La derecha se desespera – Rigoberto Lanz


Rigoberto Lanz

(El día de hoy ha muerto el maestro Rigoberto Lanz. A sus familiares y allegados, toda nuestra solidaridad.

Este artículo fue escrito por Rigoberto en marzo de 2012. Entonces, nos invitaba a leerlo con «malicia política». Lo publico aquí a manera de modestísimo homenaje. Algunos extractos del mismo fueron leídos hoy, en cadena nacional, por el presidente Nicolás Maduro.

Valga el lugar común: pero es que su vigencia es innegable.

Salud).

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“El ser humano no es capaz de eliminar la muerte,
pero sí es perfectamente capaz de evitar la matanza recíproca”.
Norbert Elías: Humana conditio, p. 88

No es de confiar la afirmación generalizada de que “se aprende con la experiencia”. Sí pero no. Cuántas cosas podríamos relatar en las que la gente hace lo mismo como si nada hubiese ocurrido. En el mundo político el asunto es más evidente. Son muy lentos los aprendizajes, muy efímero su impacto cuando de intereses se trata. Eso es lo que ocurre con episodios tan lamentables como aquel 11 de abril que seguramente se recuerda con amargura y desolación. Sus actores directos andan por allí en los escondrijos. Sus apoyadores disimulados se encogen de vergüenza. Sus víctimas no pueden jugar a la venganza porque en política no funcionan así las cosas. Conclusión: todo se revuelve como ungüento maloliente que no sirve para nada, salvo tal vez – hoy – para olfatear la recurrencia de la misma maldición en pequeñísimos grupos de la derecha histérica que no está allí para aprender.

Hace ahora una década la derecha fascistoide le impuso la agenda al resto del conservadurismo del país. Una manifiesta incapacidad para jugar con reglas que no son las propias condujo a las viejas élites por el barranco del puchismo. Muchos sectores de la derecha republicana fueron embarcados en aquella aventura. Entre ellos mismos se jugaron sucio y las facciones que representaban lo peorcito tuvieron a punto de salirse con la suya. Todavía hoy persisten varios misterios de cómo la derecha democrática se dejó timar tan fácilmente por los bárbaros. Como quiera que sea, lo que no se discute es que de allí venimos y eso pasó ayer nada más. Buena parte de los operadores en escena son las mismas caras de aquellos fatídicos días, el caradurismo es uno de los rasgos de la psico-política de estos tiempos.

¿Y la gente? Ayer como hoy los conciudadanos que se identifican con la oposición son – como siempre – una masa de uso múltiple que no está invitada para los planes “B” y “C”. Aparte de ser “votantes”, ninguna otra propiedad le está reservada a esta muchedumbre que va y viene de marcha en marcha sin ningún destino. Por allá en los sótanos se maquinan los planes verdaderos que gente sin escrúpulo pone a cabalgar sobre la ola de ingenuos manifestantes. Basta la rabia que proviene de esos cocteles explosivos del histerismo disociado para poblar de banderolas las rutilantes avenidas de las clases medias del país (cada ciudad tiene marcado este sello de geografía social que permite distinguir con facilidad los perfiles de esta etnología electoral).

¿Habrá aprendido algo esta derecha residual? No estoy muy seguro. No estamos lidiando con pensamiento político sino con mazamorra ideológica. No enfrentamos un proyecto de país alternativo sino la furia babosa de odios y frustraciones personales. No se trata de interactuar políticamente con formaciones antagonistas sino de lidiar con patologías psico-políticas irrecuperables. Allí no veo salidas terapéuticas que pasen por la persuasión y la autocrítica. La contención de estas facciones anómicas sólo es posible con la anticipación de la fuerza del Estado. La neutralización de los graves daños que pueden provocar es una cuestión de inteligencia y seguridad.

¿Y la derecha republicana? Aquí no hay nada seguro. Pero al menos podría esperarse un cierto olfato para el cálculo político, para sacar bien las cuentas, para saber a dónde van los intereses (que es un parámetro vital para la burguesía y sus oficiantes). De la aventura de aquel 11 de abril debería quedar claro que “trabajar para lapa” no tiene mucha gracia. Dejarse imponer la agenda de la derecha histérica – otra vez – sería el colmo. Ello no es fatal, claro está, pero tampoco está descartado. ¿De qué depende? De la acción combinada de varias fuentes, entre ellas, del desmarcaje claro y categórico de los sectores democráticos de cualquier aventurilla.

En política vale casi todo, salvo hacer el papel de tontos… y repetirlo.

La tiranía de los doctos


Aníbal Ortizpozo. Meritocracia.

«Si no hubiera tiranía, todos fuéramos hermanos». 


Importa poco qué día fue publicada la entrevista. Basta con saber que fue recientemente. El nombre del entrevistado importa menos aún. Lo clave es tener clara la tarea: ésta consiste en abonar a la idea de que, en una eventual derrota de Chávez, el chavismo no tendría nada qué temer. Simplemente sobrevendría una «transición democrática» y gobernaría la Unidad.

Tal idea, por cierto, se funda en un profundo menosprecio: el chavismo sólo sería capaz de refrendar su apoyo a Chávez y a la revolución bolivariana si lo hace por miedo. Porque todo chavista tiene un poco de sinvergüenza y cobarde, de pedigüeño y delincuente. De idiota. Por eso hay que convencerlo de que todos sus desvaríos igualitaristas de los últimos años, todas sus afrentas, su revanchismo, su altivez, su impertinencia, incluso todas sus victorias serán perdonadas. No habrá castigo. La Unidad será magnánima.

A esta tarea, decía, se han sumado las mentes más lúcidas del antichavismo. Con un airecillo a superioridad moral que haría palidecer a los «meritócratas«. A uno de esos cerebros le ha dedicado El Universal una página completa, un domingo de estos.   

Justo porque la identidad del personaje es lo de menos, lo que importa es la autoridad que le confiere la academia, Roberto Giusti juega de entrada a impresionarnos: «Denso, variado y abigarrado es el currículum de Benigno Alarcón«. Por ahí se va: profesor de la UCAB, «abogado con diversas especializaciones en campos como la Gerencia Pública, el Derecho Internacional Económico o los Procedimientos Alternativos de Resolución de Conflictos». Omite decir que Alarcón ha sido asesor en Venezuela de transnacionales como British Petroleum, Citibank, Ford Motors, Coca Cola, Philip Morris, entre otras. Lo que hay que resaltar ahora es su perfil académico.

Y Alarcón es un tipo que sabe. Tanto sabe, que no pierde una sola oportunidad para contarnos sobre todos los libros que se ha leído. Por ejemplo:


1.- Para demostrar que el venezolano es un «régimen no propiamente democrático», a pesar de que hay elecciones, cita a Larry Diamond. En Venezuela impera el «autoritarismo hegemónico».
2.- Para demostrar que el gobierno venezolano está «perfeccionando» el autoritarismo, aparentando ser democrático, lo que le «permite cierto grado de legitimidad, tanto hacia dentro como hacia afuera», cita a Martin Lipset.
3.- Para demostrar que el «proceso de democratización» en Venezuela dependerá fundamentalmente de lo que hagan «actores internos», cita a Samuel Huntington.
4.- Para demostrar que la oposición no tiene la fuerza suficiente como para derrocar al gobierno de Chávez, pero éste último, a su vez, ha entrado en una fase de decadencia irreversible, y por tanto lo que corresponde es «negociar una transición que les permita (a los salientes) conservar algunos privilegios y evitar el peor de los escenarios», cita a Juan Linz.
5.- Para demostrar que la oposición tiene que salir a la calle a protestar, para que el gobierno reprima (como en Egipto o Yemen), y esto acelere el fin del régimen, cita a Robert Dahl.

