(Serie cine) Avatar (2009)


(Con el veinticinco en Ciudad CCS, publicado este jueves 11 de marzo, retomo la muy demandada serie sobre cine. Qué se puede hacer si la gente que lee este blog lo que quiere es entretenerse y no saber nada de política. Así que nada mejor que escribir sobre la película más taquillera de todos los tiempos: Avatar, de James Cameron.

Este artículo es una suerte de homenaje a todos los que se sintieron defraudados por el hecho de que Avatar no se alzara con el Oscar a la mejor película. Por cierto, ¿ya vieron The hurt locker? Yo casi me duermo. No soporté tanto sufrimiento de «nuestros muchachos» en Irak.

Pero volvamos con Avatar. El pretexto es un reciente artículo de Slavoj Zizek, cuya lectura recomiendo. Allí podrán encontrar, resumidos, los argumentos de una de las líneas de interpretación crítica de la película de Cameron, que suscribo en buena medida. Pero además, el jodedor de Zizek establece alguna relación entre Avatar y Titanic, del mismo Cameron, y Reds, de Warren Beatty. Es la mejor parte del artículo.

No fue sino hasta esta mañana que me enteré de que existía una traducción al español del artículo de Zizek. Mala mía. Hubiera podido evitarme el trabajo de traducirlo libremente, literalmente a la libre. En fin: pueden leerlo aquí.

Por último, debo aclarar que el artículo publicado en Ciudad CCS, que es una versión ligeramente más corta, lo intitulé Avatar: esa película ya la vi. El porqué, es algo que sólo se entiende al leer la última frase del artículo. Tipo película de suspenso.

Vayan a preparar sus cotufas.

Salud).

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Feroces guerreros na’vi. Su lucha es tan pero tan justa, que conmueve y enternece…

Un reciente artículo de Slavoj Zizek, Return of the natives (El retorno de los nativos), resume lo que ha sido una de las líneas de interpretación crítica de la película Avatar, de James Cameron.

Según Zizek, Avatar no sólo es una película políticamente correcta («un honesto tipo blanco apoyando a los aborígenes ecológicamente sanos contra el ‘complejo militar-industrial’ de los invasores imperialistas»), sino que además es posible descubrir en ella «una variedad de motivos racistas brutales: un paria parapléjico de la Tierra es lo suficientemente bueno como para tomar la mano de la hermosa princesa local, y ayudar a los nativos a ganar la batalla decisiva. La película nos enseña que la única opción que tienen los aborígenes es ser salvados por los seres humanos o ser destruidos por ellos».

Mientas Avatar se convierte en la película más taquillera de la historia del cine, ¿qué acontece en el mundo real? «Las colinas sureñas del estado de Orissa, en la India, habitadas por el pueblo Dongria Kondh, fueron vendidas a compañías mineras que planean explotar sus inmensas reservas de bauxita… En reacción a este proyecto, ha estallado una rebelión armada maoísta (naxalita)».

Mapa de la India. Orissa resaltada en amarillo.

Pero, ¿quiénes integran esta guerrilla? Zizek cita a Arundhati Roy: «Está integrada casi por completo por gente desesperadamente pobre, viviendo en condiciones de hambre crónica tales, que es del tipo de hambruna que sólo podemos asociar con el África subsahariana. Es gente que, incluso después de 60 años de independencia de la India, no ha tenido acceso a la educación o a la salud… Gente que ha sido despiadadamente explotada durante décadas, estafada permanentemente por pequeños comerciantes y prestamistas, las mujeres violadas como por cuestión de derechos por la policía y el personal del departamento forestal. Su retorno a algo parecido a la dignidad se debe en buena medida a los maoístas que han vivido, trabajado y luchado a su lado durante décadas. Si han tomado las armas, lo han hecho porque el gobierno que no les ha dado nada más que violencia y abandono, ahora quiere arrebatarles lo último que les queda: su tierra… Están convencidos de que si no luchan por su tierra, serán aniquilados».

Feroz guerrillero naxalita. Su lucha es tan pero tan justa… que es un asesino terrorista.

Prosigue Zizek: «El Primer Ministro indio ha caracterizado a esta rebelión como la ‘más grande amenaza a la seguridad interna’; los grandes medios, que la presentan como una resistencia extremista al progreso, están repletos de historias sobre el ‘terrorismo rojo’, que han reemplazado a las historias sobre el ‘terrorismo islámico'».

¿Dónde queda Avatar en todo esto? «En ningún parte», responde Zizek. «En Orissa no hay nobles princesas esperando por héroes blancos que las seduzcan y ayuden a su pueblo, sólo maoístas organizando a campesinos famélicos. La película nos permite practicar la típica división ideológica: simpatizar con los idealizados aborígenes, mientras se rechaza su lucha real. La misma gente que disfruta la película y admira sus rebeldes aborígenes, seguramente rechazaría con horror a los naxalitas, desestimándolos como terroristas asesinos. El verdadero avatar es la misma Avatar: la película sustituyendo la realidad».

¿Qué será de la vida de Sabino Romero?

Feroz guerrero yukpa. Su lucha es tan pero tan justa… que hay quienes dicen que no es más que un ladrón de ganado y un cómplice del narcotráfico. «El mismo Sabino declaró a ViVe, repetidas y airadas veces, que él quería ser ganadero, que él quería ser rico».


Comunismo: esa mala palabra


(El veinticuatro en Ciudad CCS, publicado el jueves 4 de marzo de 2010, va sobre Daniel Bensaid. Hace un tiempo hice una referencia más bien marginal a su obra, que no se corresponde con la profunda admiración que profeso por ella.

Bensaid fue uno de los organizadores del célebre Movimiento 22 de Marzo, que tuviera destacado protagonismo durante el Mayo Francés del 68. Más recientemente, fue uno de los principales impulsores del Nuevo Partido Anticapitalista francés, tal vez la iniciativa de organización partidista más interesante de toda Europa. También enseñó en la Universidad de París VIII.

Aunque parte importante de su obra no ha sido traducida al español, muchos de sus artículos pueden leerse en la web de la revista Viento Sur. En Venezuela, la editorial El Perro y la Rana publicó Clases, plebes, multitudes (aquí puede leerse en una edición chilena). Con suerte, en las Librerías del Sur puede conseguirse Resistencias, editada por la española El Viejo Topo. La editorial argentina Herramienta publicó una de sus obras de mayor envergadura: Marx intempestivo. La española Península recién publicó su Elogio de la política profana, que aún no llega a Venezuela.

