“Los colectivos son sinónimo de organización, no de violencia” (entrevista en Ciudad CCS, 10 de marzo de 2014)


(Entrevista concedida a Clodovaldo Hernández, en la mañana del domingo 9 de marzo de 2014, a pocas horas de iniciarse la movilización del pueblo comunero a Miraflores, en defensa de la patria y contra la violencia fascista. Aparece publicada hoy en Ciudad CCS.

Salud.)

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– Nuevamente hay una criminalización de la organización popular. Tal como ocurrió en 2002 con los Círculos Bolivarianos, hoy se pretende atribuir la violencia a “los colectivos”, calificándolos de grupos paramilitares armados. ¿Prosperará de nuevo esa matriz de opinión, tal como lo hizo aquel año?
– Ya prosperó, lo estamos viendo en las muy acotadas pero intensas demostraciones de odio en algunos municipios del país. Eso forma parte de la cultura política de un sector de la oposición venezolana. Yo sigo pensando, no sé si será por ingenuidad, que es una porción minoritaria. Conozco muchas personas que no son chavistas y no piensan así, pero hay un núcleo muy duro de la oposición que es verdadera y literalmente fascista.

-Pero, ¿esa matriz afecta a los partidarios de la Revolución?
-En algunas circunstancias la base social del chavismo ha sido vulnerable a ese discurso. De hecho, estoy convencido de que en abril de 2002 aquellas multitudinarias marchas que vimos de la oposición fueron posibles porque se trabajó con muchísima habilidad el factor miedo. Se le sembró a mucha gente el temor a un chavismo que supuestamente era violento y criminal. Ese trabajo psicológico ha seguido y nosotros no hemos logrado nunca vencerlo por completo. Creo que es algo con lo que vamos a tener que seguir lidiando hasta que se imponga la voluntad de paz de la mayoría del pueblo.

-¿Esas campañas para satanizar a los colectivos causa algún desgaste en ellos mismos, en las expresiones del Poder Popular como los consejos comunales y las comunas?
-No, en absoluto. En lo interno de los colectivos pasa lo mismo que ocurre en el chavismo en general cuando se producen estas arremetidas del fascismo: la gente se cohesiona, se nuclea. Estas acciones recientes del antichavismo más virulento y “facho” lo que ha traído es un esfuerzo mayor por reivindicar el trabajo de los colectivos en sus comunidades. Los colectivos desempeñan en algunos barrios un papel que más nadie hace en aspectos tan importantes como la formación política y las expresiones culturales y deportivas. Muchas de las políticas del Gobierno Bolivariano, por ejemplo las misiones, pueden aplicarse gracias a la existencia de estos colectivos.

-¿Cuál es la realidad de la relación entre los colectivos y las armas?
-La realidad es que no hay tal identificación entre colectivos y armas. Creo que sobre eso el Comandante Chávez, primero, y el presidente Nicolás Maduro más recientemente, han fijado una posición inequívoca: cualquier persona que se levante en armas en supuesta defensa de la Revolución Bolivariana está fuera de lugar y de la ley porque el monopolio de la violencia legítima lo ejerce el Estado como obligación democrática. Tenemos que hacer un esfuerzo para no permitir que la discusión se plantee en esos términos porque los colectivos no son sinónimos de armas y violencia, sino de participación, organización y movilización popular, de cultura, de trabajo conjunto con el Gobierno Bolivariano para resolver problemas concretos de las comunidades.

-¿Vincular a los colectivos con la violencia es una línea política de la derecha contra la organización popular?
-Indudablemente, una línea clara y persistente. En ese sentido, el antichavismo ha sido totalmente coherente. Saben que para sus objetivos políticos es necesario criminalizar cualquier forma de organización popular, porque todas ellas atentan contra su propósito estratégico de vencer a la Revolución. Saben que en la medida en que el pueblo se organiza, sus posibilidades de derrotar a la Revolución se debilitan. Pero además de eso hay un claro intento por desmoralizar a las filas revolucionarias. Eso fue lo que hizo, muy hábilmente, el equipo de campaña de Capriles Radonski en 2012 cuando habló de los enchufados. En algún momento se pensó que iba dirigido hacia el alto gobierno, pero la verdad es que buscaba golpear a los consejos comunales, a sus voceros. Se apoyaba en situaciones de una minoría de consejos comunales, cuyos integrantes habían sido señalados por la comunidad por malas prácticas y corrupción. La campaña procuró ampliar esos casos, hacerlos pasar como la realidad universal, como si sucediera en todas partes, todo ello con el fin último de destruir esa forma de organización. La derecha sabe que en los consejos comunales está participando el pueblo que nunca tuvo cabida en la política, que nunca administró recursos y por eso es un espacio fundamental de la Revolución Bolivariana contra el cual es necesario enfilar baterías. Se trata de que el pueblo deje de creer en sus potencialidades, que comience a ver a su vocería, a sus organizaciones como si fueran un problema y no como lo que son en realidad, parte de la solución. Finalmente, la derecha y, sobre todo el ala fascista, tiene una razón coyuntural para criminalizar a los colectivos, que es responsabilizarlos de sus propias acciones violentas, tener un culpable señalado de antemano y decir que la violencia viene de otra parte.

UN CAMBIO CULTURAL PROFUNDO

-Aparte de estas campañas, la organización popular enfrenta otras dificultades, por ejemplo, el predominio de valores capitalistas como el individualismo y el egoísmo en los sectores populares. ¿Cómo lo ve usted, que primero fue un teórico de estos temas y en los últimos tiempos ha vivido la experiencia práctica directa?
-Creo que la supervivencia de este proceso político tiene que ver con la capacidad para reinventar permanentemente sus formas y espacios de participación y organización. El presidente Chávez se planteó desde un principio superar la lógica de la democracia representativa, los espacios tradicionales de participación. Aquí no se ha prescindido de los partidos ni de los sindicatos, por ejemplo, pero hay un esfuerzo sistemático por reinventar el ejercicio de la política. Yo en algún momento pensé, lo reconozco, que era necesario revisar y reinventar los consejos comunales. Sin embargo, cuando comencé a vivir mi experiencia como ministro, sobre todo cuando realizamos el Gobierno de Calle, comprendí mejor la idea que el Comandante Chávez tenía cuando concibió los consejos comunales. Fue entonces cuando entendí, lo digo con humildad, la importancia que tienen los consejos comunales en nuestra Revolución. Entonces valoré más lo que se hizo en este Ministerio antes de que llegara el equipo que me acompaña. No hay un lugar del país donde no exista organización popular. En todos los rincones hay gente que sabe dónde están los problemas más importantes… La verdad es que nosotros no hemos tenido la capacidad para contar la historia de la impresionante y profunda transformación que ha operado en términos de cultura política en Venezuela. Por regla general, la gente que tiene la vocería en esas organizaciones se ocupa más de los problemas colectivos que de los suyos individuales o familiares. Claro que en algunos casos persiste el individualismo y muchas veces, por el lado contrario, la comunidad no se involucra en la atención de los problemas y descarga toda la responsabilidad en esos voceros, que no quieren ser representantes, pero terminan siéndolo por la falta de participación de los demás. También tenemos problemas con la respuesta de la institucionalidad, del Estado, porque tenemos unos voceros allí que están sirviendo de intermediarios, pero cuando el Estado no da respuesta, queda mal el Estado y hace quedar mal a los voceros. En todo caso, esta generación de hombres y mujeres, sobre todo de mujeres, que han asumido esa responsabilidad, ese protagonismo, merecen un reconocimiento más allá de las formalidades. En algún momento tendremos que detenernos a valorar el enorme trabajo que se ha hecho desde esos espacios. Por otro lado, pienso que estamos obligados a ser muy categóricos y firmes con los casos en los que se ha traicionado la confianza de las asambleas de ciudadanos y ciudadanas. Quienes utilizan su condición de voceros para enriquecerse o actuar en función de intereses individuales o de pequeños grupos, deben ser sancionados. Son obstáculos que se presentan en el camino de una Revolución, pero que se pueden sortear porque no son la generalidad, sino casos aislados.

