Dante conduciendo un autobús


Paterson, Dante, mejor calidad

Paterson, en el film homónimo de Jarmusch, no escribe poesía gracias a las Grandes Cataratas del río Passaic. La belleza de “Paterson” radica en la habilidad con que elude la trampa del paisaje.

Jarmusch tampoco hace un elogio de la apacibilidad, suerte de estado ideal para la escritura. Paterson escribe poesía a pesar de su vida apacible, de la rutina.

Eso sí, Paterson, conductor de autobús, escucha, observa atentamente.

El lunes por la mañana, Laura le dice que tuvo un sueño hermoso: soñó que tenían gemelos. Entre lunes y viernes, Paterson se cruzará con gemelos hasta en seis oportunidades: camino al trabajo, en el bar, en la calle, a bordo del autobús, a la salida de su trabajo, de nuevo en el autobús. Gemelos, pero distintos: hombres, mujeres, niñas, ancianas, blancos, negros, negras, blancas.

Laura, mientras tanto, ensaya múltiples formas del blanco y negro: en la ropa que usa, en la comida que prepara, en las paredes, en las puertas, en los muebles y utensilios de la cocina, en las cortinas.

Incluso en lo idéntico hay diferencia. Incluso el blanquinegro, quintaesencia de la pobreza de opciones, ofrece infinitas variantes.

Una historia de amor siempre es una historia de amor, pero ella puede ir de Romeo y Julieta a Abbott y Costello.

Cuando, el día viernes, el autobús se accidenta, interrumpiendo así la rigurosa rutina, tres personas comentan a Paterson, alarmadas, que aquel episodio ha podido terminar en una gran bola de fuego. Paterson se ríe. No comprende.

Paterson es un hombre que escribe un poema de amor a partir de una caja de fósforos.

¿Qué poema escribir ahora, que han sido violadas todas las reglas y la cotidianidad es caos? ¿Qué decir ahora, cuando la apacibilidad se ha ido, cuando la rutina es penosa, insoportable, y a veces ni siquiera eso, sino vulgar incertidumbre? ¿Qué decir hoy día, cuando, con una velocidad pasmosa, podemos pasar de la desazón a la ira?

Pues que no se trata de la apacibilidad perdida o la rutina afanosa, sino de lo que somos y hacemos a pesar de ello; que la diferencia no la hace el paisaje, así haya gente que diga que vivimos en un país bendecido, pletórico de maravillas naturales, pero maldito, malhadado, por quienes lo habitamos, que no servimos para nada.

Hay que decir que es escuchar y observar, pero principalmente no dejar de hablar el lenguaje usado en la vida cotidiana por el común de la gente, esa que tal vez no disponga de los medios para frecuentar cataratas y saltos y médanos y picos y playas.

Eso significa la postal con la imagen de Dante que Laura guarda en la lonchera de Paterson, y que éste descubre durante el almuerzo del día lunes. Eso significa también el encuentro de Paterson con Paul Laurence Dumbar, en la lavandería, la noche del miércoles. “Es muy interesante lo que haces”, le dice Paterson a Paul, y ni siquiera esa economía de palabras puede disimular la profunda admiración que el poeta siente por la obra del rapero (interpretado por Method Man, uno de los fundadores del mítico Wu-Tang Clan).

Hay que decir que solo nos salva un amor como el que Laura siente por Paterson, que en parte es el que hace posible el prodigio: Dante conduciendo un autobús.

Con gente como ésta


Con gente como ésta

Al principio fue juntarnos, que es el principio y el final. No hay Dante sin Virgilio. Entre varios compañeros decidimos venirnos a trabajar la tierra muy cerca de la Comuna El Maizal.

Esta gente compone el país todos los días. De noche, a la hora del sueño, está vuelto pedazos. Pero no ha despuntado el día cuando ya lo están componiendo otra vez.

Un 9 de marzo acaricié esta tierra por primera vez. Lo recuerdo como si fuera una fecha patria, de la patria que es este hombre. Hundí mis manos y mis pies en ella. Maltrecho, descompuesto, me incliné por su hechura perfecta, buscando rehacerme.

¿Qué escribiría Juan Rulfo sobre estos parajes? Abundio, el arriero, decía que Comala era tan caliente y estaba tan cerca del infierno que muchos de los que allí morían, al llegar al infierno regresaban al pueblo por su cobija.

Como Juan Preciado, yo llegué a esta tierra en verano, justo cuando el fuego serpenteaba estos cerros como bestia insomne, y cuyo crepitar se instalaba en los oídos como un murmullo inextinguible. Pero no fue su fuerza destructora lo que me sorprendió, sino el prodigio de hombres y mujeres combatiéndole, cercándole, arrinconándole.

Hay un exceso de vida aquí, como había un exceso de muerte en Comala.

También hay muerte, claro está, y están los muertos que se resisten a cumplir con su obligación de enterrar a sus muertos; vividores, muertos en vida, espantos. Aquí también los hay quienes vendieron su alma al diablo, como el padre Rentería, o quienes, como Dorotea, resignada a la idea del infierno como única opción, llevan tantos años sin alzar la cara que olvidaron cómo es el cielo.

Pero si en Comala eran tantas las ánimas y tan poquitos los vivos que ya ni les rezaban para que purgaran sus penas, aquí los vivos son más.

Y sigue vivo Pedro Páramo, aunque esté más del lado de allá que de acá, aunque pertenezca a otro tiempo, y sigue haciendo daño, mucho daño, haciendo su ley, y pretendiendo propiedades aquí y allá, con papeles o sin papeles. Y a veces viste de uniforme, y entonces es una mancha que camina. Y viste de uniforme para ser visto, así no se vea más que una mancha. Y hace tanto dinero, y lo multiplica de tal manera y con tanta facilidad, que se preguntaba uno de esos viejos sabios que no faltan por acá, si no sería que Pedro Páramo se alimenta de billetes, porque de otra forma resulta difícil explicarse para qué necesita tantos.

Cosas que se pregunta la gente por acá, que sabe más por seguir aferrada a la vida, que por vieja.

En cambio, a quienes trabajamos la tierra no nos alcanza el dinero. El mismísimo Presidente entregó al Negro en sus manos recursos para la siembra. Faltaban pocos días para las elecciones. Pocos días después de las elecciones, la institución del Estado que se encarga de esos asuntos octuplicó el precio de la semilla. El dinero en manos de la Comuna, lo que es lo mismo decir en nuestras manos, había perdido ocho veces su valor. En cuestión de días.

“Qué va a alegrar eso”, decía una compañera, y yo le respondía que “peor es nada”, y ella me ripostaba que “peor-es-nada es conformarse”, y que para conformarse es mejor entonces no contar con nada.

Y en ese dilema estamos: conformarnos o no contar con nada, más que con nosotros mismos.

Pero no contar más que con nosotros mismos no deja de ser una forma de soledad. Y la soledad puede perdernos, conducirnos a la locura, al extravío, tal y como ocurrió con Susana San Juan, a quien Pedro Páramo, quien dispuso de la mujer que quiso, quiso poseer también, sin lograrlo. El mundo de Susana era otro mundo, inaccesible para Pedro. Él la veía retorciéndose de dolor, sin comprender qué lo provocaba, ella soñaba que amaba.

Será que cuando uno está perdido hay que volver a amar, porque para volver a amar uno consigue el camino.

Buscándolo, me junté con otros que también buscaban, y así llegamos a esta tierra, a sembrarla, a juntarnos con los muchos rebosantes de vida. Lo que habrá de hacerse y rehacerse se hará en lugares como éste. Con gente como ésta.

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Publicado originalmente en Desafío Constituyente el 28 de junio de 2018.

Lucha contra la corrupción, guerra contra la democracia


Arriba: Hugo Chávez Frías de visita en Buenos Aires, en el Centro de Estudios Nacionales Arturo Jauretche, en 1995. A su izquierda, de pie, Jorge Enea Spilimbergo. Abajo: la foto de aquella histórica conferencia, firmada por el propio Chávez. Foto: Leonardo Killian.
Arriba: Hugo Chávez de visita en el Centro de Estudios Nacionales Arturo Jauretche, Buenos Aires, 1995. A su izquierda, de pie, Jorge Enea Spilimbergo. Abajo: la foto de aquella histórica conferencia, firmada por el propio Chávez. Foto: Leonardo Killian.

1.
Para hacerse una idea más clara de la magnitud de la tragedia venezolana, puede ser útil comenzar por recordar lo que Jorge Enea Spilimbergo llamaba “la tragedia del importador de autos”.

En septiembre de 1955, días después del derrocamiento del presidente constitucional de la Argentina, Juan Domingo Perón, Spilimbergo escribió un texto fundamental: “El moralismo: utilización oligárquica de la clase media” (1). En él, ofrecía una explicación sobre los orígenes de la oleada de moralina que sacudía al país sureño. Una pertinaz campaña contra la corrupción había servido para “socavar las bases del gobierno peronista”. Derrotado el peronismo, la misma campaña le permitía a la oligarquía “justificar la dictadura y obtener el apoyo de la opinión pública”.

