Comunismo: esa mala palabra


(El veinticuatro en Ciudad CCS, publicado el jueves 4 de marzo de 2010, va sobre Daniel Bensaid. Hace un tiempo hice una referencia más bien marginal a su obra, que no se corresponde con la profunda admiración que profeso por ella.

Bensaid fue uno de los organizadores del célebre Movimiento 22 de Marzo, que tuviera destacado protagonismo durante el Mayo Francés del 68. Más recientemente, fue uno de los principales impulsores del Nuevo Partido Anticapitalista francés, tal vez la iniciativa de organización partidista más interesante de toda Europa. También enseñó en la Universidad de París VIII.

Aunque parte importante de su obra no ha sido traducida al español, muchos de sus artículos pueden leerse en la web de la revista Viento Sur. En Venezuela, la editorial El Perro y la Rana publicó Clases, plebes, multitudes (aquí puede leerse en una edición chilena). Con suerte, en las Librerías del Sur puede conseguirse Resistencias, editada por la española El Viejo Topo. La editorial argentina Herramienta publicó una de sus obras de mayor envergadura: Marx intempestivo. La española Península recién publicó su Elogio de la política profana, que aún no llega a Venezuela.

Sospecho que Marx, mode d’emploi (Marx, manual de uso), uno de sus últimos libros (hasta donde sé, aún no traducido al español), debería ser lectura obligada para todos los jóvenes – y no tanto – interesados en conocer la obra de Marx.

Para leer el artículo al que hago referencia en Ciudad CCS, entrar aquí. Allí encontrarán esta definición de comunismo:

«El comunismo no es una idea pura, ni un modelo doctrinario de sociedad. No es el nombre de un régimen estatal, ni el de un nuevo modo de producción. Es el de un movimiento que, de forma permanente, supera/suprime el orden establecido. Pero es también el objetivo que, surgido de este movimiento, le orienta y permite, contra políticas sin principios, acciones sin continuidad, improvisaciones de a diario, determinar lo que acerca al objetivo y lo que aleja de él. A este título, es no un conocimiento científico del objetivo y del camino, sino una hipótesis estratégica reguladora. Nombra, indisociablemente, el sueño irreductible de un mundo diferente, de justicia, de igualdad y de solidaridad; el movimiento permanente que apunta a derrocar el orden existente en la época del capitalismo; y la hipótesis que orienta este movimiento hacia un cambio radical de las relaciones de propiedad y de poder, a distancia de los acomodamientos con un menor mal que sería el camino más corto hacia lo peor.

Con razón Bensaid es repudiado, o simplemente desconocido, por los que, en nombre del «socialismo del siglo XXI», siguen haciendo apología del «comunismo del siglo XX».

Salud).

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Daniel Bensaid.

Potencias del comunismo: así intituló Daniel Bensaid el último artículo que escribió para la revista Contretemps, publicado en diciembre de 2009. Bensaid falleció la mañana del 12 de enero de 2010. «Desarrolló siempre, sin concesiones, un combate de ideas, inspirado en la defensa de un marxismo abierto, no dogmático», escribían sus camaradas del Nuevo Partido Anticapitalista francés. Sólo agregaría que Bensaid libró un combate inspirado en el único marxismo digno de defender: el que sigue aportándonos herramientas para comprender y realizar la crítica radical del capitalismo, pero también para realizar una crítica similar contra los crímenes cometidos en nombre del comunismo.

No habrá «socialismo del siglo XXI» sin este necesario ajuste de cuentas histórico. «Las palabras de la emancipación no han salido indemnes de las tormentas del siglo pasado», escribía. «El socialismo se ha implicado en el asesinato de Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo, en las guerras coloniales y las colaboraciones gubernamentales hasta el punto de perder todo contenido a medida que ganaba en extensión. Una metódica campaña ideológica ha logrado identificar a ojos de muchos la revolución con la violencia y el terror. Pero, de todas las palabras ayer portadoras de grandes promesas y de sueños de porvenir, la de comunismo ha sido la que más daños ha sufrido debido a su captura por la razón burocrática de Estado y de su sometimiento a una empresa totalitaria».