-¿La llamada contraloría social ha avanzado paralelamente a esos cambios en la cultura política?
-En el tema del manejo de los recursos ha habido muchos prejuicios. Se dice que le estamos dando recursos a gente que no sabe nada de administración. Bueno, precisamente, se trata de un camino nuevo, estamos hablando de un pueblo que nunca había sido llamado a participar en la gestión de sus recursos, es obvio que al hacerlo por primera vez surgen problemas. Eso no significa tener una actitud cómplice de dejar hacer y dejar pasar, lo que debemos es hacer esfuerzos por darle cauce a la contraloría social, lograr que el control popular de la gestión sea más eficaz. Eso implica, por ejemplo, que el Estado ponga de su parte, que se desburocraticen los procesos, ser más eficaces a la hora de apoyar a las comunidades que quieren apoyar a sus consejos comunales.

DIFUSIÓN: TRABAJO PENDIENTE

-Está claro que los medios de comunicación privados son enemigos de la organización popular. Pero, ¿qué pasa con los medios públicos y con los populares, comunitarios y alternativos? ¿Han avanzado en la tarea de contrarrestar esas matrices perversas?
-Yo creo que se ha avanzado con pasos muy lentos. Por eso el Presidente nos ha insistido mucho en proyectos como VTV Comunas, del que pronto veremos los primeros contenidos. Sobre este tema hemos reflexionado permanentemente y puedo decir, de manera muy autocrítica, que nos falta mucho, mucho por avanzar en la divulgación de la obra del Poder Popular. Se trata de contar muchas historias que están transcurriendo en este preciso momento, simultáneamente, en muchos lugares. Son miles y miles de personas que tienen algo que decir. En eso nos falta muchísimo.

-Hay un sector interno de la Revolución, importante en la discusión ideológica, que plantea que la organización del pueblo en consejos comunales y comunas no conduce hacia el socialismo porque más bien genera una especie de individualismo ampliado de pequeños sectores que se ocupan solo de sus intereses específicos. ¿Cómo responde usted a ese planteamiento?
-No estoy de acuerdo en absoluto. Repito que en mi concepto la Revolución se juega su continuidad en la medida en que sea capaz o no de inventar y reinventar formas de participación. El presidente Chávez lo tuvo claro desde el inicio mismo de la Revolución, supo que era necesario crear formas de participación que funcionaran de acuerdo con una lógica reticular. Cuando el golpe de timón, en octubre de 2012, él habló de una inmensa red que se extiende por todo el territorio de la Patria. Esa lógica reticular no es parecida a las formas tradicionales de participación. Yo soy un firme defensor del partido porque es necesario para cumplir tareas específicas, pero toda revolución debe experimentar permanentemente en el campo organizativo, no quedarse en el partido. No digo que los consejos comunales sean la forma última de participación, pero me parece que en estos momentos sobre los consejos comunales descansa la continuidad de la Revolución Bolivariana. Si no existieran los consejos comunales, la Revolución Bolivariana no se habría sostenido. Si eso se va a transformar en algo mejor en el futuro, es lo deseable, pero eso está por verse. En todo caso, eso no lo va a decidir nadie que hace un análisis político por allá, sino el pueblo venezolano junto con su dirigencia. Yo creo que a veces falta disposición de ánimo para confiar en el pueblo y en la dirección política de la Revolución. En los últimos meses, el presidente Maduro ha demostrado que no solo es el presidente legítimo y constitucional, sino que se está constituyendo progresivamente en el líder político de la Revolución. Sé que puede costarnos pensar en otro líder que no es Chávez, pero creo que el presidente Maduro se encamina a lograrlo. Esta es una reflexión que deberían hacer los bolivarianos que vienen de la vieja izquierda: si tuvieran un poquito más de confianza en la gente, tal vez lograrían lo que logró Chávez en 1998.

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Definiciones con alma, de carne y hueso

“¿Qué es una comuna?”, fue la pregunta que se hizo el sociólogo Reinaldo Iturriza cuando llegó al Ministerio del Poder Popular para las Comunas y los Movimientos Sociales. Desde un principio pensó que no servía de nada dar una explicación academicista. “Tiene que ser una definición con alma, de carne y hueso. Desde el inicio nos convencimos de que esa explicación tienen que darla los comuneros y las comuneras, porque si la da otro tipo de personas, nadie la entiende”, dice.

También ha trabajado mucho en otra interrogante: ¿Qué hace que la gente quiera constituirse en comuna? Las conversaciones con los protagonistas le llevan a ser muy optimista, pues, naturalmente, mucha gente se ha movilizado gracias a las tremendas facultades de dirección política del Comandante Hugo Chávez, pero lo mejor del caso es que hay razones más allá de ese planteamiento estratégico del Líder. “Hay unas razones que inspiran a la gente y que hacen la diferencia, esas son las historias que debemos contar”, comenta.

Incorporado al gabinete luego de haber adquirido notoriedad como un analista político muy agudo, Iturriza ha tenido la oportunidad de recorrer el país viendo de cerca eso que se llama el Poder Popular y que para algunos es una mera abstracción. “Creo que hay que hacer todos los esfuerzos para crear las condiciones apropiadas para el autogobierno popular, para que el protagonista de todo este proceso sea el pueblo organizado”, puntualiza.

Teoría y praxis

El enfoque comprometido con la Revolución, pero a la vez muy crítico, que caracteriza a Reinaldo Iturriza, llamó la atención del Comandante Hugo Chávez. Un artículo suyo publicado en Aporrea luego de las elecciones legislativas de 2010, fue muy bien ponderado por el Líder bolivariano en una de sus intervenciones públicas.

Desde entonces, como todo aquel que fue tocado por la vara mágica de Chávez, Iturriza ya no pudo escapar a la notoriedad, a pesar de que es un hombre que prefiere el bajo perfil. A la larga, aquella recomendación expresa del Comandante influyó para ser designado en el despacho de Comunas y Movimientos Sociales.

Ahora, con su visión comprometida y crítica, por un lado, y con la experiencia práctica de todos los días, está absolutamente sumergido en las aguas del Poder Popular y puede esbozar un análisis que una teoría y praxis: “Es claro que es absolutamente natural de las revoluciones que surjan sectores que apuestan a burocratizar los procesos y otros que le tienen mucha desconfianza al pueblo, aunque suene contradictorio. Creo que fue por eso que el Presidente Chávez se empeñó, de una manera casi chocante, en ponerle a los ministerios el apellido “del Poder Popular”. A alguna gente, por razones muy válidas, no le gusta que se llamen así, pero en particular los burócratas lo detestan profundamente”.

Movimiento de Pobladores sobre “ola de invasiones” en municipio Sucre: “Están aprovechando la ausencia del comandante Chávez para generar confrontación”


Para una parte de la población, la situación captada en la imagen es inconcebible e inaceptable. Con esos malandros, ¡peinilla!


Entrevista a Juan Carlos Rodríguez, Iraida Morocoima y Andrés Antillano, militantes del Movimiento de Pobladores, realizada por este servidor la mañana del martes 28 de febrero.