Se preguntaba Spilimbergo: “¿cómo la oligarquía, la venal y corrupta oligarquía, se erige en custodio de la austeridad republicana y en censora atrabiliaria de sus enemigos, los gobiernos populares? Porque necesita aliados, un mínimo de pueblo, en suma, para poder triunfar. Va a buscarlos a la clase media, cuya debilidad y confusión explota, ocultando sus propios fines tras el canto de sirena” de la lucha contra la corrupción.

Esta singular lucha comienza más o menos como sigue: el importador de autos “desea, naturalmente, que cuanto dólar obtenga el país se destine a la adquisición de su mercancía para cobrar sobre ella el riguroso treinta por ciento de su ganancia «honorable». No cabe duda de que este deseo es perfectamente «moral», aunque signifique anteponer un interés egoísta, de clase, a los intereses generales del pueblo”. Tal es, digamos, el curso normal de las cosas. Pero cada tanto se presenta algún obstáculo: un gobierno de orientación popular comienza a utilizar parte de esas divisas en razón del interés nacional: “El honrado importador monta en furia cuando aparece un gobierno que restringe la compra de autos en el exterior para ahorra divisas destinadas a la industria”.

Pero eso no es todo: “Su indignación llega al paroxismo si se entera que «su» ganancia, su robo legal logrado en una intermediación estéril pasa ahora a un adicto al gobierno que se enriquece con el negocio de las órdenes (…) Como Harpagón, nuestro tendero de automóviles exclama: «¡Al ladrón, al ladrón!», cuando en realidad piensa: «Mi dinero, mi dinero (y después, justicia)». Y así, consumido de indignación, sale a la calle en busca de salvadores, financia diarios… y otras cosas, para destruir ese engendro moral que se llama burócrata de automóviles”.

Mucho menos honorable que su similar argentina de hace sesenta años, la burguesía comercial importadora venezolana no solo nunca se conformó con el treinta por ciento, sino que hizo de la ganancia desmedida un instrumento de guerra contra el gobierno bolivariano. Además, emplea todos los recursos a su alcance para que la sociedad centre su atención en la actuación del burócrata, desviando la mirada de lo medular del conflicto. Explica Spilimbergo: “Tras el pretexto bulle la enconada oposición a una política nacional que lo deja fuera de juego. Como la política es inatacable (aunque susceptible de sustanciales mejoras), procura descalificarla sin polémica apuntando a su deformación burocrática”.

2.
La tragedia venezolana es, ante todo, la tragedia del importador de autos, es decir, de la burguesía comercial importadora, ya se trate de empresarios de maletín o de Empresas Polar. Puesto en entredicho el orden natural de las cosas por la revolución bolivariana, nuestros importadores apelan a la clase media, a la que transmiten la mala nueva: es su estilo de vida el que está siendo comprometido, no los privilegios de nadie, mucho menos de los importadores. Temerosa, muy inculta políticamente, la clase media cede y se moviliza.

La más reciente arremetida oligárquica, que inicia durante la campaña presidencial de 2012 y se intensifica con Nicolás Maduro en la presidencia, tiene como uno de sus objetivos centrales doblegar la voluntad política de las clases populares, y en particular de los millones que salieron de la pobreza con Hugo Chávez. De eso da cuenta el procaz lenguaje empleado por la vocería del antichavismo, que ve engendros morales por todas partes, y a ese propósito obedece el sistemático ataque contra la economía en su conjunto.

La confusión y el riesgo aumentan cuando, en el campo bolivariano, en lugar de atacar sus deformaciones burocráticas, altos y medios funcionarios comienzan a poner en cuestión políticas de clara orientación nacional y popular, en particular las relacionadas con la lucha contra el latifundio, el control de sectores estratégicos de la economía y el protagonismo del pueblo organizado. Con frecuencia, este cuestionamiento de las políticas es el antecedente de algún tipo de alianza con los importadores de autos o pretende encubrir alguna alianza ya existente, o tal vez el hecho de que los mismos funcionarios se han convertido en importadores.

Otro riesgo consiste en pasar por alto un principio básico organizador de nuestras sociedades, como recuerda Spilimbergo: “La corrupción es el rasgo típico de todo Estado burgués, por cuanto la sociedad capitalista, basada en la competencia, impele al enriquecimiento privado, no a la solidaridad social”. El problema está en actuar, cuando denunciamos el carácter burgués del Estado venezolano y la corrupción que le es inherente, como si estuviéramos descubriendo el agua tibia, clamando aquí y allá que el socialismo no existe. El riesgo está en ponernos al servicio de la crítica burguesa de la corrupción.

No se trata, en lo absoluto, de salvar la responsabilidad de funcionarios corruptos, sino de estar prevenidos contra esa “estrechez moralista” que, eventualmente, nos puede conducir “a descargar sobre determinados hombres las responsabilidades de un sistema” y, lo que es peor, de su principal beneficiaria: la oligarquía.

El desafío es no conformarnos con la “pasividad descriptiva” y mucho menos convertirnos en agentes multiplicadores de la indignación burguesa, que es otra forma de pasividad. Al fin y al cabo, “la verdadera lucha contra la corrupción pública se liga a la conquista de un exhaustivo control popular sobre el Estado, la economía y la cultura”. Al importador de autos, en tanto que parte del entramado oligárquico, solo le interesa «su» control del Estado.

En cierta ocasión, Alfredo Maneiro se refirió a la izquierda socialdemócrata, adocenada, en los siguientes términos: “son corderos disfrazados de lobos, corderos cansados” (2). Hoy día no faltan quienes desde posiciones de izquierda y en su afán por deslindarse del chavismo, actúan como corderos disfrazados de lobos subordinados a “tigres disimulados de corderos”, para utilizar la expresión de Spilimbergo.

Pero vale la pena volver sobre sus palabras y ponerlas en contexto, para entender mejor a qué nos referimos: “cuando los agentes del gran capital vienen a moralizar contra la administración peronista como pretexto para desprestigiar la bandera nacional y empujarnos nuevamente a la dictadura del dólar o la libra, hay que responderles: «Señores, el pueblo mismo se encargará de barrer con las deformaciones burocráticas; de cruzar los límites burgueses de la revolución nacional. Pero mientras se elabora una conciencia colectiva a ese respecto (y porque así ocurra somos nosotros los que luchamos, no ustedes) preferimos que nos piquen las pulgas antes de que nos devoren los tigres disimulados de corderos»”.

3.
Es un absoluto despropósito repetir el lenguaje del antichavismo y hablar de “boliburguesía”. El vocablo no supone una crítica de la burguesía, sino la traducción moral de un fenómeno que ocurre en todo proceso revolucionario: la emergencia de una “nueva clase” de ricos, que por supuesto debe ser combatida por nosotros sin clemencia. El propósito del antichavismo es denunciar la “doble moral” del liderazgo chavista, pero fundamentalmente desmoralizar a su base social, promoviendo la idea de que resulta inútil cualquier tentativa de cambio revolucionario. Su problema, en fin, no es la burguesía, sino Bolívar, y de allí el prefijo acusador. La amenaza es Bolívar convertido en idea-fuerza movilizadora de un sujeto que impugna el orden oligárquico.

4.
Una oleada de moralismo oligárquico recorre América Latina. La lucha contra la corrupción es nuevamente empleada como pretexto para atacar a gobiernos de orientación “progresista”, y en algunos casos, incluso, para derrocar presidentes o para aniquilarlos moralmente una vez culminados sus mandatos.

Silvina Romano resume el “sentido común” promovido por la derecha continental y sus medios respecto de la actuación de estos gobiernos: “abusaron de los pobres para enriquecer a un puñado de funcionarios de gobierno corruptos. Agrandaron el Estado y lo repolitizaron, intervinieron en la economía y revalorizaron lo público, con el único objetivo de ‘saquearlo’ luego. Privilegiaron la utilización de influencias y fondos públicos para beneficio personal y recurrieron a los poderes del Estado para evitar la rendición de cuentas (…) Son incapaces de manejar al Estado como a una empresa privada, poniendo en riesgo el rumbo de la economía y (supuestamente) del Estado en su totalidad” (3). No es, como pudiera pensar algún distraído, un discurso que “refleja” la realidad venezolana. Es un metarrelato de alcance continental, apuntalado por fuerzas que promueven la restauración neoliberal.

El correlato político de este discurso es una democracia “que nada tiene que ver con la inclusión política, económica, cultural y social de mayorías históricamente postergadas. Es la democracia de una ‘clase media’ (imposible de ser definida) cuya única causa sería la de ‘instituciones transparentes’, ‘índices de violencia cero’ y ‘cárcel para todos los corruptos, para todos los políticos’. La democracia de una sociedad que (aparentemente) desea ser gobernada por empresarios y tecnócratas que no tengan ‘nada que ver’ con la política”. Una democracia distópica, vaciada de pueblo.