Sospecho que Marx, mode d’emploi (Marx, manual de uso), uno de sus últimos libros (hasta donde sé, aún no traducido al español), debería ser lectura obligada para todos los jóvenes – y no tanto – interesados en conocer la obra de Marx.

Para leer el artículo al que hago referencia en Ciudad CCS, entrar aquí. Allí encontrarán esta definición de comunismo:

«El comunismo no es una idea pura, ni un modelo doctrinario de sociedad. No es el nombre de un régimen estatal, ni el de un nuevo modo de producción. Es el de un movimiento que, de forma permanente, supera/suprime el orden establecido. Pero es también el objetivo que, surgido de este movimiento, le orienta y permite, contra políticas sin principios, acciones sin continuidad, improvisaciones de a diario, determinar lo que acerca al objetivo y lo que aleja de él. A este título, es no un conocimiento científico del objetivo y del camino, sino una hipótesis estratégica reguladora. Nombra, indisociablemente, el sueño irreductible de un mundo diferente, de justicia, de igualdad y de solidaridad; el movimiento permanente que apunta a derrocar el orden existente en la época del capitalismo; y la hipótesis que orienta este movimiento hacia un cambio radical de las relaciones de propiedad y de poder, a distancia de los acomodamientos con un menor mal que sería el camino más corto hacia lo peor.

Con razón Bensaid es repudiado, o simplemente desconocido, por los que, en nombre del «socialismo del siglo XXI», siguen haciendo apología del «comunismo del siglo XX».

Salud).

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Daniel Bensaid.

Potencias del comunismo: así intituló Daniel Bensaid el último artículo que escribió para la revista Contretemps, publicado en diciembre de 2009. Bensaid falleció la mañana del 12 de enero de 2010. «Desarrolló siempre, sin concesiones, un combate de ideas, inspirado en la defensa de un marxismo abierto, no dogmático», escribían sus camaradas del Nuevo Partido Anticapitalista francés. Sólo agregaría que Bensaid libró un combate inspirado en el único marxismo digno de defender: el que sigue aportándonos herramientas para comprender y realizar la crítica radical del capitalismo, pero también para realizar una crítica similar contra los crímenes cometidos en nombre del comunismo.

No habrá «socialismo del siglo XXI» sin este necesario ajuste de cuentas histórico. «Las palabras de la emancipación no han salido indemnes de las tormentas del siglo pasado», escribía. «El socialismo se ha implicado en el asesinato de Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo, en las guerras coloniales y las colaboraciones gubernamentales hasta el punto de perder todo contenido a medida que ganaba en extensión. Una metódica campaña ideológica ha logrado identificar a ojos de muchos la revolución con la violencia y el terror. Pero, de todas las palabras ayer portadoras de grandes promesas y de sueños de porvenir, la de comunismo ha sido la que más daños ha sufrido debido a su captura por la razón burocrática de Estado y de su sometimiento a una empresa totalitaria».

Bensaid advierte: «Es necesario… pensar lo que ha ocurrido con el comunismo del siglo XX. La palabra y la cosa no pueden quedar fuera del tiempo de las pruebas históricas a las que han sido sometidos… No se inventa un nuevo léxico por decreto. El vocabulario se forma con el tiempo, a través de usos y experiencias. Ceder a la identificación del comunismo con la dictadura totalitaria estalinista sería capitular ante los vencedores provisionales, confundir la revolución y la contrarrevolución burocrática, y clausurar así el capítulo de las bifurcaciones, único abierto a la esperanza. Y sería cometer una irreparable injusticia hacia los vencidos, todas las personas, anónimas o no, que vivieron apasionadamente la idea comunista y que la hicieron vivir contra sus caricaturas y sus falsificaciones. ¡Vergüenza a quienes dejaron de ser comunistas al dejar de ser estalinistas y que no fueron comunistas más que mientras fueron estalinistas!».

Sigamos leyendo a Bensaid. De manera que no tengamos que reclamar mañana: ¡Vergüenza a quienes dejaron de ser socialistas al dejar de ser chavistas y que no fueron socialistas más que mientras fueron chavistas!

Sometimiento y línea crítica: lo que está oculto tras la traición de Henri Falcón


(El veintitrés en Ciudad CCS, publicado el jueves 25 de febrero, va sobre la dolorosa traición de Henri Falcón.

¡Traición!
¡Traición!
¡Traición!

¿Traición?

Un poco más de rigurosidad en el análisis, camaradas.

Salud).

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La idea de que Henri Falcón vendría a ser una expresión de la existencia de una línea crítica dentro del chavismo, difundida con bastante brío por la prensa opositora, sólo es comparable con aquella otra según la cual la salida de Alberto Ravell de Globovisión formaría parte de una estrategia de sometimiento de la línea crítica de la media opositora, urdida por las mentes más tenebrosas del chavismo.

En el caso de Ravell, estaríamos frente a una víctima de aquella estrategia. Falcón, en cambio, con su renuncia al PSUV, se habría encargado de mostrar sus límites: a pesar de todo, es posible la crítica.

¿Qué oculta la prensa opositora detrás de este esfuerzo por hacer visible tal sometimiento de la crítica? En una palabra, el conflicto.

Está en marcha, una vez más, lo que podría denominarse una estrategia de ocultamiento, que consiste fundamentalmente en narrar la historia de dos fuerzas monolíticas enfrentadas: de un lado, la oposición democrática, cohesionada en su propósito de alcanzar la libertad; del otro, el «oficialismo», cohesionado en torno al líder mesiánico, al que le profesaría fidelidad absoluta.

De acuerdo a esta lógica, el despido de Ravell no habría sido un despido, y mucho menos el resultado del conflicto de intereses entre sectores de la oligarquía mediática, sino la consecuencia de las presiones del «oficialismo». De la misma forma, el gesto de Falcón no sería el desenlace inevitable del conflicto entre sectores del chavismo, sino una afirmación del derecho a pensar con cabeza propia y por tanto un profundo cuestionamiento del mesianismo.

Mal haríamos si nos empeñamos en reproducir la lógica de tal estrategia de ocultamiento, cuando de lo que se trata es de hacerla visible. Un poco más de rigurosidad en el análisis, camaradas. La renuncia de Falcón no debe ser traducida como un mero asunto disciplinario, como una traición a la fidelidad absoluta que debe profesarse al líder. Antes que denunciar la traición de Falcón, que ciertamente se alzó con la gobernación de Lara con los votos del chavismo, deberíamos comenzar por indagar en las condiciones que hicieron posible su candidatura. Interrogarnos sobre las condiciones que hacen posible que en el seno del chavismo coexistan, en permanente conflicto, desde las tendencias más conservadoras hasta las más populares, con saldo favorable para las primeras en el caso de Falcón.