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Comencemos por situar las cosas en su contexto: ¿es cierto que existe una «ola de invasiones» en el municipio Sucre, tal y como lo ha denunciado el alcalde Carlos Ocariz? ¿A qué intereses responde esta denuncia?
JCR: La ocupación de tierras es un fenómeno que no es de ayer ni de la semana pasada, es un fenómeno histórico, la manera como los pobres de la ciudad se han hecho de un espacio para poder vivir o sobrevivir. Ahora, sobre lo que ha pasado concretamente en el municipio Sucre, nosotros vemos dos cosas: primero, que se ha generado como un efecto en escalada, que no tiene tampoco un mes, tiene mucho más. Lo que ocurre es que se ha hecho convenientemente visible en este momento. La burguesía, la derecha, lo están visibilizando, lo están explotando políticamente. ¿Con qué intención? Porque es ahí, precisamente, en el sureste y en el noreste de la ciudad donde a ellos más les duele, donde tú puedes tocar realmente los intereses del latifundio urbano. La mayor cantidad de terrenos ociosos en los mejores lugares de la ciudad están en el sureste, no están en el oeste. La gente está ocupando terrenos con alto valor inmobiliario.
Por otro lado también lo explotan, convenientemente, porque el Estado viene rescatando en esas zonas terrenos de alto valor inmobiliario ya no para un negocio, sino para dárselo a los históricamente excluidos. Entonces tú tienes esos dos fenómenos: el pueblo luchando en la calle por terrenos de alto valor inmobiliario y el Estado, con una política de recuperación de suelos, en el marco de la Gran Misión Vivienda Venezuela, recuperando pedazos de la ciudad, es decir, sacando del circuito de la especulación inmobiliaria pedazos importantes en el sureste. Y eso es realmente lo que ellos están atacando. Por un lado, la política de expropiaciones y de recuperación de suelos que tiene el gobierno nacional, y por otro lado criminalizando las formas de lucha popular.
Pero el gobierno nacional ha llamado a la «disciplina» popular, a no emplear métodos de lucha inadecuados.
JCR: Nosotros llamamos a la organización y a la lucha articulada. En esta lucha contra el negocio inmobiliario, el que lucha solo está condenado. Para nosotros la organización de las familias, la articulación y la conciencia de la batalla que tú vas a dar, los niveles de entendimiento político de lo que implica esta lucha contra el latifundio urbano son fundamentales. Porque si no, estas acciones aisladas, dispersas, lo que terminan es produciendo un efecto contrario, que en vez de profundizar, radicalizar, politizar el escenario de lucha, es utilizado por la derecha para criminalizar el pueblo, para atacar al gobierno. Por cierto, también es utilizada por factores oportunistas para sacarle plata a la gente, para montar negocios, etc. En la medida en que haya mayores niveles de organización, de articulación y de conciencia, esta lucha será más efectiva.
Ahora, sobre el escenario concreto que estamos viviendo esta última semana, la burguesía, la oposición, están aprovechando la ausencia del comandante Chávez para generar confrontación, es decir, un escenario de conflictividad en el municipio Sucre. El gobierno ha dicho que no iba a mandar a la Guardia Nacional a reprimir al pueblo, y nosotros por supuesto estamos de acuerdo, porque hay que sentarse a negociar, persuadir, porque sí es pueblo chavista con necesidad de vivienda lo que hay ahí, aunque se dice que hay gente que tiene vivienda, que son extranjeros, etc. Pero basta con ir a una ocupación y verle la cara a la gente para darte cuenta de que es gente con necesidad real, que quizá está siendo utilizada o está actuando de manera desesperada, porque no está viendo cuál es el canal concreto para esa lucha. Pero frente a la posición del gobierno de no reprimir al pueblo chavista, sale el Alcalde diciendo que su policía no puede hacer nada, lo que es falso. Porque la policía sí puede intervenir. No lo hace para que sea la gente de los sectores sociales que los apoyan a ellos los que confronten a ese pueblo chavista.
Nosotros tenemos información de que han estado reuniéndose con sectores de la clase media, por ejemplo en Guaicoco, en Filas de Mariches, etc., para que la gente se organice en función de contrarrestar la «ola de invasiones». Hablan de una «ola de invasiones» y de que la clase media se tiene que organizar en función de contrarrestarla de forma armada, de forma violenta, porque supuestamente la policía municipal no puede hacer nada.
Esa es la manera de crear un clima de zozobra.
JCR: Exactamente. Ahí se está jugando, aún no sabemos a qué escala, a crear un clima de desestabilización, confrontación y zozobra, para sembrar miedos. Entonces, la lucha popular termina siendo utilizada para intereses que son contrarios al mismo pueblo. Ahora, ¿qué planteamos? Que se definan con más claridad los mecanismos que le permitan al pueblo organizado participar en el rescate del suelo urbano. El gobierno nacional ha venido desarrollando, los últimos dos años, una política de rescate de la ciudad para los sectores populares, para construir viviendas, pero los mecanismos de participación del poder popular no están claros, no están afinadas las reglas de juego, lo cual hace que la gente no sepa cuáles son los procedimientos. Entonces cualquiera de estos grupos puede ser presa fácil de un oportunista que los lance por un barranco.
¿Ustedes han elaborado una propuesta?
JCR: Nosotros tenemos una propuesta elaborada, detallada, que trabajamos junto a la gente del Vértice Tierra de la Vicepresidencia Territorial, el Vértice Tierra de la Gran Misión Vivienda Venezuela. Sabemos que iba a ser evaluada por el Órgano Superior de Vivienda y Hábitat, pero hasta ahora eso no se ha concretado. Para ponerle orden a ese asunto es necesario establecer ese mecanismo, que la gente sepa: si yo me organizo a dónde voy, si yo tengo visto un terreno que está ocioso quién lo evalúa, cómo se evalúa, cuáles son los pasos, cómo se afecta, cuándo puedo yo ocupar, cuánto lo puedo tomar en custodia. Ya hemos elaborado una propuesta en torno a eso, junto con el gobierno. Porque ésta no es una pelea que el pueblo pueda dar solo, porque el enemigo es poderoso. Tiene que ser una política corresponsable, desarrollada tanto en el campo popular como por el gobierno revolucionario para que sea efectiva, porque si no podemos tener retrasos importantes.
¿Pobladores tiene alguna relación con las ocupaciones recientes en el municipio Sucre?
JCR: No, no tenemos vinculación directa con ellos. No nos buscaron. Les hemos planteado: nos hubiesen buscado para poder orientarlos, porque nos ha llamado gente, pero cuando ya se ha dado la ocupación. Hemos tenido contacto con algunos grupos, gente que conocemos, porque son luchadores sociales de toda la vida en Petare, gente de los sectores populares.
IM: Pero nosotros le hacemos un llamado a todos esos colectivos, que no paren su lucha, que ahora toca el proceso de organización. La lucha continúa, pero en estas circunstancias, en este proceso revolucionario, continúa distinto. Antes aquí nadie te planificaba. Hoy en día la gente ha comenzado a planificar.
AA: Reconociendo que este fenómeno de ocupación es un fenómeno histórico, que tiene que ver con las profundas desigualdades de la ciudad, con las profundas exclusiones, que no hay nada nuevo en todo esto, sí vale la pena detenerse en el caso particular del municipio Sucre. Hay una utilización clara, explícita, a partir de una agenda política, por parte de la oposición, y por parte de otros intereses que no son los del pueblo. Por parte de la oposición, justamente, para intentar crear inestabilidad, confrontación pueblo contra pueblo, producir una sensación de caos y de conflicto generalizado, intentar criminalizar las luchas populares y además intentar restituir los privilegios de los propietarios que han sido de algún modo tocados por la política de rescate de suelos que el gobierno revolucionario, junto con el pueblo, se ha planteado en los últimos años.
Ahora bien, sobre las mal llamadas «invasiones», nosotros siempre hemos cuestionado ese término porque está cargado de una profunda descalificación, por su carácter de clase; por cierto, sería interesante revisar muchas de las titularidades de terrenos en el municipio Sucre, porque nosotros tenemos elementos como para afirmar que buena parte de los terrenos del este de la ciudad fueron mal habidos por los propietarios estos «correctos» y «honestos» que sí son invasores y ladrones. Son tristemente célebres las corruptelas en el municipio Sucre, cómo hace treinta años y más se traficaba con terrenos que eran de la nación y se les entregaban a particulares, así que si hablamos de invasores, estos son otros.
