Política, campos, representación. (Para pensar la militancia). (II)


Hugo Chávez entrega el Premio Libertador al Pensamiento Crítico 2010 a Enrique Dussel.
Hugo Chávez entrega el Premio Libertador al Pensamiento Crítico 2010 a Enrique Dussel.

I.-
El concepto de «campo político», tal y como lo trabaja Enrique Dussel, puede aportarnos algunas pistas para revisar lo que entendemos por política, para imaginar y hacer posibles prácticas emancipatorias y, más específicamente, para profundizar en el ineludible tema de la crisis de representación política.

De esta última tenemos evidencias tan incontestables que lo curioso es que no nos detengamos con más frecuencia en el análisis del problema. Sobre todo tomando en cuenta los efectos políticos inmediatos de dicha crisis: el freno de las prácticas emancipatorias.

Con todo, hay que tener cuidado cuando se habla de crisis de representación política: el enunciado no alude al fracaso de la revolución bolivariana a la hora de producir una clase política, como pudiera interpretarse desde posturas fatalistas. Antes al contrario, lo que se quiere es subrayar que el chavismo, como fenómeno histórico, hubiera sido inconcebible sin esa crisis: mientras crujía la representación (la idea, el modelo, una cultura, un conjunto de prácticas e instituciones), el chavismo se colaba por los intersticios.

Pero si el chavismo anuncia una política otra, de corte emancipatorio, liberada de las pesadas antiguallas de la «democracia representativa», la pelea es peleando: mientras tenía lugar el proceso de subjetivación del chavismo (su constitución como sujeto político), mientras se iba politizando a su manera, en abierto antagonismo con eso que Bourdieu llamaba «políticos profesionales«, de derecha y de izquierda, muchos de estos procedían a mimetizarse con ese sujeto brioso, resuelto, audaz y desprejuiciado. A la vieja política sólo la mímesis le garantizaba la supervivencia.

Mucho de la vieja política sobrevive entre nosotros, dentro del chavismo. De allí que tengamos que seguir lidiando con tantos viejos vicios, y por eso el amplio rechazo del pueblo chavista a esos «políticos profesionales» que terminan siendo más de lo mismo y casi siempre frustrando la posibilidad del cambio social, o al menos entorpeciéndolo. No tiene ningún mérito afirmar nada de esto. Lo sospechoso, en todo caso, es hacer como si no estuviera sucediendo o pretender desconocer de dónde venimos.

II.-
Volviendo sobre el planteo inicial, algunos compañeros comenzamos a estudiar el concepto de «campo político» justo en momentos en que se desarrollaba la discusión sobre las líneas estratégicas del partido, a comienzos de 2011, y luego a propósito del proceso de conformación del Gran Polo Patriótico, en el último trimestre del mismo año. Lo que ponía en evidencia la primera discusión era precisamente la crisis de representación política (y la intención de encararla), mientras que el segundo proceso era expresión de aspiraciones más ambiciosas: explorar el terreno de la política más allá de la forma partido, aunque sin descartarla.

Si el Gran Polo Patriótico ha terminado reducido, en casi todas partes, al conjunto de partidos aliados, seguidos muy de lejos por instancias casi siempre precarias de articulación sectorial, esto no hace sino demostrar que, como diría un compañero revolucionario portugués, las revoluciones se hacen con los recursos existentes y no con los que serían necesarios.

Dicho de otra forma, siguen siendo necesarios los recursos teóricos que nos permitan pensar la política revolucionaria más allá de las formas tradicionales de organización. Hace falta, por decir lo menos, un trabajo de sistematización de lo que vienen siendo nuestras prácticas militantes, prácticas que discurren, por cierto, casi siempre al margen de cualquier dinámica partidista, y nada más esto último ya debería llamar poderosamente nuestra atención.

No sólo la idea de partido, sino también la de sector o gremio, incluso la de «movimiento social», tendrían que ser sometidas a revisión, no por un delirio posmo, sino porque ellas han demostrado ser insuficientes para comprender la política en tiempos del chavismo. No se trata, por supuesto, de decretar la muerte de ninguna de estas formas de organización, sino de crear las condiciones para el nacimiento de otras nuevas.

