filosófico muy específico. Fue en primer término introducido por Georg Lukács, aunque la mayor parte de sus dimensiones ya operaban avant la lettre en varios de los textos de Karl Marx, especialmente en la sección de El Capital referida al fetichismo de la mercancía. La omnipotencia del valor de cambio en la sociedad capitalista haría imposible el acceso al punto de vista de la totalidad; las relaciones entre los hombres adquirirían un carácter objetivo y, mientras que los individuos serían convertidos en cosas, las cosas aparecerían como los verdaderos agentes sociales. Ahora bien, si prestamos atención a la estructura de la reificación, su rasgo dominante resulta inmediatamente visible: ella consiste esencialmente en una operación de inversión. Lo que es derivativo aparece como originario; lo que es apariencial es presentado como esencial. La inversión de la relación sujeto/predicado es el meollo de la reificación. En tal sentido, es enteramente un proceso de mistificación ideológica, y su correlato subjetivo es la noción de falsa conciencia. El conjunto categorial reificación/falsa conciencia sólo tiene sentido, sin embargo, si la distorsión ideológica puede ser revertida; si fuera constitutiva de la conciencia, no podríamos hablar de distorsión. Ésta es la razón por la que Žižek, para sostener su noción de falsa conciencia, tiene que concebir los antagonismos sociales como fundados en algún tipo de mecanismo inmanente que ve la conciencia de los agentes como meramente derivativa; o más bien, en el cual esta última, en la medida en que es admitida, es vista como una expresión transparente de dicho mecanismo. Lo universal hablaría en forma directa, sin requerir ningún papel mediador de lo concreto. En sus palabras: el populismo “desplaza el antagonismo social inmanente hacia el antagonismo entre el pueblo unificado y el enemigo externo”. Es decir, que la construcción discursiva del enemigo es presentada como una operación de distorsión. Y, verdaderamente, si lo universal, que es inherente al antagonismo, tuviera la posibilidad de una expresión no mediada, la mediación a través de lo concreto sólo podría ser concebida como reificación.

Desafortunadamente para Žižek, el tipo de articulación entre lo universal y lo particular que presupone mi enfoque acerca de la cuestión de las identidades populares es radicalmente incompatible con nociones tales como reificación y distorsión ideológica. No es cuestión de una falsa conciencia opuesta a otra verdadera -que nos estaría aguardando como un destino teleológicamente programado- sino, pura y simplemente, con la construcción contingente de una conciencia. Por lo tanto, lo que Žižek presenta como su suplemento a mi enfoque, no es en absoluto un suplemento, sino la puesta en cuestión de sus premisas básicas. Estas premisas se derivan de un acercamiento a la relación entre lo universal y lo particular, lo abstracto y lo concreto, que he discutido en mi trabajo desde tres perspectivas -psicoanalítica, lingüística y política- que resumo a continuación para mostrar su incompatibilidad con el crudo modelo de falsa conciencia de Žižek.

Comencemos con el psicoanálisis. He intentado mostrar en La razón populista cómo la lógica de la hegemonía y la del objeto a lacaniano se superponen en buena medida y se refieren ambas a una relación ontológica fundamental en la cual lo pleno (fullness) sólo puede ser tocado a través de su investimiento en un objeto parcial; que no es una parcialidad dentro de la totalidad sino una parcialidad que es la totalidad. En este punto, mis análisis se han beneficiado en gran medida de los trabajos de Joan Copjec, que ha hecho una seria exploración de las implicaciones lógicas de las categorías lacanianas, sin distorsionarlas al estilo Žižek con superficiales analogías hegelianas. El punto relevante para nuestro tema es que lo pleno -la Cosa freudiana- es inalcanzable; es tan sólo una ilusión retrospectiva que es sustituida por objetos parciales que encarnan esa totalidad imposible. En palabras de Lacan: la sublimación consiste en elevar un objeto a la dignidad de la Cosa. Como he intentado mostrar, la relación hegemónica reproduce todos estos momentos estructurales: una cierta particularidad asume la representación de una universalidad que siempre se aleja. Como vemos, el modelo de la reificación / distorsión / falsa conciencia es radicalmente incompatible con el de la hegemonía/objeto a; mientras que el primero presupone el acceso a lo pleno a través de la reversión del proceso de reificación, el segundo concibe lo pleno (la Cosa) como inalcanzable porque carece de todo contenido. Y mientras que el primero ve la encarnación en lo concreto como una reificación distorsionante, el segundo ve el investimiento radical en un objeto como el solo camino para lograr una cierta plenitud. Žižek sólo puede mantener su enfoque en términos de reificación/falsa conciencia al precio de erradicar radicalmente la lógica del objeto a del campo de las relaciones políticas.

Nueva etapa: significación. (Lo que he llamado la perspectiva lingüística se refiere no sólo a lo lingüístico en el sentido restringido sino también a todos los sistemas de significación. Como estos últimos coinciden con la totalidad de las relaciones sociales, las categorías y las relaciones exploradas por el análisis lingüístico no pertenecen a áreas regionales sino al campo de una ontología general.) Aquí encontramos la misma imbricación entre particularidad y universalidad que habíamos encontrado en la perspectiva psicoanalítica. He mostrado en otros escritos que la totalización de un sistema de diferencias es imposible sin una exclusión constitutiva.[xii] Sin embargo, esta última tiene, como un efecto lógico primario, la división de todo elemento significativo entre una dimensión equivalencial y una dimensión diferencial. Como estas dos dimensiones no pueden ser lógicamente suturadas, la consecuencia es que toda sutura será retórica; una cierta particularidad, sin cesar de ser particular, asumirá un cierto rol de significación universal. Es decir, que el desnivel al interior de la significación es el único terreno en el cual el proceso de significación puede desarrollarse. Catacresis = retoricidad = posibilidad misma del sentido. La misma lógica que encontramos en el psicoanálisis entre la Cosa (imposible) y el objeto a la hallamos nuevamente como la condición misma de la significación. El análisis de Žižek no se refiere directamente a la significación, pero no es difícil extraer la conclusión que se derivaría, en este campo, de su enfoque fundado en la reificación: que todo tipo de sustitución retórica que no alcanza una reconciliación literal plena equivale a una falsa conciencia.