Hay un intento de la derecha de criminalizar al pueblo y meter en un mismo saco los proyectos, los inmuebles, los terrenos que han sido rescatados por el gobierno revolucionario junto con el pueblo, como por ejemplo los terrenos donde las nuevas comunidades socialistas vienen desarrollando propuestas en el municipio Sucre y en el resto de la ciudad y en otras ciudades del país, es decir, todo este esfuerzo gigantesco que el gobierno revolucionario y el pueblo movilizado ha hecho para el rescate del suelo y la producción de viviendas.
¿Cuál ha sido la participación del partido Primero Justicia en todo esto?
AA: Nosotros tenemos evidencias de que sectores de Primero Justicia han intentado soliviantar a la gente desesperada para que ocupen terrenos que están siendo desarrollados por el gobierno revolucionario, o en combinación con comunidades organizadas. Entonces, aquí hay una agenda clara de la derecha, sin contar agendas de grupos que intentan sacar ganancia económica especulando con las necesidades del pueblo.
Las ocupaciones son una consecuencia, entonces, de las desigualdades urbanas. Uno podría decir que son formas «inconvenientes» de responder a una situación injusta, o una expresión «incorrecta» de una lucha justa, que es la lucha por el suelo urbano, por la democratización de la ciudad. Consideramos que el rescate de suelos es, en este momento, y va a ser cada vez más, una de las formas de lucha más claras del pueblo contra el capital inmobiliario, que es uno de los capitales más importantes del país. Si aquí la lucha contra el latifundio rural ha sido tan importante y ha costado tantas vidas, a pesar de que la actividad económica de los terratenientes es relativamente escasa en términos de rentabilidad, la lucha por la tierra urbana va a ser mucho más cruenta y mucho más dura. Por eso, tenemos que entender que la lucha por el rescate del suelo ya es, en este momento, y lo será cada vez más, un terreno de lucha fundamental para el pueblo venezolano y para el gobierno revolucionario, para democratizar las relaciones sociales en la ciudad.
En ese sentido, planteamos que hay que saber dar la lucha en las mejores condiciones, y todo proceso de desorganización, de instrumentalización por otra agenda, terminan, por un lado, exponiendo a la gente que ocupa en esas condiciones a situaciones de vulnerabilidad; por otro lado, terminan fortaleciendo el discurso de los terratenientes urbanos, con este tema de los «invasores», etc., y genera más desorganización. Nosotros creemos que la respuesta no puede ser la criminalización, porque ésta acentúa más los conflictos: nunca se han parado los procesos de luchas populares a través de la criminalización. La respuesta tiene que ser un proceso que, por un lado, suponga niveles crecientes de organización popular, prepararnos para dar en las mejores condiciones una lucha que va a ser dura, porque es una lucha desigual, contra los dueños de esta ciudad, que son los dueños del país; y por otro lado, exigiéndole al gobierno políticas claras, audaces, transformadoras de la relaciones sociales en la ciudad. Pero aun entendiendo todos estos aspectos de la lucha contra el latifundio urbano, lo fundamental es la organización popular y la movilización. Nosotros jamás criminalizaremos ni cuestionaremos la lucha del pueblo, pero sí consideramos que hay que saber dar estas peleas en condiciones que permitan conquistar victorias y denunciar los intereses asociados al latifundio urbano.
IM: La que nos criminaliza a nosotros, pueblo organizado, y se aprovecha del pueblo que no está organizado, es la oposición, claramente. Ocariz, Capriles. Su gente nos provoca diariamente, recogen firmas, etc. Yo le digo a los otros compañeros: no caigamos en la provocación de la oposición, no nos pongamos en la boca del lobo. Razón tenía Chávez cuando le decía a Capriles: quítate la careta. Ellos nunca van a aceptar que nosotros, la gente humilde, la gente que construye la ciudad, viva al lado del Unicentro El Marqués, por decir algo, o que viva en Chacao.
AA: Es que ese discurso de la armonía, de la unidad nacional, de que aquí cabemos todos, en realidad es un discurso tramposo, porque eso va acompañado del discurso de la criminalización del pueblo: aquí todos cabemos, aquí todos podemos ir juntos, siempre y cuando se respeten los privilegios y los intereses de los poderosos y el pueblo sepa cuál es su lugar. En nuestro caso específico, bien lejos de la ciudad.
¿Este clima de zozobra que, según el análisis que ustedes hacen, ha venido promoviendo la oposición, anticipa el clima social que predominaría de triunfar Capriles en las elecciones presidenciales del 7 de octubre?
AA: Claro. Es una evidencia de la manera como tratan al pueblo, en una escala muy pequeña, como es el municipio Sucre. Carlos Ocariz, el principal vocero de esta arremetida contra los sectores populares, es un delfín de Capriles, es decir, que no podríamos esperar algo distinto. Esta arremetida se expresa en el discurso racista, clasista, que criminaliza las luchas populares que, insistimos, han sido dadas en condiciones «inconvenientes», pero son luchas legítimas. Además, es la convocatoria al linchamiento, porque ni siquiera tienen el valor de usar la fuerza pública, que podría haber mediado en esto, sino que mandan a los vecinos de clase media, apelando al temor de la clase media, a que linchen a la gente.
Pero no solamente se trata de este discurso racista, de esta incitación al linchamiento, de esta defensa irrestricta de los intereses más perversos de la especulación inmobiliaria, sino que es una práctica persistente en la gestión del municipio Sucre. Por ejemplo, el problema de la basura: en el municipio Sucre tú puedes taparte los ojos y saber, por el olfato, si estás en un barrio o estás en una urbanización de clase media o clase alta. Porque mientras las urbanizaciones de clase alta tienen un impecable servicio de aseo y de ornato, la gente de los barrios tiene que caminar y vivir entre basura y ratas. Es decir, que es una gestión clasista, contra el pueblo y a favor de los poderosos. Cualquiera que tenga duda de cómo va a ser Venezuela en el supuesto negado de que ganara Capriles, que se dé una vueltica por los barrios de Petare.
JCR: Pero además hay otro elemento. En Venezuela estamos conscientes de que sin el voto popular ellos no pueden llegar al poder. ¿Qué están buscando? Escenarios donde el gobierno aparezca como represor de los sectores populares, para ganar base popular para su candidato. Y esa es una estrategia que ya nosotros hemos detectado en varias oportunidades. Están buscando forzar la represión por parte del gobierno nacional, para poner al pueblo en contra de la revolución, en contra del comandante Chávez, y además ganar sectores populares para su candidatura. Eso lo hemos diagnosticado, no sólo en este escenario que se dio en Sucre, donde fue bastante obvio, que pedían la intervención a gritos de la Guardia Nacional, y se abstuvieron ellos de cualquier tipo de intervención, pero eso ha sucedido en otras partes de Caracas, donde la revolución es gobierno, gobierno local, y en otras partes del país.
Entonces hay que hacer un llamado a todos: al alto gobierno, a los gobiernos locales, de no caer en la trampa de reprimir al pueblo, que es lo que está buscando la derecha para sacarle provecho político y hacer ver que es un gobierno represor del pueblo y ganar votos dentro de los sectores populares, y más bien apelar a la persuasión, a la mediación, y llamar a la organización y a la lucha conjunta de todo el campo revolucionario: gobierno revolucionario, pueblo organizado, todos los factores, el partido, todo el mundo.
Esto nos tiene que servir para polarizar y politizar la lucha en la ciudad. En este momento no nos sirven posiciones de medias tintas: todos los que estamos en contra del proyecto neoliberal, en contra del proyecto del capital, tenemos que tener claro que es una sola lucha, y lo que hay que hacer es articularla, para que sea coherente, efectiva. Y este año, evidentemente, el escenario es de lucha política, y es tarea de todas las organizaciones revolucionarias y de todo el campo revolucionario elevar los niveles de conciencia para la lucha, por eso es que estas acciones no favorecen a polarizar la lucha y a politizar los campos, y ellos están buscando escenarios de desmovilización y confusión. Y lo que se quiere es polarizar y politizar la lucha.