Hacer visible tal estrategia de ocultamiento pasa por asumir, de una vez por todas, que el chavismo no es un bloque monolítico, y que sólo una disciplina mal entendida y mucho peor instrumentalizada hace posible el posicionamiento del chavismo conservador.

La pequeña batalla y la gran estrategia


«Todos los medios de comunicación social han perdido su norte, en el sentido de que están… informándonos de la pequeña batalla solamente». Así concluía su intervención Maryclen Stelling en el programa Contragolpe, que conduce la periodista Vanessa Davies en Venezolana de Televisión, el pasado 29 de enero.

Stelling, integrante del Observatorio Global de Medios, capítulo Venezuela, y a mi juicio una de las analistas de medios más lúcidas de todo el Sistema Nacional de Medios Públicos, resumía así lo que, a estas alturas, deberíamos tener como un dato incuestionable: concentrados en transmitir, en vivo y en directo, las incidencias de la guerra declarada contra el antichavismo mediático, hemos descuidado otros frentes de batalla.

Hemos puesto tanto esfuerzo al servicio de informar de la pequeña batalla, que nuestros sentidos se han venido atrofiando: con nuestros ojos pegados a las pantallas y nuestras manos saltando de primera página en primera página, nuestro olfato político ya no nos alcanza para percibir que el hastío por la política, y en particular por los políticos, afecta a parte considerable de lo que durante todos estos años constituyó la base social de apoyo a la revolución. Hastío por los políticos que, por momentos, nos hace recordar a la Venezuela que hizo posible la insurgencia del chavismo.

Si el chavismo significó la progresiva politización del pueblo venezolano, fue porque hizo visible a los invisibles y dio voz a los que nunca la tuvieron. Allí radica su grandeza. De la misma forma, el hastío por la política y por los políticos tendría que ser la medida de sus miserias. Porque hay hastío allí donde el chavismo no se siente visibilizado, cuando su voz no es escuchada, cuando sus demandas son ignoradas.

Si el chavismo significó la quiebra histórica de la vieja clase política, mal haría prolongando una batalla cuya victoria tenía asegurada, empeñándose en subirse al ring para disputarse el título con rivales de poca monta, gastando pólvora en zamuro, perdiendo el tiempo en disputas verbales con dirigentes de partidos casi inexistentes, mofándose de sus sandeces, respondiendo a sus insultos y provocaciones.

¿Todavía tienen algo que decirnos un Ramos Allup o un Óscar Pérez? ¿O un Luis Ignacio Planas o un Andrés Velásquez o un Antonio Ledezma? Cierto, allí está Ledezma como Alcalde Mayor. ¿O es que acaso construimos adversarios a nuestra medida? ¿Quién era Julio César Rivas antes de que apareciera en las pantallas de nuestras televisoras?

Julio César Rivas en huelga de hambre. Una nueva estrella ha nacido.

Mientras nos empantanamos en las trincheras de la pequeña batalla, ¿quién muestra el rostro del chavismo descontento? ¿Quién escucha su voz? ¿Quién atiende sus demandas? ¿O es que acaso hay algo más subversivo que el mal gobierno, que el político que roba o que mucho dice y poco hace? ¿Cuántas insurrecciones populares comandará Roderick Navarro?

«Serenidad», aconsejaba Chávez en su Aló, Presidente del pasado 31 de enero, a propósito de cierta exasperación provocada por los ataques de la prensa antichavista. Nunca perdamos de vista la «gran estrategia», agregaba. Gran estrategia que se escribe distinto y significa lo contrario de la pequeña batalla. Gran estrategia que, si quiere decir radicalización democrática, pasa porque nuestras pantallas sean una expresión de lo que hizo grandioso al chavismo. Porque si debemos, también, aprender a mostrar la buena obra de gobierno, es preciso agregar que eso sólo no es suficiente.

Caso contrario, estaremos condenados a escuchar durante algún tiempo más las interminables peroratas de un Ramos Allup, pero esta vez desde la Asamblea Nacional, y más temprano que tarde nos veremos en la obligación de inventarnos un nuevo Julio César Rivas, mientras Venevisión sigue acaparando la audiencia de un país hastiado de la política, porque no es posible que «siga la polarización de dos minorías, cuando en el país existe una gran mayoría que quiere trabajar, salir adelante y luchar por Venezuela«.

Este discurso sobre «la polarización de dos minorías» es el que viene colándose, de manera casi inadvertida, mientras seguimos informando de la pequeña batalla. ¿De qué vale sabernos la principal fuerza política del país, si no somos capaces de actuar como fuerza política revolucionaria? En otras palabras, ¿a quién conviene que derrochemos tanta energía enfrentando a un adversario que ya quisiera reunir la mitad de nuestras fuerzas?

Ya lo decía Rosa Luxemburgo: «no se llega a la táctica revolucionaria a través de la mayoría, sino a la mayoría a través de la táctica revolucionaria». En nuestro caso, planteo, la táctica revolucionaria pasa por reorientar nuestros esfuerzos, por saber administrar nuestras fuerzas, sin abandonar ningún frente de batalla – y nadie desestima la importancia que reviste el terreno donde enfrentamos a la oligarquía mediática. Pero las circunstancias nos obligan a reforzar los frentes de batalla que hemos descuidado, nos obligan sobre todo a retomar la calle, el barrio, y en general todo espacio donde se expresa hoy el hastío por la política, el chavismo descontento.

Talento sobra. Sólo falta ponerlo al servicio de la gran estrategia.

 

Un asalto de comandos


(Va el veintiuno en Ciudad CCS, publicado el jueves 4 de febrero de 2010. Aquí, con algunas líneas adicionales.

En noviembre de 2009 pensé en escribir una breve serie de artículos sobre ciertos autodenominados humoristas, pero el destino nos jugó, a mí y a toda mi familia, una mala pasada. Simplemente no tuve ánimo suficiente para escribirlos.

Hace poco intenté retomar la temática, escribiendo sobre la perfidum ridens. Este artículo continua en esa línea. El pretexto es Laureano Márquez, el humorista cuya sonrisa asemeja a la del gato de Cheshire, lo que ya es mucho decir.

Muy recientemente, desde nuestra filas, se le ha dado una publicidad inmerecida, a propósito de algún artículo mediocre e intrascendente. Circunstancia que, ciertamente, no provoca mucha risa, lo que es mucho decir para quienes, como nosotros, hacemos alarde, con justicia y sin complejos, de saber apreciar el buen humor.

Dicho esto, casi todo está dicho.

Salud).