En el caso específico de Venezuela, tal y como lo expresa Víctor Hugo Majano en uno de los textos más completos que se haya escrito al respecto, “la corrupción ha sido un componente estratégico y medular de la ofensiva de guerra no convencional contra el gobierno bolivariano” (4). Por eso no sorprende en lo absoluto el deliberado silencio de la prensa local y global en torno a las acciones emprendidas para combatir la corrupción por la Fiscalía General de la República, bajo la dirección de Tarek William Saab.

La “buena” prensa está reservada para la lucha contra la corrupción que se inscribe en la guerra de las oligarquías contra la democracia. Por eso el juez brasileño Sergio Moro ha sido elegido Personaje Latinoamericano de 2017 por los directores y editores del conservador Grupo de Diarios América (5).

Pero más allá de la prensa, está la obligación de librar contra la corrupción una lucha sin cuartel. No tanto por una cuestión de principios, que también, sino porque los principales beneficiarios son, como bien apunta Majano, “grupos de la burguesía tradicional aliada con organizaciones de características mafiosas” que eventualmente “captaron y compraron a funcionarios de la administración y de las instituciones jurisdiccionales”.

Por último, tal y como lo plantea igualmente Majano, “la lucha contra la corrupción no sólo es imperativa como parte de los mecanismos de sobrevivencia frente a los ataques del bloque hegemónico, sino que también es indispensable para garantizar la estabilidad política y social al convertirse en un factor unificador. Se trata de una meta colectiva que trasciende las posturas y opiniones partidistas”. En este punto habrá que seguir insistiendo: a la inmensa mayoría de la sociedad venezolana le conviene que las investigaciones que adelanta actualmente la Fiscalía General de la República lleguen a buen término. Y que se abran nuevas investigaciones, tantas como sean necesarias. Y que de una vez por todas se haga justicia.

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(1) Jorge Enea Spilimbergo. Patria, pueblo y socialismo. Volumen 1. El moralismo: utilización oligárquica de la clase media. Publicaciones del Sur. Argentina. 2014. Págs. 191-203.
https://www.marxists.org/espanol/spilimbergo/1950s/1955sep.htm

(2) Alfredo Maneiro. Escritos de filosofía y política. Fondo Editorial ALEM. Los Teques, Venezuela. 1997. Pág. 300.

(3) Silvina Romano. ¿Guerra contra la corrupción o contra las alternativas al neoliberalismo? América Latina en Movimiento, 12 de marzo de 2018.
https://www.alainet.org/es/articulo/191549#_ftnref1

(4) Víctor Hugo Majano. Claves para comprender el fenómeno de la corrupción en Venezuela. Aporrea, 10 de diciembre de 2017.
https://www.aporrea.org/actualidad/a256314.html

(5) Cleide Carvalho. Entrevista exclusiva del GDA al juez Sergio Moro de Brasil. El Nacional, 24 de diciembre de 2017.
http://www.el-nacional.com/noticias/gda/entrevista-exclusiva-del-gda-juez-sergio-moro-brasil_216629

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Publicado originalmente en Supuesto Negado el 30 de abril de 2018.

 

Prenderle fuego a las estrellas


El Purgatorio. Cristóbal Rojas
El Purgatorio. Cristóbal Rojas

El último cuadro de Cristóbal Rojas se llamó El Purgatorio. Lo terminó en 1890, meses antes de su muerte. Inspirado en La Divina Comedia, de Dante Alighieri, retrató el arribo del ángel de la pureza al séptimo círculo del Purgatorio, donde moran las almas lujuriosas. Así lo sugieren, al menos, los cuerpos sufrientes en torno al fuego, por el que tendrán que atravesar antes de continuar su camino.

“Es imposible seguir adelante, almas santas, si el fuego no os purifica antes”, dice el ángel de Dios a Dante, Virgilio y Estacio. Dante queda petrificado del miedo, “como aquel que es introducido en la fosa”. Una vez más, Virgilio acude en su auxilio: “Hijo mío, aquí puedes encontrar un tormento, pero nunca la muerte (…) Ten la certeza de que aunque estuvieras mil años entre estas llamas ni uno solo de tus cabellos ardería; y si todavía crees que te estoy mintiendo ponte cerca de ella y, como prueba, aproxima con tus manos al fuego la orla de tu ropaje. Aleja, pues, tu temor, aléjalo. Vuelve aquí y adelántate con pie firme” (1).

Para César Rengifo, en El Purgatorio de Rojas “todo respira humanidad y dolor real”, como en La miseria (1886) o El plazo vencido (1887), donde los protagonistas son los oprimidos. “Hasta el ángel que cae, pesado, triste, sin poder redimir a los que sufren en tierra rojiza, carbones y llamas, es un ángel de carne sexuada y hondo pesar humano” (2).

Este ángel de Rojas, en la interpretación de Rengifo, tiene mucho del Angelus Novus de Paul Klee, en la versión de Walter Benjamin: “Se ve en él un ángel, al parecer en el momento de alejarse de algo sobre lo cual clava la mirada. Tiene los ojos desorbitados, la boca abierta y las alas tendidas (…) El ángel quisiera detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo destruido. Pero un huracán sopla desde el paraíso y se arremolina en sus alas, y es tan fuerte que el ángel ya no puede plegarlas. Este huracán lo arrastra irresistiblemente hacia el futuro, al cual vuelve las espaldas, mientras el cúmulo de ruinas crece ante él hasta el cielo” (3). Quien se aleja del pasado es el ángel de la historia, explica Benjamin. Se aleja de la catástrofe y hacia ella se dirige, empujado por el huracán, que es el progreso.

Hacer la revolución es romper con este continuum de la historia, con esta catástrofe perpetua, para que deje de repetirse hasta el infinito la escena del hombre de la mirada perdida que acompaña a su amada, quien yace tendida a su lado, abatida por la enfermedad, en La miseria; o la otra escena de la mujer y sus dos pequeños hijos, a punto de ser desahuciados por el alguacil, en El plazo vencido.

¿Quién detendrá esta catástrofe? ¿Los nuevos adalides del progreso? ¿Los creyentes en el capitalismo, en cualquiera de sus formas? El ángel de la historia no será liberado por aquellos que confunden deliberadamente cada tentativa de liberación con el mismísimo infierno. El infierno, todo lo contrario, es considerar que no vale la pena intentarlo. Como diría Peter Weiss: “El infierno es la impotencia, el lugar donde no hay desarrollo alguno, donde queda excluida toda idea de un cambio” (4).

Para detener la catástrofe no hay otra alternativa que, como enseña Virgilio, alejar el temor y sumergirse en el fuego. Más importante aún, asegurarnos de que ese fuego no deje de habitarnos.

Relataba Chávez a su retorno de La Habana, el 7 de diciembre de 2012, la víspera de su última alocución pública, que justo antes de viajar conversó largo con Fidel Castro. El líder cubano le comentaba, quizá a manera de balance histórico, que aquel fuego estaba “regado por todos lados”. Decía Fidel: “¿Y quién va a apagar ese ardimiento, Chávez? No hay agua en todo el universo para apagar el ardimiento ese” (5).

“¡Cómo!, ¿persiste aún tu deseo de permanecer quieto aquí?” (6), pregunta Virgilio a Dante, justo antes de adentrarse en el fuego que purifica.

Aleja tu temor, vuelve aquí, pisa con pie firme: todavía tenemos que prenderle fuego a las estrellas.

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(1) Dante Alighieri. La Divina Comedia. Purgatorio, Canto XXVII. Págs. 270-271.

(2) César Rengifo. Obras. Tomo IV. Ensayística y poesía. Vigencia dramática de Cristóbal Rojas. Fides. Caracas. 2003. Pág. 271.

(3) Walter Benjamin. Tesis sobre la historia y otros fragmentos. Introducción y traducción de Bolívar Echeverría. Ítaca-UACM. México. 2008.

Haz clic para acceder a Benjamin,%20Tesis%20sobre%20la%20historia.pdf

(4) Peter Weiss. Informes. Diálogo sobre Dante. Págs. 137-138

(5) Hugo Chávez. Declaraciones a su llegada de La Habana, Cuba. 7 de diciembre de 2012.
http://todochavez.gob.ve/todochavez/1-declaraciones-del-comandante-presidente-hugo-chavez-a-su-llegada-de-la-habana-cuba

(6) Dante Alighieri. La Divina Comedia. Purgatorio, Canto XXVII. Pág. 271.

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Publicado originalmente en Epicentro Digital el 20 de abril de 2018.

Regresando a Ítaca


Ulises burlando a Polifemo. Joseph Mallord William Turner
Ulises burlando a Polifemo. Joseph Mallord William Turner

1.-
Tengo problemas de memoria. No sé si hay algo de predisposición genética en eso o si tiene que ver más bien con mi disciplina de trabajo, y en particular con todas las horas robadas al sueño, los incontables días de trasnocho. Hace un tiempo ya que el cuerpo me pide al menos siete horas de sueño. Mis ojos ya no avanzan tan rápido como antes. Tal vez son los años.

Lo cierto es que me cuesta recordar algunas cosas. Para bien o para mal. No estoy completamente seguro, pero sospecho que no hay selectividad. He olvidado momentos maravillosos y terribles, que han retornado a mí a través de terceros.