Más allá de Chino y Nacho – Comunicado de Tiuna el fuerte



COMUNICADO DE TIUNA EL FUERTE 

Más allá de Chino y Nacho

Tiuna El Fuerte, organización de jóvenes militantes de la cultura y la política de la calle; jóvenes venezolan@s revolucionari@s, músic@s, bailarin@s, intelectural@s, poetas urban@s, graffiter@s, patineter@s, raper@s, cyber-guerriller@s y constructor@s de plataformas de producción cultural contra-hegemónica en Venezuela, tenemos que decir publicamente a partir de la celebración del Día de la Juventud 2012, que más allá de las críticas al concierto de Chino y Nacho que, según las voceras de Ministerio del Poder Popular para la Juventud, busca la «inclusión» de todos los jóvenes venezolanos, es decir, generar espacios de convocatoria masiva y no sólo para los jóvenes de izquierda, nos preguntamos:


1. ¿Cómo es que en 13 años no hemos creado las condiciones objetivas y subjetivas para contar con nuestros propios Chino y Nacho, con artistas que logren los mismos niveles de fanaticada y movilización masiva que logra este dúo? Más allá de las letras de Chino y Nacho, de las que se podría decir bastante, se trata de que la Revolución Bolivariana, a efectos de convocatoria masiva juvenil, siempre se ve obligada a recurrir a los artistas que la industria del entretenimiento ha posicionado como referentes de la juventud, configurando masivamente el gusto juvenil venezolano. Desde allí nos preguntamos:  ¿si la Revolución Bolivariana busca sobre todo construir hegemonía, por qué no se plantea estrategias claras para producir nuevos gustos en la juventud venezolana?  ¿Cómo es que no hemos podido generar plataformas o circuitos sólidos de producción cultural que hagan que nuestros talentos de barrios se conviertan en guerrilleros de la industria cultural y en verdaderos referentes de la mayoría de la juventud venezolana?


2. La «inclusión». La Revolución Bolivariana ha entendido inclusión en su sentido más tradicional, es sobre todo garantía de oportunidades de educación formal, y oferta cultural y recreativa que satisfaga los gustos masivos de la mayoría de la juventud. Pero si inclusión es sólo oferta educativa formal, ¿qué pasa con los miles de jóvenes cuyas condiciones de vida no les permiten mantenerse en los circuitos formales de educación? o ¿qué pasa cuando sus expectativas de vida y bienestar se remiten a ganar dinero y acceder a bienes de consumo de manera inmediata, y la trayectoria educativa formal pierde sentido? ¿Qué política juvenil se ha pensado más allá de estos circuitos clásicos de inclusión? Del otro lado, si inclusión es sólo oferta cultural y recreativa que satisfaga los gustos que la industria cultural produce, ¿qué pasa luego del concierto? ¿Qué pasará entre este concierto y el próximo, donde se generará la misma necesidad de convocatoria masiva? Preguntas que hablan de la necesidad de valorar no sólo como un asunto «cultural» sino como una estrategia política de inclusión social y construcción de hegemonía socialista, los circuitos de producción cultural contra-hegemónica que desde ya se vienen gestando en todo el país desde múltiples experiencias e iniciativas juveniles. 


También sobre la juventud, el joven revolucionario, la inclusión y la participación política, habría que decir, a propósito del documento que se le entregó hoy al presidente Chávez como propuesta de «la juventud venezolana» para el Plan Nacional Simón Bolívar 2013-2019: ¿cómo y con quiénes se deciden las políticas juveniles en el país? Se dijo que esas propuestas fueron construidas con 10.000 jóvenes, ¿pero quiénes son estos jóvenes? ¿Son los que irán al concierto de Chino y Nacho o los que reniegan de ellos? ¿Por qué para los eventos masivos no se tienen pruritos para convocar a quien sea y como sea, para «incluir», pero para la importante tarea de diseñar políticas públicas efectivas, masivas y diversas, ajustadas a las expectativas de vida de la mayoría de jóvenes de hoy, se convoca sólo a los jóvenes clásicamente politizados y/o pertenecientes a las estructuras de inclusión formal generadas hasta el momento? 


Tiuna El Fuerte y muchos de los colectivos conectados en REDADA (Red de colectivos culturales urbanos) fuimos invitados a estos círculos de discusión sobre las políticas juveniles que promovió el MPPJ en Caracas y el interior del país, pero ¿quiénes se encontraban allí? Los exclusivos jóvenes de siempre: INJ, JPSV, FFM y los Gabinetes Juveniles. ¿Qué pasó ahí? La agenda de las mesas de trabajo estaba previamente definida, sólo se nos indicó «las problemáticas» que se debían debatir. ¿Alguien nos preguntó si esas eran problemáticas para nosotros? Nos preguntábamos: ¿la agenda estaba abierta para plantear propuestas desde otras experiencias de organización y participación? Pero sobre todo: ¿allí se definirían políticas masivas? Creemos que no había suficiente preocupación porque la participación fuera tan masiva y diversa, como la que hubo para llenar el concierto del Día de la Juventud.


En marzo de 2011, entendíamos que el MPPJ se creaba como una instancia rectora en políticas de juventud, que buscaba superar las formas de diseño y gestión de políticas públicas que hasta ese momento habían prevalecido en la Revolución Bolivariana para este sector. Sin embargo, hoy nos preguntamos si esta lógica se superó. No conocemos el contenido de este documento, aun así instamos al MPPJ a hacer público su contenido, para que la mayoría de los jóvenes de este país (incluyendo a los que van al concierto de Chino y Nacho) se reconozcan o no en sus propuestas. 


El Gran Polo Patriótico bien podría ser una instancia para debatir sobre estos temas. Esperemos que el MPPJ respete y acompañe los mecanismos propios de participación social y política que nosotros como jóvenes, desde nuestros espacios, desde nuestras formas y desde nuestros quehaceres e intereses, venimos construyendo desde hace más de 7 años. Esperamos que el MPPJ acompañe, fortalezca y no compita con las políticas informales para la juventud que en la práctica, desde nuestros limitados recursos materiales, cientos de colectivos a niveles nacional venimos inventando y desarrollando de manera efectiva en múltiples territorios. Este acompañamiento resulta vital para convertirnos en núcleos masivos de multiplicación revolucionaria, para la necesaria agitación y movilización juvenil que nos llevará a contribuir sólidamente con el éxito electoral del comandante Hugo Chávez el próximo 7 de octubre de 2012. Este proceso pasa, entre muchas otras líneas estratégicas, por generar plataformas reales de producción cultural (y de inclusión) que hagan de los talentos que existen en todos nuestros barrios, los referentes del gusto masivo de la juventud venezolana. Si esto no pasa, ¿quién cantará en el concierto para la juventud en octubre de 2012?


La Revolución Bolivariana ha acertado en las políticas deportivas. Si tenemos campeones del mundo y una «Vinotinto», fuente de orgullo nacional, que llena estadios y canchas, ¿por qué no hemos podido desarrollar políticas acertadas en lo cultural-juvenil que potencien artistas socialistas capaces de llenar un Poliedro o un estadio? Chino y Nacho no llegaron allí solos, ni de «manera independiente», cuentan con una industria con claros objetivos mercantiles que los respalda. ¿Qué política respalda a los jóvenes artistas de nuestros barrios?

TIUNA EL FUERTE
– FEBRER0 2012 –

Que la vida misma zanje la cuestión


 

Escenas al inicio de Tiempos Modernos, de Charles Chaplin. No hay tal cosa como una organización neutra. Que lo diga Taylor.

El domingo pasado, en diálogo con José Vicente Rangel, el comandante Chávez expresaba que «las organizaciones sociales del Gran Polo Patriótico tienen una naturaleza muy diferente a la de los partidos políticos». Acto seguido, proponía «dos mecanismos de alianza»: una de partidos y otra de movimientos. Es un asunto sobre el que sin duda profundizará más adelante, y respecto del cual tendríamos que discutir públicamente, puesto que no se trata de un detalle sin relevancia.

Mi punto de partida es el siguiente: en última instancia, lo central de la discusión no es si los partidos deben ocupar un lugar distinto de los grupos y movimientos. Consideraciones tácticas mediante, incluso puede suscribirse sin trauma alguno la propuesta de los «dos mecanismos de alianza». Lo peligroso, a mi juicio, es cuando se insiste en una distinción artificiosa entre lo social y lo político, que no nos permite avanzar.