Casi parece una alineación de Todos Estrellas: en el jardín central y como primer bate, el veloz Larry Diamond, el Diamante de Stanford. Lipset tiene nombre de tercera base, bateador de contacto. Huntington en primera y tercero en el orden. Por supuesto Juan Linz es el cuarto bate: hombre de poder. Dahl es quinto y receptor. Ya sabemos quién es el batequebrao.

¿Tanta especialización y tanto libro para venir a repetirnos la misma cantinela sobre el autoritarismo que nos aprendimos de memoria hace muchos años? Pero cuidado, hay que saber leer entre líneas, separar la abundante paja del trigo. Alarcón plantea que el antichavismo no puede cometer los mismos errores, que no hay que inspirar miedo, que es necesario «negociar».

¿A qué errores se refiere? Según Alarcón, siguiendo a Robert Dahl, el 11 de abril de 2002 «el costo de la opresión se volvió demasiado alto para Chávez y el sector militar dijo que no estaba dispuesto a parar a la gente a sangre y fuego. Chávez decidió renunciar… Luego vinieron los errores».

Al bate, Benigno Alarcón. Rolling al picher. El tipo no la conecta con fuerza ni bateando con la puerta de una Iglesia. Qué manera de matar un rally.

Casi una década después, cuando su concurso activo es de lo más necesario, cuando más peso tendría que tener la fuerza de las ideas que la idea de la fuerza (porque es crucial no espantar a los chavistas), un tipo de currículum «denso, variado y abigarrado», la encarnación del Saber (sobre el Poder autoritario), nos cuenta que primero fue el golpe de Estado, y «luego vinieron los errores».

Así cualquiera resuelve un conflicto de manera alternativa o asesora una «transición democrática». Así es muy fácil servir de perro guardián del capital transnacional. Repitiendo lugares comunes y disimulándolos con la grandilocuencia característica de los charlatanes. Haciendo demagogia pura y dura en nombre de la Ciencia. («Una de las grandes discusiones en el mundo, hoy en día, estriba en plantearse si, en un régimen no propiamente democrático…»). Es la tiranía de los doctos.

No es cierto que estaríamos obligados a elegir entre una tiranía de los doctos y otra de los legos o ignorantes (que sería chavista, naturalmente). Siempre habrá que elegir luchar contra la tiranía, sea del signo que sea. El lugar que hoy ocupa en la vida pública este falso dilema se lo debemos, precisamente, a los partidarios de la primera de las tiranías: sin los «ignorantes» y «autoritarios» que ellos mismos suscitan con su discurso, no podrían reclamar su condición de doctos y demócratas. No podrían erigirse como «solución» al «problema» de la situación venezolana. Pero el problema es siempre la tiranía.

La repolarización antichavista: radicalización y diálogo


«Cuando la intentona militar del 4F de 1992, el país habló. El golpe no prosperó, pero hubo un cambio en el pueblo. Cambio que venía madurando desde el Caracazo. Pero en la Cuarta República no entendieron el mensaje, se siguieron comportando de la misma forma e incluso la radicalizaron. Ignoraron la señal popular exigiendo mayor participación, el combate a la corrupción, una democracia distinta».

Anímese, haga la prueba: lea el breve párrafo entre sus allegados y pregúntele de quién se trata. Yo mismo hice el ejercicio y la respuesta fue invariable: debe tratarse de algún analista del chavismo. José Vicente Rangel, quizá, Alberto Müller Rojas o algún otro. Ciertamente, buena parte de los tópicos del discurso chavista están concentrados en esas líneas: algunos de sus hitos históricos (4F del 92, 27F del 89), el cambio, el pueblo, la Cuarta República, «mayor participación», «combate a la corrupción», «democracia distinta».

Puede que todavía le sorprenda saber que no es un chavista el que habla, sino Carlos Ocariz, Alcalde del municipio Sucre del estado Miranda, y militante de Primero Justicia. ¿La circunstancia? Una entrevista concedida a Roberto Giusti, de El Universal, intitulada «Chávez actúa como la cuarta república luego de la derrota», publicada el 10 de octubre de 2010.

Si todavía nos sorprendemos, es porque nuestros análisis tienen más de tres años de retraso. Urge actualizarlos. Para hacerlo, es necesario remontarse hasta 2007, cuando se produce un notable giro táctico en el discurso opositor. No es un hecho casual que este giro táctico se produzca justo después de que el chavismo alcanzara su pico electoral (7 millones 309 mil 080 votos frente a 4 millones 292 mil 466 votos, el 3 de diciembre de 2006). Entonces, las fuerzas opositoras atravesaban por una severa crisis de polarización: su discurso confrontacional (¡Chávez vete ya!) y sus reiteradas e inútiles tentativas de disputarle (con inusitada violencia, en muchos casos) la calle al chavismo, las habían conducido a una derrota tras otra, incluida, por supuesto, la debacle electoral de diciembre de 2006. En lugar de sumar apoyos y crear consenso mayoritario en torno a su estrategia (la derrota de la revolución bolivariana), su táctica confrontacional y violenta había generado el amplio rechazo de la población, y en particular de las clases populares, bastión del chavismo. Para el chavismo popular resultaba claro que la oposición no sólo pretendía el derrocamiento violento de un gobierno legítimamente constituido, sino además que ésta estaba empeñada en obstaculizar el trabajo de un Presidente cuya intención era gobernar en beneficio de las mayorías.

¿Cómo encaró la oposición esta crisis de polarización? Abandonando progresivamente su discurso confrontacional y sus tácticas de violencia callejera. En artículos previos he intentado hacer visibles los signos de este giro táctico: el remozamiento de los actores políticos, vía el desplazamiento de la vocería de la vieja partidocracia y la entrada en escena del autodenominado «movimiento estudiantil» (sobre todo a partir del anuncio de la no renovación de la concesión a RCTV, pero también durante la campaña previa al referéndum por la reforma constitucional); la defensa a ultranza de la propiedad privada, supuestamente puesta en riesgo con la propuesta de reforma; la crítica de la gestión de gobierno (el verdadero pivote de este giro táctico, y el centro del discurso opositor desde entonces); y la progresiva mimetización o reapropiación del discurso chavista (significantes, prácticas, estéticas y afectos propios del chavismo originario).

Es mi hipótesis que durante estos tres años (y un poco más), la repolarización antichavista perseguía no tanto el reagrupamiento de las fuerzas opositoras, sino la progresiva desmovilización y desmoralización de la amplia base social del chavismo. Ante todo, era fundamental contener y si fuera posible disminuir el poderoso arraigo popular que la revolución bolivariana había alcanzado en diciembre de 2006.