Esta propensión al olvido me depara momentos gratos y no tan gratos: entre los primeros puedo nombrar el sorprenderme con el final de una película ya vista, celebrar el sabor de la mantequilla, admirar el encanto matinal de Playa Grande, en Choroní; entre los segundos, volver sobre libros ya leídos y no encontrarle sentido a los subrayados, beber cerveza Polar, manejar de noche.

En particular, he olvidado muchas situaciones de mis tiempos de funcionario. Y ahora que lo pienso, no sé si sería entonces, cinco años atrás, cuando comencé a habituarme al olvido, a ejercerlo, a cultivarlo.

Cuando uno tiene la posibilidad de incidir significativamente en la vida de otro ser humano, casi siempre para bien, suele estar a un paso de hacerlo todo mal, lo que comienza por creerse más que el resto de los mortales. Por eso apelaba sistemáticamente al olvido, como si mi vida dependiera de suprimir de mi memoria cada palabra de agradecimiento, cada gesto amoroso, cada lisonja. Apelaba al olvido para recordar que soy uno más, uno que está haciendo su trabajo.

No sé hasta qué punto estuvo bien, pero eso fue lo que hice. Y una de las consecuencias es que ahora, cuando una fuerza que me gobierna, que va más allá de mi capacidad de entendimiento, me dicta que hay ciertas cosas que debo escribir, para que no queden en el olvido, me doy de bruces con lagunas aquí y allá, lagunas de piedra, que me cuesta taladrar.

No hay día en que no deje de asaltarme la angustia: ¿y si olvido algo que tendría que recordar?

2.-
En El canto de Ulises, capítulo undécimo de Si esto es un hombre, Primo Levi cuenta la historia de la vez que intentó enseñarle italiano a Jean, el Pikolo, el estudiante alsaciano de veinticuatro años, “despabilado y físicamente robusto, y al mismo tiempo pacífico y amigable: aun conduciendo con tenacidad y coraje su secreta lucha individual contra el campo y contra la muerte, no se olvidaba de mantener relaciones humanas con los compañeros menos privilegiados” (1).

Aprovechando la improbable oportunidad de una caminata de una hora en busca de la sopa, y accediendo a la petición del francés, eligió el canto XXVI del Infierno de Dante, “quién sabe por qué me he acordado de él” (2).

Y empieza Levi a recitar de memoria, y se detiene, tratando de traducir torpemente, y al tratar de retomar el canto, sucede: “La nada. Un agujero en la memoria”. Una línea. “Otro agujero. Sale ahora a flote un fragmento no utilizable” (3).

Dante Alighieri ubica a Ulises en la octava fosa del octavo círculo del infierno, donde moran eternamente, rodeados de llamas, los malos consejeros. El canto refiere las circunstancias del que, según Dante, habría sido el último viaje de Ulises. Interrogado por Virgilio, el fecundo en ardides explica que “ni la piedad debida a un padre anciano, ni el mutuo amor que debía hacer dichosa a Penélope, pudieron vencer el ardiente deseo que yo experimentaba de conocer el mundo, los vicios y las virtudes de los hombres, sino que me lancé por el abierto mar sólo con un navío y los pocos compañeros que no me abandonaron nunca” (4).

Recordando aquellas líneas, escribe Levi: “La alta mar abierta: Pikolo ha viajado por mar y sabe lo que quiere decir, es cuando el horizonte se cierra sobre sí mismo, libre, recto y simple, y no hay más que olor a mar: dulce cosa ferozmente lejana” (5).

Más lejana aún, la mar abierta, cuando se le evoca desde el encierro.

De nuevo en La Divina Comedia, cuenta Ulises a Virgilio que habría dicho a sus compañeros de viaje: “¡Oh, hermanos! – dije – que habéis llegado al Occidente tras correr cien mil peligros; para lo poco que os queda de vida, no os neguéis a visitar más allá del sol ese mundo sin habitantes. Pensad en vuestro origen; vosotros no habéis nacido para vivir como brutos, sino para alcanzar la virtud y la ciencia” (6). Y tal empecinamiento, el desmesurado afán de conocimiento de Ulises, fue lo que los condujo a todos a la muerte, y le reservó al héroe griego un lugar en el infierno.

Sin embargo, en la historia de Primo Levi, muy por el contrario, aquel exhorto de Ulises a sus compañeros es un aliento de vida: “Mira, atento Pikolo, abre los oídos y la mente, necesito que entiendas: «Considerad», seguí, «vuestra ascendencia: / para vida animal no habéis nacido, / sino para adquirir virtud y ciencia». Como si yo lo sintiese también por vez primera: como un toque de clarín, como la voz de Dios. Por un momento, he olvidado quién soy y dónde estoy” (7).

Todavía sigue Levi intentando recitar, traducir, y pronto se apodera de él una necesidad imperiosa de explicar el significado del canto a Jean, “antes de que sea demasiado tarde, mañana él o yo podemos estar muertos, o no volver a vernos” (8), pero la hora se les acaba, el tiempo llega a su fin, y están de nuevo en la cola de la sopa, “… y nos cubre por fin la mar airada” (9), “… hasta que el mar volvió a unirse sobre nosotros” (10), y son de nuevo dos hombres dejando de ser hombres, dos seres que poco a poco van siendo desprovistos de su humanidad, confinados en un campo de concentración.

Recuperada su libertad y luchando por recuperar su humanidad, Primo Levi escribió El canto de Ulises en 1945, en su natal Turín, convencido de que Jean había muerto. Fue otro sobreviviente, Charles Corneau, quien le informó que Jean Samuel seguía vivo (11). Eventualmente intercambiaron cartas, Levi envió a Samuel el borrador del capítulo, y finalmente, en el verano de 1947, se reunieron en Mentone, Francia, muy cerca de la frontera con Italia. Alberto Cavaglion ha usado una hermosa frase para dar cuenta de aquel feliz reencuentro: “dos Ulises regresaron a su Ítaca después de haber temido el naufragio” (12).

3.-
Hugo Chávez, ¿es Dante, Virgilio, Ulises? Tiene de los tres. Es Dante guiado por el Virgilio-pueblo, sin duda alguna. Pero también tiene algo del Virgilio que, al final del canto XXVII del Purgatorio, dice a Dante: “Con todo el arte de que era capaz te he conducido hasta aquí. En adelante tu guía será tu propia voluntad (…) No esperes oír ya más mis palabras ni mis consejos. Tu albedrío ya es libre, recto y sano y faltarías si no obraras conforme a lo que él te dicta” (13).

Pero Chávez es fundamentalmente el Ulises que nos recuerda nuestra humanidad, solo que ya no en el infierno, como en el caso de Primo Levi (“un Infierno que ni siquiera Dante pudo imaginar”, diría Jean Samuel) (14), sino ahora que hemos salido de él. Ese es el detalle que no podemos olvidar.

Aguantar la tormenta, desoír el canto de las sirenas, como le gustaba decir al mismo Chávez; desoír igualmente a Calipso, que le dice a Ulises: “si tu inteligencia conociese los males que habrás de padecer fatalmente antes de llegar a tu patria, te quedaras conmigo, custodiando esta morada, y fueras inmortal”; a lo que el fecundo de ardides responde: “deseo y anhelo continuamente irme a mi casa y ver lucir el día de mi vuelta. Y si alguno de los dioses quisiera aniquilarme en el vinoso ponto, lo sufriré con el ánimo que llena mi pecho y tan paciente es para dolores; pues he padecido muy mucho, así en el mar como en la guerra, y venga este mal tras de los otros” (15).

En fin, evitar el naufragio, regresar a Ítaca, echar los brazos alrededor del cuello de Penélope y estamparle un beso inolvidable.

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(1) Primo Levi. Trilogía de Auschwitz. Si esto es un hombre. Océano/El Aleph. Barcelona, España. 2011. Pág. 142
(2) Primo Levi. Si esto es un hombre. Pág. 144.
(3) Primo Levi. Si esto es un hombre. Pág. 145.
(4) Dante Alighieri. La Divina Comedia. Purgatorio, Canto XXVII. Editorial Bruguera. Barcelona, España. 1973. Pág. 138.
(5) Primo Levi. Si esto es un hombre. Pág. 145.
(6) Pág. 138.
(7) Primo Levi. Si esto es un hombre. Pág. 146.
(8) Primo Levi. Si esto es un hombre. Pág. 147.
(9) Primo Levi. Si esto es un hombre. Pág. 148.
(10) Dante Alighieri. La Divina Comedia. Purgatorio. Canto XXVII. Pág. 139.
(11) Robert Gordon. Jean Samuel: Auschwitz survivor who featured in Primo Levi’s Holocaust masterpiece ‘This Is A Man’. The Independent, 26 de septiembre de 2010.
https://www.independent.co.uk/news/obituaries/jean-samuel-auschwitz-survivor-who-featured-in-primo-levis-holocaust-masterpiece-this-is-a-man-2090291.html
(12) Alberto Cavaglion. In ricordo di Jean Samuel. Centro Internazionale di Studi Primo Levi.
http://www.primolevi.it/Web/Italiano/Contenuti/Auschwitz/140_In_ricordo_di_Jean_Samuel
(13) Pág. 273.
(14) Sofía Gandarias. Jean Samuel, le llamaban Piccolo. El País, 11 de septiembre de 2010.
(15) Homero. Odisea. Aguilar. Madrid. 1992. Págs. 83-84.