Esta distinción, la falsa dialéctica entre lo social y lo político, ha hecho que nos encontremos, para decirlo con palabras de Alfredo Maneiro, en un «punto muerto entre la inercia y la iniciativa». Para ir más allá de este punto muerto e iniciar con paso firme el proceso de acumulación política, tendríamos que emplearnos a fondo en la tarea de trascender el falso dilema: partido versusmovimientos, en todas sus variantes. Ni «movimientismo» ni «defensa» del partido. Todos son necesarios. Incluso si no están reunidos en el GPP.

La clave para salir de la trampa está en asumir que la contradicción fundamental se da entre los opuestos: movimientos, colectivos, organizaciones, partidos, de un lado, y problemas concretos de la población, allí donde debe discurrir la política revolucionaria real, del otro. Movimientos, partidos, toda forma de organización revolucionaria, tendrían que estar al servicio de lo que Marx, en La ideología alemana, llamaba la «liberación real», que «no es posible si no es en el mundo real y con medios reales».

Partidos, movimientos, grupos: ninguno aporta mayor cosa si lo que pretende es «colonizar» lo real. Los primeros suelen hacerlo desde una pretensión de universalidad que termina quedándoles muy grande (impuesta la lógica del partido/maquinaria, lo que predomina es el sectarismo), y los demás (grupos, pero también gremios, etc.) desde lo sectorial. Nada más «anti-político» que una política divorciada de lo real. Ponerse al servicio de  los problemas reales de la población, pasa entonces por combatir tanto el sectarismo como la «sectorialización» de la política, para dejar de excluir a la mayor parte del pueblo.

Siempre hay que optar por apelar a la vida real de nuestro pueblo, a sus condiciones materiales y espirituales de vida. De hecho, allí radica la potencia del Chávez líder. Como diría Aimé Césaire, en su célebre Carta a Maurice Thorez: «la vida misma zanja la cuestión». «El atolladero en el que estamos hoy en las Antillas, pese a nuestros triunfos electorales, me parece que zanja la cuestión: opto por lo más amplio contra lo más estrecho; por el movimiento que nos coloca codo a codo con los otros contra aquel que nos encierra; por aquel que reúne las energías contra aquel que las divide en capillas, en sectas, en iglesias; por aquel que libera la energía creadora de las masas, contra aquel que las canaliza y finalmente las esteriliza».

En cuanto al GPP, esta apertura hacia el movimiento real debe expresarse en sus documentos programáticos, claro está, pero sobre todo en el funcionamiento de las Asambleas Patrióticas Populares y, más clave aún, en la estructura que termine adoptando. De nuevo: el problema no es dotar al GPP de una estructura para evitar que los grupúsculos anarcoides que no creen en la autoridad se salgan con la suya (versión paranoica). Esto es desviarse del asunto central. El problema es concebir una forma de organización que obedezca a los problemas reales de la población, a sus luchas concretas, a campos específicos, en los términos en que los define Dussel. De lo contrario, y en nombre de la lucha contra los grupúsculos, podemos terminar reproduciendo la misma lógica aparatera y excluyente de los partidos tradicionales. No existe tal cosa como una organización neutra. Si no que lo diga Frederick Taylor, creador de la «organización científica del trabajo«.

Incluso el «desdoblamiento», que como lo ha planteado el mismo comandante Chávez es uno de los objetivos actuales del grupo promotor, tendría que ser no sólo territorial, sino también por problemas reales, luchas concretas o por campos. La tarea de identificar estos campos, de definirlos, equivale a identificar ámbitos de gobierno, y es una forma expedita de vincular la lucha política con el acto de gobernar socialistamente. En este nivel, considero, es donde se construye realmente dirección colectiva, más allá de la retórica: en el acto de gobernar, desplegados en el movimiento real. Es allí donde se construye, simultáneamente, agenda popular de luchas y propuesta de programa de gobierno para impulsar la candidatura del comandante Chávez.

Carta abierta a quienes militan en el campo popular y revolucionario


Chávez en Plaza O’Leary. Al término de la movilización popular del 13 de noviembre de 2011. Por: Fidel Ernesto Vásquez.

Es preciso no perder de vista que el proceso de construcción del Gran Polo Patriótico es el corolario de un período de la revolución bolivariana que se caracterizó por una suerte de pulsión por monopolizar la política revolucionaria. Me refiero a ese lapso de tiempo signado, entre otros hitos, por la entronización del discurso sobre el socialismo, una propuesta de reforma constitucional que sentaría las bases jurídicas para acelerar la transición del capitalismo al socialismo, y por supuesto el llamado del presidente Chávez a conformar el Partido Socialista Unido de Venezuela.

Este pretendido monopolio sobre la política revolucionaria se tradujo muy pronto en un intento de aplanar, normalizar, uniformizar y disciplinar al chavismo, volviendo a invisibilizar y criminalizar a sujetos que la misma revolución se había encargado de reivindicar durante sus años iniciales (buhoneros, motorizados, jóvenes de los barrios, incluso colectivos y organizaciones que integran el debilitado movimiento popular, etc.); y se expresó también, lo que es peor, en la casi total clausura de los espacios públicos de debate y crítica democráticos.

Naturalmente, nunca estuvimos a las puertas de la inminente instauración de un régimen totalitario y castro-comunista, tal y como lo propagandiza el antichavismo más histérico. Todo lo contrario: este período nos enseñó que la amplísima y mayoritaria base social del chavismo no tiene ninguna voluntad de acompañar unánime y acríticamente un proceso que degenere en el encumbramiento de nuevas elites políticas y económicas.

De allí que el chavismo nunca volviera a participar tan masivamente en unas elecciones como lo hiciera en diciembre de 2006, cuando lo que estaba en juego, ciertamente, era la reelección de Chávez. Aun cuando está fuera de toda discusión que es imposible comparar el caudal de votos correspondiente a contiendas electorales de distinta naturaleza, no es menos cierto que el comportamiento electoral del chavismo ha sido, desde entonces, significativamente irregular. No puede hablarse, por ejemplo, de una tendencia al alza, como sí puede decirse en el caso del antichavismo.

Éste no es un dato menor: en la Venezuela bolivariana, cada contienda electoral significa una verdadera confrontación, por la vía pacífica, de dos modelos antagónicos, lo que supone un proceso de agitación, movilización y participación popular que termina fortaleciendo a la revolución. En eso consiste lo que cualquier observador desinformado pudiera calificar como el «secreto» de la fuerza del proceso venezolano. Es decir, desde 1998 el hecho electoral está muy lejos de significar una mistificación de la participación popular.

La abstención no es más que el correlato electoral de ese fenómeno que puede denominarse hastío por la política, el cual, insisto, debe distinguirse siempre del desencanto. El hastío por la política que expresa parte considerable de la base social del chavismo no es consecuencia de su desorientación política (como llegó a plantearse cuando la derrota electoral de la propuesta de reforma constitucional), sino el resultado de ese extravío estratégico derivado de la pretensión de la burocracia partidista de monopolizar la política revolucionaria. Una práctica monopólica que terminó cercenando cualquier posibilidad de construir un partido genuinamente democrático, y sobre la cual se fundó lo que terminó imponiéndose como lógica del partido/maquinaria. Todo esto, dicho sea de paso, en nombre de un discurso sobre el socialismo cada vez más vaciado de contenido.

El predominio de esta lógica del partido/maquinaria, con toda su estela de autosuficiencia, soberbia y sectarismo; la peligrosa tendencia a concebir el hecho electoral como un fin en sí mismo, a contravía de lo que éste significó históricamente para el chavismo; todo lo cual sumado a la descalificación de la crítica, por más constructiva que ésta fuera, terminó conspirando en favor del debilitamiento, lento, a veces casi inadvertido, pero continuo, de la revolución bolivariana.

De hecho, no es en lo absoluto casual que durante este período se instalara y adquiriera relativa fuerza el discurso sobre los anarcoides, pequeñoburgueses, desviados y espontaneístas que estarían poniendo en peligro, con sus cuestionamientos y propuestas siempre inoportunos, el curso normal del proceso bolivariano. Esta forma de proceder no es para nada novedosa: estigmatizar de entrada al adversario para luego menospreciar sus argumentos forma parte de la nefasta tradición de la izquierda anti-democrática. El objetivo, una vez más, es asegurarse el monopolio de la Verdad revolucionaria, reclamar el papel de vanguardia esclarecida que debe conducir a las masas, etc.