A grandes rasgos, se diría que cada una de estas formas parte de un equívoco, que consiste en la separación artificial, arbitraria, entre campos: el partido pretende un monopolio sobre el campo político (que a su vez tiende a reducir a lo electoral) y concibe a los movimientos como las correas de transmisión de sus líneas al campo social (para Dussel no existe tal, sino una «esfera material de la política»); los movimientos se conforman con un dudoso monopolio de lo social, y muy eventualmente disputan a los partidos el control del campo político. Al mismo tiempo, tenemos variedad de sectores «sociales» (mujeres, campesinos, jóvenes, indígenas, afrodescendientes, sexo-género diversos, etc.), «culturales» (intelectuales, artistas, etc.), «económicos» (distintos gremios de trabajadores), etc. En fin, todo un parcelamiento no sólo de la realidad, sino fundamentalmente de la lucha política, que termina garantizando el monopolio de la política a la burocracia que controla el partido.

En el segundo volumen de su Política de liberación (arquitectónica), Dussel plantea que tanto el liberalismo como el «marxismo estándar» reproducen esta lógica parcelada de la realidad: el primero «independiza radicalmente» los campos político y económico, «minimiza el político y lo circunscribe a un individualismo metafísico de los derechos individuales». Mientras tanto, el marxismo estándar «maximiza la importancia del campo económico, minimiza en el diagnóstico lo político, pero, después de la revolución, y con la excusa de la «dictadura del proletariado», maximiza la política con la pretensión de una planificación total de la economía».

En contraste, Dussel concibe un «campo político» cruzado por diversos «campos materiales». Nos habla de una «esfera material de la política» o «nivel material de la permanencia y crecimiento de la vida de la comunidad política, que se encuentra en el cruce… de este campo con los campos ecológico, económico y cultural y otros que podrían agregarse a la lista», y que «determinan el ámbito político que se denomina social«.

Luego, enumera tres «sub-esferas» o «campos materiales» que se cruzan con el «campo político». La «sub-esfera ecológica», que tiene que ver con la «producción, reproducción y desarrollo de la vida humana», y uno de cuyos desafíos políticos es «evitar la extinción de la vida en el planeta Tierra». La «sub-esfera económica», referida a la «producción económica de los bienes materiales (siempre como contenido referido a la «permanencia y aumento de la vida» humana), que nos hablan de la sobrevivencia de la corporalidad humana». Por último, la «sub-esfera cultural», aparte en el cual Dussel se interroga: «¿cuál es la última instancia: la sub-esfera económica o la cultural? Es el falso dilema, no de Karl Marx, de la infraestructura económica y la supra-estructura ideológica. No hay tal. En un materialismo pensado ontológica y antropológicamente (que es lo mismo) economía y cultura… son momentos de la esfera material (en el sentido de contenidos referidos a la vida humana). La cultura no es una ideología. La ideología puede ser un aspecto casi insignificante del mundo cultural. Además, la economía no es la última instancia, sino más bien la ecología, pero ni siquiera ella es ese nivel fundamental, sino la vida humana misma».

Dicho esto, ¿acaso no es posible pensar en una forma de organización que, más allá de parcelamientos arbitrarios, conciba el ejercicio de la política como el despliegue militante por todo el campo político, entendiendo por tal las sub-esferas (ecológica, económica y cultural) que lo comprenden?

Por supuesto que sí. Fue lo que intentó hacer el comandante Chávez durante una reunión con la dirección ampliada del PSUV, el lunes 28 de marzo de 2011. ¿Recuerda usted ese discurso?

Gran Polo Patriótico: una guía práctica


Alfredo Maneiro


Visto el desarrollo del proceso de conformación del Gran Polo Patriótico (GPP), y dado que el tiempo apremia, resulta oportuno hacer algunas precisiones.

1. El GPP no puede ser concebido como un espacio para la promoción de «jefes» o para la disputa por cuotas de poder. No soy ingenuo ni hago alarde de una pretendida pureza: todos los que participamos de este extraordinario esfuerzo organizativo somos seres humanos de carne y hueso, con nuestras virtudes y miserias, y arrastramos el pesado fardo de las prácticas de la vieja política. Sin duda, se trata de una herencia con la que tenemos que lidiar. No obstante, el GPP surge como alternativa a esta forma de hacer política, y está llamado, por tanto, a constituirse como una referencia que aporte de manera decisiva al ejercicio de una política otra, donde prevalezcan la eficacia política y la calidad revolucionaria, tal y como lo planteara Alfredo Maneiro.