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Publicado originalmente en El Elefante Bocarriba el 14 de abril de 2018.

 

Comprender Abril


Comprender Abril, Desafío Constituyente

“¿Por qué los gauchos no se equivocaban en el hecho profundo entonces, como los obreros después? ¿Y por qué se equivocaron los cultos? Y la respuesta es clara. No es por la cultura en sí. Es por la naturaleza colonial de esa cultura, por su falta de entronque con la realidad del país, que hace del intelectual latinoamericano un desarraigado de los hombres y el suelo, prendido por seudópodos librescos a un mundo extraño a la realidad social a la que pertenece. El día que nuestro intelectual se olvide que lo es y se acuerde de que es un hombre y piense de sí mismo como un paisano cualquiera y ponga al servicio de ese paisano ignorado que lleva adentro el instrumental de la cultura adquirida, recién va a comprender las cosas cuando ocurren y no quince años después”.
Arturo Jauretche. Filo, contrafilo y punta.

“… me acerqué a mi fiel compañero; porque, ¿cómo habría proseguido mi viaje sin él? ¿Quién me hubiera sostenido al subir por la montaña?”.
Dante Alighieri. La Divina Comedia.

 

Aquellos días de abril tuvieron algo de iniciático: fue entonces cuando decidí olvidarme definitivamente de lo que era y recordé que era un hombre, un paisano cualquiera. Y me sentí más hombre y más vivo que nunca, arraigado al asfalto del país real.

Hombre entre los hombres y las mujeres que recién acaban de recuperar su humanidad, me descubrí a mí mismo siendo parte de un todo que es mucho más que la suma de las partes. El chavismo es un todo innumerable.

El embijamiento caribe del jueves 11, cuando ya teníamos noticias de que la marcha antichavista se dirigía hacia el centro de Caracas, tuvo algo de ritual: casi todo el que participó en la defensa de Miraflores pintó su rostro de rojo. Quién tuvo la iniciativa y cuál fue su motivación, es muy difícil saberlo. Lo cierto es que muy pronto aquel gesto se convirtió, mucho más que una preparación para el combate, en una manera de sentirnos acompañados, seguros, fortalecidos, como si quisiéramos conjurar el vendaval de sangre y muerte que se avecinaba, aunque no lo supiéramos o no quisiéramos creerlo.

Escuchamos el silbar de balas y vimos pasar heridos y muertos. Atravesamos Puente Llaguno, en la Urdaneta, en sentido oeste-este, segundos antes de que iniciara el cruce de fuego cerrado. Confundidos, impotentes, sin tener idea de la magnitud de la tragedia, estuvimos varias veces a punto de bajar a la Lecuna, para vernos de frente con la Metropolitana, para intentar desquitarnos.

Allí estuvimos, hasta finales de la tarde, cuando ya empezaba a oscurecer. Nos habían dicho que blindados del Ejército se dirigían a resguardar Miraflores. Nosotros mismos corrimos la voz. Ya en casa, todavía temprano en la noche, recibí una llamada telefónica: “- ¿Qué pasó? – Pasó lo peor…”. El gobierno estaba caído.

El viernes 12, muy temprano por la mañana, me llegó un mensaje de texto que informaba sobre algunos de los barrios de Caracas donde, ya desde la noche anterior y durante parte de la madrugada, se había manifestado el pueblo contra el golpe de Estado. Al llegar a la oficina reinaba la pesadumbre, la tristeza. En momentos como ese es que dice Virgilio a Dante: “¿Por qué esta desconfianza aún? ¿No me crees contigo? ¿Te figuras que ya no te guío?” (1).

Alrededor de mediodía decidimos regresar a nuestras casas. Junto a mi esposa vi por televisión la autoproclamación del dictador. Recibí la llamada de un familiar antichavista, que deseaba transmitirme su solidaridad, su consuelo. Tras agradecerle, le respondí: “Esto no se va a quedar así”.

El sábado 13 no había despuntado el sol y ya toda Venezuela era un hervidero. Las protestas en los barrios habían arreciado durante la noche. Poco antes del mediodía ya estábamos instalados en el kilómetro cero de la Panamericana, a pocos metros de la alcabala 3 de Fuerte Tiuna. La Metropolitana se había pasado más temprano, dejando su estela de gases lacrimógenos. Volvió a asomarse, estando ya nosotros allí, pero fugazmente. Nos reagrupamos casi de inmediato. Cada vez llegaba más y más gente. No dejaba de llegar.

En algún momento de la tarde nos fundimos en uno solo con los militares rebeldes, o tendría que decir leales; pero es que ser leal, aquella jornada, era igual a ser rebelde. Un pueblo civil y militar se fundió en un solo abrazo que era rebelde y leal al mismo tiempo. Rebelde contra todo, leal a nosotros mismos.

No sé a qué hora llegamos a Miraflores, pero era tarde en la noche, todavía del sábado. Antes hicimos una parada en Plaza Venezuela, y llamé a mi esposa desde un teléfono público. “Lo hicimos”, le dije, casi sin voz, pero era la voz de muchos, también la de ella.

Esa noche en la Urdaneta, muy cerca de Miraflores, vi por primera vez, de manera nítida, lo que volví a ver muchas veces: la extraordinaria diversidad del pueblo chavista. Trashumantes, pero también gente muy pudiente. Mucha gente que uno no imaginaría presente en una circunstancia como esa. Gente común y corriente, idéntica a la que uno se cruza en la calle todo el tiempo. Entonces, más que inevitables, las preguntas se hacen irreversibles: así es la gente que participa en una rebelión popular, ahora lo sabes. Así se derrumban las verdades preestablecidas.

Cuando la madrugada del domingo 14 vio llegar los helicópteros que traían de vuelta a Chávez, esa masa aparentemente informe, aparentemente fuera de lugar, aparentemente sin atributos que es el chavismo, finalmente pudo apreciar la grandeza de su obra. Tan inmensa, que es justicia reconocer sus limitaciones: simplemente no sé cómo describir el que es uno de los momentos más felices de mi vida, y sé que el de millones.

Corrí a mi casa, no recuerdo cómo, a través de qué medios, a escucharlo a Chávez. No quería perderme sus palabras. Por fortuna, llegué a tiempo. Entonces vivíamos casi clandestinos, en una zona muy antichavista. Sin embargo, apenas apareció el hombre en televisión se multiplicaron las expresiones de algarabía, incluyendo las detonaciones alborozadas de mi vecino. Ese día aprendí que solemos ser más de los que creemos.

Aquellos días en que me hice hombre, políticamente hablando, hombre común y corriente, entendí que el pueblo chavista es como el Virgilio de La Divina Comedia, que fue “sacado de la enorme garganta del infierno a fin de enseñarle el camino” (2) a Dante.

Ahora, cuando las mismas fuerzas que fraguaron el zarpazo de 2002 pretenden que regresemos al infierno, es cuando más cerca quiero estar de mi fiel compañero. ¿Cómo proseguir mi viaje si no es junto al pueblo del que formo parte? ¿Cómo subir cuál montaña?

Como entonces, hoy puedo comprender las cosas cuando ocurren y no quince años después. Hoy comprendo que con aquel pueblo de abril, hasta el fin del mundo.

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(1) Dante Alighieri. La Divina Comedia. Purgatorio, Canto III. Pág. 180.

(2) Dante Alighieri. La Divina Comedia. Purgatorio, Canto XXI. Pág. 248.

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Publicado originalmente en Desafío Constituyente el 12 de abril de 2018.

Contra la pereza política


Divina Comedia. Purgatorio. Pereza. Ilustración: Gustave Doré.
Divina Comedia. Purgatorio. Pereza. Ilustración: Gustave Doré.

1. La idea de que es necesario separar ideología y gestión de gobierno no solo es de impronta conservadora, sino de indiscutible filiación antichavista. Oponer socialismo y resolución de problemas concretos de la población implica plantearse un peligroso falso dilema. Descartado el horizonte anticapitalista, ¿cómo se supone que acometeremos la resolución de los problemas fundamentales de nuestra sociedad? ¿Nos limitaremos a gestionar lo existente, es decir, a administrar el estado de cosas, renunciando a transformarlo? No es una opción, como pudiera pensarse ingenuamente, enfocarnos en lo concreto para luego, cuando tengamos oportunidad, distraernos con cuestiones abstractas. Lo que tenemos que descubrir es cómo gobernar socialistamente. Caso contrario, seguiremos siendo presa fácil del pragmatismo.