Por último, la política. Tomemos un ejemplo al que me he referido en varios puntos de La razón populista: Solidaridad en Polonia. Tenemos ahí una sociedad en la que la frustración de una pluralidad de demandas por parte de un régimen represivo creó una equivalencia espontánea entre ellas que, sin embargo, necestaban expresarse a través de alguna forma de unidad simbólica. Tenemos aquí una clara alternativa: o bien hay un último contenido conceptualmente especificable que es negado por el régimen opresivo -en cuyo caso ese contenido puede ser directamente expresado en su identidad diferencial positiva-, o bien las demandas son radicalmente heterogéneas y lo único que ellas comparten es un rasgo negativo -su común oposición al régimen represivo-. En ese caso, como no es cuestión de la expresión directa de un rasgo positivo subyacente a las diversas demandas sino que lo que tiene que expresarse es una negatividad irreductible, su representación tendrá necesariamente un carácter simbólico.[xiii] Las demandas de Solidaridad pasarán a ser el símbolo de una cadena más extendida de demandas cuya equivalencia inestable en torno a ese símbolo constituirá una identidad popular más amplia. Esta constitución simbólica de la unidad del campo popular -y su correlato: la unificación simbólica del régimen opresivo a través de medios discursivo / equivalenciales similares- es lo que Žižek sugiere que debemos concebir como reificación. Pero está enteramente equivocado. En la reificación tenemos, como hemos visto, una inversión en la relación entre expresión verdadera y distorsionada, mientras que para nosotros la oposición verdadera/distorsionada carece de todo sentido. Dado que el vínculo equivalencial se establece entre demandas radicalmente heterogéneas, su “homogeneización” a través de un significante vacío es un puro passage à l’acte, la construcción de algo esencialmente nuevo y no la revelación de una “verdadera” identidad subyacente. Ésta es la razón por la que en mi libro he insistido en que el significante vacío es un puro nombre que no pertenece al orden conceptual. No se trata, por consiguiente, de verdadera o falsa conciencia. Como en el caso de la perspectiva psicoanalítica -la elevación de un objeto a la dignidad de la Cosa-, y como en el caso de la significación -donde la presencia de un término figural que es catacréstico porque nombra y da así presencia discursiva a un vacío esencial dentro de la estructura significante-, tenemos también en la política la constitución de nuevos agentes -pueblos, en nuestro sentido- a través de la articulación entre lógicas equivalenciales y diferenciales. Estas lógicas implican encarnaciones figurales resultantes de una creatio ex nihilo que no es posible reducir a ninguna literalidad precedente o final. Por lo tanto: olvidémosnos de la reificación.

Lo que hemos dicho hasta este punto ya anticipa que, en nuestra opinión, la segunda tesis de Žižek, según la cual la representación simbólica -que él concibe como reificación- sería esencialmente o, al menos, tendencialmente, fascista, es igualmente insostenible. Aquí Žižek usa un arma demagógica: el rol del judío en el discurso nazi, que inmediatamente evoca todos los horrores del Holocausto y provoca una instintiva reacción negativa. Ahora bien, es verdad que el discurso fascista utilizó formas de representación simbólica, pero no hay nada específicamente fascista en el hecho de hacerlo, ya que no hay discurso político que no construya sus propios símbolos de ese modo. Incluso diría que esta construcción es la definición misma de lo que es la política. El arsenal de posibles ejemplos ideológicos diferentes del que ha elegido Žižek es inagotable. ¿Qué otra cosa que una encarnación simbólica está implicada en un discurso político que presenta a Wall Street como fuente de todos los males económicos? ¿O en la quema de la bandera estadounidense por parte de manifestantes del Tercer Mundo? ¿O en los emblemas rurales, antimodernistas, de las agitaciones de Gandhi? ¿O en la quema de la Catedral de Buenos Aires por parte de las masas peronistas? Nos identificamos con algunos de esos símbolos en tanto que rechazamos otros, pero esto no es motivo para afirmar que la matriz de una estructura simbólica varía de acuerdo con el contenido material de los símbolos. Afirmar lo contrario no es posible sin alguna noción de reificación estilo Žižek, que permitiera adscribir algunos contenidos a la verdadera conciencia y otros a la falsa. Pero incluso esta operación ingenua no tendría éxito sin adicionar el postulado de que toda forma de encarnación simbólica sería una expresión de la falsa conciencia, en tanto que la verdadera conciencia estaría exenta de toda mediación simbólica. (Éste es el punto en que la teoría lacaniana pasa a ser la némesis de Žižek: eliminar enteramente la mediación simbólica y afirmar la posibilidad de una pura expresión de la conciencia verdadera es lo mismo que afirmar tener un acceso directo a la Cosa en cuanto tal, en tanto que a los objetos a sólo se les atribuiría el estatus de representaciones distorsionadas.