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En noviembre pasado, mientras visitaba el apartamento donde vivían mis viejos en Maracay, me topé con una curiosa invitación a un tal II Encuentro de Condominios de Aragua, que supongo algún vecino dejó colar en la cartelera de la planta baja.

De aquel panfleto resaltaban un par de cosas: el encabezado al estilo de cualquier librito de autoayuda, que sugería la promesa de despejar la gran incógnita: «¿Qué hacer para que mi condominio no sea un infierno?». La otra: la estampa del buenazo de Laureano Márquez, publicitado como el «invitado especial» de la jornada.

La cartelera: el panfleto abajo y a la derecha.

Panfleto: acercamiento. Logra distinguirse más claramente la sonrisa del buenazo de Laureano.

Me consta que la vida en un edificio habitado por ciudadanos de clase media con pretensiones de seguir escalando en la pirámide puede ser una experiencia nada grata: una fuerte pulsión hacia el individualismo más miserable hace fracasar casi cualquier esfuerzo colectivo, y muchas veces quienes promueven estos esfuerzos lo intentan una vez y luego nunca jamás, tal es el insomnio que producen el chismorreo y las maledicencias de las que son víctimas.

¿Quién podía tener el temple, pensé, para prometer ese imposible: acabar con ese infierno? Indagué. Y fue como si hubiera podido adivinarlo: una tal Escuela de Ciudadanos, dirigida, entre otros, por el mismo Elías Santana que, a fuerza de discursos sobre la sociedad civil, jugó un papel bastante activo en la organización de las manifestaciones que terminaron por derrocar al gobierno del zambo en 2002. Recuerdo que el hombre siguió activo durante algún tiempo, hasta que prácticamente desapareció de los medios. Bajo perfil, le llaman.

En esa andan, desde hace años, intentando poner orden en este infierno, y luchando «para que Venezuela sea un país de copropietarios», como reza el eslogan de MiCondominio.com, una página cuya estética florida deja mucho que desear si la comparamos con la sobriedad de una página como la de Cedice, emparentada ideológicamente con la primera, y cuya aspiración es que Venezuela sea, lisa y llanamente, «un país de propietarios». En esa andan, decía, trabajando con asociaciones de vecinos, sociedades de padres y representantes, condominios, asociaciones civiles y fundaciones, cooperativas y, léase bien, consejos comunales.

Panfleto: detalle. Fecha y hora de la cita.

Panfleto: detalle. No vaya usted a creer que la cosa es puro temple. Son 125 bolos fuertes por cabeza. No sean mezquinos: de algo tiene que vivir Laureano Márquez.

Así, de bajo perfil, sumando esfuerzos con quién sabe cuántas organizaciones del mismo estilo, van dictando cátedra sobre asuntos tan aparentemente inocuos como «qué hacer para disminuir la morosidad y para solucionar problemas de convivencia» o qué hacer «para tener una conserje de calidad» y, no faltaba más, «qué hacer ante la posibilidad de un asalto de comandos, de un terremoto o de un racionamiento de agua«. Leyó bien: «un asalto de comandos».

Mientras tanto, el buenazo de Laureano Márquez va amenizando la jornada, así, de bajo perfil, mientras nosotros creemos estar haciendo nuestro trabajo nada más que navegando en las agitadas aguas de las portadas de periódicos, denunciando planes golpistas, genocidas y terroristas.

El tubo roto y varias preguntas oportunas


(Esta nota me la envió esta mañana el Padre Numa Molina SJ, Rector de la Iglesia San Francisco, en el centro de Caracas. «Para tu blog, si te sirve de algo», me escribió el Padre Numa.

El Padre Numa no sólo realiza una denuncia grave, sino que formula varias preguntas muy oportunas.

Estoy seguro de que nadie caerá en la tentación de dudar de la veracidad de la denuncia, así como tampoco dudará de la condición revolucionaria del Padre por hacerla pública. Nadie vendrá a decir que la crítica y la autocrítica se llevan por dentro, porque si la hacemos por fuera la utiliza el enemigo. Estoy seguro de que nadie será tan necio.

Al contrario, los responsables se apresurarán a resolver el problema y nosotros nos detendremos en cada pregunta e intentaremos sacar una lección de cada una de ellas. Estoy seguro.

La bendición, Padre).

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Hidrocapital, ¡por favor!

En uno de los túneles del Centro Simón Bolívar, el que conecta entre la esquina de Cipreses y la avenida Universidad, hay un bote de agua potable caudaloso desde hace más de un mes según los propios empleados de seguridad de la Asamblea. Los responsables de mantenimiento de la Asamblea Nacional aseguran que han hecho saber la situación a Hidrocapital y no ha sido posible que solventen esta avería.

Es un verdadero manantial el que sale de uno de los muros. ¿Cómo es posible, si aquí todo el mundo habla de racionamiento de agua, mientras allí, estoy seguro, ya se han perdido millones de litros en lo que lleva la avería? Invito a la Alcaldía de Caracas a hacer diligencia urgente ante esta situación.

Por ese lugar pasan cada día centenares de personas que tienen responsabilidad gerencial en cargos públicos y sin embargo no ven ni les importa. ¿Para qué llamarse así revolucionario? El socialismo acontece en el ser humano cuando éste comienza a despertar ante lo social, cuando es capaz de abrir los ojos ante la realidad que lo circunda y descubrir el dolor, el derroche, la ineficacia, etc., y ello le hace gritar con rabia profética la injusticia.

Hoy me pregunto: ¿cuántos pobres en nuestros barrios pasan semanas y meses sin agua, mientras en el Centro Simón Bolívar, el organismo que gerencia el agua en Caracas se da el lujo de dejar un tubo abierto por más de un mes?

Ya he reportado esta falla a Hidrocapital desde hace tres días, cuando me percaté de ella, y nadie hace nada. Qué pena siento. ¿Por qué tanta desidia en los organismos a quienes compete? ¿Será que también hay que llegar hasta el propio Presidente Chávez para poder solucionar el problema de un tubo roto? Sería una vergüenza y una negación de la más elemental conciencia revolucionaria.

Padre Numa Molina
Sacerdote jesuita
Rector de la Iglesia San Francisco

La noticia no es la falta de luz, sino el exceso de oscuridad


Hubiera podido valerme de la metáfora del vampiro para ilustrar la actuación de la prensa antichavista a propósito del Plan de Ahorro Eléctrico que afecta desde hoy a la ciudad de Caracas y ciudades aledañas, pero ni El Nacional ni El Universal merecen ser reconocidos como seres monstruosos que cometen sus fechorías al amparo de la oscuridad.