En junio de 2009 escribía: «Si lo que estaba por constituirse o consolidarse… era un tipo de gobierno socialista… era preciso demostrar todos los límites y el caudal de defectos de una institucionalidad cuando mucho incipiente que, por demás, amenazaba con combatir al capitalismo vernáculo en todos los frentes. Lo que la oposición comenzaba a denunciar, y muy pronto lo hizo de manera sistemática, era lo que juzgaba como un ‘exceso’ ideológico: un discurso oficial completamente alejado de los ‘problemas reales’ del pueblo venezolano y, por supuesto, una gestión de gobierno que, inspirada en ese discurso, resultaría incapaz de resolverlos. Esta ‘despolitización’ del discurso opositor, que reclamaba menos ‘ideología’ y denunciaba la mala gestión gubernamental, fue respondida por una suerte de ‘gestionalización’ de la política: desde entonces, el gobierno nacional dedica buena parte de su empeño en ‘demostrar’ que, contrario a las consejas opositoras, realiza una buena gestión cuando, por ejemplo, sanciona a los especuladores y combate el desabastecimiento inducido, garantizando que a la mesa del pueblo venezolano llegue la comida que la oligarquía le niega».

Como consecuencia de esta «gestionalización» de la política que hizo suya el chavismo oficial, «sucedió lo que muchos de nosotros considerábamos un imposible: la siempre virulenta propaganda opositora logró establecer alguna relación de equivalencia con las demandas y el malestar de la base social del chavismo«. Concentrados exclusivamente en difundir los logros de la gestión gubernamental, los medios públicos dejaron de ser concebidos como el espacio natural para que el chavismo popular expresara sus demandas, expusiera sus problemas, ejerciera la contraloría social, debatiera públicamente y sin chantajes sobre el curso de la revolución bolivariana, protestara contra la mala gestión y denunciara a los corruptos y burócratas. De esta manera, el chavismo oficial ponía seriamente en entredicho lo que había sido una de las principales banderas del chavismo: la democracia participativa y protagónica. Mientras tanto, los medios opositores se abalanzaban a recuperar, sin disparar un solo tiro, el terreno del que se retiraban atropelladamente los medios públicos. No está de más decirlo: el terreno donde se hace la política, donde se ganan y se pierden las batallas políticas.

Si a esto le sumamos el progresivo proceso de burocratización de la política que ha supuesto la lógica de funcionamiento del partido/maquinaria, con el saldo de disciplinamiento forzoso del espíritu bravío e irreverente del chavismo popular, con el aplanamiento de las múltiples subjetividades políticas que lo conforman (inexplicablemente, abrazando la causa de la profecía autocumplida opositora: convertir en «oficialismo» lo que una vez fue un torrente indomable), no es difícil entender el por qué de la «arritmia electoral» del chavismo, mientras el voto opositor crece lenta pero sostenidamente.

La crisis de polarización chavista es el resultado, también, de nuestra incapacidad para reconocer los efectos y las implicaciones de este giro táctico del discurso opositor. Durante todos estos años, el antichavismo viene empleando eficaces tácticas orientadas a la desmovilización y a la desmoralización de la base social del chavismo. Mientras tanto, el chavismo oficial no sólo ha mordido el anzuelo de la «despolitización» del discurso opositor, recurriendo a la «gestionalización» de la política (asumiendo, de hecho, la defensa de un Estado esclerosado, al que se supone debíamos combatir), sino que ha perdido tiempo y esfuerzo valiosos en la «pequeña batalla«, olvidando lo estratégico:

«Hemos puesto tanto esfuerzo al servicio de informar de la pequeña batalla, que nuestros sentidos se han venido atrofiando: con nuestros ojos pegados a las pantallas y nuestras manos saltando de primera página en primera página, nuestro olfato político ya no nos alcanza para percibir que el hastío por la política, y en particular por los políticos, afecta a parte considerable de lo que durante todos estos años constituyó la base social de apoyo a la revolución. Hastío por los políticos que, por momentos, nos hace recordar a la Venezuela que hizo posible la insurgencia del chavismo. Si el chavismo significó la progresiva politización del pueblo venezolano, fue porque hizo visible a los invisibles y dio voz a los que nunca la tuvieron. Allí radica su grandeza. De la misma forma, el hastío por la política y por los políticos tendría que ser la medida de sus miserias. Porque hay hastío allí donde el chavismo no se siente visibilizado, cuando su voz no es escuchada, cuando sus demandas son ignoradas. Si el chavismo significó la quiebra histórica de la vieja clase política, mal haría prolongando una batalla cuya victoria tenía asegurada, empeñándose en subirse al ring para disputarse el título con rivales de poca monta, gastando pólvora en zamuro, perdiendo el tiempo en disputas verbales con dirigentes de partidos casi inexistentes, mofándose de sus sandeces, respondiendo a sus insultos y provocaciones. ¿Todavía tienen algo que decirnos un Ramos Allup o un Óscar Pérez? ¿O un Luis Ignacio Planas o un Andrés Velásquez o un Antonio Ledezma? Cierto, allí está Ledezma como Alcalde Mayor. ¿O es que acaso construimos adversarios a nuestra medida? ¿Quién era Julio César Rivas antes de que apareciera en las pantallas de nuestras televisoras? Mientras nos empantanamos en las trincheras de la pequeña batalla, ¿quién muestra el rostro del chavismo descontento? ¿Quién escucha su voz? ¿Quién atiende sus demandas? ¿O es que acaso hay algo más subversivo que el mal gobierno, que el político que roba o que mucho dice y poco hace? ¿Cuántas insurrecciones populares comandará Roderick Navarro?».

Distraído y entumecido por los rigores de la pequeña batalla, el chavismo oficial fue creando las condiciones para el surgimiento del discurso de la «despolarización», en el que la «encuestología» ha desempeñado un papel crucial (y como he intentado demostrarlo en una serie de artículos). Un discurso que adoptaron por igual tanto antiguos aliados del chavismo (el PPT y la «izquierda» antichavista), como Venevisión o Televen. A mi juicio, la tentativa del PPT de presentarse, en ocasión de las elecciones parlamentarias del 26-S, como una alternativa electoral real, como una «tercera vía», adoptando un discurso que se abriera paso entre el chavismo y la vieja partidocracia, estaba de antemano condenado al fracaso. En otra parte afirmé que el discurso de la «despolarización», que pretendía recuperar parte de los símbolos del «chavismo originario», constituía tan sólo un momento de un proceso incipiente de recomposición de la clase política opositora, y que enfrenta a actores políticos emergentes con la vieja partidocracia. En su concepción, se trata de un discurso de elites, o de un sector de ellas. El PPT (y quienes lo acompañaron) no fue más que un peón de un juego estratégico que lo trasciende, y que estaba muy lejos de controlar.