[i] Yannis Stavrakakis, The Lacanian Left, Edimburgo, Edimborough University Press, 2007.
[ii] Este artículo fue publicado en Critical Inquiry, año 32, verano de 2006, pp. 646-680. Traducción al español de Ernesto Laclau.
[iii] Véase Slavoj Žižek, “Against the Populist Temptation”, en Critical Inquiry, año 32, primavera de 2006, pp. 551-574.
[iv] Ernesto Laclau, La razón populista, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2005.
[v] Excepto, desde luego, cuando él identifica los rasgos específicos de las campañas por el “no” con los rasgos definitorios de todo populismo posible.
[vi] Véase Slavoj Žižek, op. cit., p. 554.
[vii] Ibid.
[viii] Ibid., p. 555.
[ix] Slavoj Žižek, op. cit., p. 557.
[x] Un subterfugio barato que puede encontrarse en muchos puntos de los trabajos de Žižek consiste en identificar la afirmación de ciertos autores acerca de un grado de comparabilidad entre rasgos de los regímenes nazi y estalinista con la imposibilidad de distinguir entre ellos, postulada por autores conservadores como Nolte. La relación entre un líder político y su “ideología” es un asunto sumamente complicado, que involucra muchos matices. No hay nunca una situación en la que el líder sea totalmente exterior a su ideología y que tenga respecto a ella una relación puramente instrumental. Muchos errores estratégicos cometidos por Hitler en el curso de la guerra, especialmente durante la campaña de Rusia, sólo pueden explicarse por el hecho de que él se identificaba con aspectos básicos de su discurso ideológico, de que él era, en tal sentido respecto a ese discurso, un líder “secundario”. Pero si es erróneo hacer de la relación de manipulación entre el líder y su ideología la esencia de un régimen “totalitario” indiferenciado, es igualmente erróneo afirmar, como lo hace Žižek, una mecánica diferenciación entre un régimen (comunista) en el que el líder sería puramente secundario y otro (fascista) en el que tendría una primacía irrestricta.
[xi] En el pasaje citado por Žižek estoy simplemente resumiendo, con aprobación, el análisis del cartismo de Gareth Stedman Jones, “Rethinking Chartism”, en Languages of Class, Studies in Working Class History, 1832-1902, Cambridge, Cambridge University Press, 1983 [trad. esp.: Lenguajes de clase. Estudios sobre la historia de la clase obrera inglesa, Madrid, Siglo XXI, 1989].
[xii] Véase Ernesto Laclau, “Why do Empty Signifiers Matter to Politics?”, en Emancipation(s), Londres, 1996, pp. 36-46 [trad. esp.: “Por qué los significantes vacíos son importantes para la política?”, en Emancipación y diferencia, Buenos Aires, 1996].
[xiii] No usamos aquí el término simbólico en el sentido lacaniano sino en otro que se encuentra frecuentemente en discusiones relativas a la representación. Véase, por ejemplo, Hanna Fenichel Pitkin, The Concept of Representation, Berkeley, University of California Press, 1967, cap. 5 [trad. esp.: El concepto de representación, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 1985].

Subcomandante Marcos sobre la revolución cubana


Hace muy pocos días, entre el 13 y el 17 de diciembre, se celebró en San Cristóbal de las Casas, en el estado mexicano de Chiapas, el Primer Coloquio Internacional In Memoriam Andrés Aubry, con la participación de activistas e intelectuales de la talla de Enrique Dussel, Immanuel Wallerstein, Francois Houtart, Pablo González Casanova, Naomi Klein, entre otros.


En la página Indymedia Chiapas es posible escuchar todas las intervenciones. Vengo de escuchar la del cámara Dussel, que les recomiendo ampliamente.

El 14 de diciembre, el subcomandante Marcos dio lectura a la tercera parte (de siete) de un documento que lleva por título Ni el centro ni la periferia. Les dejo acá un fragmento, en el que Marcos manifiesta su solidaridad con la revolución cubana. Una buena pieza, a ser digerida por los intelectuales «progres» que siguen empeñados en sostener esa impostura del antipoder.

Algo de Geografía y Calendario básicos.

Hay en el Caribe, tendida al sol y cual verde caimán, una alargada isla. “Cuba” se llama el territorio y “Cubano” el pueblo que ahí vive y lucha.

Su historia, como la de todos los pueblos de América, es una larga trenza de dolor y dignidad.

Pero hay algo que hace que ese suelo brille.

Se dice, no sin verdad, que es el primer territorio libre de América.

Durante casi medio siglo, ese pueblo ha sostenido un desafío descomunal: el de construirse un destino propio como Nación.

“Socialismo” ha llamado este pueblo a su camino y motor. Existe, es real, se puede medir en estadísticas, puntos porcentuales, índices de vida, acceso a la salud, a la educación, a la vivienda, a la alimentación, desarrollo científico y tecnológico. Es decir, se puede ver, oír, oler, gustar, tocar, pensar, sentir.

Su impertinente rebeldía le ha costado sufrir el bloqueo económico, las invasiones militares, los sabotajes industriales y climáticos, los intentos de asesinato contra sus líderes, las calumnias, las mentiras y la más gigantesca campaña mediática de desprestigio.

Todos estos ataques han provenido de un centro: el poder norteamericano.

La resistencia de este pueblo, el cubano, no sólo requiere de conocimiento y análisis, también de respeto y apoyo.

Ahora que tanto se habla de defunciones, habría que recordar que ya se llevan 40 años de tratar de enterrar al Che Guevara; que a Fidel Castro lo han declarado muerto ya varias veces; que a la Revolución Cubana le han marcado, inútilmente hasta ahora, decenas de calendarios de extinción; que en las geografías que se trazan en las estrategias actuales del capitalismo salvaje, Cuba no aparece, por más que se empeñen.

Más que como ayuda efectiva, como señal de reconocimiento, respeto y admiración, las comunidades indígenas zapatistas han enviado un poco de maíz no transgénico y otro más poco de gasolina. Para nosotras, nosotros, ha sido nuestra forma de hacerle saber a ese pueblo que sabemos que las más pesadas de las dificultades que padece, tienen un centro emisor: el gobierno de los Estados Unidos de América.

Como zapatistas pensamos que debemos tender la mirada, el oído y el corazón hacia este pueblo.