Bensaid advierte: «Es necesario… pensar lo que ha ocurrido con el comunismo del siglo XX. La palabra y la cosa no pueden quedar fuera del tiempo de las pruebas históricas a las que han sido sometidos… No se inventa un nuevo léxico por decreto. El vocabulario se forma con el tiempo, a través de usos y experiencias. Ceder a la identificación del comunismo con la dictadura totalitaria estalinista sería capitular ante los vencedores provisionales, confundir la revolución y la contrarrevolución burocrática, y clausurar así el capítulo de las bifurcaciones, único abierto a la esperanza. Y sería cometer una irreparable injusticia hacia los vencidos, todas las personas, anónimas o no, que vivieron apasionadamente la idea comunista y que la hicieron vivir contra sus caricaturas y sus falsificaciones. ¡Vergüenza a quienes dejaron de ser comunistas al dejar de ser estalinistas y que no fueron comunistas más que mientras fueron estalinistas!».

Sigamos leyendo a Bensaid. De manera que no tengamos que reclamar mañana: ¡Vergüenza a quienes dejaron de ser socialistas al dejar de ser chavistas y que no fueron socialistas más que mientras fueron chavistas!

Mayo 68 y los "estudiantes por la libertad"


I.-
La leyenda urbana más reciente de la que tengamos noticia es aquella según la cual el canal Telesur fue el responsable de realizar el video en el que las FARC confirmaron la muerte de Marulanda. Digo leyenda urbana porque lo de las transnacionales de noticias, y concretamente lo de los medios opositores en Venezuela ya supera el calificativo de «terrorismo mediático» (término acuñado cuando ya se hizo insostenible seguir acusándoles de organizar «shows mediáticos» para distraer la atención).

Los medios opositores, Globovisión a la cabeza, se han convertido con el transcurrir del tiempo en verdaderas máquinas de producción de verosimilitud, allí donde toda la evidencia disponible indica que se trata de «noticias» inverosímiles. Así como cuando difundieron aquellas imágenes, editadas por supuesto, en las que aparecía Chávez vaciando un lata de leche en polvo, y más allá otras imágenes del hombre mascando hoja de coca, y así, súbitamente, como quien no quiere la cosa, amanecimos gobernados por un presidente cocainómano.

Y me refiero a la leyenda urbana más reciente, porque la producción de leyendas es permanente, sin descanso, casi en tiempo real, como corresponde a una sociedad en transformación, en la que aquellos que se oponen furiosamente a la revolución bolivariana están refugiados en los medios de masas (y en las universidades, los gremios empresariales y la Plaza Brión de Chacaíto, que ha sustituido a la venida a menos Plaza Altamira).

En otras palabras: a la pérdida progresiva de margen de maniobra en el espacio público, quedan los estudios de televisión y los campus universitarios, como oasis en el inclemente desierto de lo real. A falta de fuerza real, recurren a la leyenda que los atemorice o los indigne, que los conmueva o los sorprenda, que los fascine o los persuada de que es sólo una ilusión, un accidente, una mera circunstancia desafortunada y pasajera el derrumbe inevitable del modelo de sociedad que les aseguraba la posición de dominio sobre las mayorías.

La leyenda favorita cumple por estos días un año: cuando este gobierno autoritario, totalitario, dictatorial, fascista y antidemocrático «cerró» RCTV, emergieron a las calles, en masa, valientes y puros de alma, los estudiantes venezolanos a ofrecer su pecho a las balas, su sangre, su sudor y sus lágrimas para impedir aquel atropello sin nombre, aquel atentado a la libertad más sagrada (la de expresarse libremente en una sociedad democrática), y con éste el atropello a todas las libertades por las que el género humano ha luchado durante siglos.

Pero además, quiso la fortuna o el destino que aquella multitudinaria manifestación democrática iniciara un mes de mayo. Hubiera podido apostar todas las muñecas y libros de Sandra a que comenzaríamos a leer y a escuchar en los medios opositores apresuradas y vulgares analogías con el Mayo 68. Hubiera ganado fácil, Sandra, y tus muñecas nunca hubieran estado bajo peligro. Muy temprano comenzó el desfile de declaraciones: Javier Vidal (actor de RCTV, para el lector no informado), por ejemplo, se apresuró a afirmar que «no es verdad que a esos niños los estén manipulando, ellos son los que marcan la ruta, son nuestro Mayo francés». Y un par de expertos internacionalistas le otorgaron rango de verdad científica a la comparación:

Caso de estudio 1.
Julio César Pineda (canal Globovisión):
Los niños de Javier Vidal son «universitarios herederos de los combates por la autonomía en 1928 en Córdoba, y como los del Mayo Francés, la Primavera de Praga, la Revolución de los Claveles portuguesa o la Revolución Naranja ucraniana».