En mayo de este año me parecía claro que Leopoldo López (y su Voluntad Popular) era quien reclamaba más firmemente su derecho a asumir ese liderazgo opositor emergente. Sin embargo, fue el partido Acción Democrática (y su desprendimiento directo, UNT) el que terminó capitalizando el esfuerzo unitario opositor (UNT, 16 diputados con 998 mil 606 votos; Acción Democrática, 14 diputados, con 924 mil 339 votos; Primero Justicia, sólo 6 diputados, a pesar de haber alcanzado 974 mil 358 votos). He allí el sentido de lo que escribía en mi análisis preliminar sobre las parlamentarias: «Cantarán victoria, sin lugar a dudas, pero la procesión va por dentro (un proceso incipiente de recomposición de su clase política)».

Es desde esta perspectiva que hay que interpretar las palabras de Carlos Ocariz, en la entrevista concedida a El Universal: «Creo que de esto va a surgir un nuevo liderazgo que ya se está comenzando a ver. Ese liderazgo emergente es el llamado a construir la nueva Venezuela y ojalá no caiga en la tentación de hacerse el sordo ante el mensaje popular». Ese «liderazgo emergente» necesita coexistir, por ahora, con la vieja partidocracia, puesto que lo contrario implicaría poner en riesgo el objetivo estratégico: «La construcción de concepciones distintas no implica, necesariamente, partidos nuevos. Eso puede ocurrir en partidos que existían, que existen, capaces de sintonizar con el mensaje que el pueblo quiere escuchar. No tengo prurito en sentarme con quien sea si estamos viendo el país de la misma manera. No creo que estemos en disonancia con la Mesa. Todo lo contrario. La Mesa no es una necesidad, sino una esperanza para el país, siempre y cuando comprendamos que lo que está pasando no puede ser para mantener este presente ni para regresar al pasado. Se trata de construir un futuro distinto, con base en nuevas propuestas ante nuevas realidades».

Pero he aquí lo más relevante del discurso de Ocariz: por un lado, expresa que en las parlamentarias «hubo dos derrotados: el sector radical del gobierno y el de la oposición. El radicalismo fue el gran derrotado». Más adelante afirma: «Por ese camino, distinto al del enfrentamiento y la polarización, la gente comprendió que construimos entre todos, no para un solo sector y también que no se trata de ‘ustedes contra nosotros’, sino de todos juntos… Hay la convicción, incluso entre gobernadores y alcaldes oficialistas, que (sic) la polarización no conviene a nadie». Es preciso leer entre líneas: no se trata, realmente, de un discurso contra el «radicalismo», sino de la radicalización del mismo discurso que viene empleando la oposición desde 2007. Y la radicalización de ese giro táctico del discurso opositor ahora adopta, pero sobre todo resignifica, los contenidos del discurso de la «despolarización»: «entre todos», «todos juntos». En otras palabras, no es un discurso contra la «polarización», sino clara expresión de la forma que adopta, en el actual momento político, la repolarización antichavista.

Si desde 2007 la repolarización antichavista perseguía, principalmente, la progresiva desmovilización y desmoralización de la base social del chavismo, y si adicionalmente ha conseguido reagruparse en una plataforma unitaria, a partir del 26-S su objetivo es más ambicioso: ganarse el apoyo de parte del chavismo. De eso se trata la radicalización antichavista: de movilizar, a su favor, parte del voto chavista. En palabras del propio Ocariz: «el camino para la reconstrucción de una mayoría, al lado del pueblo, con un trabajo de hormiguita, ganó un espacio». En eso consiste la repolarización antichavista: en granjearse el apoyo de las mayorías populares, tarea imposible sin el apoyo de parte del chavismo.

Esta repolarización antichavista que encarna el discurso de Ocariz continua, sin duda, con la línea de crítica de la gestión pública: «El gobierno habla de socialismo, pero en Petare las escuelas públicas no tenían ni baño, estaban destruidas, carecían de programas sociales. Los docentes, al igual que los policías, eran los peores pagados de Caracas. Los ambulatorios no tenían medicinas. ¿Eso es socialismo? No lo es». Pero sobre todo profundiza en la reapropiación del discurso chavista. El resultado es el siguiente: «No soy un alcalde socialista, sino con una visión profundamente social. Así como no tengo complejo de trabajar con la empresa privada, tampoco lo tengo para transferir poder al pueblo, que lo hace mejor que el Estado. Entonces, hay una diferencia ideológica. Mientras yo practico la transferencia de poder al pueblo, el gobierno piensa que el Estado debe ser más grande porque ya no puede transferir más nada a la comunidad. El poder popular de que habla el gobierno es pura paja. Hipocresía. Ahora, tampoco creo en la tesis, capitalista, según la cual el Estado debe ser más pequeño para transferir poder al sector privado. En Primero Justicia creemos en una sociedad civil más fuerte, que haga obras». Ni socialismo ni capitalismo: poder popular.

Atrás quedaron los tiempos en que Ocariz «denunciaba» (¡apenas diez días después del golpe de Estado de abril de 2002!) que «francotiradores» apostados en «edificios del gobierno» habían asesinado a manifestantes de la oposición: «Cada instante siento el palpitar de los cientos de miles de corazones que caminábamos hacia Miraflores con alegría y esperanza por una Venezuela distinta, moderna, libre, de primera… Y recuerdo las respiraciones agitadas, los gritos, el miedo traducido en carreras por las calles del centro de Caracas, mientras de los edificios del Gobierno veíamos a los francotiradores ensayando tiro al blanco con los manifestantes que caminaban en busca de la esperanza» (Justicia. El Nacional, 21 de abril de 2002). El mismo Ocariz que, después del criminal lock out empresarial y sabotaje de la industria petrolera (diciembre de 2002 y enero de 2003), y que costó la vida de venezolanos y llevó a la quiebra a la economía nacional, solicitaba la renuncia del Presidente Chávez (Coromoto y la fe. El Nacional, 3 de febrero de 2003). El mismo personaje que una semana después de la estrepitosa derrota opositora en el referéndum revocatorio contra Chávez, denunciaba (junto a otros dirigentes de Primero Justicia) un supuesto fraude, y se negaba rotundamente a la posibilidad de «diálogo» con el Presidente (Primero Justicia rechaza diálogo con Chávez y desconoce auditoría. El Nacional, 22 de agosto de 2004).

Los tiempos han cambiado. En entrevista concedida al diario Últimas Noticias, el 10 de octubre de 2010, Julio Borges se manifiesta «a favor del entendimiento, del diálogo y la concertación». Ensaya de diversas formas el mismo estribillo: «el país, mayoritariamente, no está alineado con el gobierno. Eso nos convierte a nosotros en una mayoría. Pero el gobierno, en lugar de buscar un centro democrático y de entendimiento, que es lo que fortalece cualquier sistema político, lo que ha dicho, claramente, es que ese centro no va a existir. El gobierno les ha negado a los venezolanos la posibilidad de que exista un espacio de diálogo y convivencia». Coherente con el propósito de resignificación de los contenidos del discurso de la «despolarización», insiste en el tema del «equilibrio»: «vamos a sentarnos a ver cómo equilibramos el juego en Venezuela, donde haya un reconocimiento mutuo, como paso previo a la construcción de una agenda»; «los venezolanos, intuitivamente, buscamos ese equilibrio el 26-S»; «El mandato popular, tal como se expresó el 26-S, es una tarea que la oposición debe encausar como una presión social para que logremos construir el equilibrio»; «al gobierno le tocaría reconocer que hay un espacio enorme, que a mi juicio es mayoritario, que quiere un equilibrio»; «Éste es como un último experimento de equilibrio».

