Meresvic Morán tiene 42 años, es socióloga, madre de dos niñas y trabaja desde hace trece años en la Administración Pública del Estado venezolano, actualmente en el Instituto Socialista de la Pesca y Acuicultura. Tiene un cargo de dirección media y su ingreso es equivalente a alrededor de seis salarios mínimos.
P – ¿Por qué te llamas Meresvic?
M – Aquí en Venezuela acostumbramos a combinar nombres, y el mío combina la primera sílaba del nombre de mi mamá, Merlys, y el de mis abuelas: Esther y Victoria.
P – ¿Esas mujeres fueron importantes en tu familia?
M – Sí, muy importantes. Yo provengo de una familia en que las mujeres eran el centro, sostenían a sus familias y eran la referencia.
P – ¿Entre los problemas económicos que padece el pueblo venezolano cuál es el más importante: el desabastecimiento o la carestía de los productos de consumo?
M – Hasta mediados del año pasado el mayor problema era el desabastecimiento: no se conseguían las cosas, había que hacer muchas colas. Y entonces una tenía que resolver de otra manera. Por ejemplo, para hacer la arepa, que es la comida principal, la que comemos todos los días, no se conseguía la harina precocida con que se prepara. Entonces hacíamos arepa de yuca, de maíz pilado, de cualquier cosa. Tuvimos que inventar, y eso sirvió, porque nos dimos cuenta que podíamos comer arepas aunque no tuviéramos harina precocida. Ahorita se consigue todo, el problema son los precios. Tú puedes conseguir, pero no tienes dinero para comprarlo. Con un sueldo mínimo compras una lata de atún. Todo está caro, demasiado caro. Es una locura, pues.
P – ¿Y las tarifas cómo inciden en el presupuesto familiar? ¿Cuánto cuestan la electricidad, el agua, los combustibles?
M – Eso está como regalado. El litro de gasolina más caro cuesta seis bolívares. Llenar el tanque de un carro cuesta trescientos bolívares y un dulce barato, una chupeta, vale cien mil bolívares.
P – ¿Cómo se hace para vivir en un país donde un salario mínimo, que incluyendo los cesta tickets es de cinco millones de bolívares, vale lo mismo que un cartón de huevos, o como en tu caso, que ganas el equivalente a seis cartones de huevos?
M – Resuelves. Nuestro pueblo ha demostrado en los últimos tiempos mucha capacidad para resolver problemas y éste es uno mas. Ayudan muchísimo las cajas del CLAP (Comités Locales de Abastecimiento y Producción), que podemos comprar regularmente una vez por mes. Digo regularmente, porque se ha mejorado mucho en el último tiempo. Antes a veces se demoraba más tiempo. Las cajas de alimentos de los CLAP llegan y se reparten por medio de los consejos comunales. Pero también en muchos trabajos se reciben alimentos, por ejemplo en la Administración Pública.
P – ¿Cuánto cuesta una caja del CLAP? ¿Y qué trae?
M – Una caja CLAP vale veinticinco mil bolívares, con transporte puede llegar a treinta mil bolívares, con el flete. Trae harina precocida, arroz, aceite, granos, pasta, azúcar, salsa de tomate, mayonesa, atún, leche y aceite, que te pueden alcanzar, si no son muchos en la familia, para quince días. La harina no alcanza, salvo que la mezcles.
P – ¿Y el resto del mes?
M – Alguna gente resuelve porque alguien de su familia se ha ido al exterior y manda remesas, que aunque sean unos poquitos dolares, aquí valen mucho. Otros tienen más de un trabajo. Por ejemplo, salen de la oficina y con su carro trabajan unas horas de taxi, o inventan producir algo.
P – ¿Esos rebusques para sobrevivir apuntan más a la producción o a vender algún servicio?
M – La mayoría, yo diría que a la producción. Porque cualquier cosa que tú produzcas en Venezuela lo vas a vender enseguida, tienes un mercado, porque estás compitiendo con precios exorbitantes. Por ejemplo, yo conozco personas que producen pasta dental, o jabones, o quesos. La pasta dental de marca, por ejemplo, Colgate, es incomprable. El problema que tienen esos pequeños productores es la materia prima, que cada día se la aumentan. Y a veces se da el caso de que empresas del Estado como las que producen los tubos para envasar dentífrico, exigen compras muy grandes, que dejan fuera de escala al pequeño productor. Se enfrentan a esos problemas.