Pero lo mejor es el cierre, que pasará a los anales de las frases célebres, por su originalidad y elocuencia: «La historia demuestra que aunque en todos los jardines se traten de cortar todas las flores siempre llegará la primavera».

Epa gente: el tipo primero estudió antes de hacerse experto en la materia, así que debe ser verdad, dejen la echadera de vaina.

Y aquí viene el otro. Éste es un poco más analítico, concienzudo:

Caso de estudio 2.
José Toro Hardy (canal Globovisión, diario El Universal):
«Con las distancias del caso, los acontecimientos que iniciaron en mayo los estudiantes en Venezuela inevitablemente me traen la memoria el famoso Mayo Francés».

«En situaciones como éstas, suelo recurrir a las páginas de la historia en búsqueda de precedentes. Por eso me vino a la memoria el episodio conocido como el ‘Mayo Francés’ que tuvo lugar en 1968».

«La historia tiene una terca tendencia a repetirse y la naturaleza rebelde de los estudiantes es la misma en todas partes y en todos los tiempos. Cuando los estudiantes salen, los gobiernos tiemblan. Algo es evidente: se produjo un punto de quiebre en la opinión pública. Ya el gobernante no puede seguir haciendo lo que le da la gana. ¡Adiós a la revolución!».

Es decir, no es Toro Hardy el que repite la práctica recurrente de cierta academia poco ingeniosa de establecer analogías burdas entre acontecimientos históricos. No. La culpa la tiene la historia. Otra: la historia de Toro Hardy nos enseña que los estudiantes acaban con las revoluciones. Qué cantidad de tiempo perdido creyendo que ayudaban a iniciarla.

Y ahora, el bonus extra. Lo dejé de último porque no se trata de una opinión formulada al calor de los acontecimientos, sino más bien de una reflexión en frío, tipo balance, un año después.

Les estoy hablando de un académico que, según Faitha Nahmens, de la revista Exceso, es «objeto de culto» en la Universidad Central de Venezuela. La verdad, no sé de qué culto se trata ni quiénes lo profesan, pero asumamos una de ecuménicos. El hombre fue uno de los fundadores de una cosa llamada Observatorio Espacio Antitotalitario Hanna Arendt, un espacio integrado por académicos de destacadísima trayectoria, dedicados a observar los signos totalitarios del régimen fascista de Chávez. Más recientemente, ha aparecido como uno de los firmantes de los manifiestos del Movimiento 2D, que periódicamente publica el diario El Nacional.

Se trata, cámaras, de nada más y nada menos que…
Caso de estudio 3.
Heinz Sonntag:
Me topé con la última edición de la revista Exceso, número 218 de mayo de 2008, en alguna librería de Caracas. En la portada, en todo el centro, un 1968 en blanco, y abajo, en letras rojas: Estallido global. Decidí invertir los 12 bolívares fuertes que cuesta la revista, seguro de que esta vez no perdía la apuesta. Le aposté a Sandra una pizza:

– A que sale más de uno hablando de los estudiantes venezolanos, RCTV, la libertad contra el tirano fascista, etc.
-Papá, tengo hambre.

Al final, claro, pagué yo por la pizza y le di la primera ojeada a la revista. Dicho y hecho cámaras: comienza Faitha Nahmens con el respectivo intro laudatorio («De aquel fogaje conserva cierta tendencia a la calentura de cabeza: fue el Mayo Francés del 68 – que él corrige como el junio alemán del 67 -, un episodio fulminante que aún lo abrasa»), sigue Sonntag explicando por qué y cómo comenzó todo, no en mayo del 68 en París, sino en Alemania, donde nuestro intelectual participó de los acontecimientos, obviamente. Respectiva cita a Habermas, que no podía faltar, y viene el párrafo en cuestión:

«Lo cierto es que el grito de guerra ya había llegado a los oídos precisos y pronto Alemania Occidental era un hervidero, y, con ella, los vecinos Italia, Francia y la antigua Checoslovaquia. Por todos lados las pancartas ondean con frases que hoy son pieza de colección…»

… contengo el aliento…

«… y los estudiantes que han precipitado la cadena contestataria, atrincherados tras sus barbas, traspasan el umbral que separa bochinche espontáneo de política. ‘Sí, como aquí, como mayo de 2007’, compara».