No vaya a ser que, como a nosotros, se diga que el movimiento es muy importante y esencial y bla, bla, bla; y cuando, como ahora, somos agredidos, no hay ni una línea, ni un pronunciamiento, ni una señal de protesta.

Cuba es algo más que el extendido y verde caimán del Caribe.

Es un referente cuya experiencia será vital para los pueblos que luchan, sobre todo en los tiempos de oscurantismo que se viven ahora y se alargarán todavía algún tiempo.

En contra de los calendarios y geografías de la destrucción, en Cuba hay un calendario y una geografía de esperanza.

Por esto ahora decimos, sin estridencias, no como consigna, con sentimiento: ¡Que viva Cuba!

Muchas gracias.

Fidel y la derrota


Mucho se ha comentado sobre el discurso de Chávez el pasado 6 de diciembre en el Poliedrito (para escuchar una parte, pulsa aquí). Chávez se ha granjeado el liderazgo del proceso bolivariano por hacer exactamente lo contrario de lo que hizo aquel día: no escuchar al pueblo.

Ayer por la mañana el cámara Gavimán me comentaba que sería conveniente darle difusión al discurso de Fidel en el que anunciaba al pueblo cubano que no podrían alcanzar la meta de los 10 millones de toneladas de azúcar. Corría el año 1970.

Ayer mismo, ya por lo noche, me llamó la atención una nota de prensa (del día anterior) de la Agencia Bolivariana de Noticias titulada así: «Diosdado Cabello asume responsabilidad de la derrota del 2D en Miranda«. Les transcribo los tres primeros párrafos:

Los Teques, 12 Dic. ABN.- “Yo asumo toda la responsabilidad de la derrota sufrida en Miranda el pasado domingo 2 de diciembre en el referendo constitucional”, manifestó este miércoles el gobernador del Estado Bolivariano de Miranda, Diosdado Cabello Rondón.

“Al parecer, una derrota no tiene padre, pero si hubiera sido una victoria tendría muchos. Por eso, si nadie quiere asumir la responsabilidad de la derrota en todo el país: ¡Yo la asumo también!”, dijo.

Cabello, integrante también del Comando Zamora, considera que el presidente de la República, Hugo Chávez no es responsable de lo ocurrido durante el proceso refrendario. A su modo de ver, la culpa es de los flojos que se abstuvieron de ir a votar.

Así mismo como lo leyeron: «la culpa es de los flojos que se abstuvieron de ir a votar». Así, pues, ante este despliegue de insuperable capacidad de análisis de los representantes del alto gobierno bolivariano, y a petición, les dejo un fragmento del referido discurso de Fidel Castro.

¿Verdad que provoca irse un mes, digamos que 15 días antes y 15 días de las elecciones a gobernadores, a ver qué van a hacer? Tranquilo Diosdado: a la hora de la chiquita, el pueblo jamás agarra vacaciones.

DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL COMITE CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA y PRIMER MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN EL ACTO DE RECIBIMIENTO A LOS ONCE PESCADORES SECUESTRADOS, EFECTUADO FRENTE AL EDIFICIO DE LA EXEMBAJADA DE LOS ESTADOS UNIDOS DE NORTEAMERICA EN CUBA, EL 19 DE MAYO DE 1970.

(FRAGMENTO. Para leer completo, pulsa aquí).

Aquí a nadie se le han ocultado las dificultades de la zafra. Aquí se ha publicado y se está publicando y se seguirá publicando hasta el último día tonelada por tonelada toda la que se produce. Se han estado publicando los rendimientos de la caña: los rendimientos programados, los rendimientos realmente encontrados. Hemos estado publicando esas dificultades desde el principio: las dificultades en Oriente, las dificultades industriales muy serias que hemos tenido a lo largo de la zafra. Aquí no se le ha ocultado eso a nadie. Y aquí, además, está el país entero haciendo un esfuerzo descomunal, un tremendo esfuerzo, como jamás lo ha hecho nunca.

Y ciertamente tenemos dificultades. Eso no se le va a ocultar a nadie y se publica todos los días.

¿Qué cálculo han hecho los imperialistas? Ellos calculan que si no logramos la victoria suprema de los 10 millones, entonces ese será el momento sicológico para agredir el país y para elevar la cosa de la contrarrevolución.

Yo les debo decir con toda franqueza que las dificultades que tenemos son muy serias. Y que era nuestro propósito en esta segunda quincena de mayo hacer una amplia exposición sobre la marcha de la zafra, y que hemos tenido todos estos problemas, toda esta situación.

¿Qué han estado elaborando? La tesis de que queremos crear un incidente. ¡Cómo si este país cada vez que le han agredido a los pescadores no hubiera respondido!

Hace cinco o seis años capturaron unos barcos de pesca en Estados Unidos. Y en aquella ocasión le cortamos el agua a la base naval de Guantánamo. ¡Se acabaron los suministros de agua! Incluso sacaron a miles de obreros que estaban allí. Y este país sin importarle el riesgo sencillamente los obligó a hacer una planta allí para desalinizar el agua de mar.

Cuando secuestraron el “Alecrín” nosotros teníamos medidas preparadas. ¿Por qué no las tomamos? Porque siempre no se puede tomar, en cada caso, la misma medida. A veces no se puede tomar inmediatamente. Y nosotros calculamos: todo esto es una jugarreta electorera, en medio de un proceso electoral, para que cuando nosotros tomemos alguna acción agitar eso en favor de la pandilla de ladrones que están allí. Y sencillamente esperamos. Pero nosotros, como dijimos una vez, hubiéramos podido tomar unas cuantas acciones.