P – ¿Y los que se dedican a vender y comprar dinero?
M – Hay algunos que se dedican a esos negocios que dañan la economía del país, como los que se dedican a comprar y revender efectivo, aprovechándose de que no hay circulante y de que hay personas que lo necesitan para, por ejemplo, pagar el transporte con que van a trabajar. Los que compran dólares son, en su mayoría, los que están pensando en irse del país, pero también hay personas que se van a trabajar temporalmente y regresan trayendo divisas que les permiten resolver por un tiempo.
P – ¿Qué medida pensás que tendría que tomar el gobierno para bajar esta inflación que parece indetenible?
M – Esa es la pregunta de las mil lochas. Con toda sinceridad, no veo que el gobierno pueda tener una salida. Hay un descontrol muy grande y agarrar el toro por los cachos no es fácil. Por ahora no está tomando ninguna medida, pero en algún momento tendrá que hacerlo, y no sabemos cómo reaccionará la economía. Ahorita, por ejemplo, el gobierno dice que va a controlar los precios de cincuenta productos básicos, pero algo parecido dijo a fines del año pasado y los empresarios no le pararon. Yo creo que el gobierno solo no puede hacer nada. La medida sería aliarse con el pueblo. Si es el pueblo el que controla los precios, podría ser que se parara esta locura. Pero para eso se necesita decisión política y darle las herramientas al pueblo.
Otra cosa que se me ocurre es que habría que poner en manos del poder popular aquellas plantas que no están funcionando. En tiempos de Chávez se hizo mucha inversión. Seguro se cometieron errores, a lo mejor no hizo las mejores alianzas, no se compró tecnología adecuada, hubo problemas de localización, pero esas plantas están ahí, inactivas, no están produciendo. Si lográramos recuperar esa industria, no tendríamos que comprar muchas cosas afuera. Pero para recuperar esa producción nacional es necesario que se empodere al pueblo. Si, por ejemplo, le dan a los trabajadores una empacadora de azúcar, el azúcar va a salir más barata. Esa es la única línea que me parece puede tener alguna perspectiva. Porque con la empresa privada es mentira. Cuántos años hace que se les está dando plata. Le das dinero y a los dos meses ya se les olvidó y están conspirando otra vez contra el gobierno.
P – Pero también sería necesario realizar nuevas inversiones, lo que no resulta fácil por falta de divisas.
M – Sí, ese es un problema. En el área donde yo trabajo se vive permanentemente la disyuntiva entre proveer de alimentos al pueblo o exportar para conseguir divisas. En el caso de los peces, por ejemplo, ¿qué hacemos? ¿Sacamos para que llegue a todos los hogares y mejore la alimentación, aumentando el consumo de proteína animal, o exportamos y de esa forma conseguimos más divisas? Tienes que establecer la prioridad. Desde mi perspectiva, la prioridad es que la gente coma, y lo que sobre que se exporte para recaudar divisas. Esto es lo que dice el gobierno: prioricemos el consumo popular. Pero no sucede exactamente eso, porque la empresa que exporta paga unos precios exorbitantes y entonces el pescador prefiere capturar especies para exportar y deja de pescar lo que la gente come. Entonces se desvirtúa un poco. Si hacemos referencias a cuestiones más generales en esta cuestión de producir nacionalmente o importar, también juegan intereses de empresarios o algunos funcionarios del gobierno que están en el negocio de la importación.
P – ¿Si tuvieras que juzgar responsabilidades con respecto a los padecimientos económicos del pueblo venezolano, qué porcentaje atribuirías a la guerra económica, al bloqueo que ejercen contra Venezuela, Estados Unidos y otras potencias occidentales, y al sabotaje de la burguesía local, y qué porcentaje atribuirías a las malas decisiones del gobierno chavista?