Suelto la carcajada. A nuestros niños les había crecido la barba.

II.-
Complementaria de la anterior es la leyenda según la cual los «estudiantes por la libertad», como los bautizó Gustavo Tovar Arroyo, derrotaron a Chávez el pasado 2D. Es exactamente la misma ceguera infinita que arrastra a la oposición a jurar que en las elecciones regionales del próximo noviembre arrasarán en todos los estados en los que fue derrotada la propuesta de reforma constitucional.

En lo particular, confieso, disfruto de estos pronósticos como el que más, y en aquellas escasas ocasiones en que me toca, por ejemplo, intercambiar con algún taxista antichavista, le sigo completamente la corriente:

– Este gobierno ya no tiene vida, la popularidad del carajo ese está por el suelo. (Sucesión de maledicencias impublicables. Los tipos tienen una habilidad envidiable para derrochar amargura).
– ¿Sí?
– Nadie lo quiere. (Sucesión de maledicencias impublicables). Aquí en Caracas gana Leopoldo López.
– ¿Usted dice?
– Mire mijo, ese tipo gana sólo en las zonas rurales, donde están el monte y la culebra (otra leyenda urbana, digna de otro análisis). Pero en las ciudades ya no lo quieren.
– ¿Y usted sabe quiénes son los que lo tienen así? Los estudiantes, maestro, los estudiantes.

Bueno, el tipo muerde el anzuelo, pica y se extiende y yo nada más ligando que no me agarre una cola. (Otra leyenda urbana: Caracas es ingobernable. Todo el que frecuente el centro de la ciudad y haya atestiguado lo que pueden lograr unos fiscales de tránsito con un poco de voluntad, sabe de qué les hablo).

Una de las piezas más hilarantes que he tenido el chance de leer, de esas que retroalimentan la leyenda urbana de los estudiantes-David que derrotan al tirano fascista-Goliat, proviene de la pluma implacable de Ibsen Martínez. En un artículo publicado en el diario español El País, intitulado No es de izquierdas, es fascista, Ibsen sentencia:

«En varias ciudades de Venezuela, ya sea que estudien en planteles de educación privados o públicos (donde el chavismo, pese a todo su poderío institucional y económico, no ha podido en casi una década ganar una sola elección en los consejos estudiantiles), los muchachos se han convertido en la inesperada némesis de un régimen crecientemente militarizante».

Lo mejor, como nos tiene acostumbrado Ibsen, está reservado para el final:

«Si hiciese falta otro indicio de que una izquierda democrática insurge contra el autoritarismo militarista y de partido único de Chávez, ahí están los chamos como Goicoechea que siempre, siempre, están a la izquierda».

Esa sí no la había escuchado: los niños son de izquierda. Imagino que Ibsen también.

Pero la mejor de todas, la que merece el mayor de los honores, es una nota de la agencia AP publicada hace un par de semanas, intitulada Estudiante de derecho surge como fuerte opositor a Chávez. La nota perfila al izquierdista Yon Goicochea convertido en el ídolo de una… en el líder de una generación. De apenas 23 años, Goicochea, a pesar de Ibsen Martínez, «se resiste a las etiquetas de derecha, izquierda o centro. Considera que América Latina necesita mayores libertades y justicia social, y defiende a la empresa privada, frente a las interferencias del estado». Es decir, un Daniel Cohn-Bendit que defiende al mercado.

Prosigue la nota: «El destacado alumno de la Universidad Católica Andrés Bello, una institución privada, se reveló como un carismático orador cuando habló ante los estudiantes para que rechazaran la reforma de Chávez y cuando los convocó a ‘hacerle frente al totalitarismo'». Todos somos Yon. A su juicio, en «Venezuela no puede hablarse de democracia porque los poderes públicos están controlados por un solo poder». Venezuela, cámaras, «se está acercando muy peligrosamente a un régimen totalitario».