Al igual que en el caso de Ocariz, mediante su discurso contra la «polarización» disimula el propósito de la repolarización antichavista, que no es otro que sumar apoyos en la base social del chavismo: «La clave está, y yo lo viví en carne propia en mi campaña en Guarenas y Guatire, localidades que siempre se han vendido como un bastión oficialista, en que el país entero está listo para una nueva generación con nuevas ideas y con una nueva visión del país. Para mí fue muy impactante hacer campaña en la urbanización Menca de Leoni, llamada también 27 de febrero, tocar la puerta del apartamento de una familia que tenía la foto del presidente Chávez, que quizás el año pasado no me hubiera invitado a pasar a su casa, pero esta vez lo hizo, que a lo mejor no votaron por mí, pero me escucharon, que tal vez no compartieron todo lo que yo les dije, pero se quedaron pensando en lo que les dije, eso… es un cambio sustancial de un país que estaba polarizado y que en las bases advierte: ‘no queremos enfrentamientos, queremos ideas y la posibilidad de que puede haber un futuro compartido por todos'». Nótese, adicionalmente, cómo subraya la necesidad de un liderazgo opositor emergente.

Algunos días antes, el 4 de octubre, en una entrevista concedida también al diario El Universal, Henrique Capriles Radonsky, Gobernador del estado Miranda, desarrollaba una línea expositiva en perfecta sincronía con los personajes ya citados. Idénticos tópicos están presentes en su discurso: necesidad de un liderazgo opositor alternativo («Hay quienes quieren volver al pasado, a las viejas políticas, a las roscas, a los acuerdos entre mesas y creen que el país no ha cambiado. Otros, como Chávez, quieren mantener el presente. Pero estamos quienes miramos hacia el futuro»); crítica de la gestión («Al Gobierno se lo tragan la ineficacia y la corrupción»); una apuesta por el diálogo, la reconciliación y una crítica de la «polarización» («si miras las encuestas verás la aprobación, hacia nuestra gestión, por parte de los simpatizantes de Chávez. Eso demuestra que se puede construir para todos. El país de Chávez, sumido en la división, cada vez se parece menos a lo que quiere la mayoría»); y reapropiación del discurso chavista («sí creo en la necesidad de construir una democracia con profunda visión social. Y quien no entienda eso debe tomar rumbo hacia otro lado porque 70% de la población es pobre»). La orientación es la misma: radicalización del giro táctico del discurso opositor de 2007 y resignificación del discurso sobre la «despolarización». En dos palabras: repolarización antichavista.

En definitiva, la oposición (o más precisamente, el conjunto de fuerzas políticas herederas de la partidocracia, pero que pugna por desplazar a los viejos partidos) ha levantado las banderas del «diálogo», y con este discurso pretende revertir los efectos negativos de la lógica de la pequeña batalla. Le habla a la oposición que vota disciplinadamente contra Chávez, pero no por la vieja clase política. Más aún: le habla al chavismo. Pretende convertirse en una «alternativa democrática», y cada vez parece más claro que cuenta con el apoyo decidido de los medios, del grueso de la oligarquía y del gobierno de Estados Unidos.

Frente a este discurso, resulta completamente inoportuno plantearnos el falso dilema: «diálogo» o «polarización». Tampoco se trata de optar entre «radicalización» o «despolarización». La apelación al recurso del «diálogo» es, en sí misma, la más clara expresión de una radicalización de la táctica que la oposición viene empleando desde 2007 (abandono del discurso confrontacional, crítica de la gestión de gobierno, reapropiación del discurso chavista, etc.), y es el resultado de una resignificación del discurso sobre la «despolarización». Si la oposición habla de «diálogo», es porque previamente ha radicalizado y resignificado. «Diálogo» es repolarización antichavista.

Pretender que el chavismo elija un camino distinto a la impostergable repolarización, que abandone el horizonte de la radicalización democrática, resulta no sólo ingenuo: equivale a capitular sin haber peleado, o peor aún, después de haber peleado tanto. La crisis de polarización chavista no es, como pudiera pensarse, resultado de los excesos del antagonismo y el conflicto políticos, sino todo lo contrario: de la atenuación del conflicto y del disciplinamiento del antagonismo que supuso la burocratización de la política.

Frente al «diálogo», lo que corresponde es recuperar los mecanismos de interpelación mutua entre Chávez y la amplia base social del chavismo, pero también entre el partido, el gobierno y el chavismo popular. Pero es poco lo que se ha logrado avanzar en esta dirección. Por un lado, buena parte del chavismo oficial luce confundido y aturdido. No logra interpretar el alcance de esta radicalización del discurso opositor: está persuadido de que la oposición en pleno acudirá a la Asamblea Nacional a «sabotear», cuando, insisto, la táctica apunta al «diálogo», y está orientada a mostrar al chavismo como enemigo acérrimo del «equilibrio» necesario (o como partidario de la «polarización», según la versión vulgarizada del sentido común antichavista). Por el otro, preocupa la inercia del chavismo oficial, la escasa voluntad demostrada hasta ahora para abrir los espacios de deliberación entre revolucionarios, indispensables para avanzar en las 3R²; la apuesta por el silencio como vía para neutralizar el llamado de Chávez a revisar, rectificar, reimpulsar, recuperar, repolarizar y repolitizar; la tendencia a concebir la convocatoria a un Polo Patriótico como una nueva alianza entre partidos (exactamente lo contrario de lo expresado por Chávez: «más allá de los partidos hay un país social que no milita y no tenemos por qué aspirar a que milite en ningún partido y es una masa muy grande… la solución va más allá de los partidos, pasa por los partidos, pero no puede quedarse en los partidos»).

Pero la pelea es peleando.

27F de 1989 y chavismo: el mismo horror


27F de 1989 y 13A de 2002: el mismo pueblo, la misma alegría.
(Fotografía del 13A, cortesía de Kalé).

Si todavía persiste alguna duda sobre la línea de continuidad entre el 27 de Febrero de 1989 y el chavismo, sólo basta con revisar un par de citas.

La primera aparece publicada el 1 de marzo de 1999 en El Universal, y va a la cuenta de una periodista, Thamara Nieves: «Estos grupos demográficos, inéditos, no encajan en la clasificación socioeconómica D-E, más bien podrían ser Y-Z, pertenecen al inframundo caraqueño». La segunda aparece en El Nacional casi tres años después, el 27 de enero de 2002: «Hemos visto con indignación cómo salen debajo de la tierra unas personas… con espuma en la boca, ojos volteados, palo en mano en actitud agresiva, dispuestos a defender con fanatismo algo que no entienden muy bien: la revolución; ellos son las llamadas turbas de Chávez». ¿El autor? El tipo que hoy gobierna el municipio Sucre del estado Miranda: Carlos Ocariz.