M – Esa es una pregunta difícil, pero seguro que la de la guerra económica es lo principal. Yo me atrevería a decir que su responsabilidad es del 80%. Esta hiperinflación que padecemos no se justifica de otra manera, que nos están dando con todo. Ese es el precio que pagamos por nuestra decisión de ser soberanos y de tratar de construir una sociedad diferente. La guerra económica existe y es brutal, se ve no solo en lo que hacen con el dólar, sino con cualquier actividad productiva o comercial. Con respecto a las malas decisiones, creo que lo más grave es que nos han hecho más vulnerables frente a esa guerra económica. Si se hubieran tomado mejores decisiones, nos hubieran hecho menos daño. Por ejemplo, si en el Gabinete nacional pones a funcionarios que están priorizando al sector privado por sobre otros sectores, tú estás dándole auge al que nos está dañando.
P – Los motivos de esas malas decisiones de gobierno pueden ser fruto de la inexperiencia, de limitaciones para enfrentar una guerra económica que no solo es brutal, sino también novedosa. Hay tanques de pensamiento del imperio, que están pensando cotidianamente en cómo joder al chavismo y a Venezuela. Pero también podría suceder que se tomen malas decisiones por corrupción. ¿Podrías asignar porcentajes de responsabilidad?
M – Creo que los dos problemas existen, pero no quiero desvalorizar la cuestión de la corrupción, que es muy grande. La corrupción ya existía cuando vivía Chávez, pero creo que hay dos cuestiones a resaltar. Antes había corrupción, pero no se notaba tanto porque había mucho dinero. Pero además hubo algo que cambió. Cuando lo perdimos a Chávez, hubo una caída de la moral revolucionaria y hubo muchos funcionarios que se quebraron, que se convencieron que se acababa todo. Esto ha colocado en una situación mucho más difícil al Presidente Maduro, que tiene menos control de los que fueron los primeros compañeros de armas del Comandante y ocupan cargos importantes, y porque el imperio se dio cuenta que estaban las defensas bajas y aumentó sus ataques. Pero además, si yo pienso que todo se terminó, tengo que ver cómo me resuelvo, cómo aseguro a mi familia, cómo me hago un fondo para vivir después que caiga el gobierno.
Entonces esto hizo que se aumentara la corrupción, pero además que sea distinta, más descarada y más notoria, porque en el país hay menos dinero. Ahora, lo que ha sucedido es que hace años que se murió el Comandante y esto no se acabó, porque hubo mucha gente que le siguió echando pichón. Pero bueno, hubo gente que se rindió y eso nos hace muy mal, no solo por el dinero que se llevan, por los negocios que se ponen a hacer con los empresarios privados, sino porque desmoralizan al pueblo. Entonces en el gobierno hay gente que está convencida de que hay un futuro y le echa pichón, pero también gente que no cree, que solo piensa en juntar dinero para cuando todo se acabe. Yo no sé si son más o son menos los que no creen, dentro del gobierno, pero hacen un peso importante. La manzana podrida huele más. Es muy difícil mantener a la moral de la tropa si el que va adelante no da el ejemplo. Entre las cosas que nos suceden creo que una de las más graves es la pérdida de identidad, de confianza, entre los liderazgos y sus bases. Entonces la crisis no es solamente económica, sino también política, de un cierto distanciamiento entre bases y liderazgos. Nosotros estamos aquí como base aguantando, echándole pichón y sobreviviendo, y entonces tú ves líderes que no hace tu misma cola, que no sabe cuánto cuesta la harina precocida, el kilo de queso, el pollo, o que come carne todos los días y el pueblo no come carne. Entonces vives una situación que el salario no te alcanza para nada y ves a un alcalde, a un gobernador, a un ministro, con zapatos que cuestan millones, mucho más que seis salarios mínimos. Eso desmoraliza mucho. Tú puedes tener dinero para comprarlos, pero no hagas opulencia de lo que tienes.
P – ¿Qué significó para ti como mujer la revolución bolivariana y qué te parece que ha significado para las otras mujeres del pueblo?