La lucha heroica contra el régimen oprobioso transcurre en un ambiente de violencia y represión («durante un acto universitario, donde Goicoechea iba a hablar el año pasado, fue golpeado por varios jóvenes entre la multitud, causándole una fractura en la nariz»), en la más militante frugalidad (su lugar de reunión «se asemeja a un dormitorio universitario, con sillas desvencijadas y estudiantes que comen papas fritas»), pero rebosante de optimismo:

«Goicoechea comparó su optimismo con el del demócrata Barack Obama, su precandidato preferido para llegar a la presidencia de Estados Unidos. ‘We can change (podemos cambiar), como decía Obama. El mundo está cambiando’, dijo».

Podemos cambiar. Ahí está la clave.

III.-
Algunos cámaras leen este tipo de notas y son presa fácil de la indignación. Hasta cierto punto es comprensible: la farsa de la fractura en la nariz, la negativa a debatir con estudiantes chavistas en la Asamblea Nacional, los 500 mil dólares del Instituto Cato y un largo etcétera. Todo esto sumado al espectáculo de varios puñados de estudiantes vociferando frente a las cámaras de televisión o ante un frondoso bosque de micrófonos que no existe la libertad de expresión, o denunciando el cercenamiento de las libertades políticas mientras son resguardados celosamente por la policía cada vez que deciden marchar al centro de Caracas, no vaya a ser que algún chavista se les atraviese y les diga unas cuantas malas palabras.

Sin embargo, lo que hay que entender es que el chamo de 23 años, y ninguno de los otros niños le hablan al chavismo. No le hablan sencillamente porque no tienen absolutamente nada qué decirle. Cuando dice «podemos cambiar», y aún cuando dice que «el mundo está cambiando», está hablándole al mismo antichavismo que fue vapuleado durante años, electoralmente, pero sobre todo en las calles, por el chavismo. Cámaras: el mundo se les vino encima, una y otra vez. Cada vez que se disponían a recoger los escombros venía otra derrota, otro terremoto. En este contexto, los resultados del 2D equivalen justo a eso: «el mundo está cambiando». Por fin.

Es por eso, por ejemplo, que Ibsen no es capaz de encontrar un mejor argumento que aquel penoso y lamentable: «el chavismo… no ha podido en casi una década ganar una sola elección en los consejos estudiantiles», lo que ni siquiera es cierto. Pero eso está muy lejos de ser el punto. La pregunta es: ¿qué mérito reviste alzarse con la victoria, digamos, en las elecciones para la Federación de Centros Universitarios de la UCV? ¿Cuál es la novedad en el hecho de que la derecha más rancia, supremacista y excluyente controle los «consejos estudiantiles» de la Universidad Católica, la Metropolitana o la Simón Bolívar? ¿Es una noticia que la oligarquía gane las elecciones en Fedecámaras?

– No, la oligarquía gana las elecciones en Fedecámaras, porque Fedecámaras es, en sí misma, el gremio de los oligarcas. Por tanto, plantearse la posibilidad de que alguna vez la oligarquía resulte derrotada en las elecciones de Fedecámaras, es plantearse un falso problema.

Ah, se entendió el punto.

Celebrar la victoria de la derecha en las universidades no es más que un acto de autoindulgencia, papel éste que le ha sido reservado a la intelectualidad del mismo signo. Por eso es comprensible, igualmente, que la oposición celebre la manifestación de las universidades (que ya sabemos que no son todas, pero no importa) en contra del «cierre» de RCTV, como su versión del Mayo 68. Aunque los «estudiantes por la libertad» no digan un sola palabra contra la ocupación a Irak, contra la exclusión y la discriminación en las universidades, contra el capitalismo. Los estudiantes de Mayo de 2007 están hartos de papitas fritas y disfrutando las mieles de la sociedad de consumo, esa contra la que sus pares de hace cuarenta años iniciaron una insurrección, mientras decenas de pueblos del Sur luchaban por su liberación.

IV.-
Sobre el Mayo 68 hay unas cuantas y muy buenas referencias en la web. Por ejemplo, un par de páginas que reúnen algunos de los posters que inundaron las paredes de París (aquí y acá).