Antes al contrario, lo que la máquina propagandística opositora produce y reproduce incansable e insaciablemente, es este discurso sobre la luz y la oscuridad; uno de raigambre eminentemente moral, pero de una eficacia política innegable y cuyos efectos son bastante duraderos. Digámoslo así: los seres monstruosos no son capaces de articular un discurso de tal naturaleza; es la propia naturaleza de este discurso la que consiste en la producción de lo monstruoso – y también de lo criminal, de eso que se mueve tras las sombras, anónima y subrepticiamente, eso que se oculta y nos acecha, esa terrible amenaza que apenas pasa desapercibida disimulando su verdadero rostro detrás de máscaras.

Es de esta oscuridad, y no del Plan de Ahorro Eléctrico, de la que nos habla la prensa antichavista. La noticia no es, como le llama El Nacional, el «sorpresivo plan» que, según El Universal, ha provocado la «confusión» entre los caraqueños. La noticia, en fin, no es la falta de luz, sino el exceso de oscuridad. Una oscuridad que, como en el principio de los tiempos, precede a la luz. Es decir, el referido Plan no implica simplemente la suspensión temporal del suministro eléctrico, o el inicio de un «período especial de racionamiento», como se apresura a celebrarlo El Nacional, sino la continuación de los tiempos de oscuridad. Si se trata de un «período especial», no lo es sólo por la intención manifiesta de asimilar la realidad venezolana con la imagen que la burguesía local difunde sobre la Cuba en la era post-soviética, sino sobre todo porque se anuncia la entrada en un período de mayor oscuridad. Si estábamos mal, pues ahora estamos mucho peor. Si ya estábamos en crisis, ahora la crisis es más severa. Si nuestra sociedad estaba enferma – aquejada por un cáncer monstruoso -, ahora entramos en la sala de emergencias.

Portada del diario El Universal, miércoles 13 de enero de 2010.

Portada del diario El Nacional, miércoles 13 de enero de 2010.

De allí, en primer lugar, el lenguaje deliberadamente dramático de la prensa antichavista. En el caso concreto de El Universal, más que la primera plana de un periódico, el titular «En emergencia» hace las veces de un aviso que nos previene de un peligro inminente. En última instancia, parece querer informarnos que una verdadera y lamentable catástrofe ha ocurrido. Tal hubiera podido ser, por ejemplo, el titular de una primera plana que tuviera como noticia más destacada el terremoto en Haití. En el caso de El Nacional, mucho más dramático que su titular («Severos cortes eléctricos»), resulta un fragmento del sumario: el Plan es «un cierre a la vida».

Portada del diario El Nacional, miércoles 13 de enero de 2010. Detalle

En segundo lugar, el habilísimo uso de los colores y las formas. En ambos periódicos, fondo oscuro – o la oscuridad como contexto. En El Universal, una persona de edad avanzada (y por tanto en situación de vulnerabilidad) se abre paso en la oscuridad con la ayuda de una vela que alumbra tenuemente, en medio de la confusión y el desconcierto, como alumbran al lector las blanquecinas letras en fondo negro. En El Nacional, la verdad aparece iluminada por un haz de luz que ya pareciera una cosa divina, proveniente del cielo.

La verdad que ilumina el discurso antichavista es que «mientras menor es la cantidad de luz, mayores son los delitos«. Igualmente, «la principal causa de la crisis eléctrica en Venezuela» no puede ser otra que la «desinversión en el sector». Es decir, que nos enfrentamos, naturalmente, a un problema de gestión. No se trata de negar – como suele acusar, con la sorna característica, el antichavista promedio – que la delincuencia es un problema o que existe, efectivamente, un problema de gestión de gobierno. Se trata, en cambio, de que la máquina propagandística opositora es eficaz sólo en la medida en que es capaz de producir un discurso según el cual no hay más alternativa que calificar al gobierno de criminal, porque dejó de invertir en el sector.

Encuesta publicada en la página web de El Universal, el 13 de enero de 2010.

No hay mejor muestra a la mano de la eficacia de este discurso, que las encuestas que periódicamente publica El Universal: al poner en marcha el simulacro de consulta a sus lectores sobre «la principal causa de la crisis eléctrica», el diario no está mostrando un abanico de posibilidades. Al contrario, lo está negando. Así, lo que enuncia El Universal es que el «incremento del consumo doméstico», el «aumento de la industrialización» y los «problemas climáticos» no pueden ser tenidos como causas de la crisis. De esta manera, la crisis pasa a tener una causa unívoca, y todo lo que contradiga esta verdad pasa a ser, por tanto y simplemente, mentira. En consecuencia, no sólo estamos frente a un gobierno ineficiente y criminal – y donde dice criminal debe leerse asesino-, sino además mentiroso.

Según esta lógica discursiva, la caricatura de Rayma que nos muestra la frase «Gestión de gobierno» salpicada de sangre, bien ha podido aparecer publicada hoy, miércoles 13 de enero de 2010. Tal vez sorprenda al lector saber que fue publicada el 12 de abril de 2002, escasas horas después del golpe de Estado contra Chávez.

Caricatura de Rayma, publicada por El Universal el 12 de abril de 2002.

Existe, como la caricatura de Rayma lo hace evidente, una línea de continuidad entre el discurso opositor de 2002 y las tácticas que emplea en el presente. Vale la pena recordar algunos pasajes del tristemente célebre editorial de El Nacional, del mismo 12 de abril de 2002, justo aquellos que hacen referencia explícita a los asuntos de la luz y la oscuridad. Así, por ejemplo, el diario acusa a Chávez de «esta masacre de gente inocente, cometida a la luz pública y que intentó esconder tras una cadena oficial»; la misma cadena con «la cual trató de disimular inútilmente lo que ocurría a pocos metros de donde estaba hablando»; y además sentencia: «Ayer se le cayó su última máscara». Pero he aquí, a mi juicio, la frase más reveladora: «Con razón usted quería hace dos meses celebrar el 27 de febrero, esa fecha oscura y siniestra de nuestra vida democrática».

De esta forma, la oscuridad – el encubrimiento, el disimulo, la máscara – aparece asociada no sólo a la palabra, a las acciones e intenciones de Chávez, sino sobre todo al acontecimiento que marcó el principio del fin del modelo democrático representativo: el 27F de 1989, «fecha oscura y siniestra». Tan oscuros y siniestros como sus protagonistas. Tan monstruosa como el pueblo mismo. Oscuro hito al que el chavismo siniestro y vampiresco da continuidad.