2. Eficacia política y calidad revolucionaria: éstas no son simples consignas (la vieja política procede vaciando a los conceptos más potentes de todo contenido transformador). Al hablar de eficacia política, Maneiro se refería a «la capacidad de cualquier organización política para convertirse en una alternativa real de gobierno». Para ello debe «ofrecer una solución posible, coherente y de conjunto a los problemas del encallejonado y permanente subdesarrollo venezolano». En otras palabras, es necesario «ofrecer una política concreta para los problemas del presente». Por su parte, definía la calidad revolucionaria como «la capacidad probable de sus miembros para participar en un esfuerzo dirigido a la transformación de la sociedad, a la creación de un nuevo sistema de relaciones humanas».

3. Señalar a los «jefes» y a toda la especie de los politiqueros no presupone la defensa de una horizontalidad inútil: nada peor que la «autoridad moral» fundada en un engañoso discurso anti-autoritario. El cuestionamiento va dirigido contra los tiranuelos, los oportunistas, los sectarios, esos que anteponen sus propios intereses, o los de sus pequeños grupos, a los intereses del resto, por mayoritario que sea. Este tipo de liderazgo, fundado en el chisme, la trampa o la maniobra, característico de la vieja política, debe ser progresivamente suplantado por un liderazgo otro, que responda a los principios de eficacia política y calidad revolucionaria.

4. El GPP tampoco puede ser concebido como una oportunidad para la disputa con los partidos. En parte, porque la inmensa mayoría de quienes lo integramos somos al mismo tiempo militantes de algún partido. Pero sobre todo porque la circunstancia de la campaña electoral supone un descomunal esfuerzo unitario que no puede verse frustrado por cualquier asunto subalterno, por importante que parezca. En última instancia, si lo que se cuestiona es una forma de hacer política, un conjunto de prácticas que dificultan la consecución de los objetivos tácticos y estratégicos que nos hemos planteado, pues en el GPP tenemos la extraordinaria posibilidad de desplegar otra forma de hacer política, otras prácticas. Inventemos. Experimentemos. Hagamos un esfuerzo por superar el malestar y tomemos cartas en el asunto. No perdamos tanto tiempo mirando la paja en el ojo ajeno, incluso si el otro estuviera a punto de quedarse ciego.

5. El espacio inmediato de despliegue de esta política otra habrá de ser la Asamblea Patriótica Popular (APP), que debe reunirse periódicamente y trabajar de acuerdo a un plan. De nuevo, eficacia política. Definidos los objetivos estratégicos, es imprescindible elaborar un plan de trabajo, que es el equivalente de los objetivos tácticos que debemos alcanzar. Un plan de trabajo que sea la suma de lo planificado por cada una de las comisiones que integran la APP. La inexistencia de un plan bien definido, la percepción generalizada de que no hay dirección política, la desorientación, constituyen el escenario ideal para la proliferación del tipo de liderazgo que distingue a la vieja política. Entonces sucede que el entusiasmo inicial de las primeras asambleas da paso a la desmotivación y a la consecuente desmovilización. Eso es lo que debemos evitar.

6. Si las APP constituyen el espacio inmediato de despliegue, el espacio mediato está ocupado por el chavismo desorganizado, desmovilizado, descontento. Es indispensable que partamos del presupuesto de que esta suerte de hastío por la política tiene su origen, precisamente, en el profundo rechazo que esa vieja política de la que no terminamos de deslastrarnos, sigue produciendo en amplísimas capas de la población. De allí lo decisivo que resulta el hecho de que el GPP logre convertirse en una genuina referencia de calidad revolucionaria. Hasta allá tenemos que llegar.

El uyuyuísmo ilustrado


Hay uyuyuis en el amor, en la guerra, en las escuelas, en la familia, en las tribunas de los campos deportivos… y por supuesto en la política
Uyuyui se hace, no se nace. Nadie nace aprendido. Uyuyui: dícese de aquel que se jacta de saberlo todo. Desde hace mucho. En ocasiones, ese saber viene de la lectura de libros, bibliotecas enteras. Nadie sabe más que un uyuyuísta ilustrado. Ni siquiera pescado frito.