Posters que en estética y consignas contrastan ligeramente con el merchandising de nuestros estudiantes opositores: También, un par de galerías fotográficas: de Jean-Claude Seine y del diario The New York Times, algunas de ellas verdaderos clásicos:


Para aquellos que manejen el inglés, está disponible un buen audio tour interactivo que preparó el diario inglés The Guardian. Por último, el excelente documental de William Klein, Grand soirs et petits matins (Grandes tardes y pequeños amaneceres), que registra el suceso en pleno desarrollo, y que pueden ver aquí.

Una presentación necesaria


I.-
Voy a comenzar por referirme a la más reciente entrada del blog del Duque: discursodeloeste.blogspot.com. El título: Autopsia del periodismo venezolano. Las primeras líneas son, lejos de cualquier metáfora, lapidarias:

«El periodismo venezolano ha muerto.
Al respecto, no hay matices, no hay excusas, no hay justificaciones, disimuladores ni suavizantes. Esa mierda que todos leemos en la prensa, vemos por televisión o escuchamos por radio en forma de noticias, no son trabajos periodísticos. Son en realidad objetos propagandísticos destinados a destruir un proyecto de país o adular al líder de ese proyecto de país. Ambas aplicaciones del periodismo son inaceptables: el periodismo debería servir para registrar la verdad, no para ensalzar o destruir personas o proyectos».

Prefiero pensar que la actitud del Duque, en lugar de minoritaria y marginal, es una expresión de los tiempos que corren: cada vez somos más los que nos covencemos de que la consigna política no puede sustituir a la política como práctica revolucionaria. Y la práctica revolucionaria no puede ser entendida como un dejarse llevar por la pragmática burocrática y funcionarial que caracteriza a las instituciones públicas.

Un ejemplo reciente que revela este uso y abuso desproporcionado de la consigna, en desmedro del análisis de las situaciones al que está obligado todo político revolucionario, nos lo ofrece la postura asumida por la mayoría de los voceros gubernamentales al momento de «caracterizar» las protestas estudiantiles opositoras. Casi todos se limitaron a ensayar variantes de una misma frase: «Están repitiendo el libreto del 11 de abril». «Quieren hacer lo mismo que hicieron el 11 de abril». «No permitiremos que hagan lo mismo que hicieron el 11 de abril». «Cómo se les ocurre pretender hacer lo mismo que hicieron el 11 de abril». Y por supuesto, como uno está convencido hasta los tuétanos de que si nos vienen con otro 11 les responderemos con otro 13, la repetición una y mil veces de la misma consigna apenas y logra su cometido: que el pueblo esté alerta.

Pero una cosa es «sospechar» que tras las movilizaciones de los estudiantes opositores se está desarrollando un plan desestabilizador, y otra muy distinta es entender a cabalidad la situación, la coyuntura, el momento político, o como se le prefiera llamar. El 11 de Abril es, sin duda, un signo. Un enunciado que denota: golpe de Estado, atentado contra el proceso revolucionario. ¿Qué fueron el paro-sabotaje petrolero y el lock out empresarial de diciembre 2002-febrero 2003? Un nuevo intento de derrocar al gobierno, un nuevo atentado contra la democracia y el proceso revolucionario. ¿Las guarimbas? Una nueva tentativa desestabilizadora por la vía de la violencia, otro atentado contra el proceso revolucionario. De lo que se deduce algo básico: tenemos razones para pensar que la oposición (o al menos una parte de ella) seguirá intentando nuevas salidas de fuerza, atentando de esta forma contra el proceso democrático y revolucionario venezolano. Sin embargo, al margen de este común denominador, cada intento desestabilizador tuvo, evidentemente (aunque a veces pareciera que no tanto) sus particularidades: obedeció a correlaciones de fuerza concretas, tuvo como principales protagonistas a actores distintos, se emplearon consignas y estrategias distintas en cada caso.

El 11 de Abril es un signo, decía, que ciertamente empleamos para elaborar una consigna combativa: «Si vienen por otro 11, tendrán otro 13». Más claro no se envía un mensaje a un adversario político que, además, está tramando permanentemente cómo liquidarte. Pero a veces a uno le asalta la amarga sensación de que buena parte de la clase política chavista se quedó viviendo en el 11 de abril de 2002. En esa fecha, quiero decir.