Este discurso senil, autoritario, anti-popular, es justamente el que está llamado a ser desplazado en el período que se abre con la convocatoria del presidente Chávez a conformar el Gran Polo Patriótico. Un discurso caduco, asociado a prácticas que condujeron al fracaso estrepitoso de los socialismos realmente inexistentes, como diría Daniel Bensaïd.

Era realmente predecible que volveríamos a escuchar el estribillo sobre los anarcoides y espontaneístas que estarían apostándole al espacio del Gran Polo Patriótico como una oportunidad para darle rienda suelta a su inmadurez política, a sus taras y resentimientos, para acometer la tarea malsana de acabar de una vez y para siempre con el Partido, condenando a la revolución a un destino trágico e irreversible.

No obstante, en lugar de transarnos en una polémica estéril con quienes han envilecido de tal manera un debate que tendría que ser irreverente, pero fraterno y respetuoso, como corresponde entre revolucionarios, es momento de sumarnos al esfuerzo colectivo de construir, de una vez por todas, ese espacio público de debate democrático que esta revolución reclama.

No caigamos en la trampa: para entrar con paso firme en el período que recién inicia, y que marca el fin del monopolio de la política revolucionaria que reclamaba para sí la burocracia política, lo primero es que sepamos identificar la impostura que supone una discusión entre quienes entenderían la necesidad de una vanguardia y quienes le apostarían, repitámoslo, al espontaneísmo. Otras oposiciones más o menos análogas: partidos políticos versus movimientos sociales, izquierda senil versus infantilismo de izquierda, etc., vendrían a ser versiones distintas del mismo falso dilema.

La tarea que tenemos por delante, además de vencer a la abstención el 7 de octubre de 2012 (de la manera más categórica posible), es la construcción de una dirección colectiva de la revolución bolivariana.

Para ello, es imprescindible hacernos de una caja de herramientas conceptual que nos permita, antes que nada, identificar la singularidad del momento político, y luego ir liberando la práctica política de las viejas ataduras de las lógicas de aparato. En tal sentido, sugiero cuatro líneas de análisis sobre asuntos que solemos dar por sobreentendidos:

1. El asunto de la organización: partidos y movimientos. ¿Cómo construir dirección colectiva sobre la base de esa distinción artificiosa entre movimientos sociales y partidos políticos? ¿Los partidos están llamados a dirigir al conjunto de los colectivos y movimientos no políticos? ¿Nuestras críticas van dirigidas a los partidos realmente existentes o contra la forma partido? ¿Son necesarios los partidos? ¿Acaso no existen movimientos y, más allá, miles de pequeños grupos que actúan reproduciendo la misma lógica excluyente y sectaria de los partidos? Cuando hablamos de los partidos, ¿tiene sentido hacer alguna distinción entre sus bases y su dirigencia?

2. El asunto del sujeto de la revolución. ¿Puede hablarse de un sujeto central de la revolución bolivariana? Si así fuera, ¿dónde está? ¿En las fábricas? ¿En Petróleos de Venezuela? ¿En la Administración Pública? ¿En las comunidades? ¿Existe un sujeto chavista? ¿Qué es el chavismo: esa parte de la población que sigue a Chávez o la forma de enunciar una pluralidad de sujetos? ¿El sujeto de la revolución bolivariana se viste siempre de rojo?

3. El asunto del Estado. ¿Monstruo devorador o muro de contención frente a otros monstruos más feroces (como el capital globalizado)? ¿El Estado es el mismo aquí y en todas partes? Si bien es cierto que todo Estado se funda en la violencia, ¿cómo se fundó el Estado venezolano, de qué manera concreta se ejerció esa violencia, qué efectos políticos produjo? ¿Cuál es la relación histórica entre Estado y burguesía vernácula (pienso en las nociones de Brito Figueroa: «acumulación delictiva de capital» y «burguesía burocrática»)? ¿Cuál es la relación histórica entre Estado y partidos políticos? ¿Y entre Estado y movimiento popular? ¿A qué nos referimos cuando hablamos de burocracia? ¿Tiene alguna eficacia política el uso del vocablo «derecha endógena»? ¿Transformar al Estado, perpetuarlo, reformarlo, abolirlo?

4. El asunto del socialismo. ¿Cómo evitar que el discurso del socialismo se convierta en un señuelo para legitimar nuevas formas de sujeción? Cuando hablamos de socialismo, ¿nos referimos a un conjunto de ideas plasmadas en libros que habría que leerse para saber qué hacer? ¿Existen prácticas socialistas de gobierno? De ser así, ¿cómo distinguirlas?

Líneas de análisis que, por supuesto, no agotan un temario que debe ser construido de manera colectiva por quienes militamos en el campo popular y bolivariano.

El uyuyuísmo ilustrado


Hay uyuyuis en el amor, en la guerra, en las escuelas, en la familia, en las tribunas de los campos deportivos… y por supuesto en la política
Uyuyui se hace, no se nace. Nadie nace aprendido. Uyuyui: dícese de aquel que se jacta de saberlo todo. Desde hace mucho. En ocasiones, ese saber viene de la lectura de libros, bibliotecas enteras. Nadie sabe más que un uyuyuísta ilustrado. Ni siquiera pescado frito.

Decir uyuyuísmo ilustrado es enunciar una paradoja: trátase de aquellos que reclaman su infinito conocimiento del mundo, cuando en realidad no conocen más que una caverna.

El uyuyuísmo es también cierta actitud ante la vida. Nadie está a salvo de padecerla. Tiene que ver con la dificultad para lidiar con los cambios, lo nuevo, lo intempestivo. No hay nada que inventar, porque todo está hecho. No hay nada que elaborar, ya todo está escrito. No hay nada que decir, ya todo está dicho. Otros, sabios, excepcionales, se han tomado la molestia de pensar por usted.

El día menos pensado, usted puede descubrirse mirando al mundo con los ojos melancólicos de un decrépito amargado, convencido de que su misión es persuadir a los demás de que nadie será capaz de librar con dignidad las batallas que usted ha librado.

Hay en el uyuyuísmo algo de esa tristeza vaga que deja la derrota.

Por tanto, hay que estar prevenidos. Aprender a lidiar con el uyuyuísmo, intentar comprenderlo, ser capaces de identificarlo, para conjurarlo, exorcizarlo. Tolerarlo sólo en la medida de lo posible, preferiblemente esquivarlo. Nunca tratarlo con condescendencia.

Uyuyuísmo en el amor, en la guerra, en las escuelas, en la familia, en las tribunas de los campos deportivos. Por supuesto, también en la política.

Chávez llegó al gobierno porque le dio la espalda a tanto uyuyui que pulula en los círculos de la izquierda. Uyuyuísmo que siempre nos habló de revolución, pero nunca fue capaz de hacerla; que siempre se creyó vanguardia de un pueblo al que jamás supo cómo hablarle, qué decirle, y por eso tanto odio, todavía, contra el 27F de 1989: porque el pueblo es una masa informe e ignorante que hay que conducir para que no se pierda.

Hay uyuyuísmo de partido, y también de movimiento, aunque hay que reconocer que con notable ventaja para los primeros. Uyuyuísmo de aparato y uyuyuis que sueñan con controlarlo.

Frente a las críticas contra la lógica del partido/maquinaria, el uyuyuísmo ilustrado respondió con virulencia. Porque no hay nada que inventar, no hay nada nuevo que decir. Ya todo está escrito: el problema del partido lo resolvió Lenin en 1902. Siempre el señuelo paranoico: ¡lo que sucede es que no creen en el partido!

Pero no se le había visto tan desencajado, tan fuera de lugar, tan ofuscado y chillón, tan desconcertado como ahora, en pleno proceso de conformación del Gran Polo Patriótico. De nuevo el mismo señuelo, el mismo cuento del partido amenazado, de la revolución puesta en peligro por los que no creen que hay que «tomar el poder» (un problema que el chavismo resolvió en 1998), de la terrible amenaza que supone la «anti-política», del lugar subordinado que le corresponde a los «movimientos sociales». En fin.