Muy a pesar de la procacidad del juicio de la periodista Nieves, del espanto que destilan sus palabras, ellas retratan fielmente una de las claves de la naturaleza de ese acontecimiento que fue el 27F de 1989: su carácter «inédito». Lo que resulta inédito para Nieves es la súbita irrupción en el espacio público de esos «grupos demográficos» que durante décadas de democracia formal permanecieron en los márgenes. Aquella fecha acontece la invasión bárbara de la ciudad formal. Irrumpe lo que no encaja. Lo que azota el mundo de Nieves – que es el mundo de la ciudadanía formal, de la sociedad civil – es lo que no puede denominarse más que como «inframundo».

Es del mismo inframundo, «debajo de la tierra», de donde provienen los seres enloquecidos, posesos, «con espuma en la boca» y los «ojos volteados», que apoyan a Chávez. Un apoyo fanático, más que partidario, porque aquellos seres «no entienden muy bien» qué es eso de «la revolución». Irracionales: «las llamadas turbas de Chávez».

Es este horror no disimulado por lo popular lo que, al mismo tiempo, explica la condena del 27F de 1989 y define la naturaleza del antichavismo de elites. Horror por las calles atestadas de pueblo, horror por la política contaminada por lo popular. Sólo desde el horror es posible narrar el 27F de 1989 como suceso triste y lamentable, y asimilar al pueblo chavista con lo monstruoso. El mismo horror, salpicado de voluntad de revancha, que nos permite entender el tono del editorial de El Nacional del 12 de abril de 2002: «Con razón usted quería hace dos meses celebrar el 27 de febrero, esa fecha oscura y siniestra de nuestra vida democrática».

Ni siniestro, ni monstruoso, ni horroroso: veintiún años después, seguimos celebrando el día en que el pueblo venezolano decidió mostrar su rostro más hermoso: el que sólo son capaces de exhibir los pueblos que luchan. Ese pueblo es hoy chavista. Y es hermoso. Con razón a usted no le gusta celebrarlo, aunque gobierne Petare. Aunque le parezca horroroso.

Un asalto de comandos


(Va el veintiuno en Ciudad CCS, publicado el jueves 4 de febrero de 2010. Aquí, con algunas líneas adicionales.

En noviembre de 2009 pensé en escribir una breve serie de artículos sobre ciertos autodenominados humoristas, pero el destino nos jugó, a mí y a toda mi familia, una mala pasada. Simplemente no tuve ánimo suficiente para escribirlos.

Hace poco intenté retomar la temática, escribiendo sobre la perfidum ridens. Este artículo continua en esa línea. El pretexto es Laureano Márquez, el humorista cuya sonrisa asemeja a la del gato de Cheshire, lo que ya es mucho decir.

Muy recientemente, desde nuestra filas, se le ha dado una publicidad inmerecida, a propósito de algún artículo mediocre e intrascendente. Circunstancia que, ciertamente, no provoca mucha risa, lo que es mucho decir para quienes, como nosotros, hacemos alarde, con justicia y sin complejos, de saber apreciar el buen humor.

Dicho esto, casi todo está dicho.

Salud).

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En noviembre pasado, mientras visitaba el apartamento donde vivían mis viejos en Maracay, me topé con una curiosa invitación a un tal II Encuentro de Condominios de Aragua, que supongo algún vecino dejó colar en la cartelera de la planta baja.

De aquel panfleto resaltaban un par de cosas: el encabezado al estilo de cualquier librito de autoayuda, que sugería la promesa de despejar la gran incógnita: «¿Qué hacer para que mi condominio no sea un infierno?». La otra: la estampa del buenazo de Laureano Márquez, publicitado como el «invitado especial» de la jornada.

La cartelera: el panfleto abajo y a la derecha.

Panfleto: acercamiento. Logra distinguirse más claramente la sonrisa del buenazo de Laureano.

Me consta que la vida en un edificio habitado por ciudadanos de clase media con pretensiones de seguir escalando en la pirámide puede ser una experiencia nada grata: una fuerte pulsión hacia el individualismo más miserable hace fracasar casi cualquier esfuerzo colectivo, y muchas veces quienes promueven estos esfuerzos lo intentan una vez y luego nunca jamás, tal es el insomnio que producen el chismorreo y las maledicencias de las que son víctimas.

¿Quién podía tener el temple, pensé, para prometer ese imposible: acabar con ese infierno? Indagué. Y fue como si hubiera podido adivinarlo: una tal Escuela de Ciudadanos, dirigida, entre otros, por el mismo Elías Santana que, a fuerza de discursos sobre la sociedad civil, jugó un papel bastante activo en la organización de las manifestaciones que terminaron por derrocar al gobierno del zambo en 2002. Recuerdo que el hombre siguió activo durante algún tiempo, hasta que prácticamente desapareció de los medios. Bajo perfil, le llaman.

En esa andan, desde hace años, intentando poner orden en este infierno, y luchando «para que Venezuela sea un país de copropietarios», como reza el eslogan de MiCondominio.com, una página cuya estética florida deja mucho que desear si la comparamos con la sobriedad de una página como la de Cedice, emparentada ideológicamente con la primera, y cuya aspiración es que Venezuela sea, lisa y llanamente, «un país de propietarios». En esa andan, decía, trabajando con asociaciones de vecinos, sociedades de padres y representantes, condominios, asociaciones civiles y fundaciones, cooperativas y, léase bien, consejos comunales.

Panfleto: detalle. Fecha y hora de la cita.

Panfleto: detalle. No vaya usted a creer que la cosa es puro temple. Son 125 bolos fuertes por cabeza. No sean mezquinos: de algo tiene que vivir Laureano Márquez.

Así, de bajo perfil, sumando esfuerzos con quién sabe cuántas organizaciones del mismo estilo, van dictando cátedra sobre asuntos tan aparentemente inocuos como «qué hacer para disminuir la morosidad y para solucionar problemas de convivencia» o qué hacer «para tener una conserje de calidad» y, no faltaba más, «qué hacer ante la posibilidad de un asalto de comandos, de un terremoto o de un racionamiento de agua«. Leyó bien: «un asalto de comandos».

Mientras tanto, el buenazo de Laureano Márquez va amenizando la jornada, así, de bajo perfil, mientras nosotros creemos estar haciendo nuestro trabajo nada más que navegando en las agitadas aguas de las portadas de periódicos, denunciando planes golpistas, genocidas y terroristas.

En un universo paralelo…


(Primera contribución con el Correo del Orinoco. Publicado hoy jueves 17 de septiembre.

Gracias Vanessa).

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En un universo paralelo, la dictadura de Carmona logró prevalecer y Chávez fue asesinado. Miles de sus partidarios fueron perseguidos, detenidos, torturados, asesinados y desaparecidos. Corre el año 2009 y la prensa libre editorializa:

“A 7 años de los acontecimientos del 11 de abril de 2002, las actuales generaciones tienen derecho a disponer de una visión equilibrada, y justa, de las circunstancias que llevaron al empresariado del país a asumir la conducción del gobierno. Años de preeminencia de una interpretación sesgada de la realidad han logrado instalar estereotipos que se dan por ciertos, sin considerar que se trató de hechos complejos… con una sociedad venezolana que, afectada por la violencia y la división, distaba mucho de ser la tolerante y diversa comunidad de ciudadanos que hoy aparenta exhibir nuestro país.