Que quede claro: demostrar que existe una línea de continuidad en el discurso opositor de 2002 y el de 2010 no quiere decir, en lo absoluto, que durante todos estos años no se hayan producido importantes giros discursivos. La identificación de estos giros, como ya lo he planteado, es un ejercicio intelectual que debe ser considerado de primer orden. Mientras tanto, lo que hay se parece al peor de los escenarios: una vocería política oficial con muy poco criterio, que se empeña en hacer alarde de su pobreza de argumentos y de su limitada capacidad de análisis, que se limita a señalar que todo es siempre más de lo mismo. Esto es, que la oposición repite siempre el mismo libreto. Todo lo anterior, acompañado del desprecio que una parte del chavismo popular profesa hacia este tipo de análisis, según el pretexto de que la prensa antichavista no hace otra cosa que mentir.

Mientras tanto, sólo me atrevo a señalar que, como no había sucedido en un tiempo considerable, el gobierno bolivariano, obligado por las circunstancias o por errores de cálculo, ha abierto varios frentes de envergadura. Tal y como lo registra la más reciente encuesta de El Nacional, algunos de estos serían:

1) «El racionamiento del agua».
2) «Los cortes de energía eléctrica».
3) «La devaluación del Bolívar».
4) «Las nuevas gestiones de Cadivi». (De las cuatro, la única que afecta casi exclusivamente a la clase media).

Encuesta publicada en la página web de El Nacional, el 13 de enero de 2010.

Con todo, la encuesta sigue siendo un indicador limitado: no incluye, por ejemplo, la variable «inseguridad». Esto, porque sólo indaga sobre medidas gubernamentales.

Aún más: probablemente sea posible enumerar otros frentes. La corrupción es uno de ellos. Lo que supongo ninguno de nosotros será capaz de hacer, es el equivalente a seleccionar la última de las opciones de la encuesta de El Nacional: «Como revolucionario, no me afectan las medidas». Porque eso sí sería decir mentiras.

Ávila TV tiene mucho que decir


(Al tanto de que mañana muchos de nosotros dejaremos de estar pendientes de la prensa, les dejo con un día de antelación el número dieciséis en Ciudad CCS, cuya primera parte será públicada precisamente mañana, día de Navidad, y la segunda parte el próximo jueves, último día del año.

Aprovechen estos días para inculcarle a sus hijos e hijas que no está nada bien ver tanta televisión.

A menos que sea Ávila TV.

Bueh… a menos que terminen de destruirla.

Salud).

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En agosto pasado, y en respuesta a la feroz campaña de criminalización que se fraguó en contra de Ávila TV, el documentalista Ángel Palacios no dudó en calificar el trabajo que se hace desde la planta televisiva como «la mejor experiencia comunicacional que se ha construido en el país en toda la historia de nuestra televisión». A su juicio, Ávila TV es «una televisora que inventa, que incluye, que le llega a los más jóvenes y que es voz de los más excluidos. Una televisora que no tiene miedo y que canta las verdades donde más duelen».

¿Palabras escritas al calor del combate deliberativo? ¿Un simple desliz valorativo? ¿El lenguaje propio de los apasionados manifiestos a favor de causas nobles, perdidas o bajo amenaza? A fin de cuentas, ¿quién es ese Ángel Palacios y a cuenta de qué viene a opinar sobre tal o cual asunto?

Por eso, supongamos que el documentalista incurrió en un exceso. Que no es cierto que Ávila TV sea «la mejor experiencia comunicacional… en toda la historia…». Supongamos que se trata, simplemente, de una extraordinaria experiencia comunicacional, de una televisora que inventa y se equivoca, que incluye, que sabe cómo hablarle a los jóvenes excluidos porque ellos mismos tienen voz dentro del canal. Supongamos que es una televisora que ha demostrado, una y otra vez, que no tiene miedo.

Suponga usted, estimado lector, que un buen día recae sobre sus hombros la responsabilidad de asumir las riendas de tamaña ferocidad. Para decirlo con palabras de Ángel Palacios: supongamos que un día cualquiera a usted le ponen en sus manos ese «irreverente y franco cañón que es Ávila TV».

Le ruego su atención, estimado lector, porque aquí vienen las preguntas claves: ¿qué haría? ¿Intentaría entender qué es lo que tiene de extraordinaria dicha experiencia o asumiría la actitud del experimentado que llega dictando cátedra? ¿Se sumaría a la invención colectiva o se limitaría a señalar los errores? ¿Cómo se relacionaría con esos jóvenes que siempre fueron marginados por su lenguaje, su ética y su estética, por la clase social a la que pertenecen? En suma, ¿qué haría con esos jóvenes que no siempre hablan su mismo lenguaje, que – aunque le cueste asimilarlo – se han forjado su propia ética, cuya estética no se parece a la suya y que, eventualmente, no provienen de la misma clase social que la suya? ¿Intentaría comprender esos lenguajes o los censuraría? ¿Escucharía o se creería con la misión de enseñarles a hablar? Enfrentado a éticas diversas, distintas de la suya, ¿se creería usted con el deber de enseñarles qué es la moral revolucionaria? Más aún: ¿sería capaz de proclamar que con usted llega la revolución en un lugar donde la revolución está en marcha mucho antes de su llegada?

Ahora supongamos que usted decidió llegar dictando cátedra. Que se limita a señalar errores, que censura lenguajes que no comprende y pretende enseñarles el habla a los ignaros. Supongamos que usted llega impartiendo lecciones sobre moral revolucionaria. Supongamos que usted se cree la revolución. Supongamos que los que ya estaban no están de acuerdo y que usted traduce el desacuerdo según la vieja usanza de los entendidos, preclaros e iluminados: pequeñoburgueses, individualistas, contrabandistas, alienados, desviados, malandros.

Suponiendo, estimado lector, que todo lo anterior fuera cierto, usted sería, antes que nada, el responsable de una pésima, mediocre, gestión. Una gestión que acabaría con una extraordinaria experiencia comunicacional. Usted convertiría una televisora «que le llega a los más jóvenes» en una televisora avejentada, sin alma, sin futuro. Usted convertiría todo un potente cañón en pólvora mojada. No sería la primera vez que se destruye un proyecto revolucionario en nombre de la revolución. A menos que la gestión de algunos consista en destruir esa clase de proyectos.

Supongamos, por último, que existen pésimas experiencias comunicacionales, que ni les llegan a los más jóvenes ni a nadie. ¿No valdría la pena mostrar un mínimo de disposición para iniciar un debate informado, franco, riguroso, profundo, que sea capaz de superar la modorra de los que, en lugar de intercambiar ideas, profieren consignas vacías y acusaciones sin fundamento?