Sectario, arrogante, soberbio, el uyuyuísmo ilustrado se jacta de saberlo todo, cuando lo cierto es que no ha aprendido nada. Con sus actos, demuestra que no ha entendido que en las actuales circunstancias la tarea principal de todo revolucionario es construir la unidad en la diversidad y defenderla a toda costa.

Para seguir triunfando en la arena política, el chavismo está obligado a hacer todo lo contrario de lo que pontifica amarga y melancólicamente el uyuyuísmo ilustrado.

Lorena Freitez y la inconformidad


La de Lorena fue quizá la intervención de más calibre de todas las que se dispararon durante la reunión entre el comité promotor del Gran Polo Patriótico y el comandante Chávez, este viernes 7 de octubre, en Miraflores; valga decir, cuenta que es muy difícil sacar, dada la calidad de las intervenciones en general.

(Para ver el video de la jornada casi completa, eso es aquí).

«Nos sentimos identificados con palabras como inconformidad», le tomó la palabra al Presidente casi en el minuto dos, y por ahí se fue, hilvanando un discurso que parecía una ráfaga.

Una ráfaga de inconformidad que tendremos que convertir en un cañón potente, coño, para que esta revolución no se nos vaya de las manos.
Mano zurda y directo al rostro cuando haga falta (contra la burocracia, los discurseadores, el capital), lo importante es darle. La clave, en este momento, está en ponernos del lado de aquellos que volvieron a ser invisibles. De lo contrario, es como pelear con sombras.

Chávez reunido con comité promotor del Gran Polo Patriótico: lo más aplaudido


Es mucho lo que puede decirse de la extraordinaria reunión entre el comité promotor del Gran Polo Patriótico y el comandante Chávez, este viernes 7 de octubre de 2011, en el Palacio de Miraflores.

Mientras nos preparamos para decir todo lo que habrá que decir, limitémonos esta vez a recordar lo que fue el momento más aplaudido de la jornada.
El asunto tiene que ver con el silencio.
Los comentarios casi están de más.
Cojan seña, agarren el hilo. Sacúdanse ustedes también, no cedan a presiones ni chantajes. Pónganse de este lado, es decir, del popular-participativo-y-protagónico.
Porque lo sabroso de esta historia es que…
continuará.

Para triunfar el 7 de octubre de 2012


Para triunfar el 7 de octubre de 2012, tanto como evitar el triunfalismo a toda costa, es preciso tener certeza sobre la magnitud de la propia fuerza, porque de esta forma conocemos también nuestros flancos débiles. Esto pasa, por cierto, por un mínimo de rigurosidad en el análisis, y por la intransigencia frente a «saberes» ampliamente cuestionados, y que no por casualidad ocupan bastante centimetraje en la prensa y privilegiado espacio en la televisión. Así, por ejemplo, la encuestología ha tenido relativo éxito imponiendo como «verdad científica» lo que no es más que su versión interesada sobre el electorado venezolano. No hacen falta mucha pericia ni mucha imaginación para dibujar una torta partida en tres: de un lado, dos tercios simétricos, equivalentes, correspondientes al electorado con filiación ideológica (chavistas y antichavistas); del otro lado, un tercio mayoritario de indecisos.

Para el antichavista que milita en política, una versión tal implica la ventaja de saberse una fuerza cuando menos equiparable a su acérrimo enemigo: bastaría con hacer los ajustes necesarios para ganar el apoyo de la mayor cantidad de indecisos, y el trabajo está hecho. Del lado chavista, aceptar este cuadro de fuerzas como un retrato fiel del paisaje, implica una disposición previa para la derrota. No será la primera vez que militantes de una fuerza mayoritaria actúen como minoría, sustituyendo la política revolucionaria por la baja política, dándole la espalda al pueblo, repitiendo las viejas formas y las peores mañas de una vieja clase política que no termina de morir, simplemente porque la mayoría (buena parte de la clase gobernante que la encarna) la desea con vida, aún a riesgo de ver pasar su oportunidad histórica, porque no es capaz de entenderse con más nadie.

En otras palabras, una versión tal pretende disimular la verdad incontrovertible, hasta nuevo aviso, de que el chavismo sigue siendo, por lejos, la principal fuerza política; y más allá, que este predominio en lo político tiene efectos perdurables en lo cultural. El chavismo sigue siendo una fuerza tal porque logró imponer una cultura política, y contra este pivote clave de la construcción hegemónica (una hegemonía popular y democrática) va dirigido el grueso de las baterías antichavistas.

Parto de la premisa de que buena parte de eso que la encuestología enuncia como «indecisos» está hecho de puro chavismo descontento, hastiado, incluso indiferente, que ha redescubierto la política con Chávez; que ha sido testigo a veces, otras protagonista de excepción de unos años intensos, extraordinarios, exuberantes, durante los cuales todo se puso en discusión, y no fue poco lo que cambió; un pueblo que le dio la espalda y saldó cuentas con la vieja clase política; que entrompó, enfureció, aguantó, lloró y festejó como nunca, y que no desea ser seducido por sus viejos sepultureros. En fin, un chavismo que, enfrentado al dilema de expresar su legítimo descontento por la vía electoral, optará por la abstención en lugar de votar contra Chávez.

Para plantearlo en líneas gruesas, este chavismo descontento fue lo que apareció cuando el antichavismo abandonó la calle como escenario de lucha política, allá por 2007. Es cierto que aparecieron algunos estudiantes por aquí y otros gremios por allá, pero de aquellas marchas multitudinarias exigiendo la renuncia de Chávez no quedaba sino el recuerdo. Pero desmovilizándose, es decir, reconociendo de hecho su derrota, retirándose de la calle, el antichavismo precipitó (sin que fuera su intención) una crisis en las filas del chavismo: eso que he llamado en otra parte una crisis de polarización.

De manera inesperada, en lugar de revitalización del espacio público, vía la multiplicación de las iniciativas de participación, encuentro, organización y articulación popular, tuvo lugar un proceso de disciplinamiento y normalización del chavismo popular, y en general de progresiva burocratización de la política. Más temprano que tarde, terminó imponiéndose la lógica del partido/maquinaria, que lejos de movilizar, según hemos visto, privilegia la concentración, etc.

Esto, unido a los efectos de la estrategia de desgaste opositora (que persigue, justamente, desmovilizar y desmoralizar a la base social de apoyo a la revolución), a la gestionalización de los medios públicos (cero chavismo crítico en pantalla, cero interpelación, cero control popular de la gestión), en fin, a todos los factores de distinto signo que confluyen en la despopularización del chavismo, no podía producir sino descontento, para decirlo elegantemente. Un descontento, insisto, que es una muy buena señal de la madurez política alcanzada por el pueblo venezolano durante estos años (porque no está dispuesto a tolerar un simulacro de revolución, capitaneado por una clase gobernante demasiado similar a su predecesora).

Para triunfar el 7 de octubre de 2012, necesario es interpretar este descontento legítimo como un dato que hay que tomar en cuenta y en serio, a riesgo de no entender el cuadro de fuerzas a lo interno del chavismo, la principal fuerza política de este país. Porque se lo toma muy en serio, Chávez ha planteado, entre otras iniciativas de envergadura (y en un contexto de reflexión constante sobre temas como el liderazgo, el socialismo bolivariano, el pueblo como sujeto activo de la revolución, el papel del movimiento popular, etc.) desde unas Líneas Estratégicas del partido hasta la creación de un Gran Polo Patriótico (la política más allá del partido).

No es juego: la lógica del partido/maquinaria debe ser sustituida por la lógica del partido/movimiento. Es decir, no basta con hablar de «maquinaria en movimiento«, como está de moda ahora, y cambiar una palabra aquí y allá para que nada cambie. Para esto, es indispensable comenzar a entender la importancia estratégica de una iniciativa como el Polo Patriótico Popular, que ya ha cogido calle. Lo contrario sería disponerse a afrontar un examen decisivo, en octubre del año próximo, sin haber aprendido absolutamente nada.

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