Y estos miserables cuando desembarcan por Baracoa y el país lo denuncia, cuando secuestran a 11 pescadores, la tesis que ha estado elaborando ese agente espía que tenemos aquí a nombre de la Reuter es que todo esto era resultado de que la Revolución tenía dificultades y que por eso —para apartar la atención de la zafra— estábamos inventando estas movilizaciones. Y no puedo concebir nada más canallesco.

Y no lo puedo concebir —como les decía anteriormente— porque ahí están a la luz pública todos los datos, y ahí está la historia de esta Revolución, y el sentido de la responsabilidad de los hombres de esta Revolución. Y creo que algo más: el valor de nuestro pueblo y el valor de los hombres de esta Revolución (APLAUSOS).

Y lo que puede decir nuestro pueblo y lo que podemos decir todos nosotros es que jamás en la historia de este país se ha estado llevando un esfuerzo como el que se ha estado haciendo, se ha estado realizando un esfuerzo sobrehumano como el que estamos realizando.

Nos hemos encontrado dificultades. ¿Le vamos a echar la culpa a alguien? ¡No! ¿Se la vamos a echar a los imperialistas? ¡No! No se la vamos a echar ni siquiera a los mercenarios que desembarcaron. Ellos querían interrumpir la zafra. No se la vamos a echar a estos miserables de la CIA que secuestraron a los pescadores. ¡No! ¡Nos tendremos que echar nosotros mismos la culpa!

Un pueblo revolucionario no tiene que estar culpando a nadie de sus dificultades. Y si nosotros la victoria suprema no la alcanzamos, no habrá que buscar a nadie más culpable que nosotros mismos. Y sencillamente no andaremos ni inventando incidentes. Eso es de criminales. No andaremos inventando excusas.

Reveses ha sufrido la Revolución, y los ha sufrido más de una vez, ¡y reveses de verdad! ¿Y los sufrimos cuántas veces a lo largo de la historia revolucionaria? En el Moncada, en el Granma nos quedamos seis o siete con unos pocos fusiles, cuando la Huelga de Abril. ¡Montones de veces!

Si nosotros no hacemos los 10 millones tendremos dos cosas: una derrota moral incuestionable. No hay duda. ¿Y eso por qué? Porque nosotros creemos sinceramente que existían las condiciones objetivas para imponerse y alcanzar una meta de esa naturaleza.

Si esa meta no se alcanza, solo sobre nosotros mismos, sobre los revolucionarios, habrá que buscar las causas, las razones, que no son objetivas y que son subjetivas. Tendríamos que hacer el recuento de todas nuestras debilidades, ineficiencias, que todavía nos quedan en el proceso revolucionario. Tendríamos que sacar esa cuenta, pero con valentía. Afrontar una derrota. Sí. Moralmente no alcanzar los 10 millones sería una derrota. No hay la menor duda.

Subjetivamente para nosotros significaría que estuvimos por debajo de las posibilidades, significaría que no fuimos capaces de alcanzar esa meta. Objetivamente no. Nosotros no tenemos la menor duda de que lo que el país está haciendo hoy y lo que el país está logrando hoy significará un récord de incremento de producción que no se ha logrado jamás en la historia económica de ningún país, incluso un récord que ni nosotros mismos volveremos a alcanzar jamás. Y una buena prueba de ello es que dos meses antes ya hemos dejado atrás el máximo de producción de los capitalistas (APLAUSOS), cuando en este país había medio millón de desempleados, medio millón de hombres esperando angustiosamente que empezara la zafra.

Y nos quedan más de 20 000 caballerías de caña todavía por cortar y por moler.

Hemos estado haciendo caminos para enfrentarnos a la zafra en condiciones de lluvias; hemos estado haciendo esfuerzos sobrehumanos. ¡Y mantendremos esta batalla hasta la última caña, hasta la última caña! (APLAUSOS)

Hemos encontrado el problema de los rendimientos. Ha sido la más grave de las dificultades que hemos encontrado, derivadas de las inversiones industriales en primer lugar, y también de los problemas operacionales en los centrales. Y esta cuestión la analizaremos ampliamente.

Pero sí deben saber nuestros enemigos que se anden quitando ilusiones. ¡Ellos no saben lo que es una revolución!

Claro, que si una revolución se propone un objetivo y no lo alcanza, eso a todos nos duele en lo más profundo de nuestros corazones y nos hiere en lo más profundo de nuestra vergüenza y de nuestra dignidad. Pero de creer que un revés revolucionario sería la hora de ajustar cuentas con la Revolución, sería la hora del regreso de los criminales, de los explotadores, de los vendepatria, ¡ah, de ahí allá hay una distancia sumamente grande! (APLAUSOS)

Un pueblo revolucionario sabe sacar lecciones de las victorias, pero incluso las sabe sacar mejor también de los reveses.

De manera que la línea que ha seguido la Revolución es la más amplia publicidad de toda la marcha de la zafra. No hay ningún fundamento. Y solo los miserables pudieran haberse imaginado que los esfuerzos que la Revolución realiza —el esfuerzo realizado para combatir a los mercenarios de Baracoa, o para rescatar a los pescadores— hayan sido invenciones para ocultar nuestras debilidades o para ocultar nuestras dificultades. Y esa ha sido una de las cosas.

Y nosotros sobre este problema hablaremos oportunamente y explicaremos. No creo que sea este el momento de hacer la completa y exhaustiva explicación acerca de la marcha de la zafra.

Pero si ustedes quieren que les diga con toda claridad la situación, es sencillamente que no haremos los 10 millones. Sencillamente. No voy a andar con rodeos para decirlo.

Creo que para mí, igual que para cualquier otro cubano en un grado muy alto, significa realmente algo muy duro. Significa algo muy duro, tal vez más duro que ninguna otra experiencia en la lucha revolucionaria.