M – Mi familia era una familia matriarcal. Mi abuela era el centro de la familia y aún después de muerta sigue siendo la referencia. Y esto de alguna manera continuó con mi mamá, que asumió con mis sobrinos roles de mi abuela. Mi abuela era una luchadora y desde que Chávez apareció ella fue siempre chavista. Leyó todos los libros, iba con sus ochenta años a todos los actos. A ella Chávez le dio esperanza, porque mi familia fue siempre una familia de revolucionarios. Mis tíos fueron guerrilleros, siempre andaban perseguidos, y ella siempre andaba sufriendo que se los metieran presos, que los torturaran, y entonces el hecho de que dejaran de perseguir a sus hijos, y de que fueran reconocidos como luchadores de toda la vida, era la gloria. Ademas se concretaban sus sueños y los de su familia de que gobernara el pueblo. Pero más allá de mi historia personal, creo que la revolución bolivariana cambió mucho a las mujeres. Porque aquí en Venezuela las mujeres eran el centro de la familia, pero no estaban empoderadas. El hombre muchas veces no se hacía cargo de la familia y tenían que afrontar las mujeres. Pero con la revolución las mujeres no solo mandaron en su casa, sino que salieron a la calle, salieron a estudiar, a participar en las decisiones comunitarias, a hacer política. Ahora no son solamente el centro de su familia, son también el centro de su comunidad, el motor comunitario. Ya no más me limito a tener y cuidar de mis hijos, sino que lucho con mis hijos en la calle, en la comunidad, en la universidad. Hay mujeres que entraron en la universidad ya de viejas, con más de 60 años.
P – ¿Y este empoderamiento de las mujeres trajo cambio en las familias?
M – En mi familia no muy importantes, mi mamá y mis tías eran profesionales, trabajaban, estaban en la calle, pero en la mayoría de las familias esos cambios ocurrieron. Ocurría que el marido venía del trabajo y la mujer no estaba en la casa y ya le habían dicho: “Vas a tener que hacer la comida u ocuparte de los chamos”, porque ella estaba en la reunión del consejo comunal o del partido, o estaba estudiando. Y pasó también que en muchas familias las mujeres empezaron a trabajar afuera y también a ganar más que los hombres. Las mujeres se crecieron y eso produjo cambios. Las mujeres son las que están en los consejos comunales, las que están en los CLAP, las lideresas de calle, es decir, ellas se apropiaron de los espacios comunales. Y volviendo a mi propia familia, yo además de trabajar soy vocera del consejo comunal del lugar donde vivimos, con todo el tiempo fuera de mi casa que significa eso.
P – ¿La mayor confianza en que el proceso bolivariano siga adelante la pones en el gobierno, en el pueblo chavista, en el pueblo venezolano?
M – En el pueblo venezolano. Yo creo que el pueblo chavista tiene una claridad muy grande que es lo que mantiene, lo más fuerte y comprometido con la revolución. Pero lo que sucede hoy en mi país no puede explicase si no se toma en cuenta lo que hace todo el pueblo venezolano. Porque la situación está muy crítica. En cualquier otro país habría miles de protestas, lo hubieran botado al gobierno. No todo el pueblo es chavista, pero todo el pueblo venezolano ha demostrado que tiene una conciencia muy importante, quiere vivir en paz, quiere a su Patria, y que los problemas de los venezolanos los resolvamos nosotros mismos. Aquí se creció mucho en conciencia política como pueblo, y hay personas que se han alejado del chavismo, pero mantienen elementos de esa conciencia. Tú aquí puedes discutir con cualquiera de política, de las leyes, con propiedad: porque se las ha leído, porque las discutió, entonces esa es una diferencia muy grande con el pueblo que teníamos antes, que no conocía nada de eso.
P – Me comentabas que desde hace un tiempo estás trabajando en una oficina en el piso 17 y que no hay ascensores. Por lo que me imagino que todas las mañanas cuando te levantas estás pensando que debes ”volver a los 17″, y no se trata precisamente del tema de Violeta Parra. ¿Alguna vez has pensado que todo ese esfuerzo que haces no tiene sentido?
M – Y sí, es difícil. Porque no solo son los diecisiete pisos. Las condiciones laborales en esa oficina en que trabajo se han deteriorado mucho. No solo no hay ascensor, tampoco hay aire acondicionado y hace mucho calor porque el edificio no tiene ventanas. Quitan el agua con muchísima frecuencia y no tienes agua para tomar, porque como no hay ascensores no pueden subir el agua potable. Tenemos calor y no tenemos agua. Si le agregas que el salario no te alcanza, tú dices: ¿a qué vengo?