Supongo que valdría la pena invitar a ese debate a los trabajadores de Ávila TV, esos que, según un tal Ángel Palacios, no sólo han demostrado que no tienen miedo, sino que además cantan «las verdades donde más duelen».

Chávez lo sabe


(Va el quince de Ciudad CCS, cuya primera parte fue publicada este jueves 10 de diciembre de 2009, mientras que la segunda está prevenida al bate. Aquí va completo, de una vez.

Soy de los que cree que el Aló, Presidente número 345, del pasado domingo, en Maracay, al menos el largo segmento en que Chávez se extendió sobre el asunto de los bancos recién intervenidos – es decir, tipo 3 pm en adelante – fue un programa particularmente noticioso, por decirlo un tanto eufemísticamente. Voy más allá: pienso que tal vez marca un antes y un después en la relación del hombre con su entorno. Por las razones que expongo más abajo – o digamos, por las hipotesis que sugiero. Todo lo cual está por verse, naturalmente.

Veinticuatro horas después, y más o menos convencido de que los medios oficiales entenderían la importancia de registrar en extenso y analizar tanto las reflexiones como las críticas, las revelaciones y los anuncios que hiciera Chávez, me revisé todas sus sitios electrónicos, uno por uno. Ya había decidido escribir algo sobre el asunto y necesitaba refrescar algunos pasajes del programa: prestar atención al lenguaje corporal del tipo, leer entre líneas, verificar la reacción de los presentes y, en fin, intentar identificar algún detalle relevante que se me hubiera escapado la primera vez.

El resultado fue un tanto frustrante. Salvo excepciones, que siempre las hay, la cobertura fue parca, plana, enjuta, pobre, como si en Venezuela, además de la luz, faltaran las palabras y tuviéramos que racionarlas. Repetitiva, escueta: algunos medios oficiales se dan incluso el lujo de editar – es decir, de recortar – las notas de prensa de otros medios oficiales. Recordé, por cierto, un excelente artículo recientemente escrito por Luigino Bracci, uno de los cerebros de ese monstruo de la comunicación popular que fuera Aporrea, y hasta hace poco el web master de la que llegara a ser la mejor web pública, la de YVKE Mundial – hasta que alguien decidiera, nadie entiende por qué, acabar con esa experiencia. Así comienza el artículo de Luigino: «Si de algo se dan tupé los medios del Estado, es de censurar al propio Presidente de la República». No lo dude: vaya y léalo.

¿Registro audiovisual? Casi inexistente. ¿El programa completo, disponible para su descarga? Imposible. Habrá que esperar algunos días.

Supongamos, cámara… sí, usté, el que está parado por allá, haciéndose el loco, supongamos que usté es fanático de la serie gringa House. ¿Sabía usté que teniendo instalado en su computadora un programita bien sencillo, puede descargar, en un tiempo bastante razonable, el último capítulo de la serie, inmediatamente después de su transmisión, allá, en Estados Unidos? Sí, es cierto, ese capítulo sólo dura unos cuarenta y dos minutos, y el Aló puede durar seis horas. ¿No puede subirse por partes? ¿Qué razones – que no son técnicas – nos impiden tener disponible la primera hora, o las dos primeras horas de transmisión del Aló, incluso antes de que termine el programa? Imagino que razones habrá muchísimas, pero de esas que pertenecen a la familia de la razón burocrática.

No me quedó otra alternativa que comenzar a consultar con los cámaras que desde hace tiempo han entendido que si se tienen los yerros para librar, desde cada trinchera, la guerra comunicacional, es casi un crimen dejar de hacerlo. Lo que está en juego es demasiado, como para dejárselo al funcionariado que aún no termina de comprenderlo, tal vez porque simplemente no le interesa. Fue así que acudí al cámara Michel Zaragueta, que una hora después ya me había respondido, confirmándome que, en efecto, tenía todo el programa grabado y me preguntaba qué parte necesitaba. Así que si les parece que el fragmento del Aló que aquí les dejo se ve un poco borroso o se escucha un poco bajo, recuerden las circunstancias que hicieron posible copiarlo acá.

En fin, están los que no hacen más que repetir el discurso de Chávez, o mejor dicho, los que toman de su discurso lo que les conviene y lo repiten hasta el cansancio para parecer chavistas. Están los que jamás escuchan al tipo, pero que se las saben todas. Están los responsables de registrar adecuadamente lo que el tipo dice, pero no lo hacen. Y el hombre sigue, habla que habla, día tras otro, para que el mensaje llegue, equivocándose algunas veces, acertando otras, pero el hombre no para.

Porque no hay que parar. Y aquí seguimos.

Chávez, cámara, algunas instrucciones para reducir el margen de error: desconfiar de los que no hacen más que repetir el discurso tuyo. Ignorar a los que se las saben todas. Escoger mejor a los resposables de registrar todo este asunto que llamamos revolución. Pero sobre todo, escuchar a la gente. Si hasta los medios oficiales te censuran, para que el mensaje llegue, pues escuchar el mensaje de la gente.

¿Una primera medida, muy sencilla? Que la gente vuelva a llamar al Aló, Presidente.

Salud).

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Propietario de caballos. ¿A cuenta de qué?

Yo, que por principio reniego de los exegetas de Chávez, vengo a contarles lo que a mi juicio sucedió durante el Aló, Presidente del domingo 6 de diciembre, ese que mucha gente hoy comenta a pesar de no haber visto.

Sucedió que se acabó el mito del Chávez desinformado, del Chávez ignorante de cuanto acontece en su entorno. Ese mito que buena parte del chavismo ha hecho suyo para exculpar al zambo de los errores cometidos por algunas de las figuras que lo acompañan en la gestión de gobierno. O para trazar una línea infranqueable entre el líder que nadie discute y los que acumulan fortunas a la sombra de la revolución.

Sucedió durante mucho tiempo que Chávez cargó, con toda la razón o sin ella, con la responsabilidad de los desaciertos de la gestión gubernamental. El chavismo, muchas veces con razón, insistía en librarlo de responsabilidad: al fin y al cabo, Chávez no puede ser el alcalde de toda Venezuela. Desde el chavismo popular el razonamiento siempre fue más lúcido: en la medida en que esta revolución no la construye exclusivamente Chávez, sino principalmente el pueblo; en la medida en que sin pueblo no hay revolución, al pueblo le corresponde hacerla, y tal es su responsabilidad histórica, porque las revoluciones ni vienen hechas ni las hacen líderes iluminados.