¿No tiene uno derecho a esperar de la dirigencia chavista algo más que la repetición de consignas? Honestamente, no creo que el pueblo revolucionario se plantee siquiera esa pregunta. O ese falso dilema. En ausencia de vocería oficial, vocería popular. A falta de análisis de la dirigencia gubernamental, intuición popular, olfato de la calle. Análisis popular de las situaciones pues. Pero cuánta falta nos hace un vocero oficial que se pare frente a una cámara de televisión y le pregunte a las periodistas: «¿Tú sabes lo que es Otport? ¿No? Bueno, mira, yo te lo voy a explicar, porque lo que hicieron por allá en Serbia, salvando las distancias, se parece mucho a lo que ustedes están haciendo aquí». Pero no, uno tiene que esperar a que venga el comandante Chávez y lo explique en cadena nacional.

II.-
Me gradué de sociólogo en la Universidad Central de Venezuela en el año 2000. Pero ya desde 1998 fecuentaba poco la escuela de Sociología. A partir de mediados de ese año me dediqué a asistir a algunas clases en Filosofia y a hacer mi respectiva tesis de grado. Así que mi carrera universitaria (que comenzó por 1993) transcurrió en una época que presenció la casi desaparición de los partidos de izquierda en la universidad. Y como muchos jóvenes de izquierda de aquellos años, viví el colapso de estos partidos no digamos que tanto como una celebración, pero sí como una oportunidad para leer y luego difundir y discutir la obra de autores proscritos de la academia en que me tocó estudiar: Gilles Deleuze, Felix Guattari, Michel Foucault, Toni Negri, Ernesto Laclau, entre otros. Para mi generación, esa que se reunió en esa cosa que llamamos Círculo de Estudios Postestoicos, el colapso de la política tradicional de izquierda significó el renacimiento de la política.

El vacío que dejó la izquierda tradicional fue tal, que bastaron unos cuantos afichitos alusivos al Mayo Francés en las íngrimas paredes de los pisos 6 y 7 de Faces, para estremecer a una escuela de Sociología que se había acostumbrado a no discutir sobre nada. Luego organizamos unas conversas: sobre el mismo Mayo del 68, sobre el 27 de Febrero de 1989, sobre Nietzsche, etc., y así terminamos apoderándonos de ese espacio. Pero de un espacio como el universitario uno se apodera mientras puede. Y «puede» quiere decir aquí: mientras se está estudiando. Luego viene el abandono forzoso y se lanza uno a esa suerte de selva que es el mundo real.

Pero lo que hace que esta brevísima reseña autobiográfica no sea simplemente un ejercicio inútil de nostalgia, es que en ese mundo real estaba aconteciendo el mismo colapso de la política tradicional y se estaba produciendo idéntico renacimiento de la política. Con Chávez, una buena parte de la población venezolana, hastiada y asqueada de la política tradicional, irrumpía nuevamente en la escena política.

III.-
Cuando un joven comecandela de 23 años llega a la conclusión de que política revolucionaria es inversamente proporcional a ser militante de Bandera Roja o del PCV, algo así como la mitad del camino está hecho. Y si en esas circunstancias te lees, por ejemplo, a un tipo como Michel Foucault, te vas a encontrar con especímenes como los que, en su momento, nos reunimos en el tal Círculo de Estudios Postestoicos. Nombrecito éste, por cierto, sólo en apariencia arrogante y jactancioso, puesto que nunca llegó a significar nada. A lo sumo, su significado estuvo asociado precisamente a la idea de que lo importante no era el nombre, sino lo que nos disponíamos a hacer.

Hacer un balance sobre lo que efectivamente hicimos o dejamos de hacer en aquel momento, ni tiene mucha importancia ni es el propósito de esta entrada. Además, sospecho que es una historia que no debe resultar interesante para mucha gente. Lo que me propongo en este aparte es sugerir, muy brevemente, el porqué del nombre de este blog: saber y poder.

Entre otras, recuerdo que una de las cosas que nos apasionó de Foucault fue su dura crítica del papel que suelen desempeñar los intelectuales progresistas o de izquierda. Leímos y releímos mucho un texto, una conversación entre Deleuze y Foucault, que tuvo lugar a principios de los setenta: Los intelectuales y el poder. Un texto, por cierto, de lectura obligatoria para los estudiantes del primer trimestre de Comunicación Social en la Universidad Bolivariana. Pero estoy hablando del año 2004. Quién sabe si ha sobrevivido a los posteriores cambios de pénsum.