2. En tiempos en que se enfrentan dos modelos antagónicos de sociedad, la tibieza política se paga caro. Es falso que el antagonismo político conduzca inevitablemente a la lucha fratricida, como ha planteado siempre el antichavismo. Es falso que en lugar del antagonismo entre dos modelos de sociedad, seamos apenas testigos del enfrentamiento entre viejos y nuevos ricos, que los hay. El cinismo en política siempre favorece a las elites, viejas y nuevas, y justamente por eso no podemos permitirnos caer en su trampa. La idea de que hay que “despolarizar” la política, dado que ésta ha terminado reducida a la disputa entre elites por poder y privilegios, es otra trampa, tanto como la conseja de que hay que bajar el tono, porque la gente está harta de la política. En el caso específico de la base social del chavismo, no hay tal hartazgo de la política, sino de los políticos chavistas que no actúan como tales, y es cuando nos vemos obligados a lidiar con mediocres, mentirosos, autoritarios, tramposos, etc. En tal caso, el chavismo no aspira a un político de discurso moderado, sino a un político que actúe de manera honesta, democrática, y contra mediocres, tramposos, etc., sean del signo político que sean. El chavismo reivindica el antagonismo cual si fuera una cuestión de principios, porque sin él solo nos queda el simulacro de la política.

3. La gente no está harta de la política, sino de la política boba. Corresponde trabajar en esta distinción con un mínimo de rigor y, por qué no, por una cuestión de honor: para hacerle justicia a la política que lleva haciendo el pueblo venezolano desde hace más de veinte años. La política boba alude a esa propensión a evitar a toda costa cualquier relación de interlocución con el ciudadano común y sus problemas, mucho menos con el pueblo organizado y sus cuestionamientos, demandas y propuestas, favoreciendo la interlocución con lo más impresentable de la clase política antichavista. Chávez lo planteaba en los siguientes términos el 20 de octubre de 2012, poniendo como ejemplo la línea editorial de los medios oficiales: “Ya pasó un momento, ¿no? Pero seguimos aferrados a aquello. Incluso dándole vocería a quienes casi no tienen nada que decirle al país. Poniendo videos: que esta persona dijo tal cosa. Yo digo: ¿será eso lo más importante en este momento? (…) ¿Y la gestión de gobierno? ¿Por qué no hacer programas con los trabajadores, donde salga la autocrítica? No le tengamos miedo a la crítica, ni a la autocrítica. Eso nos alimenta, nos hace falta”.

4. Este hartazgo de la política boba no puede traducirse, bajo ninguna circunstancia, como odio a la política. Tal vez allí donde vemos puro odio no hay más que impotencia de no saber utilizar una de las materias primas de la política revolucionaria: el mismo hartazgo.

5. Después de Chávez esto, después de Chávez aquello, ya nada es igual después de Chávez… Dejen a Chávez en paz. Chávez está vivo y ninguna derrota será decretada en su nombre.

6. “Si las variables no las controlamos nosotros, la solución del problema no la tenemos nosotros”, dicen, y es como bajar las santamarías de la historia. El oficialismo ha llegado a un punto en que no tiene arrestos ni siquiera para plantearse problemas, mucho menos soluciones. Los problemas nos vienen dados. Es ciertamente una suerte de punto de no retorno. Como decretar la muerte de la política. Pero no hay tal muerte, ya lo sabemos, sino uno más de los problemas cuya resolución tenemos pendiente: producir otra clase política.

7. Producir: otra política, otra clase política, otro pensamiento. Supone un esfuerzo extraordinario, sí, el esfuerzo de una toda una vida. Y cabe no hacerlo, por supuesto. Pero en ese caso, llame las cosas por su nombre. Llámelo pereza. Porque imposible no es.

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Publicado originalmente en Supuesto Negado el 9 de abril de 2018.

Caer de bum bum


Bum bum

Con sus veintidós años a cuestas, los últimos tres de ellos viviendo en Miami, la venezolana Michelle Sussett no había iniciado su presentación en el American Idol 2018 cuando ya se había metido en un bolsillo a los jurados Lionel Richie, Katy Perry y Luke Bryan, nada más que con su encanto.

Comenzó entonces su interpretación de Techno Cumbia, de Selena:

Si vienen a bailar, pues vamos a gozar
Si vienen a dormir, pues salgan fuera de aquí
Baila, baila sin parar
Este ritmo no es para descansar
Este baile es para ti
Quiero verte hasta sudar
Le mueves para acá, le mueves para allá
Éste es el nuevo baile de la techno techno cumbia

Transcurridos unos treinta segundos, Sussett invitó a los jurados a bailar. El primero que se animó fue Richie, que de inmediato le acompañó en la pista de baile. Le siguieron Perry y Bryan. Casi al instante, Perry se apoderó de la escena, con un sugerente movimiento de caderas, abajo, arriba, palmas, abajo, arriba, abajo, trastabilleo, caída al suelo, donde permaneció alrededor de veinte segundos, para risa de todos los presentes.

La influyente People en español lo reseñó así: “El episodio del pasado lunes del popular concurso American Idol sin duda estuvo lleno de momentos inolvidables, pero no cabe duda de que la graciosa caída que sufrió la cantante Katy Perry se ha robado toda la atención. Michelle Sussett, una participante latina de origen venezolano, arribó a las audiciones para interpretar la recordada canción “Techno Cumbia” de la fallecida cantante Selena. Con su carisma y desbordante personalidad, la concursante además se dio el lujo de poner a bailar a los tres jueces de la competición: Luke Bryan, Lionel Richie y Perry. Pero tal parece que la intérprete de “I Kissed a Girl” no pudo seguir el vigoroso ritmo de los movimientos de Sussett y terminó en el suelo luego de perder el balance durante su baile. La única forma en que logró ponerse de pie nuevamente fue con la ayuda de sus colegas, quienes no pudieron ocultar sus risas tras el cómico momento.”

Pero El Nuevo Herald no podía defraudar. Así reseñó la periodista Catalina Ruiz Parra para el periódico con sede en Miami: “La cantante venezolana Michelle Sussett convenció con su talento al jurado de American Idol y pasó a la siguiente ronda del reality de ABC, pero su presentación tuvo un momento de color cuando la joven de 22 años invitó a los jurados a bailar tecnocumbia. La artista, quien huyó de su país en el 2014…”.

Huyó. Sí.

Huyó de su país en el 2014.

Huyó de la dictadura.

Huyó para poder cumplir sus sueños.

Huyó porque Venezuela se convirtió en ese país donde ningún sueño es posible.

Huyo, sí. Y ahora la mismísima Katy Perry le escribe por Twitter: “Me hiciste tan feliz que me caí en mi bum bum”.

¿Quieres ser feliz? ¿Quieres triunfar? ¿Quieres que Katy Perry se caiga en su bum bum? Huye.

No hagas como hicieron Juan, María, José y Rosa en la canción de Selena:

Mira a Juan, no se puede ni mover
Mira a María, no se mueve de su silla
Mira a José, pues no más está sentado
Mira a Rosa no se quiere levantar

Huye. Para qué permanecer de pie si puedes caer de culo.

Dejar de ser pendejo


Dante y Virgilio en los infiernos. Eugène Delacroix. 1822.
Dante y Virgilio en los infiernos. Eugène Delacroix. 1822.

Hubo un tiempo en que dejamos de ser pendejos y no nos creímos más esa historia de que la viveza criolla es algo que nos constituye. Fue el tiempo en que nos hicimos chavistas.

En mayo de 1989, Arturo Úslar Pietri todavía planteaba nuestro dilema histórico en términos de vivos o pendejos, corruptos y honestos (1). La vieja práctica del moralismo, de la que echa mano la oligarquía para granjearse el apoyo de un “mínimo de pueblo”, casi siempre la clase media, “cuya debilidad y confusión explota”, como ya explicara Jorge Enea Spilimbergo en un célebre texto de 1956 (2).

Siempre un paso adelante, tres meses antes que Úslar Pietri el pueblo venezolano había planteado el problema de la manera correcta: aquí no se trata simplemente de saber quiénes son los ladrones y los hambreadores, sino de rebelarnos contra ellos. Se trata de dejar de ser pendejo. Fue lo que ocurrió el 27 de febrero de 1989. Por supuesto, aquel atrevimiento popular fue traducido por nuestras elites como un ejercicio de viveza exacerbada, violento, bárbaro, irracional, y la rebelión fue reducida a pillaje, saqueo (3).

Hay una clarísima línea de continuidad entre “El mal de la viveza” (4), texto canónico de Úslar Pietri, escrito en 1986, y la interpretación dominante sobre el 27 de febrero de 1989. De hecho, a propósito de los saqueadores, ésta última no hace sino recrear infinitamente lo que puede leerse en aquel: “Ese trabajoso, ese avispado, ese lanza, ese tigre, ese águila, cuyos mismos nombres más que a la vida social y civilizada pertenecen a lo selvático y a lo más primario del instinto, son a la vez las víctimas y los agentes de un morbo deformador. De un morbo que destruye las bases mismas que hacen posible que la sociedad subsista y prospere”. Morbo saqueador.

La eficacia política del moralismo depende en buena medida de que no seamos capaces de identificar cómo la oligarquía lo emplea como instrumento. Dicho de otra forma, en la medida en que nuestra interpretación de la realidad esté menos mediada por una perspectiva de clase, mucho mejor para la oligarquía.