Porque a veces hemos sufrido la derrota. La sufrimos en el Moncada —éramos todavía unos cuantos—; la sufrimos en el Granma —éramos todavía unos cuantos—; nos dispersaron unas cuantas veces —éramos unos cuantos. Eramos muchos más, pero todavía no muchos, y derrotaron a nuestro movimiento revolucionario en abril. Pero todavía éramos unos cuantos.

Esta vez no somos unos cuantos. Esta vez somos un pueblo entero —¡entero!— dedicado con un honor y con una dignidad tremendos a una tarea, trabajando de una manera sobrehumana en conseguir un objetivo en que veíamos una bandera de nuestra causa, en que veíamos una bandera del socialismo, en que luchábamos con el ardor con que los revolucionarios deben luchar por sus objetivos.

Muchos no estarán de acuerdo con que se hable de derrota. Muchos dirán que no tiene que hacerse ningún tipo de comparación con otras experiencias y otros acontecimientos.

¡El hecho de que se hable así es para que se sepa nuestra actitud revolucionaria! ¡Es para que se sepa que nosotros no trataremos de encontrar pretextos, no trataremos de encontrar excusas! (APLAUSOS) No trataremos de aminorar la critica que nos merezcamos todos, sin ninguna excepción.

Ahora, nunca se engañó al pueblo, ni se le engaña en este momento, cuando todavía queda mucha caña por cortar y todavía queda mucha azúcar por producir; pero siempre dije: “El día y hora que de acuerdo a la situación y tengamos todos los cálculos, sepamos que no alcanzamos —por las razones que sean— los 10 millones, se lo diremos al pueblo.” No mantendremos una ilusión hasta última hora. No la mantendremos porque no sería honesto. No es por esos medios con los que nosotros tenemos que movilizar al pueblo para realizar el esfuerzo, ¡y no lo haremos jamás! (APLAUSOS) y lo dije.

La última vez que hablé sobre la zafra fue en febrero, y expliqué allí con todo lujo de detalles, central por central, la situación, los problemas, los movimientos de caña, los caminos; todos esos esfuerzos se han venido realizando meticulosamente. Ahora, los rendimientos estaban una arroba o más por debajo de lo que debían estar los rendimientos en azúcar. Teníamos más caña, y tenemos más caña que la caña que se programó para los 10 millones: teníamos y tenemos más caña que la caña que se programó para los 10 millones. Y estamos cortando y cortaremos más caña que la caña que se programó para los 10 millones. Pero en una sola provincia —donde hemos tenido los problemas industriales más serios—, que es en la provincia de Oriente, tendremos un déficit de 700 000 toneladas de azúcar. Esa provincia tenía que producir no menos de 3,2 millones de toneladas de azúcar.

Quedaremos por debajo también en la provincia de Camagüey —aunque no en igual escala. Quedaremos en el plan en Las Villas; por arriba del plan en Matanzas —del plan que se hizo en Santa Clara, donde se estipuló toda la caña por provincia—; y unas 70 000 toneladas estará por arriba la provincia de La Habana. Un sobrecumplimiento del plan que, sin embargo, está por debajo de lo que se había proyectado.

En estas dos provincias: Matanzas y La Habana, sobrecumplen ampliamente sus metas: Las Villas alcanza las metas: Pinar del Río las cumple: Camagüey está haciendo ahora un magnifico trabajo, un magnifico esfuerzo, sin embargo, quedará por debajo: y Oriente tendrá un déficit de 700 000 toneladas de azúcar. Camagüey tendrá un déficit de unas 400 000. Entre La Habana y Matanzas un incremento de unas 150 000 por encima de las metas. De manera que la lucha por los 10 millones en este momento se vuelve la lucha por los nueve millones.

¿Y qué debemos hacer? ¿Ocultar al pueblo esto? Sería indigno de nosotros. ¿Desmoralizarnos? Sería indigno de nuestro pueblo. ¿Qué debemos hacer? Sencillamente primero esto: conocer la realidad, pelear hasta la última caña —miles de obreros están listos para salir a apoyar la provincia de Oriente, miles de obreros (APLAUSOS). Y hay que cortar hasta la última caña, ¡hay que cortar hasta la última caña, y pelear como pelearía este pueblo en cualquier circunstancia! ¿Si nos invadiera el enemigo qué haríamos? (EXCLAMACIONES DE: “¡Pelearíamos!”) ¡Pelearíamos hasta la última gota de sangre! Pelearíamos todos. Y cuando fuésemos la mitad, pelearíamos la mitad; y cuando quedara uno, ese uno tiene que seguir peleando (APLAUSOS).

Tiene muchos más incentivos sin duda luchar cuando se está cerca de la meta, cuando está a la vista, como el corredor de una distancia larga, que ve la meta y tiene a la vista de esa meta las energías para la lucha final. Creo que será una demostración de valor y de condición revolucionaria luchar cuando incluso esa meta no está a la vista, cuando incluso sabemos que esa meta no será alcanzada.

Desde el punto de vista objetivo nuestros enemigos hasta la saciedad explotarán el no cumplimiento de esta meta. Meta que mostró el límite de nuestra capacidad, que mostró el límite de nuestras fuerzas; que nos demostró a nosotros que estábamos por debajo de lo que creíamos; que nos demostró o que demostró a nuestra Revolución que no estaba todavía tan alta como suponíamos; que nos demostró a todos nosotros nuestras limitaciones.

El enemigo sacará todo el partido de eso. Y no debemos culpar a nadie, sino a nosotros mismos. Para nosotros, para adentro, para los revolucionarios, habremos de tener en cuenta también el esfuerzo tremendo realizado por el pueblo; habremos de tener en cuenta que alcanzaremos —aun sin llegar a los 10 millones— elevar a un ciento por ciento, cuando menos, la producción azucarera del pasado año y elevar en un 70% el promedio de producción de azúcar de los últimos 10 años.