Lo que no sucedió nunca fue que Chávez asumiera la responsabilidad por los delitos cometidos por los ladrones que se disfrazan de rojo. Por una razón simple: el hombre no es un ladrón. Que hay delincuentes que se valen de sus conexiones con funcionarios públicos para robar: eso lo sabe, y lo resiente, cualquiera que milite en el chavismo. En algunos casos, ni siquiera hace falta que se le presenten pruebas, tal es la descarada ostentación de la riqueza mal habida. Incapaz de comprender la inacción de la justicia, el chavismo volvía a echar mano del mito: Chávez es ignorante de todo aquello. O su variante: Chávez no es juez, por tanto no es a él a quien corresponde impartir justicia.

Desde el pasado domingo, sin embargo, este mito perdió su eficacia. Luego de una detallada exposición sobre los presuntos (las circunstancias obligan) delitos cometidos por los dueños y directivos de varios bancos privados, el hombre dirigió duras palabras contra Arné Chacón, el hermano del hasta entonces Ministro de Ciencia, Tencología e Industrias Intermedias, Jesse Chacón, de quien aceptó la renuncia. Pero además, y esto es lo decisivo, envió un mensaje claro a sus enemigos más acérrimos, a su entorno, al chavismo y a la sociedad venezolana toda, en ese orden. Repitió ambas frases, como para que a nadie le quedaran dudas: «Yo lo sé. Lo sé. Estoy al tanto. Estoy al tanto».

Lo que Chávez sabe es que «el enemigo tiene muchas armas… y juega duro». Está al tanto de «que hay una operación… muy intensa para ir derribando… las columnas» que lo acompañan. Como saben que el hombre no escucha cantos de sirena, lo quieren solo. «Solo espiritualmente. Solo moralmente». Hasta que no tenga a nadie a quien llamar para pedirle ayuda o encomendarle una tarea, «y uno sepa que va a actuar, pero hasta el final de las consecuencias». Chávez sabe que «el enemigo está buscando… crear redes que vayan enredando a todo el mundo. Yo lo sé. Lo sé. Estoy al tanto. Estoy al tanto. Y ahora debo prender más las alarmas».

Activadas las alarmas, enterado Chávez, una «confesión» de tal naturaleza ha producido un estremecimiento a lo interno del chavismo. La oposición, qué duda cabe, no termina de asimilar la iniciativa del zambo. Toman su «confesión» como una prueba de que es cómplice de los delitos cometidos. Otros insisten en el asunto de la gestión – que tanto rédito político les ha generado – y exigen la destitución de todo el Gabinete. Pero si la oposición es harto predecible, no es posible decir lo mismo sobre lo que sucede puertas adentro. Porque el chavismo no está acostumbrado a lidiar con un Chávez que está al tanto.

Para el chavismo esclerosado y conservador, que uno supone aliado natural de los nuevos ricos, una revelación tal lleva el signo de la maldición. Los más paranoicos dirán que Chávez se ha convertido de pronto en un hombre que sabe demasiado. El resto del chavismo – el popular, digamos – al quedar huérfano de mitos, se ha topado con la realidad: Chávez está al tanto de lo que nosotros sabíamos, y ha actuado. Aún desconociendo el verdadero alcance de esta actuación – aún sin saber cuán lejos llegarán las investigaciones, si pagarán todos cuantos la deben – resulta claro que un Chávez que actúa en correspondencia con lo que todos sabemos, es de nuevo el zambo en conexión con su pueblo. Es aire fresco. Es nuevo aliento. La fórmula es simple: es el pueblo volviendo a creer que no está solo, pero también es Chávez terminando de entender que mientras esté con el pueblo, jamás estará solo.

Génesis: catorce días después


(Siguiendo con la serie Los artículos que disgustan a los hiperchavistas, les traigo el publicado el jueves 3 de diciembre en Ciudad CCS.

Éste no sólo es ligeramente más largo: además, incorporo un video que ayudará a ubicarse a los más desprevenidos – que son más de lo que pudiera pensarse.

La penúltima versión de este mismo artículo cerraba con una frase que terminé omitiendo:

«Moraleja: la revolución es una tarea que sólo puede encomendársele a los rebeldes».

Pero me quedó la duda: ¿la revolución es algo que se encomienda a alguien? Más aún: ¿qué otras «moralejas» sugiere el artículo?

Ahí se los dejo.

Salud).

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La expulsión del paraíso. Masaccio.

Catorce días después, a cierto tipo que se creía Dios porque su nombre se parecía al de Dios, le fue encomendada la tarea de inspeccionar la tierra y el cielo recién inaugurados tras excepcional esfuerzo colectivo, con el zambo a la cabeza. No tardó en concluir que los seres humanos, esa imperfecta creación, mostraban una inexplicable inclinación hacia el caos, la confusión y la oscuridad.

Pretendió entonces reinaugurarlo todo y se dispuso a elaborar proyectos: volverían el día y la noche, pero esta vez los llamaría socialistas. Mala señal: porque así como nadie es Dios porque su nombre se parezca al de Dios, ninguna cosa es socialista por llamarle socialista. Pero eso no lo detuvo: conforme avanzara su plan, atardecería, anochecería y amanecería el día quince socialista. Entonces reinauguraría el cielo socialista. En el día dieciséis reinventaría el mar y la tierra socialistas. Para el día diecisiete programó un descansito, dejando intactos las hierbas que dan semillas y los árboles que dan frutos. En el día dieciocho retomaría el trabajo, reinaugurando el sol y la luna socialistas. En el día diecinueve recrearía grandes monstruos marinos socialistas y aves socialistas. En el día veinte sumaría más bestias, reptiles y alimañas terrestres. Alimañas socialistas. Vaya que el tipo contaba con recursos para emprender todo aquello.

El día veintiuno iniciaría la construcción de carreteras socialistas.

Viendo su obra perfectamente proyectada, juzgó que con eso era suficiente. Así se lo comunicó al zambo. Descansó.

El día veintiocho volvió el tipo que se creía Dios porque su nombre se parecía al de Dios y el diagnóstico fue el mismo: los seres humanos viviendo en medio del caos, la confusión y la oscuridad. Se disponía a reelaborar todos sus proyectos, cuando los seres humanos le echaron un parao: «¿Por qué en lugar de presumir de tu supuesta divinidad, no te vienes con nosotros, seres humanos como tú, a construir el socialismo?». «¿Eso que tú llamas caos, confusión y oscuridad no será una manera de nombrar nuestro rechazo al orden que tú pretendes imponernos?». «¿Acaso la revolución, es decir, la construcción de un mundo nuevo, no es otra manera de nombrar la subversión del orden de cosas existente?».

El día veintinueve, el tipo quiso expulsar del paraíso a todos los rebeldes, acusándolos de blasfemos. Pero los sublevados, quién lo diría, no se dejaron.

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