Decir uyuyuísmo ilustrado es enunciar una paradoja: trátase de aquellos que reclaman su infinito conocimiento del mundo, cuando en realidad no conocen más que una caverna.

El uyuyuísmo es también cierta actitud ante la vida. Nadie está a salvo de padecerla. Tiene que ver con la dificultad para lidiar con los cambios, lo nuevo, lo intempestivo. No hay nada que inventar, porque todo está hecho. No hay nada que elaborar, ya todo está escrito. No hay nada que decir, ya todo está dicho. Otros, sabios, excepcionales, se han tomado la molestia de pensar por usted.

El día menos pensado, usted puede descubrirse mirando al mundo con los ojos melancólicos de un decrépito amargado, convencido de que su misión es persuadir a los demás de que nadie será capaz de librar con dignidad las batallas que usted ha librado.

Hay en el uyuyuísmo algo de esa tristeza vaga que deja la derrota.

Por tanto, hay que estar prevenidos. Aprender a lidiar con el uyuyuísmo, intentar comprenderlo, ser capaces de identificarlo, para conjurarlo, exorcizarlo. Tolerarlo sólo en la medida de lo posible, preferiblemente esquivarlo. Nunca tratarlo con condescendencia.

Uyuyuísmo en el amor, en la guerra, en las escuelas, en la familia, en las tribunas de los campos deportivos. Por supuesto, también en la política.

Chávez llegó al gobierno porque le dio la espalda a tanto uyuyui que pulula en los círculos de la izquierda. Uyuyuísmo que siempre nos habló de revolución, pero nunca fue capaz de hacerla; que siempre se creyó vanguardia de un pueblo al que jamás supo cómo hablarle, qué decirle, y por eso tanto odio, todavía, contra el 27F de 1989: porque el pueblo es una masa informe e ignorante que hay que conducir para que no se pierda.

Hay uyuyuísmo de partido, y también de movimiento, aunque hay que reconocer que con notable ventaja para los primeros. Uyuyuísmo de aparato y uyuyuis que sueñan con controlarlo.

Frente a las críticas contra la lógica del partido/maquinaria, el uyuyuísmo ilustrado respondió con virulencia. Porque no hay nada que inventar, no hay nada nuevo que decir. Ya todo está escrito: el problema del partido lo resolvió Lenin en 1902. Siempre el señuelo paranoico: ¡lo que sucede es que no creen en el partido!

Pero no se le había visto tan desencajado, tan fuera de lugar, tan ofuscado y chillón, tan desconcertado como ahora, en pleno proceso de conformación del Gran Polo Patriótico. De nuevo el mismo señuelo, el mismo cuento del partido amenazado, de la revolución puesta en peligro por los que no creen que hay que «tomar el poder» (un problema que el chavismo resolvió en 1998), de la terrible amenaza que supone la «anti-política», del lugar subordinado que le corresponde a los «movimientos sociales». En fin.

Sectario, arrogante, soberbio, el uyuyuísmo ilustrado se jacta de saberlo todo, cuando lo cierto es que no ha aprendido nada. Con sus actos, demuestra que no ha entendido que en las actuales circunstancias la tarea principal de todo revolucionario es construir la unidad en la diversidad y defenderla a toda costa.

Para seguir triunfando en la arena política, el chavismo está obligado a hacer todo lo contrario de lo que pontifica amarga y melancólicamente el uyuyuísmo ilustrado.

Gran Polo Patriótico: es tiempo para la audacia


Algo importante está ocurriendo en el campo popular, bolivariano y revolucionario. Ese algo tiene que ver directamente, aunque no exclusivamente, con el proceso de constitución del Gran Polo Patriótico, que recién inicia.

Es un momento de definiciones. Lo que ha aparecido en escena es el germen de una instancia aglutinadora de fuerzas y voluntades que, bien llevada, puede trastocar el tablero de la política nacional, en primera instancia. Luego, quién sabe. A lo interno del chavismo, la política ya no es lo que solía ser hace apenas una semana. El tiempo se ha acelerado. Ya era hora.