Según Úslar Pietri, “la viveza no está limitada a una clase social o a una condición económica”. No obstante, y curiosamente, al momento de ejemplificar pone el acento en las clases populares: los mendigos en tiempos de régimen colonial; las mayorías populares “que no tenían oficio” en el siglo XIX: “Un día eran agricultores, al otro guerrilleros, al otro omnipotentes autoridades, al otro saltimbanquis o toreros”; más recientemente, aquellos que “el día de la bonanza montaban casa y compraban coches”, y luego “el día de las malas se iban a hacer guardia a la puerta del todopoderoso de turno o a pasar las horas inertes elucubrando engaños”; los “toeros”, discípulos de la viveza, esos hombres del pueblo que se jactan de hacer de todo porque en realidad no saben hacer nada, que nunca tuvieron “tiempo ni ocasión de aprender un oficio”, que no saben trabajar y por eso se esfuerzan “en buscar aquella fama de trabajosos que podía abrirles las puertas de alguna fugaz ocasión de provecho”. La carga de prueba siempre en el pueblo.

Cincuenta años antes de “El mal de la viveza”, Arturo Úslar Pietri, ya convertido en uno de los más influyentes intelectuales del post-gomecismo, se había destacado por su lectura moralista sobre los efectos del capitalismo rentístico petrolero en Venezuela, haciendo públicas opiniones que todavía hacen parte de nuestro sentido común: “El verdadero mal, el mal casi irreparable (…) está en que (…) se ha pervertido, Dios sabe hasta qué profundas fibras, el sentido de la economía en el pueblo venezolano. Se le ha enseñado, en todas sus capas sociales, a desdeñar el trabajo por el maná, a pensar en términos de magia y no de contabilidad, a perder la noción de los precios, de los costos y del equilibrio económico” (5).

Durante los últimos setenta años hicimos nuestros muchos de estos “principios introducidos en nuestra formación intelectual desde la más tierna infancia – y en dosis para adultos – con la apariencia de axiomas, para impedirnos pensar las cosas del país por la simple aplicación del buen sentido”, como decía Jauretche a propósito de las zonceras argentinas. Zoncera que viene de zonzo, tonto, es decir, pendejo. Zonceras que podríamos traducir como pendejeras o, mejor, pendejadas. “¿Los argentinos somos zonzos?”, se interrogaba Jauretche al inicio de su “Manual de zonceras argentinas”. Y se respondía: “Esto es lo que nos faltaba, convencidos como estamos de la ‘viveza criolla’, que ha dado origen a una copiosa literatura que va de la sociología y la psicología a las letras de tango” (6).

Cuánta falta hace escribir nuestro “Manual de pendejadas venezolanas”. Uno que incluya y desmenuce, por ejemplo, la pendejada de acuerdo a la cual el petróleo es una maldición, o aquella otra según la cual el venezolano desdeña el trabajo o no sabe trabajar; o esa pendejada que nos lleva a pensar que el conflicto fundamental de nuestra sociedad es aquel que enfrenta a vivos contra pendejos; o, más recientemente, la pendejada que nos hace concluir que, ahora que el petróleo no nos alcanza, ya solo nos queda la maldición de un pueblo que desdeña el trabajo o no sabe trabajar, o no desea trabajar, sino simplemente abandonarse a la viveza, es decir, al todos contra todos, porque esto se lo llevó quien lo trajo.

Para muchos de nosotros, la realidad de hoy se asemeja al cuadro que pintaba Úslar Pietri sobre el siglo XIX: “La guerra y el azar parecen dominar todas las vidas. Un día entraban las tropas del Gobierno y al otro entraban las de la revolución. Había que esforzarse en estar bien con todos. En engañar a todos. En avisparse. Había que vivir a la defensiva de todas las asechanzas y en disposición de sacar el máximo provecho de la más pequeña ocasión favorable”.

¿Con cuánta frecuencia no asumimos el rol de espectadores del conflicto entre unos y otros, y nos limitamos a llevar la cuenta del daño que se infligen y nos infligen, y nos encolerizamos porque unos u otros hacen tal o cual cosa o, peor, dejan de hacer lo que tendrían que hacer?

¿En qué momento, para tantos de nosotros, esa hermosa cualidad del género humano que es el ejercicio de la política, redescubierto y dignificado por el chavismo, se convirtió en cosa de espectadores?

Empeñados en estar mal con todos, en repudiarlos a todos, de tanto ufanarnos de no creer en ninguno, fuimos dejando de creer en nosotros mismos y volvimos a ser los mismos pendejos de siempre.

Cuando nos hicimos chavistas fue porque decidimos dejar de ser pendejos y no nos creímos más el cuento de la viveza criolla como algo que nos constituye o, según Úslar Pietri, define el “espíritu popular venezolano”. Fue cuando decidimos actuar, tomar partido, sentar posición, ser protagonistas. Fue cuando nos convencimos de que esa pendejada de la viveza criolla era absolutamente funcional a los intereses de la oligarquía, que nunca aparecía como lo que es: como la principal usufructuaria de la renta petrolera; como la principal responsable de la pobreza y exclusión de las mayorías populares; como una elite mediocre, rapaz y antinacional.

Puede que estemos tan ofuscados que seamos incapaces de verlo, pero hoy, tal y como en 1989 ó 2002, una parte del pueblo está un paso adelante. Apelando a todo lo aprendido en revolución bolivariana para producir lo necesario para vivir; para no ceder frente a la oligarquía hambreadora; frente al funcionario ingenuo, pusilánime o traidor que favorece a esa misma oligarquía; frente al efectivo que trafica o contrabandea con lo que nos pertenece por derecho. Y produciendo lo necesario para vivir, produce al mismo tiempo el alimento espiritual que le permite resistir.

Mientras muchos de nosotros insistimos en actuar como un Dante sin Virgilio, temeroso, desamparado, vulnerable, a merced de los innumerables peligros del infierno, aquel pueblo es como el Virgilio que, al decir de Estacio, “camina de noche llevando tras sí una luz que a él no le ilumina, pero que no obstante alumbra a los demás” (7).

Pretendiendo aclararnos lo que somos y por qué somos como somos, la intelligentzia nos confunde y nos menosprecia. La oligarquía a la cual sirve nos necesita desorientados, dando bandazos, creyendo que la realidad es solo aquello que se derrumba, y quien manifiesta su voluntad de no morir tapiado, es acusado de no reconocer la realidad, de querer tapar el sol con un dedo. Nuestros enemigos nos necesitan incapaces de ver aquella lumbre popular, de reconocernos en ese pueblo que no volverá a ser pendejo.

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(1) Intervención de Arturo Úslar Pietri en programa televisivo “Primer plano”, transmitido por RCTV. 16 de mayo de 1989.

(2) Jorge Enea Spilimbergo. El moralismo: utilización oligárquica de la clase media. https://www.marxists.org/espanol/spilimbergo/1950s/1955sep.htm

(3) Reinaldo Iturriza López. 27 de febrero de 1989: interpretaciones y estrategias. Fundación Editorial El perro y la rana. Caracas, Venezuela. 2006.

(4) Arturo Úslar Pietri. El mal de la viveza. 1986.
https://vdocuments.site/el-mal-de-la-viveza-criolla-arturo-uslar-pietri.html

(5) Arturo Úslar Pietri. Venezuela en el petróleo. Caracas, 1948. Pág. 117. En: Asdrúbal Baptista y Bernard Mommer. El petróleo en el pensamiento económico venezolano. Ediciones IESA. Caracas. 2006. Pág. 21.

(6) Arturo Jauretche. Manual de zonceras argentinas. Peña Lillo Editor. Buenos Aires, Argentina. 1973.

Haz clic para acceder a manual_de_zonceras_argentinas.pdf

(7) Dante Alighieri. La Divina Comedia. Purgatorio. Canto XXII. Pág. 252.

Hambre en Venezuela: el periodismo que mata


FAO Mapa del hambre 2015

1. De acuerdo a la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en el trienio 2014-2016 la cantidad de personas subalimentadas en Venezuela ascendió a 4.1 millones. En el trienio anterior, 2013-2015, eran 2.8 millones de personas. Entre un período y otro se sumaron 1.3 millones de personas. (1)

2. La cantidad de personas subalimentadas en Venezuela para el trienio 2013-2015 equivalía al 9,1 por ciento de la población. En el trienio siguiente, la subalimentación ascendió al 13 por ciento de la población. (2)

3. Luego de alcanzar un pico de 16,9 por ciento de población subalimentada en el trienio 2001-2003, la revolución bolivariana logró reducirla al 3,1 por ciento durante el trienio 2008-2010, y así permaneció durante el trienio 2009-2011, porcentaje equivalente a 0.9 millones de personas. (3)

4. Entre 2008-2010 y 2014-2016, la subalimentación en Venezuela ha aumentado 9,9 puntos porcentuales. En apenas ocho años, 3,2 millones de personas pasaron a estar subalimentadas.