«Mirado con los ojos de hoy, para la inmensa mayoría del país el 11 de abril parece lejano, e incluso ajeno. Para sus detractores… éste es un tema actual, ya que en la confrontación y en la división entre los venezolanos encuentran su razón de ser determinadas organizaciones políticas…

«… Lo que nadie podrá discutir… es el cambio trascendental ocurrido en el ADN de nuestro país a partir de esos hechos históricos… Hay quienes sostienen que el ‘costo social’ de esas iniciativas habría restado legitimidad a su implementación…

«… El próximo año 2010 Venezuela celebrará su Bicentenario como Nación independiente. Una fecha tan simbólica y representativa debiera servir de marco para producir un definitivo reencuentro entre los distintos integrantes de la familia venezolana. Unos y otros protagonistas directos de los hechos de confrontación ocurridos en 2002 han sufrido los rigores de las consecuencias de esos acontecimientos… Familias que antes estuvieron divididas por consideraciones políticas se reencuentran y construyen su presente de una manera armónica y afectuosa…».

¿Les suena familiar? Sustituyan 7 años por 36, abril de 2002 por septiembre de 1973, empresariado por Fuerzas Armadas y de Orden, venezolana por chilena. Acaban de leer fragmentos de la carta escrita por Hernán Guiloff Izikson al diario chileno El Mercurio, publicada este 11 de septiembre de 2009. Guiloff Izikson es el actual Presidente de la Fundación Presidente Augusto Pinochet. Ahora ya lo saben: así es como escriben los verdaderos demócratas.

Portada del diario chileno El Mercurio, 13 de septiembre de 1973.


Detalle de la portada del diario chileno El Mercurio, del 13 de septiembre de 1973. Todo un poema: arriba la Junta Militar. Abajo a la derecha, la noticia de la muerte de Allende. Abajo a la izquierda: El Mercurio hace un llamado «Hacia la Recuperación Nacional». Porque así es como escriben los verdaderos demócratas.

Thoreau no sube cerro (I)


(Cuarta contribución con el diario Ciudad CCS, publicada en su edición de ayer jueves 10 de septiembre. Es la primera parte de un artículo en dos entregas. Si quieres saber cómo termina la historia, aún estás a tiempo: ve y compra el periódico. Un Bolívar Fuerte que no empobrece a nadie.

Para los simpatizantes y detractores – que crecen como la espuma… los últimos, quiero decir – viviendo fuera de Caracas o en el exterior, mañana la segunda entrega por este blog.

Importante: en adelante, los artículos de este servidor aparecerán en Ciudad CCS los días jueves.

Amén).

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A manera de homenaje tardío e inmerecido, pensaba bautizar este artículo como Facebook no sube cerro, parafraseando el célebre escrito del ya caído en combate Ibsen Martínez, intitulado Internet no sube cerro, publicado por El Nacional el 18 de diciembre de 1999.

Quienes recién se hayan topado con alguno de los artículos de Ibsen, y en especial aquellos que jamás lo hayan oído nombrar; en fin, quienes por desconocimiento llegaran a compararlo hoy, en capacidad analítica y perspicacia, con algún columnista de El Nuevo País, deben saber que el hombre aportó al diarismo nacional algunas de las mejores piezas que articulista alguno haya escrito durante, digamos, los dos primeros años del chavismo. Quien suscribe considera un acto de justicia reconocer que durante aquel tiempo disfrutó hasta las carcajadas las entregas semanales de un tipo con una habilidad inusual para combinar análisis político con buen humor.

Hasta que en abril de 2002 el río desembocó en la boca de la historia y hasta el más timorato se vio forzado a tomar previsiones: o salvamos al zambo o nos ahogamos con todo y democracia. Sobre Ibsen sólo vale la pena apuntar que se lo llevó el río: aún estaba fresca la sangre derramada en los alrededores de Miraflores, cuando describió a Chávez como un “desatinado asesino” y a la conspiración toda como “una rebelión guiada por una estrategia de desobediencia civil digna de Thoreau y extraordinariamente sofisticada y «glamorosa» en sus modos para la paciencia de un caporal como Chávez”. Medios y meritócratas también merecieron sus palabras de alabanza: “En sinergia con el decidido papel de los medios de masas, la rebelión de los gerentes petroleros fue lo que logró imprimirle un promisorio aire modernizador al movimiento con que la sociedad civil organizada derrocó a Hugo Chávez”. Todo aquello, y más, reunido en un panfleto intitulado ¡Pdvsa a la Junta de Transición!, publicado el 13 de abril: el mismo día en que millones de hombres y mujeres, aún sin saber un carajo de Thoreau, se rebelaron contra la dictadura recién instalada, y le recordaron a la sociedad civil organizada que aquí manda el pueblo.

Les contaba que pensaba rendir este inmerecido homenaje al mismo tipo que el 20 de abril de 2002 cuestionó, sin rubor alguno, “la autocensura de prensa en Venezuela durante el transcurso de un golpe de Estado”, cuando supe que el mismísimo Ibsen se me había adelantado: Facebook no sube cerro, intituló el hombre un artículo publicado este lunes 7 de septiembre en alguna parte*. Pero sobre éste y aquel artículo de 1999, y por supuesto sobre la fallida convocatoria mundial contra Chávez del 4 de septiembre pasado, les escribiré mañana en esta misma página. Por aquí nos vemos.

«El cerro» visto por el diario Tal Cual

* Publicado en la web del diario Tal Cual en la fecha referida – no sé si en la versión impresa -, el artículo apareció originalmente el sábado 5 de septiembre en El Espectador de Colombia.

Honduras: la jugada final


En ocasiones, mil palabras dicen más que todos los discursos juntos. Esta vez, bastan sólo 379 para entender lo que está ocurriendo en Honduras. Tal es la cantidad de palabras que pueden leerse hoy domingo 28 de junio en el editorial del diario El Heraldo, órgano propagandístico de la oligarquía hondureña y férreo opositor del derrocado gobierno de Manuel Zelaya. Intitulado Se acerca la jugada final, es imposible leerlo sin recordar el titular/consigna de la tristemente célebre edición extra que publicara El Nacional el mismísimo 11 de Abril de 2002: La batalla final será en Miraflores.

Detalle de la primera plana de la edición extra publicada por El Nacional el 11 de Abril de 2002. Tomado de: Los documentos del golpe.

Más que la curiosa familiaridad gramatical, lo que hermana al par de documentos es el lugar desde donde han sido escritos: no se trata de habilísimos, avezados y audaces periodistas que fueron capaces de anticiparse al inminente desenlace de crisis políticas que narraron al público lector desde el vamos o desde el fuego, jugada por jugada, batalla por batalla. No. Hablamos de periodistas, de medios, de dueños de medios, de diarios de circulación nacional que participaron directamente en la jugada o en la batalla, como jugadores o soldados o generales, que pelearon por los suyos y junto a los suyos en contra de un enemigo que debía ser vencido en un escenario de confrontación que ellos mismos contribuyeron a crear.