Y en mi caso yo gano más o menos bien, pero ¿y los que ganan menos? Además, yo puedo ir y venir caminando de mi casa al trabajo. Si hubiera ascensor podría ir a almorzar allí. Pero hay muchos compañeros de trabajo que deben pagar transporte y además conseguir efectivo para poder viajar. A esas personas el salario se les va en pasajes. Entonces me pregunto: ¿por qué se van para el trabajo? Pero como te decía, trabajar en una institución como la nuestra da cierta estabilidad, allí te vas a jubilar, pero además tienes otros beneficios, como recibir otra caja CLAP, hay además operativos de venta a precios muy solidarios. Yo creo que eso es lo que contiene al personal en el sector público, porque en el sector privado los sueldos son mayores.
Desde lo personal, mi pregunta sobre si vale la pena seguir trabajando allí, más que por el tema económico, es por el tema político. Yo tengo una experiencia de muchos años de trabajo con el Comandante Chávez. Y en ese tiempo trabajamos muchísimo, te diría en exceso, haciendo cosas que hoy yo no haría. Yo podía estar una semana afuera de mi casa, porque había que inaugurar una planta y yo estaba echándole pichón todo ese tiempo para que cuando llegara el Comandante ese lugar estuviera perfecto. Hoy salgo a la calle y veo espacios en los que yo trabajé, como los Abastos Bicentenarios, las Areperas Socialistas, la planta de leche de soya, de pasta de arroz, que hoy no están funcionando. Y a esos proyectos les dediqué mucho tiempo que no compartí con mi familia. Es duro ver cerrados esos espacios y transfiriéndose muchos de ellos a concesionarios privados, que te venden productos carísimos. Eso muestra un cambio en la política de Estado. Y entonces me pregunto: ¿y es para esto que quiero trabajar? ¿Es eso la revolucion? En el área donde yo trabajo, en vida del Comandante Chávez, se dio prioridad a fortalecer la pesca artesanal. Hoy yo veo que los que se fortalecen son los pesqueros grandes, los atuneros. En el campo suceden cosas parecidas. A lo mejor esto es necesario, se corresponde con una estrategia que debemos afrontar para abordar la crisis, pero el gobierno debería explicar eso. Tenemos un pueblo que ha demostrado su enorme conciencia política resistiendo, resolviendo frente a situaciones muy duras. Un pueblo que le ha vuelto a poner la confianza al Presidente Maduro para que nos siga gobernando por un nuevo periodo de seis años, que tiene mucha capacidad critica. Entonces, si hay motivos para hacer algunas cosas diferentes a como se hicieron antes, hay que explicarlo. Nos merecemos una explicación.
P – ¿Pensaste en algún momento en irte del país?
M – En algún momento, cuando la situación estaba muy bien, pensé en irme a hacer un postgrado o algo así. Pero ahora no se me pasa por la cabeza irme del país. No en esta situación. Me iría del país si dan un golpe de Estado y regresa la oposición. En esa circunstancias sí, podría pensar en irme. Pero mientras siga viva la posibilidad de que este proceso siga adelante, aquí me quedo. Porque aun con todas las diferencias que yo pueda tener con los que hoy nos gobiernan, estamos nosotros en el gobierno.
Caracas, 7 de julio de 2018
Lloré leyendo a la camarada. De verdad que comparto con ella que es terrible como se han perdido tantos esfuerzos de nuestro Chávez. Emblemático lo de Mercal, PDVAl, Abastos Bicentanarios, etc. Cuantas veces vimos a Chávez allí, innagurando con tanto amor, esos establecimientos para el Pueblo. Que dolor. De corazón, con tantos años en mis espaldas y sobreviviente de la 4ta.ASESINA, nunca pensé que la 5ta. estaría como ha estado en estos 5 años. Lloro a menudo. Y de nada vale escuchar al Presidente Maduro. Lo siento. No creo lo que promete. Demasiadas promesas INCUMPLIDAS.
Querido Reinaldo,
muchas gracias por esta entrevista con Meresvic. Sí, el pueblo venezolano es muy fuerte. El gobierno no entiende cómo podemos crear una economía independiente.
En la época en que vivía en Venezuela, podía verlo y escucharlo todos los días. Y no entiendo por qué la gente acepta todas estas tonterías.
muchos saludos, willi
hoy: Asuncion, Paraguay