5. No obstante el progresivo deterioro experimentado durante los últimos ocho años, el porcentaje de personas subalimentadas aún está muy lejos del 21 por ciento del trienio 1998-2000, siempre según la FAO. Entonces, la población subalimentada era de 4.9 millones de personas, de una población estimada de 23.7 millones. (4)

6. Es un hecho incontrovertible que los actuales niveles de subalimentación son menores, tanto en términos relativos como absolutos, a los registrados en el trienio 1998-2000, período en el que se produce la transición hacia la democracia bolivariana.

7. Los actuales niveles de subalimentación son, sin la menor duda, escandalosos, pero sobre todo dolorosos, por el significativo retroceso que implican: entre 1998 y 2008, el índice de personas subalimentadas disminuyó a pasos agigantados, reduciéndose 17,9 puntos porcentuales. Difícilmente algún otro país en el mundo habrá experimentado semejantes niveles de reducción de la subalimentación en el mismo período. La actual situación es escandalosa y dolorosa si tomamos como patrón de referencia el comportamiento del indicador durante la revolución bolivariana.

8. El 17 de diciembre de 2017, el diario The New York Times publicó un largo reportaje, de 4898 palabras, intitulado “La malnutrición que mata en Venezuela” (5), elaborado por Meridith Kohut e Isayen Herrera. La palabra “desnutrición” aparece 22 veces. De hecho, hace referencia al mismo informe de la FAO que he citado al inicio, y que incluye la información más reciente sobre la subalimentación en América Latina y el Caribe: “Un informe reciente de las Naciones Unidas y la Organización Panamericana de la Salud encontró que 1,3 millones de personas que antes podían alimentarse en Venezuela no han podido encontrar la comida necesaria desde que se desató la crisis hace tres años”. No obstante, las periodistas evitan cualquier referencia al comportamiento histórico del indicador, lo que le impide al lector hacerse una idea clara de la gravedad de la situación.

9. Entre 2007-2009, cuando el índice de prevalencia de subalimentación disminuyó al 4 por ciento, y el trienio 2011-2013, cuando el mismo índice fue de 4,7 por ciento (6), Venezuela se ubicó en el grupo de países con muy baja subalimentación, que es donde se incluyen todos los países con prevalencia de subalimentación menor al 5 por ciento de la población (7). Actualmente se ubica entre los países con prevalencia de subalimentación moderadamente baja (entre 5 por ciento y 14,9 por ciento). Le siguen los países con prevalencia de subalimentación moderadamente alta (entre 15 por ciento y 24,9 por ciento), que es el renglón en el que se ubicaba en 1998. Luego están los países con prevalencia de subalimentación alta (entre 25 por ciento y 34,9 por ciento) y muy alta (35 por ciento o más alta). El reportaje de The New York Times no solo menciona la palabra “hambre” en 10 oportunidades, sino que sugiere la idea de que Venezuela está sumida en una “crisis humanitaria”.

10. El reportaje de The New York Times inicia con las siguientes palabras: “Venezuela tiene las mayores reservas comprobadas de crudo en el mundo, pero su economía ha colapsado en los últimos años. El hambre ha azotado a la nación y, ahora, está matando a niños. El gobierno venezolano lo sabe, pero no lo reconoce”. No obstante, no hace el más mínimo intento de ofrecer al menos alguna pista sobre las razones del “colapso”. Cita a una doctora del Hospital de Niños J. M. de los Ríos en los siguientes términos: “En muchos países la desnutrición a estos niveles sería ‘por cualquier causa si hay una guerra, una sequía, alguna catástrofe o un terremoto’, dijo la doctora Ingrid Soto de Sanabria”. Pero diez párrafos más adelante resta credibilidad al hecho cierto de que se trata, literalmente, de una guerra contra la sociedad venezolana: “El presidente Nicolás Maduro ha reconocido que algunas personas pasan hambre en Venezuela, pero ha rechazado recibir ayuda internacional pues dice que la crisis es causada por una ‘guerra económica’ impulsada por empresarios y fuerzas extranjeras como Estados Unidos”.

11. Las periodistas del diario estadounidense señalan que el Gobierno no reconoce la gravedad de la situación, y citan como ejemplo su negativa a publicar información oficial en materia de salud. Pero si el Gobierno, ciertamente, está en la obligación de publicarla, no es menos cierto que la ética periodística obliga a otro tanto. Y en el reportaje de The New York Times es mucho más la información que permanece oculta, tal parece que deliberadamente, que la que efectivamente ha sido publicada. De hecho, el reportaje se sostiene sobre una falacia que es muy habitual en el metarrelato antichavista: cualquiera que niegue los hechos aquí expuestos es porque prefiere no reconocer la realidad. Esta falacia les exime de cualquier responsabilidad, por ejemplo, la de rendir cuentas respecto de las medias verdades, que abundan, o mentiras, si fuera el caso, publicadas en el reportaje.

13. De acuerdo a la FAO, además de Venezuela, otros diecisiete países de América Latina y el Caribe se ubican en el grupo que exhibe un índice de prevalencia de subalimentación moderadamente baja (entre 5 por ciento y 14,9 por ciento): Bahamas, Belice, Colombia, Costa Rica, Dominica, República Dominicana, Ecuador, El Salvador, Guayana, Honduras, Jamaica, Panamá, Paraguay, Perú, San Vicente y las Granadinas, Surinam. Otros siete países presentan una situación mucho más comprometida: Antigua y Barbuda, Bolivia, Granada, Guatemala, Haití, Nicaragua y Santa Lucía (8). ¿The New York Times dedicará un extenso reportaje a la situación de hambre y desnutrición en cualquiera de estos veinticuatro países del continente? ¿Publicará reportajes sobre la “crisis humanitaria” en Colombia, Costa Rica, Panamá, Paraguay, Perú o Guatemala? No lo hará. Y lo que explica este doble estándar parece ser algo que nos ha recordado el mismo diario estadounidense: “Venezuela tiene las mayores reservas comprobadas de crudo en el mundo”.

14. Millones de personas pasan hambre hoy en Venezuela. De ellas, millones que habían dejado de pasar hambre en revolución bolivariana. Hambre de nuestra sangre. Hambre que nos duele, que nos inspira tanta, tanta rabia. Pero escribir sobre el hambre también puede ser una forma de disimular la gula, de ocultarla, convenientemente. La gula de esos seres de apariencia vigorosa, pero que nos miran con ojos que parecen “anillos desprovistos de pedrería” (9). Gula imperial. La gula Exxon-Mobil. La gula de quienes quieren nuestro petróleo y más, porque nunca es suficiente, y a quienes poco o nada les importa que mueran nuestros niños. Hay un periodismo que mata, aquí y en todas partes.

15. ¿Cuántas personas pasan hambre en Estados Unidos? No lo sabemos. Dice la FAO: “No existen datos disponibles” (10).

Referencias

(1) Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y Organización Panamericana de la Salud (OPS). Panorama de la Seguridad Alimentaria y Nutricional en América Latina y el Caribe 2017. Santiago de Chile. Pág. 21.

Haz clic para acceder a PANORAMA_2017.pdf

(2) Ibíd.

(3) FAOSTAT. Venezuela (República Bolivariana de). Indicadores: “Prevalencia de la subalimentación (%) (promedio de 3 años)” y “Número de personas subnutridas (millones) (promedio de 3 años)”.
http://www.fao.org/faostat/es/#country/236

(4) Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo 2002. Roma, Italia. Pág. 23.
https://books.google.co.ve/books?id=K6FbsVLFu7MC&pg=PA33&lpg=PA33&dq=el+estado+de+la+inseguridad+alimentaria+en+el+mundo+1998&source=bl&ots=GrozDMLHqz&sig=RBV8kvOdQiP9GORTwUOlA_4Ajw4&hl=es-419&sa=X&ved=0ahUKEwif66zRwZbYAhXK2SYKHd4CCXAQ6AEIQTAE#v=onepage&q&f=false

(5) Meridith Kohut e Isayen Herrera. La malnutrición que mata en Venezuela. The New York Times. 17 de diciembre de 2017.
https://www.nytimes.com/es/interactive/venezuela-hambre-desnutricion-ninos-maduro/

(6) FAOSTAT. Venezuela (República Bolivariana de).
http://www.fao.org/faostat/es/#country/236

(7) FAO. Mapa del Hambre 2015. Ver recuadro abajo a la derecha, relativo a “Prevalencia de subalimentación en la población (porcentaje) en 2012-2014”.

Haz clic para acceder a a-i4674s.pdf

(8) FAO y OPS. Panorama de la Seguridad Alimentaria y Nutricional en América Latina y el Caribe 2017. Pág. 21.

Haz clic para acceder a PANORAMA_2017.pdf

(9) Dante Alighieri. La Divina Comedia. Purgatorio, Canto XXIII. Barcelona, España. 1973. Pág. 256.

(10) FAOSTAT. Estados Unidos de América.
http://www.fao.org/faostat/es/#country/231

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Originalmente publicado en Supuesto Negado, el 20 de diciembre de 2017.

 

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