Para decirlo más claro, y porque siempre hay más de uno que alberga alguna duda: los derrocamientos de Chávez y Zelaya no han sido narrados por unos tipos simpáticos y conocedores de la materia, amantes del deporte, amigos del manager o del director técnico, desde una cabina de transmisión de un estadio cualquiera, sino por unos tipos que se han arremangado la camisa, han bajado al terreno y se han dedicado a repartir codazos, zancadillas y toda clase de coñazos contra los jugadores del otro equipo, mientras van narrando con total «imparcialidad» las incidencias del juego.

A Manuel Zelaya, en particular, El Heraldo le ha recriminado un par de veces el haberse atrevido a cambiarse de equipo: «Fue electo por un partido político de derecha y pretende ser un líder de izquierda» y «Se apartó de las estructuras que lo llevaron al poder». Pero lean ustedes mismos el editorial y saquen sus propias conclusiones. Eso sí, recuerden que el golpe contra Zelaya es sólo una partida más «en el largo proceso por el fortalecimiento y profundización de la democracia». Están advertidos.

Detalle de la versión digital del editorial de El Heraldo, domingo 28 de junio de 2009.

«Se acerca la jugada final.

«La etapa actual de la crisis política catracha ha llegado al paroxismo. Ambos bandos han estado moviendo sus piezas y ya están a punto de hacer su jugada final en busca del jaque mate.

«No hay duda que (sic) el gestor de la crisis es el presidente Manuel Zelaya. Fue electo por un partido político de derecha y pretende ser un líder de izquierda.

«Se apartó de las estructuras que lo llevaron al poder; ha desconocido el orden establecido, contraponiéndose a la Constitución vigente y desafiando a los otros dos poderes del Estado.

«El acto temerario de irrumpir junto a sus seguidores en la base de la Fuerza Aérea para rescatar el material para la consulta del domingo próximo, un punto clave en este juego de confrontación, reafirma que él hace tiempo optó por desconocer las bases legales sobre la (sic) que se ha estructurado la Honduras que hoy tenemos y buscar ‘legitimación’ en las calles, en organizaciones y dirigentes de la izquierda radical y otros compatriotas dispuestos a expresar de forma militante su desafecto por el sistema imperante.

«Pero son los defensores de la actual Constitución los que más posibilidades tienen de ganar la partida, porque los movimientos realizados para evitar la realización de la consulta del domingo próximo no solo le han ido quitando piezas claves al Presidente, sino que lo han expuesto como alguien que está en abierta rebeldía contra las leyes que nos rigen.

«La pérdida del apoyo de las Fuerzas Armadas, la renuncia del Ministro de Defensa y la ausencia de la mayoría de los secretarios de Estado en los actos realizados el jueves son muestras irrefutables de que el Presidente Zelaya ya no cuenta con las estructuras establecidas de poder. Se sabrá ahora qué tanto ‘poder popular’ ha acumulado y qué tan real es el mismo.

«Las actuales son horas decisivas en esta batalla. Pero lo más importante es que, desde uno u otro bando, estudien muy bien sus próximos movimientos para asegurarse que (sic), independientemente de cuál sea el resultado para sus propios intereses, lo fundamental es que no vaya a degenerar en violencia, en enfrentamientos físicos entre hermanos; pero también que se preserve el Estado de Derecho y el sistema democrático para que el pueblo hondureño tome sus decisiones.

«La población en general debe mantenerse en calma, no dejarse llevar por rumores hacia el miedo. Los militares ya demostraron su madurez, su plena consciencia (sic) sobre la realidad actual y el papel que les corresponde en el sistema democrático.

«Esperemos, entonces, la jugada final de esta partida que solo es una más en el largo proceso por el fortalecimiento y profundización de la democracia».

Del 12 al 13 de abril: del despecho a la alegría


El Duque nos envía esta joya, Del despecho a la alegría, una tremenda pieza de Gino González, el mismo de El corrío de José Tomás Boves – esa suerte de manifiesto de la Misión Boves hecho canción, y que pueden escucharse en este mismo blog, por ahí a la derecha.

Del despecho a la alegría es tal vez uno de los mejores relatos escritos sobre las horas que transcurrieron entre el 12 y el 13 de abril de 2002, y es sin duda la mejor canción, de cualquier género, que se haya compuesto sobre el mismo acontecimiento. Chávez la cita en su artículo de hoy, 12 de abril, así que si no lo han leído, ahí tienen un buen pretexto.

Recién en marzo de este año, Gino González, él mismo militante de la Misión Boves, ha decidido sumarse a la pelea electrónica con un blog al que damos la bienvenida y al que deseamos larga vida. Se llama como la canción, Del despecho a la alegría – pero se escribe diferente: http://ginoelsocorro.blogspot.com/.

A los que no han leído el artículo de Chávez ni han escuchado la canción, les dejo este fragmento de la letra:

… claro que el 12 de abril lloramos el desconsuelo
recuperamos la patria y la estábamos perdiendo
pero amaneciendo el 13 nos quitamos luto y duelo
y salimos a la calle entre la tierra y el cielo
porque sabe a qué se expone el que viene del infierno
tanta vaina hemos llevao más allá de los abuelos
sigue el pueblo con sus cantos bailador y parrandero
del despecho a la alegría llevando golpe y sonriendo
salimos con la colmena en los corazones tiernos
enjambre de abeja real que esa no tiene veneno
cada uno es una gota y todos el aguacero
porque eso lo demostramos el 27 e febrero
que salimos con la hambre entre el hueso y el pellejo
cuando supieron los ricos que no somos tan pendejos
esa vez fuimos en contra ahora a favor del gobierno
que si lo quiso tumbá la oligarquía y el imperio
eso nos identifica es lógico desde luego
pero no quiere decir que seamos gobierneros
si de algo estamos seguros es que no nos devolvemos
es que no nos devolvemos
de que nos chupa la vida la mercancía y el dinero
aquí voy con mi verdá y por ella me degüello
y ahorita en este país andamos lindos y bellos
el corazón de la historia en Venezuela latiendo
y ese no lo para nadie tiene mucho sentimiento
es una revolución lo que está sembrando el pueblo…

A los que se leyeron el artículo de Chávez pero no entendieron nada, porque no han escuchado la canción, aquí se las dejo:

Del despecho a la alegría.

Abril de 2002: las supuestas víctimas


Circula por las redes electrónicas antichavistas. Funciona como doble recordatorio: nos muestra a los nuevos victimarios y a las viejas «víctimas».
Los nuevos victimarios aparecen con sus respectivos nombres y apellidos.
Las viejas «víctimas» apenas alcanzan el estatus de «supuestas víctimas».

Pero no reclamemos tanto, las cosas han cambiado: hace siete años exactos, las «supuestas víctimas» se anotaban del lado de los victimarios.

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