Y nosotros podemos decir aquí que tal proeza, que tal proeza no la ha hecho jamás en el desarrollo agrícola ningún país del mundo. Pero nosotros podemos decir también que tal proeza no la volverá a hacer ningún país, ni nosotros mismos. Es proeza porque se partió de un nivel alto. Seremos dos veces el mayor productor de azúcar de caña en el mundo, dos veces; el que produzca detrás de nosotros estará por la mitad debajo de nosotros. De manera que habremos escrito una página. Eso es para nosotros: eso no es para afuera.

Y debemos saber tener la entereza de revolucionarios para convertir el revés en una victoria (APLAUSOS). La victoria habría podido conducir al relajamiento. La victoria habría podido conducir a la idea de que todos los problemas estaban resueltos. El revés debe conducirnos a la realidad; debe conducirnos a la conclusión de que estamos lejos de haberlo hecho todo. En la victoria habríamos tenido que cuidarnos del exceso de optimismo; en el revés debemos multiplicar nuestras energías, multiplicar nuestra fuerza.

No tendremos que preocuparnos de la desmoralización. Se desmoralizan los pequeñoburgueses, se desmoralizan los gusanos. ¡Los revolucionarios no se desmoralizan jamás! (APLAUSOS) Sacan fuerzas de sus reveses, sacan fuerzas de sus dificultades, y siguen adelante.

Y esto es lo que nos enseña la historia de nuestro país desde las primeras luchas por la independencia, desde la Guerra de los Diez Años —¡diez años!—, que terminó en la derrota total —¡diez años!—, que terminó en el Zanjón. Y, sin embargo, se volvieron a levantar y prosiguieron adelante y llegaron a lo que hemos llegado hoy.

Claro está que nosotros decíamos siempre que estamos haciendo un incremento de arroz extraordinario —incremento que bate todos los récords—, porque en dos años estamos elevando seis veces la producción de arroz. En pesca, en diez años, este año estaremos elevando ocho veces la producción del pescado que encontramos al triunfo de la Revolución. Pero nosotros decíamos: no nos medirán por lo que pesquemos, no nos medirán por el arroz que produzcamos, no nos medirán por las carreteras, escuelas, ni presas que construyamos. Nos medirán por los 10 millones, porque hemos convertido esta cuestión en la cuestión principal, fundamental.

Hemos concitado la solidaridad de todo el mundo: han venido de todos los rincones del mundo a ayudarnos, llenos de ilusión, combatientes vietnamitas entre ellos (APLAUSOS); jóvenes de países capitalistas, jóvenes de países socialistas. Dos brigadas de jóvenes norteamericanos estuvieron aquí también ayudándonos (APLAUSOS).

Nos medirán por los 10 millones y, en consecuencia, esa será la medida de la Revolución. Y nos mediremos nosotros también por los 10 millones: mediremos nuestras debilidades, tomaremos conciencia de que estamos por debajo; pero sobre todo nos mediremos con la actitud ante el revés, con la actitud ante el dolor, con la actitud frente al golpe, incluso digámoslo: con nuestra actitud ante la humillación.

Ciertamente no era nuestro propósito en la noche de hoy plantear este problema. Nuestro propósito era explicar algunos de los argumentos que se han usado contra la movilización. ¡Si nosotros quisiéramos crear un conflicto, si nos faltaran a nosotros posibilidades y ocasiones para crear un conflicto…!

Y la política de la Revolución ha sido siempre la de ir adelante, resolver los problemas de manera responsable, de manera honesta.

Pero hay algo dentro de nosotros frente al pueblo, algo que siempre será demasiado poderoso, y es la lealtad al pueblo, el respeto al pueblo. La mera idea de que la simple alusión a las dificultades pudiera parecer aquí, pudiera parecerle a cualquiera que se intentaba disimular esas dificultades, de que se intentaba ocultar una verdad o una realidad, nos decidió a introducir estas informaciones que les acabo de dar.

Hablaba de qué es lo que debíamos hacer ahora al regreso de los pescadores. Eso explicaba. Algunos han dicho distintas medidas: Cortemos la salida de la gusanera. Otros han dicho: ocupemos el edificio.

Y sobre esto lo que nosotros queremos decir es lo siguiente: no debemos gastar una sola de las armas del arsenal que nos queda. La batalla es larga. Para tomar posesión de esa embajada, en el instante que lo creamos conveniente, basta con que el Gobierno Revolucionario le retire a la embajada suiza su condición de representante de los intereses de Estados Unidos en Cuba (APLAUSOS). ¡Basta eso! Una sola medida legal y el hilo de la telaraña se…

(DEL PÚBLICO LE DICEN: “¡No se oye!”) Parece que se cortó algún micrófono.

Lo leen mañana en el periódico. No hay otra solución. Dicen que no se oye, yo lo siento mucho. Pero si no oyen esto, pues seguirán gritando allá. Los que oigan algo que les pasen la voz, y que esperen al periódico. Porque queda el resto del público y quedan algunas cuestiones por plantear.

Decíamos que con una simple medida es prerrogativa del Gobierno Revolucionario de Cuba cancelar cuando lo desee el carácter de representante de los intereses de Estados Unidos en Cuba de la embajada suiza. Y entonces este edificio cae como una hoja seca. Y con eso legalmente no tendrán nada con qué defender este edificio.

Ahora, nuestra opinión, no es este el instante de tomar esa medida. Sería gastar una salva más por gusto cuando el objetivo fundamental está logrado. De manera que los enemigos no puedan aparecer usando el argumento de que la Revolución se excedió innecesariamente. Esa debe ser nuestra estrategia.

Hemos ganado una batalla política importante, y la hemos ganado empleando un mínimo de nuestros recursos. Conservemos las demás armas en nuestros arsenales para cuando tengamos necesidad de usarlas.