Es un momento de debates que pueden ser decisivos: de perderle el miedo a tomar la palabra, de sentar posición pública, de ponerlo en discusión todo (salvo, por supuesto, lo estratégico: la radicalización democrática de la sociedad venezolana), de proponer y construir. Los timoratos están de más. Son días de pesadilla para los que siempre prefieren mirar los toros desde la barrera, y luego vienen a opinar sobre lo que se hizo bien o mal, y sacan cuentas y hacen balances. Para estos personajes, el momento siempre es mañana. Para nosotros, el futuro es ahora.

El temor, la duda, la desconfianza, las reservas se han hecho presentes, como era de esperarse. Es mucho el daño que han producido el sectarismo, la soberbia y la arrogancia de los que van «haciendo la revolución» con métodos nada democráticos y mucho menos originales (por más que repitan de memoria a Mariátegui o Simón Rodríguez).

Algunos ven el Gran Polo Patriótico como el espacio de la cooptación definitiva, una suerte de apéndice del gran aparato de captura, desplegado para terminar de disciplinar y normalizar lo poco que queda de «chavismo salvaje», rebelde, desalineado. Otros, sin embargo, lo conciben más bien como el reducto de los anarcoides sin remedio, el no-lugar que intentará colonizar, sin perspectivas de éxito, ese lugar por antonomasia de todo revolucionario: el partido leninista y su lógica de la maquinaria. Por último, no pueden faltar quienes lo conciben como un espacio para saldar cuentas con la burocracia política, como la tribuna donde tendrá lugar la venganza de los resentidos.

Digamos que el Polo puede llegar a ser todo lo anterior, simultáneamente. A menos, por supuesto, que actuemos con audacia.

Actuar con audacia significa dejar atrás la «pequeña política», con todos sus vicios y miserias, para disponernos a hacer política con los millones que hoy están desmovilizados, desarticulados, desorganizados, incluso hastiados de la política. Ellos son, también, el poder constituyente que está llamado a volver por sus fueros.

¿A quién le habla el Gran Polo Patriótico?


Este lunes 10 de octubre seguimos dándole al tema del proceso de constitución del Gran Polo Patriótico, junto a Lorena Freitez y el maestro Mauro González. Fuimos entrevistados por el compañero Ernesto Villegas, en el programa Toda Venezuela, que transmite VTV.

Diría que el grueso de nuestras intervenciones intentaron responder a las preguntas claves: ¿a quién le habla el Gran Polo Patriótico? ¿Quiénes son sus interlocutores? ¿Se trata de un espacio para dialogar y discursear entre convencidos? ¿Se trata de una trinchera para caerle a plomo a la burocracia de los partidos?
Con ustedes, nuestros aportes.

Lorena Freitez y la inconformidad


La de Lorena fue quizá la intervención de más calibre de todas las que se dispararon durante la reunión entre el comité promotor del Gran Polo Patriótico y el comandante Chávez, este viernes 7 de octubre, en Miraflores; valga decir, cuenta que es muy difícil sacar, dada la calidad de las intervenciones en general.

(Para ver el video de la jornada casi completa, eso es aquí).

«Nos sentimos identificados con palabras como inconformidad», le tomó la palabra al Presidente casi en el minuto dos, y por ahí se fue, hilvanando un discurso que parecía una ráfaga.

Una ráfaga de inconformidad que tendremos que convertir en un cañón potente, coño, para que esta revolución no se nos vaya de las manos.
Mano zurda y directo al rostro cuando haga falta (contra la burocracia, los discurseadores, el capital), lo importante es darle. La clave, en este momento, está en ponernos del lado de aquellos que volvieron a ser invisibles. De lo contrario, es como pelear con sombras.

Chávez reunido con comité promotor del Gran Polo Patriótico: lo más aplaudido


Es mucho lo que puede decirse de la extraordinaria reunión entre el comité promotor del Gran Polo Patriótico y el comandante Chávez, este viernes 7 de octubre de 2011, en el Palacio de Miraflores.

Mientras nos preparamos para decir todo lo que habrá que decir, limitémonos esta vez a recordar lo que fue el momento más aplaudido de la jornada.
El asunto tiene que ver con el silencio.
Los comentarios casi están de más.
Cojan seña, agarren el hilo. Sacúdanse ustedes también, no cedan a presiones ni chantajes. Pónganse de este lado, es decir, del popular-participativo-y-protagónico.
Porque lo sabroso de esta historia es que…
continuará.
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