Lo cierto del caso es que en Los intelectuales y el poder, tanto Foucault como Deleuze cuestionaban abierta y profundamente esa idea del intelectual como poseedor de una verdad universal, de una luz o de una conciencia que vendría a iluminar a las masas. Esta idea del intelectual que se arroga el deber moral de señalar cuándo el rey va desnudo:

«El intelectual decía la verdad a quienes aún no la veían, y en nombre de aquellos que no podían decirla: encarnaba a la vez la conciencia y la elocuencia. Ahora bien, lo que los intelectuales descubrieron, tras la reciente avalancha, es que las masas no tienen necesidad de ellos para saber; saben claramente, perfectamente, lo saben mucho mejor que ellos; y lo hacen extraordinariamente bien. Pero existe un sistema de poder que obstaculiza, que prohíbe, que invalida ese discurso y ese saber… Los propios intelectuales forman parte de ese sistema de poder, la idea de que son los agentes de la «conciencia» y del discurso pertenece a ese sistema de poder».

Y aquella crítica que iba dirigida a los intelectuales del tipo Sartre, nosotros la asumíamos como una crítica a esa academia mediocre que, sin ser siquiera progresista, adoptaba (y por supuesto lo sigue haciendo) la misma actitud de superioridad moral que señalaba Foucault.

IV.-
Provoca decir con Duque: «La sociología venezolana ha muerto». Pero no es la vida o la muerte de una disciplina académica lo que está en juego. Si así fuera la cosa no sería tan grave. Sin el ánimo (y sin la capacidad, hay que decirlo) de igualar la retórica lúcida y encendida del Duque, lo que realmente tendríamos que afirmar es que la academia universitaria ha muerto. O al menos está en terapia intensiva. Y no se trata sólo de que ahora ingresan a la universidad casi exclusivamente los estudiantes de liceos privados, los jóvenes de las clases media y alta. Este hecho, absolutamente verificable, no explica por sí solo la situación de la academia universitaria. Las causas hay que buscarlas más allá, y están relacionadas precisamente con el hecho de que la universidad, en nombre de la crítica al poder instituido, ha venido a formar parte del entramado de poder que perpetúa la explotación, la exclusión, la dominación en sus múltiples expresiones. Y si ha cumplido su papel, lo ha hecho porque ha producido saber. Un saber para la dominación.

Pero mientras esto sucede en las universidades, ¿qué sucede con el funcionariado chavista? ¿Qué saber se produce y reproduce desde las instituciones del gobierno? Idéntica pregunta vale para el caso de la intelectualidad vinculada al proceso bolivariano. Siempre habrá excepciones, por supuesto. Pero no nos llamemos a engaño: las excepciones no hacen otra cosa que confirmar la regla. Y por regla general tenemos que el saber que produce la dirigencia chavista es un saber impotente, porque es un saber que poco se corresponde con el desafío que nos plantea el actual momento histórico: transformar la sociedad venezolana. Y esto lo confirma, por ejemplo, el uso demasiado frecuente de las consignas, en sustitución del análisis.

V.-
Ajá, ¿qué hacemos? Yo propongo, humildemente, que comencemos por asumir la precariedad del saber que estamos produciendo, si es que acaso lo estamos produciendo. En segundo lugar, que no cedamos ante el chantaje de que hay cuestiones que no se pueden poner en discusión porque es hacerle el juego al enemigo. Esa práctica, muy típica de la mentalidad de partido marxista-leninista, hay que desterrarla. Y por allí andan muchos camaradas que, militen o no en alguno de estos partidos, han dejado intacta esa lógica de pensamiento y acción. Si la democracia revolucionaria no la podemos construir ahora, ¿cuándo?

¿Qué me propongo con este blog? Contribuir en algo, aunque sea un poco, con la ampliación y multiplicación de nuestras referencias y perspectivas de análisis. Por supuesto no tengo manera de saber si servirá como un espacio para el debate y esas cosas. En principio, no tengo en perspectiva que sea un blog que visite mucha gente, por ejemplo. Más bien lo he concebido como un espacio donde puedo acopiar algunos artículos y entrevistas, algunas de ellas muy interesantes, y que hasta ahora no estaban disponibles electrónicamente. En esto último reside la actualidad de los documentos que he venido colgando acá.

Ya veremos qué tan actual resulte la propuesta que he formulado aquí.

Salud.

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