Ese edificio por ley es nuestro. Ese edificio con una simple disposición, con un simple decreto, y sin necesidad de movilizar las masas, pasa y tiene que pasar con la simple expedición del decreto al Gobierno Revolucionario (APLAUSOS). De manera que no hay que entrar en el patio, no hay que romper ninguna puerta. Tenemos todos los medios legales para que ese edificio pase a nuestras manos.

Cuando desaparezcan los intereses o la representación de los intereses, no aceptaremos que ningún otro país represente tales intereses. Cancelaremos la representación de los intereses de Cuba en Estados Unidos, ¡que no tenemos ninguno, además!, y no es más que un mero formulismo. Y, desde luego, cae también, viene abajo la salida de la gusanera y todas las demás cosas (APLAUSOS).

De manera que si en el momento en que los pescadores están aquí entre nosotros, en el momento en que hemos ganado esta batalla empleamos muchas de las armas que nos quedan en el arsenal de la Revolución, si las empleamos ahora las estaríamos empleando de más.

Y por eso nosotros proponemos al pueblo que lleguemos hasta aquí y que guardemos en el amplio arsenal de la Revolución las demás medidas para cuando las circunstancias lo exijan (APLAUSOS).

Eso es lo que nosotros venimos a plantear al pueblo hoy.

¡Duro papel este papel de moderador! (EXCLAMACIONES DE: “¡Viva Fidel!”) ¡Duro papel! ¡Duro papel este de venir a hablarle al corazón indignado de nuestro pueblo!

Apliquemos la inteligencia. Esperemos. Conformarnos con esta gran victoria del pueblo. No gastemos un solo cartucho más, guardémoslo para cuando lo necesitemos. Evitemos aparecer ante la opinión internacional excediéndonos, yendo más allá de lo necesario. Eso es inteligencia revolucionaria.

Y nadie se entristezca si cree que esta es la última batalla. A nuestra Revolución le quedan muchas batallas por delante, le quedan por delante muchas oportunidades de probar la entereza, el valor y la decisión del pueblo.

¡Duro papel este de venir a expresar todas estas cosas, de decir incluso lo que el deber impone por encima de lo que el sentimiento reclama! ¡Pero nosotros venimos a cumplir ese deber!

¡A nosotros no nos queda nunca otra alternativa que saber cumplir el deber, en cualquier circunstancia, no importa lo difícil que sea!

Era difícil decirle al pueblo esto. Era difícil, porque todo el mundo ha oído hablar miles y cientos de miles de veces. Sin embargo, está dicho, explicado. Y entendemos y creemos que el pueblo lo entiende.

Más duro todavía, créanmelo —¡y eso si es duro!—, es la noticia de los 10 millones. ¡Duro! Y creo que nunca más, ojalá que nunca más me vea en el amargo deber de dar una noticia como esa.

Hemos trabajado como los más por esto, hemos dedicado hasta el último átomo de nuestra energía, de nuestro pensamiento, de nuestro sentimiento. Y lo único que me resta por decirle a cualquier cubano, a aquel que en lo más hondo le duela, o a aquel que en lo hondo más le duela esta noticia, decirle que ese mismo dolor es el dolor que sentimos nosotros, es el mismo dolor que yo siento en este instante. Y decirle a aquel cuya vergüenza y cuyo honor revolucionario se sienta más profundamente lastimado, que esa herida profunda que él siente en su dignidad, en su honor, en su orgullo si se quiere que se diga, es el mismo dolor que yo siento al comunicar a nuestro pueblo esta noticia, y es el mismo dolor de todos nuestros compañeros (EXCLAMACIONES DE: “¡Fidel, Fidel!”).

Y frente a esto, frente a esto: ¡seguir trabajando más que antes!

Nunca se nos podrá olvidar un día triste en las montañas, cuando quedábamos 12 hombres y por un radio de pilas escuchamos un parte del Estado Mayor General del ejército enemigo que decía: “Han sido perseguidos incesantemente” —¡era verdad! “Solo quedan 12 hombres y no les queda más alternativa que rendirse o escapar, si es que pueden.” Y éramos —acertaron en su mentira—, éramos en ese momento 12 hombres: unas horas antes habíamos quedado solo 12 hombres.

Me acuerdo en aquel momento la reacción de todos nosotros: “Quedamos 12, pero no nos rendiremos jamás, no pensaremos jamás en escapar. Seguiremos la lucha y la llevaremos hasta el final, seguiremos la lucha mientras quede un hombre, seguiremos la lucha hasta el último aliento.”

Y así también nuestro sentimiento ahora. El sentimiento del revolucionario solo puede ser uno.

Hemos de trabajar más. Hemos de esforzarnos más. Hemos de engrandecernos.

No hemos de disimular nuestras deficiencias. No hemos de disminuir un átomo nuestras responsabilidades. No vamos a exaltar nuestros éxitos objetivos. Pongamos el acento no en los récords, que quedarán para la historia y que nunca más serán superados: ¡pongamos el acento en el revés y empinémonos sobre el revés, para engrandecernos, para multiplicar nuestras energías, para multiplicar nuestro esfuerzo! (APLAUSOS)

Levantemos la frente, ¡levantemos la frente!, que nos queda mucho por luchar, nos queda mucho por hacer. ¡Levantemos la frente en este instante amargo! Y frente a nuestros enemigos y junto a nuestros deberes más elementales digamos, con más fuerza que nunca —en este minuto feliz por un lado y triste por otro, en este minuto de victoria y de revés—, digamos: ¡adelante, pueblo revolucionario! (APLAUSOS PROLONGADOS) ¡Adelante, con más coraje y con más valor que nunca! (APLAUSOS) y digamos con más profundidad, digamos más alto que nunca:

¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACIÓN).

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